PUNCH RAGE COCTAIL (1ERA PARTE)

 


Aneska siempre había sido una mujer creyente. A pesar de los numerosos reveces por los que pasó a lo largo de sus veinticinco años, siempre se mantuvo firme en su fe. Cada vez que atravesaba una dificultad, como cuando su madre muri0 y la dejó de diez años junto a su padre, o cuando su progenitor se quitó la vid4 tres años después, o cuando su pareja la abandonó junto a su bebé… ella siempre sacaba la cruz de plata que en todo momento llevaba colgada del pecho, la única herencia que le hubo dejado su madre, y se ponía a rezar. Ella creía firmemente en que las cosas se resolverían porque Dios, a diferencia del resto, jamás la abandonaría. Así se lo había enseñado su madre, y ella nunca dudaría de sus palabras.

Una nueva prueba se presentó en la vida de Aneska cuando su pequeña hija cumplió los siete años. Hasta la fecha, como sea ella se las había arreglado para poder mantenerse a flote y sobrevivir el día a día junto a su hija. Sin embargo, una vez más el destino le demostraría su cara menos amable. De un momento a otro Keyla, su niña, enfermó de gravedad. Desesperada, Aneska la llevó al seguro social. Allí le dijeron que su hija tenía una enfermedad en el corazón y que requería ser intervenida de urgencia. Sin embargo, en el seguro no se contaban con los equipos ni expertos necesarios, por lo que la operación presentaría un alto riesgo. En vista de tal situación, Aneska no tuvo más remedio que buscar un préstamo para poder costearse la operación en una clínica privada que le recomendaron los doctores del seguro. Dada su precaria situación laboral, ningún banco quiso prestarle la cantidad requerida, y al final tuvo que recurrir a unos prestamistas de dudosa reputación.

Keyla fue operada con éxito y pronto estuvo de vuelta con su madre. Aneska creyó que por fin las cosas mejorarían. Lamentablemente, este solo sería el inicio de un nuevo calvario. Los prestamistas resultaron ser miembros de una peligrosa mafia de extorsionadores, y cada mes le aumentaban los intereses a niveles cada vez más exorbitante. Cuando Aneska no pudo pagar la imposible suma, las amenazas empezaron a ser su pan de cada día. Se mudó a otra ciudad, pero pronto fue encontrada. En todo este tiempo se aferró a su cruz de plata y rezó mucho, pero Dios parecía haberla abandonado.

Un ultimátum de sus acosadores fue el hecho que la movió a hacer algo que jamás se hubiera imaginado. En medio de su angustia ella había llegado a oír de una bruja que vivía en las faldas de un cerro cercano. En el mercado le habían contado que era muy eficiente y que era capaz de realizar cualquier tipo de trabajo, aunque lo que generalmente pedía a cambio de su favor solía ser bastante desmesurado. Aneska acudió una tarde a donde la bruja y le suplicó que la ayude a salir de tan terrible situación. –Si no les hago la transferencia hasta las ocho de la noche, han amenazado con acribillarnos a mí y a mi pequeña, ¡ya no sé qué más hacer!

La bruja, una anciana silenciosa, asintió con la cabeza. Le explicó que podía ayudarla, aunque el precio a pagar sería muy grande. Fuera de sí, Aneska le explicó que no tenía dinero actualmente, pero apenas pudiese le pagaría. La bruja negó con la cabeza. –El precio será tu vida –le indicó con voz tenue. Aneska sintió que el corazón le daba un vuelco. Apretó con fuerza la cruz de plata que le colgaba en el pecho. Al final asintió con resignación.

–¿No lo entiendo? ¿Qué gana usted con esto? –sin embargo, antes de marcharse Anieska no pudo reprimir más la interrogante.

–Obtener el favor de mi señor, Amon –la anciana mujer esbozó una enigmática sonrisa que a Aneska le puso los pelos de punta.

Pasada la medianoche, un grupo de sic4rios armados irrumpieron en su casa. Se sorprendieron cuando descubrieron que Aneska los esperaba despierta, en el centro de su sala. Ella permanecía de rodillas junto a su pequeña, quien yacía adormecida en su regazo. –Es hora de pagar tu deuda, p3rra –uno de los tipos la apuntó con su 4rma.

–Te ofrezco mi alma, Amon, oh demonio de la ira y el 4sesinato. A cambio favoréceme con la petición que he trazado con mi sangre en este círculo ritual –ella susurró, y acto seguido, ante las asombradas miradas de los malhechores, se cl4vó un cuchillo ceremonial en la yugul4r. Keyla sintió cálidas gotitas que le cayeron encima, entonces se levantó del regazó de su madre y contempló horrorizada lo que acababa de hacer ella.

–No, no, ¡NOOOO! ¡MAMÁ! Mamá… me prometiste que todo saldría bien… ¡ME LO PROMETISTE! –entre lágrimas la pequeña se aferró a su progenitora. Sin embargo, en medio de su dolor comenzó a sentir algo sombrío y oscuro que bullía en su cabeza. Antes de perder la conciencia alcanzó a oír el escalofriante rechinar de unos dientes apretados.

Keyla despertó a la mañana siguiente. Tenía todo el cuerpo salpicado de sangr3. A su lado se encontró con el c4daver de su madre, y más allá con los c4daveres molidos a golp3s de los tipos que habían venido a mat4rlas a ella y a su progenitora. Quiso llorar, abrazar a su querida mamá. Tomó la cruz de plata que le colgaba del cuello y la estrujó contra su pecho. De pronto una extraña rabia la invadió. Pudo oír nuevamente el rechinar de unos dientes invisibles. Keyla terminó creyendo que eran los suyos. Sus ojos no pudieron ver al verdadero causante, un demonio completamente negro cuya mitad inferior era la de un escorpión y la mitad superior la de un humano, aunque con dientes amarillentos por todo rostro. Precisamente, estos dientes que permanecían apretados eran los que rechinaban constantemente fruto de una furia desbordante.

Ese mismo día, Keyla fue llevada por la policía a un orfanato. Nunca consiguieron sacarle ni una palabra de lo sucedido en la fatídica noche. En el orfanato Keyla demostró ser una jovencita con un gran coeficiente intelectual. Esto le permitió ganarse el aprecio de una pareja adinerada, que al poco de conocerla no dudaron ni por un segundo en adoptarla. En su nueva vida Keyla creció con todas las comodidades imaginables. Se volvió el orgullo de sus padres. A los quince años ingresó a una prestigiosa universidad. Todo parecía ir viento en popa para la joven. Sin embargo, pronto sufriría un terrible revés.

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