CAPÍTULO XIV (2DA PARTE)
En el país la
situación había llegado a un punto de extrema polarización. Claramente uno
podía distinguir dos bandos con insalvables diferencias, en donde cada cual
pugnaba por sacar como presidente al candidato que defendía sus mismas ideas.
Por eso cuando se dieron las elecciones y el candidato con el pensamiento más radical perdió en la segunda vuelta por
un minúsculo margen, el clamor de toda la gente que lo apoyaba, autodenominada
como el “verdadero pueblo”, se hizo sentir con toda su fuerza. Ellos acusaban
de fraudulento al reciente proceso electoral, y exigían la inmediata
realización de unas nuevas elecciones.
Mucha gente de
provincias viajó hacia la capital para unirse a las protestas. La universidad
nacional en la que estudiaban Nicolás y Harleen no fue indiferente ante tal
hecho, y numerosas delegaciones de estudiantes venidas desde distintos puntos
del país fueron acogidas en el campus. Aquellos fueron días de mucho movimiento
y agitación, en donde muchos profesores cancelaron sus clases e instaron a sus
alumnos para que se unan a las marchas. Asimismo, la propaganda política y los
mítines organizados por los dirigentes estudiantiles se generalizaron en todas
las facultades y escuelas.
Wanda y sus amigos
se unieron a las marchas que pronto se propagaron por toda la capital cual un
reguero de pólvora. La “colorada” además se encargó de convencer a Nicolás para
que los acompañe a lo que ella denominaba como “la justa lucha por salvar la
democracia y la libertad”. A Nicolás nada de este tema le importaba realmente,
él más que nada se dejó convencer por el contagioso apasionamiento que poseía a
sus amigos y a la mayoría de estudiantes de su universidad, y además por la esperanza
de que en esta nueva aventura encontraría intensas emociones que podrían hacerle
olvidar sus penas recientes.
Nicolás y Wanda se
encontraban en el departamento del joven trabajando en el número final del
comic sobre “el monstruo de las muñecas macabras”. Ya les faltaba poco para
terminar de entintar las últimas viñetas. Nicolás en ese momento estaba muy
orgulloso del trabajo realizado. Y en cuanto al resultado él no podía estar más
satisfecho.
–¡Fiu! Ha sido una
jornada muy agotadora –Wanda se desparramó sobre su silla en tanto con una mano
se secó el sudor de la frente.
–Hemos acabado en
la mitad del tiempo que antes solía tardarme. No hay duda de que necesitaba
otra mano artista para agilizar los dibujos.
–No olvides que en
el guion también trabajamos los dos juntos, chico gato.
–¡Je, je! Sí,
tienes razón.
–Es hora de cobrar
mi recompensa, no creas que te me escaparás –Wanda se levantó de un salto de su
asiento, y cual una fiera se abalanzó sobre Nicolás. La silla del muchacho por
poco termina yéndose para el piso. Aun así, él no se mostró disgustado por el
rudo trato, sino todo lo contrario. Le encantaba la impetuosa personalidad de
Wanda, y más cuando hacían el amor, pues en estos momentos ella parecía
transformarse en una salvaje criatura a la que no le importaba nada más que
satisfacer sus deseos carnales a cualquier costo.
El punto de
concentración para la marcha fue en una céntrica plaza de la capital, un lugar
en el que ya era tradición hacer sentir el clamor popular. Nicolás pronto se
unió a los gritos de “¡abajo la corrupción!” y “¡no a la dictadura de los grupos
de poder!”. Tracy y Kevin levantaban los puños y vociferaban a todo pulmón.
Ronaldo por su parte hacía sonar una ensordecedora bocina. Wanda sostenía un
cartel por encima de su cabeza que decía: “¡Viva la justa lucha de los
olvidados!”.
Al poco rato una intensa
voz se hizo sentir por medio de un megáfono. Se trataba de Raúl, uno de los
dirigentes más influyentes de la universidad y además secretario general de la
Federación Nacional de Estudiante Universitarios. Al verlo, Nicolás no pudo
evitar el recordar lo que Harleen le había contado sobre aquel individuo. Miró
de reojo a sus compañeros. En los rostros de Wanda y de los demás solo había
admiración hacia aquel hombre. Nicolás comprendió de inmediato que ellos no
conocían la otra cara de Raúl, o, mejor dicho, que se negaban a aceptarla, pues
el asunto de la discoteca había sido muy sonado según el recordaba, de modo que
era prácticamente imposible que sus amigos no hayan oído la historia.
