CAPÍTULO XII (2DA PARTE)
La neblina era tan
espesa en el camposanto que Nicolás no era capaz de ver las tumbas que se
erigían a un palmo de sus narices. Se arrodilló sobre el húmedo pasto, le
parecía tan verde y lleno de vida, y con parsimonia depositó una rosa blanca
sobre la lápida de su madre.
–Creí que te
conocía… que equivocado estaba, madre –él clavó la mirada en el nombre
esculpido en el reluciente mármol. Su mente al poco rato flotó a la deriva cual
la niebla que lo rodeaba, y de pronto aterrizó en la glorieta del parque frente
a su casa. Recordar lo sucedido allí le resultó mucho más doloroso que la
muerte de su madre. Por su progenitora en ningún momento había llegado a
derramar una sola lágrima.
Era una mañana
despejada la de aquel doloroso día. Harleen ya lo estaba esperando en la banca
de la glorieta cuando él llegó al lugar.
–¡¿Has visto las
noticias?! ¡¿Lo que ha declarado ese tal Gabriel Benítez?! –evidentemente
alterada, Harleen le lanzó la pregunta. Nicolás se tomó su tiempo para
acomodarse a su lado–. ¡¿Es que no te afecta lo que está pasando?!!
–desesperada por la indiferencia mostrada por su compañero, Harleen exclamó
fuera de sí.
–Siempre supe que
ese tipejo era un aprovechado. ¿Una reparación civil por daños y perjuicios?
¡Está loco si piensa que yo o que la familia de mamá le pagaremos un solo
centavo!
–La entrevista que
le hicieron en su cama del hospital ha sido muy convincente, Nicolás. Tiene a
toda la opinión púbica comiendo de la palma de su mano.
–Según él soy un
villano sin corazón que lucró con la desgracia familiar sin medir las
consecuencias. Aunque no lo ha dicho directamente, está claro que insinúa que
mamá se volvió loca por mi culpa… tú no tienes nada que ver en esto, Harleen.
No sé por qué te sientes tan afectada.
–Nicolás, tú… ¡no
entiendes absolutamente nada! ¡Yo fui la que te dio la idea de hacer el comic!
¿Es que ya lo olvidaste? ¡Por mi culpa y solo por mi maldita culpa es que hemos
llegado hasta este punto! Yo no quería que esto pase, jamás me imaginé que algo
así pasaría… –Harleen ya no pudo contenerse más y se echó a llorar.
–Recuerdo cuando me
dijiste que teníamos que usar todas las armas a nuestro alcance… ahora nuestro
comic se ha disparado en ventas gracias a todo lo sucedido. Sé que suena muy
mal lo que acabo de decir, pero nosotros no buscamos esto. Si mamá murió fue
por culpa de su propia debilidad. Ya lo dijiste tú alguna vez, el mundo es un
lugar demasiado cruel, y si no lo enfrentamos con todas nuestras armas,
estaremos irremediablemente perdidos.
–¡Basta, basta de
decir tantas tonterías! Nicolás, estamos hablando de tu madre, de la sangre de
tu sangre, de la mujer que te dio la vida. ¿Cómo puedes actuar de esa forma tan
despreocupada? Incluso en el funeral… todos los medios han asegurado que tú no
derramaste ni una sola lágrima.
–No me quise
prestar para su drama, ¿entiendes?
–¡¿Drama?! ¡Es tu
madre la que se acaba de suicidar! ¡¿Cómo puedes hablar así?!
–Creí conocerla,
creí que me amaba, pero estaba muy equivocado. Mamá se alejó de mí, ella al
final solo me veía como el hijo del monstruo, como la reencarnación de mi padre
en este mundo y cuyo único fin era hacer sufrir a los demás, hacerla sufrir a
ella… Gabriel lo dijo durante una de sus entrevistas, ¿no lo recuerdas? Sus
últimas palabras antes de perder la razón fueron: “No contento con torturarme
con su espectro, ahora él ha poseído por completo a mi hijo”.
–No puedo creerlo, no
puedo creer lo que está pasando –Harleen se llevó las manos al rostro. Con los
ojos muy abiertos ella encarnó en aquel instante a la más viva angustia.
–Tienes que
tranquilizarte, Harleen. Hey, lo superaremos juntos. Somos los dos contra el
mundo, ¿lo recuerdas? –Nicolás la rodeó con un brazo en tanto le acercó la
cabeza a su pecho. Por algunos segundos ambos permanecieron así, en un tibio silencio
únicamente roto por los constantes sollozos de Harleen. Ella en ese momento
recordaba todo lo que ambos habían pasado juntos, desde que se conocieron hasta
aquel presente tan amargo que les estaba tocando enfrentar. Por su mente también
pasó el momento en el que hicieron el amor. ¿Por qué tuvo que entregarse
precisamente a él? Lamentablemente así lo había hecho, y además lo había
disfrutado mucho. ¿Es que en realidad eran tan compatibles? ¿Cómo podía tener
tanto en común con un tipo al que ni siquiera parecía afectarle la muerte de su
propia madre? Aunque él tenía razón, ahora sí que estaban los dos solos contra
el mundo. Los dos cargaban con el peso de una muerte, los dos eran culpables
ante los ojos de la sociedad. Harleen ya no quería seguir por ese camino, la
única respuesta era la expiación, pero Nicolás no se mostraba arrepentido, él
no estaba dispuesto a emprender el mismo camino que ella tanto necesitaba andar.
