PUNCH RAGE COCTAIL (2DA PARTE)

 


Cierta tarde, Keyla se hallaba en la biblioteca de la universidad. Consultaba unos libros para poder hacer su ensayo final de uno de sus cursos. En eso, una mano se posó en su hombro. Era el profesor Mauricio. Él siempre se había portado muy amable con ella, además de que enseñaba muy bien, por lo que lo apreciaba y respetaba. El docente se le acercó y le susurró algo al oído. El rostro de Keyla cambió en un instante. Ella negó con la cabeza. –Vamos, puedes venir a mi casa cuando quieras, te ayudaré en todo lo que necesites –Mauricio insistió. Keyla le indicó que era muy amable pero que declinaba la oferta–. Vamos, te pondré la mejor nota de la clase, te recomendaré con los directivos de la oficina de investigación para que te den fondos. Vamos, sé una niña buena –Mauricio no dio su brazo a torcer, y le lamió la nuca. En ese instante el terrible sonido de un rechinar de dientes inundó la biblioteca. Keyla comenzó a ver todo rojo. Perdió por completo la compostura y tomó un pesado tomo de los que estaba consultando. Se lo estampó con todas sus fuerzas a su docente en el rostro. Él cayó de espaldas y se tomó la sangrante nariz. Pero el castigo no había terminado. Keyla se le montó encima y comenzó a golpearlo con el pesado tomo. La sangr3 le salpicó en el rostro y en las manos. Ella continuó con la golpiza hasta que el encargado de la biblioteca llegó, y con la ayuda de algunos estudiantes consiguió separar a Keyla del desfigurado profesor.

Nadie creyó en la palabra de Keyla. Resulta que Mauricio era un docente con una larga e intachable reputación. Por otro lado, no era la primera vez que Keyla tenía arranques inesperados de ira. Fue expulsada sin mayor miramiento. Sus padres adoptivos tampoco le creyeron. Ellos habían sido testigos numerosas veces de su falta de control, de sus explosivos enojos. Se sintieron decepcionados. “Nunca quisimos ver la realidad, pero ahora nos da de lleno en la cara”, sus rostros expresaban. Su hija no era una jovencita perfecta e intachable, su inteligencia superior no era suficiente para tapar la horrible personalidad que se escondía detrás. Keyla supo que seguir viviendo allí sería un sinsentido. Esa misma noche, mientras sus padres dormían, huyó de casa para siempre. Lo único que se llevó consigo fue la ropa que tenía puesta y la cruz de plata de su madre, el único recuerdo que tenía de ella.

Keyla deambuló por las húmedas calles. Contempló el cielo gris. Hace mucho que tenía una idea en la cabeza. Su gran inteligencia ya le había advertido de que las cosas en la universidad podrían no salir del todo bien. La ciega ira que la poseía tenía que encontrar otra vía para ser canalizada. La adolescente se paró ante un bar underground que había conocido de pasada hace algún tiempo. Allí adentro se hallaba su destino, en ese instante estuvo segura. Aspiró una bocanada de aire e ingresó.

Todos los días acudía al lugar, en busca de suerte. Aquel era un punto de encuentro para bandas punk. A Keyla desde hace mucho le gustaba este género. Calzaba de maravilla con su impredecible rabia. Ella se paraba bajo el escenario, y cada vez que una banda ingresaba les pedía una oportunidad para cantar. Por una semana nadie la tomó en serio, aunque a la siguiente, una banda que ella ya había interceptado antes, admirada por su tenacidad, accedió a su propuesta. Lo cierto es que también sintieron algo de pena por la pobre chica. Ella había empezado a trabajar en el lugar como camarera. Según lo que el dueño les había contado, no tenía a donde ir y ni un solo centavo. –Se escapó de casa para cumplir su sueño –les había comentado el dueño–. ¿Qué clase de punk sería si me negase a darle una mano?

Keyla había mentido sobre su edad. Para todos en el bar ella tenía diecinueve años. A nadie le quedó la menor duda de ello cuando la oyeron cantar. Su voz era como ganchos directos al alma. El lugar estalló en una marea de caos y voces que coreaban las letras de la rebelde vocalista. Ella improvisaba dichas letras, pero estas le salían del alma. Los presentes luego comentarían que oírla fue como poder sentir la rabia de todos los parias y renegados del mundo entero.