Raúl instó a la
masa para que intenten tomar la plaza de armas. Nicolás no comprendió la
necesidad de tal atrevimiento, pues dicho lugar se encontraba fuertemente
resguardado por la policía, y además el paso hasta allí había sido prohibido
para los manifestantes. Aun así, Raúl se mantuvo firme en sus intenciones, y
fue tal la energía que imprimió a sus arengas, que en poco tiempo todos los
manifestantes lo siguieron cual mansos corderos. El enfrentamiento fue
inevitable. La vorágine de violencia que se desató a continuación fue algo que
Nicolás jamás se imaginó. Compañeros que él creía tranquilos y mansos de pronto
se encontraban pateando los escudos de los policías o sino lanzando piedras.
Mientras tanto Raúl continuaba vociferando por el megáfono discursos azuzadores
como “¡defendamos nuestro derecho al libre tránsito, hagámonos escuchar en la
propia cara de ese falso presidente!”. Nicolás quedó boquiabierto cuando de su
mochila Wanda sacó una pata de cabra, y junto a sus amigos empezaron a extraer
los adoquines de la pista, para a continuación lanzárselos a los policías.
Pronto las bombas lacrimógenas estallaron por doquier. Los manifestantes fueron
obligados a retroceder. La policía arrestó a varios estudiantes ese día. Wanda
por un pelo se salvó de ser intervenida. Sus amigos también consiguieron
librarse de la prisión, aunque Ronaldo terminó con una sangrante herida en la
cabeza producto de un varazo que le propinó un agente del orden. Esa noche los
muchachos se reunieron con otros estudiantes que habían participado de la
marcha en un parque cercano a la universidad, en donde se dedicaron a libar
alcohol y a celebrar el haberse hecho oír “como se debe”.
Nicolás y Wanda se
besuquearon en tanto avanzaban chocándose contra las paredes rumbo a la
habitación de Nicolás. Una vez allí Wanda le dio un empujón en el pecho que lo
lanzó sobre su cama. Acto seguido, ella se quitó el polo y de inmediato se
lanzó sobre Nicolás para continuar besándolo con desenfreno. De un tirón ella
le quitó la camisa y luego le sacó la correa y le desabotonó el pantalón. En
ese momento el joven se vio arrastrado hacia un huracán de desbordantes
placeres. La brusquedad de Wanda le resultaba por momentos hasta dolorosa, pero
precisamente aquello le daba esa sensación tan intensa que tanto creía
necesitar en aquel momento de su vida.
–Trabajaremos
juntos en un nuevo proyecto. Suena genial, ¿no? Seremos tan famosos como Stan
Lee, ¿qué te parece? La pareja perfecta, el éxito sonriéndonos a la cara… ¡eso
merece que lo celebremos con el mejor sexo de la vida, ¿no opinas igual?!
–Wanda, ¡estás como
loca!
–¿Te gusto?, vamos,
dime que te gusto y te prometo que esta noche te haré ver las estrellas.
–Me encantas,
“colorada”.
–¡Eso es, pedazo de
escoria! Vamos, tú también trátame con
rudeza, dime “zorra insaciable”, “te voy a dar tu merecido, perra”.
–¡Voy a hacerte
gritar, perra!
–¡Sí, eso me
encanta! ¡Hazlo, dame mi merecido: ¿a qué esperas, sucio animal?! –la joven
comenzó a abofetearlo con rudeza. A esas alturas Nicolás ya estaba acostumbrado
a tal comportamiento. Él respondió haciendo rodar a Wanda por la cama hasta
invertir sus posiciones. Ahora que él estaba arriba de ella le devolvió las
bofetadas y además le jaló el sostén con brusquedad. Wanda sonrió y se quitó la
mencionada prenda de un tirón. Acto seguido, de un empujón a la nuca Wanda le
hundió a Nicolás el rostro en medio de sus generosos pechos desnudos.
Esta vez la
movilización de los estudiantes se dio por un concurrido emporio comercial.