Harleen se estremeció al pensar en la única solución posible. Aun así, todo lo
que ella quería era tener paz, consigo misma y con el mundo, paz por encima de
cualquier cosa.
–Nicolás
–finalmente ella se armó de valor. Él la observó en tanto la joven se apartaba
de su pecho. Harleen lo miró a los ojos. Nicolás pudo ver su propio reflejo siendo
reflejado muy claramente por el brillo de los ojos cubiertos de lágrimas de
Harleen–. Creo que debemos separarnos, nuestro pecado ha sido demasiado
terrible…
–¡¿Qué?! ¡¿De qué
estás hablando?! –lo dicho por la joven sacó de cuadro a Nicolás–. ¡No puedo
creerlo! Mi madre acaba de morir y tú ahora… ¡¿también quieres abandonarme?!
–Tu madre no tenía
que morir, fue nuestra culpa. ¿Es que no lo entiendes? ¡Dios! Esto es demasiado
para mí, es…
–¡Es mi madre la
que acaba de morir! ¡Y te recuerdo que fuiste tú quien quiso hacer esto! ¡Tú
misma lo acabas de admitir!
–Tienes razón. Te
he hecho mucho daño, y por eso ahora yo…
–¡Mientes! Solo te
vas por tu propio beneficio, porque no soportas estar conmigo después de lo que
tú misma has provocado.
–Detente, te lo
suplico. No sabes cuánto daño me hacen tus palabras.
–¡Todo este tiempo
estuve tan ciego! No eres más que una convenida y cobarde.
–¡Nicolás! Por lo
que más quieras…
–Es la verdad,
ahora que el barco se hunde, ahora que todos los medios y la opinión pública
nos señalan como los responsables del suicidio de mamá, recién bajo estas
circunstancias tú quieres deslindarte de mí. Qué conveniente, ¿no?
–Adiós, Nicolás,
adiós. Esto ya no puedo soportarlo más. Nunca nadie me había dicho algo tan
cruel. Aunque tienes razón, soy una porquería, tú no me mereces. Adiós,
Nicolás, y ojalá seas muy feliz –hecha un mar de lágrimas, Harleen se puso de
pie de un salto y se alejó a toda velocidad.
–¡Cobarde! ¡Maldita
cobarde! ¡Mi corazón nunca te importó! ¡Lárgate! ¡Es lo que siempre haces,
después de todo! –Nicolás le gritó en tanto veía a Harleen alejarse a toda
prisa.
Nicolás se limpió
las lágrimas que acababan de rodar por sus mejillas. Se puso de pie y por
última vez le dedicó una mirada a la tumba de su madre. –Incluso ahora no he
sido capaz de llorarte, madre. Es tan estúpido todo esto. Mira estas lágrimas,
las derramo por alguien que conocí por mucho menos tiempo que a ti, pero que al
final terminó tratándome de la misma forma en la que tú lo hiciste conmigo. Y
pensar que por esa malagradecida es que me convencí de venir hasta aquí y
despedirme de ti como todo hijo debería de hacer…
Días después
Nicolás volvió a la universidad. Si seguía un segundo más en su casa él sabía
que terminaría enloqueciendo. Para su sorpresa, apenas entró a su salón Wanda
corrió hacia él y lo abrazó para dedicarle su más sentido pésame. Nicolás la
contempló con los ojos muy abiertos. Aquel abrazo había sido tan reconfortante,
justo lo que él necesitaba en aquel momento tan terrible. La endeble sonrisa
que Nicolás dibujó en su rostro fue la señal para Wanda de que su acción había
sido bien recibida.
Pocos días después
Nicolás volvió a los tiempos en los que paraba con Wanda y sus amigos. Sin
embargo, ahora ella se portaba muchísimo más amable y complaciente con él.
Continuamente ella lo alababa por su comic y por el éxito que este estaba teniendo.
–Me quedé sin guionista. Supongo que para el último número tendré que trabajar
solo –una tarde Nicolás le comentó a la joven. Aquellas palabras fueron música
para los oídos de Wanda. Ella en el acto se ofreció como el reemplazo de
Harleen. Presenciar aquello hizo que el asunto le quede bastante claro a
Nicolás: lo de Wanda no era simple admiración, en realidad ella estaba
perdidamente enamorada de él. Cuando Nicolás aceptó la propuesta de la joven,
en el fondo supo que lo que realmente estaba aceptando era convertirse en su
futuro enamorado. La idea no le supo nada mal, aunque, de todas formas, muy en
lo profundo de su ser la espinita de Harleen siguió allí clavada, causándole
dolor y sufrimiento. Sin embargo, Nicolás no le tomó demasiada importancia a
tal hecho, pues confió en que Wanda y el paso del tiempo tarde o temprano se
encargarían de sanar su herida hasta finalmente hacerla desaparecer.

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