La banda cambió su nombre y se adaptó a Keyla. Pronto sus conciertos en el submundo llegaron a oídos de una gran disquera. Fueron entrevistados y observados en una demostración. Todo indicaba que firmarían un contrato. En un hotel los chicos esperaban con ansias la respuesta final. Keyla se hallaba viendo la televisión en su habitación. En eso tocó la puerta Brad, el bajista y fundador de la banda. A Keyla le gustaba Brad. Él siempre la había tratado bien, y además era apuesto y galante. ¿Sería acaso su oportunidad?, ella se preguntó. –¿Qué hay, Brad? –ella lo hizo pasar.

–Keyla, yo… –Brad se rascó la nunca. Eso era algo que también le gustaba de Brad. A veces podía ser tan tímido.

–No digas más, por esta vez yo tomaré la iniciativa –Keyla le colocó los brazos sobre los hombros y acercó sus labios a los de él.

–No, no se trata de esto –Brad desvió la mirada.

–¿Qué sucede? –Keyla captó rápidamente que algo no andaba bien. Se alejó del muchacho y le clavó los ojos encima.

–El gerente de la disquera dice que nuestra banda es genial, pero… –Brad tragó saliva. Keyla lo invitó con la mirada a continuar–. Me ha propuesto algo, me dijo que él se encargaría de que seamos unas estrellas, y solo pide a cambio una pequeña cosita…

Keyla se le acercó para oír lo que Brad tenía que decir. Él le susurró lo que seguía. –Ya veo, únicamente por eso estás aquí. ¡Creíste que yo aceptaría esa ridícula propuesta! –Keyla comenzó a ver todo rojo. El rechinar de dientes, el consabido sonido que le anunciaba la tormenta, reberberó en su cabeza–. Dile a ese infeliz que jamás me acost4ré con él. Y en cuanto a ti, en cuanto a ti… ¡MALDITO TRAIDOR!! –Keyla finalmente estalló. Bajó su mano derecha y aferró la cadena que le colgaba del pantalón. Brad recibió un repentino derechazo que lo mandó contra el suelo. De inmediato Keyla se le abalanzó encima y comenzó a golpearlo con la cadena envuelta en su puño. Ella sin embargo comenzó a sollozar–. Maldito, ¡maldito! –se repetía una y otra vez. Brad ya había perdido la conciencia. Si Keyla no se detenía, sabía que terminaría m4tándolo. No lo hizo, por más que quiso no pudo hacerlo.

Una repentina luz le iluminó el pecho. La cruz de plata emergió por encima de su chaqueta de cuero y brilló con fuerza. Al mismo tiempo, una mano detuvo la mano agresora de la muchacha. Keyla contempló estupefacta a la dueña de aquella mano. –Mamá –ella balbuceó. Las lágrimas le rodaron por las mejillas de forma incontenible–. ¡Mamá! –ella repitió, y con los brazos se aferró al fantasmal cuerpo de su progenitora.

Poco después de lo sucedido con Brad, Keyla renunció a la banda. No le costó encontrar otra. Esta nueva banda la recibió con los brazos abiertos. Con sus nuevos compañeros ella por fin pudo demostrarle al mundo su gran talento. “Punch Rage Coctail”, la banda fue rebautizada. La vida por fin le sonreía a Keyla. Asimismo, el rechinar de dientes cada vez se hizo menos común, pues en las situaciones en las que la ira comenzaba a subírsele a la cabeza, Keyla siempre tomaba su cruz de plata y la aferraba contra su pecho. Con dicha acción ella podía sentir claramente como una cálida aura le cubría el cuerpo y la llenaba de paz. “Es mamá que se abre paso desde las profundidades del más allá para abrazarme y protegerme. Ella nunca me ha abandonado”, Keyla se decía muy convencida, y entonces una sutil sonrisa se dibujaba en su rostro.

LEER SIGUIENTE PARTE


⚠️ Obra registrada en Safe Creative, no se aceptan copias ni adaptaciones. Evite problemas legales.

Comentarios

Entradas populares

EL ANILLO DEL REY NIBELUNGO (2DA PARTE)

CAPÍTULO I (1ERA PARTE)

Capítulo 1: ¿Qué rayos me ha pasado? ¡La maldición de Daysy entra en acción!