Raúl, siempre gritando por el megáfono, se unió a las arengas de los demás
dirigentes que ordenaban “hacer escarmentar” a todos los negocios que no hayan
acatado el paro. Nicolás fue testigo de como muchos establecimientos se habían
fortificado con planchones de madera y de metal. También fue testigo de cómo
muchos de los manifestantes intentaron ingresar a los negocios menos
protegidos. Un local de teléfonos celulares fue saqueado y destrozado. Nicolás
no se lo podía creer. Y mayor fue su shock cuando vio a Wanda y a Tracy volviendo
con celulares y con otros artículos más que habían sustraído de la tienda
violentada. Por otro lado, Nicolás oyó claramente cómo algunos dirigentes
discutían entre sí sobre el asunto de exigir más “donaciones” a los miembros de
sus sindicatos, y de cómo poner “mano dura” contra los miembros que intenten
desafiliarse o desacatar las medidas de lucha.
Después de una
larga jornada en las calles, Nicolás volvió a su casa muy agotado. Aunque más
que físico su agotamiento era mental. Él estaba muy confundido por todo lo que
las marchas y movilizaciones venían demostrándole. “¡Bloquearemos todas las
rutas de salida y entrada a la capital! ¡Haremos que esta ciudad se muera de
hambre si es necesario!”, recordar las palabras de Raúl y de los otros
dirigentes le hizo escarapelar el cuerpo. “¿Por cuánto tiempo he intentado
escapar de mi yo perverso, del monstruo que hay en mi interior? ¿Y todo para
qué? Ahora el monstruo es esta sociedad en la que me he metido, en donde todos
alaban las barbaridades que cometen sus líderes simplemente porque su causa es
“justa”. ¿Qué diferencia entonces a un villano de un héroe? ¿Realmente el fin
justifica los medios? Siento que si sigo con esto todo por lo que he luchado se
irá al traste. Esta gente me arrastra hacia ese lado sombrío del que yo ya no
quería saber más. Incluso Wanda con su desenfreno, ella también es parte de
esto, de este mundo caótico y sin escrúpulos del que ahora formo parte”,
Nicolás reflexionó en tanto encendió su laptop en la mesa de su cocina. Buscó
noticias en donde poder conocer más sobre el candidato al que tanto defendían
sus compañeros en las marchas. Luego de ver unas cuantas notas sobre él,
Nicolás cerró su portátil y en tanto permaneció con la mirada perdida. “¿Cómo
es posible que defiendan a un tipo así? Ese sujeto solo destila odio, solo sabe
victimizarse, su discurso se resume a decir que los que no lo apoyan no son
compatriotas, que son mercenarios de la oligarquía… ¿Cómo puede apelar tan a la
ligera al resentimiento y al divisionismo? ¿Todos no somos acaso un solo país
que siempre debería permanecer unido? ¿Por qué ese afán de generar rencor
contra las personas que no profesan su mismo modo de pensar?”, Nicolás comenzó
a arrepentirse del rumbo que en las últimas semanas había tomado su vida.
Reflexionó sobre sus más recientes decisiones y acciones. Pensó en Wanda.
¿Realmente la conocía? ¿Ella en verdad lo amaba? Algo en lo profundo de su ser
le susurró que la respuesta era no.
Al día siguiente,
muy temprano Wanda llamó a Nicolás para que se una a la nueva marcha. Esta vez
se reunirían en el sector sur de las afueras de la ciudad, en donde tenían
planeado bloquear la carretera principal. Sin embargo, esta vez Nicolás se
excusó alegando que estaba enfermo. Una vez colgó, él encendió el televisor.
Las noticias que vio no eran para nada alentadoras. Por todo el país se habían
declarado huelgas y marchas, además de un paro nacional indefinido. Una noticia
que le conmocionó en extremo fue la de la quema de la comisaria de un pueblo
con sus trabajadores aun adentro. ¿Aquello realmente estaba sucediendo? El país
entero parecía haber perdido la cordura. El legado de su padre parecía haberse
diseminado por todo el territorio nacional. Y en las redes sociales la cosa no
se mostraba distinta. Es más, allí los discursos de odio venían desde ambas
direcciones. Nicolás tuvo el fatalista presentimiento de que, si las cosas
continuaban igual, el estallido de una guerra civil sería inevitable. Al poco
rato un lejano maullido hizo eco en la distancia. Como hace mucho no le sucedía,
Nicolás sintió una intensa oleada de gélido miedo.

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