CAPÍTULO II (2DA PARTE)

 


Aquella era una mañana muy fría y húmeda, con abundante neblina y llovizna. Harleen se abrazó a su abrigo cuando descendió del ómnibus en el paradero. Cuando exhaló ella hizo brotar de sus labios una nubecilla de vapor. Muy a su pesar la joven tuvo que avanzar a paso lento, pues el piso estaba demasiado resbaloso como para tomar riesgos. Al poco rato llegó a la puerta de ingreso de su universidad. Tenía los dedos entumecidos, de modo que se tardó más de la cuenta en buscar su carnet de ingreso. Ya adentro, la joven universitaria contempló los pabellones de las distintas facultades que se erigían por aquel sector. Tras andar por algunos minutos finalmente Harleen llegó a su facultad.

A pesar de lo que Harleen creyó en un inicio, la carrera de literatura no le resultó tan interesante y aleccionadora como ella hubiese querido. Grande fue su decepción cuando se enteró de que los cursos relacionados con la creatividad y con el libre ejercicio de la escritura recién se dictaban en los últimos años de la carrera. Harleen soltó un bostezo que no le pasó desapercibido al profesor de lengua. Sin embargo, él no le dijo nada. Harleen dedujo que su docente se dio por bien servido cuando ante su mirada de reproche ella enrojeció terriblemente.

Por otro lado, las cosas no le iban tan bien a su blog como Harleen lo hubiese querido. Mientras el profesor se hallaba explicando diversas reglas gramaticales básicas, la joven de las coquetas pecas en las mejillas meditaba sobre el incierto rumbo que le aguardaba su tan querido blog. Desde que dejó de escribir sobre su ruptura con Arthur, las vistas y los comentarios descendieron terriblemente. Y aún más lo hicieron una vez el colegio terminó y cada estudiante de su año tomó su propio camino. Por lo visto, sus excompañeros de estudios querían dejar atrás a todo lo que les recordase a su antigua vida de colegiales, pues ahora pretendían enfocarse por entero en su nueva vida como universitarios. “Y por supuesto eso incluye el blog de su reportera favorita Harleen”, la joven de las coletas castañas reflexionó, y acto seguido soltó una apagada exhalación.

–¿Sucede algo señorita? ¿Acaba de acordarse de su ex o qué? –el profesor esta vez no se contuvo. Harleen negó rotundamente tras superar la sorpresa inicial. Ella una vez más se había puesto colorada. A su alrededor varios de sus compañeros soltaron discretas risitas.

Harleen no comprendía que es lo que la gente quería. Había intentado abarcar distintos temas para su blog, historias de corte muy variado y novedoso, pero aun así los resultados nunca eran los esperados. Se creó una página en sus redes para promocionar sus escritos, pero todas sus publicaciones e intentos de promoción fueron ignorados o en su defecto muy poco correspondidos.

–Yo no te recomendaría incursionar en las famosas aplicaciones para escritores –durante un receso Harleen oyó este diálogo en una conversación cercana. Miró hacia la dirección de donde la mencionada charla había provenido. Dos compañeras de su salón se encontraban charlando con un chico, los tres caminando a paso lento en dirección al quiosco.

–Pues a mí me han resultado de maravilla, todo el mundo me lee –refutó una de las muchachas.

–Solo porque escribes sobre disparatados romances de adolescentes que más parecen el guion de una película porno –su amiga le inquirió.

–¡Tú que sabrás, envidiosa!

–¡Chicos, un momento por favor! –Harleen no consiguió contener más su curiosidad y abordó a los muchachos.

–Pero si es la chica tomate –una de las muchachas murmuró por lo bajo con el chico. Él de inmediato soltó una muy mal disimulada risotada.

–Te llamas… ¿Hayley, Harly?

–Harleen.

–Eso. ¿Eres de nuestro salón, cierto?

–Así es. Disculpen, si interrumpí su conversación, pero no pude evitar oír de lo que hablaban. Me llamó bastante la atención eso de las aplicaciones para nuevos escritores. ¿Podrían explicarme de qué tratan?

–Yo no te recomendaría incursionar allí –el chico intervino con aire de autosuficiencia.

–Y dale con lo mismo, Miguel. No hay quien te aguante.

–Lana está de acuerdo conmigo. Lo que sucede es que te duele oír la verdad.

–Acéptalo, Teresa. Desbocar tus fantasías eróticas en un drama de adolescentes cachondos no te hace una escritora de verdad –Lana depositó una mano sobre el hombro de su amiga.

–¡Ustedes no saben nada, son unos idiotas! –Teresa les increpó a sus amigos–. Ven –ella tomó de la mano a Harleen y comenzó a llevársela–, te contaré todo lo que quieras saber, pero lejos de estos dos, que para lo único que sirven es para criticar.

–¡Ten cuidado, Harleen! ¡No dejes que te introduzca en el camino de la perdición! –Miguel le advirtió desde la distancia.

Ambas muchachas hablaron largo y tendido, acomodadas dentro de un salón vacío. Allí Teresa le contó todos los pormenores sobre las aplicaciones para escritores, sobre las diversas formas de promocionarse y sobre las temáticas que más lectores atraían en aquel mundillo. Finalmente le enseñó su perfil en una de estas aplicaciones y por añadidura algunos de sus escritos. Cuando Harleen leyó un poco de lo que Teresa le alcanzó, recién allí entendió el porqué de las palabras de los amigos de Teresa y el porqué de la advertencia final de Miguel.

–¡Dios mío! Esto es, es… ¡es demasiado! –Harleen se llevó una mano a la boca.

–Una vez más la chica tomate entra en acción –Teresa se burló del repentino enrojecimiento de su compañera.

Ya por la tarde, tras salir de clases, Harleen se despidió de sus nuevas amistades. Ellos irían a beber a un parque cercano. La habían invitado para que se les una a la fiesta, pero Harleen se disculpó diciéndoles que tenía que encontrarse con alguien, y que para una próxima vez gustosa los acompañaría. Una vez se quedó sola, Harleen retomó el hilo de sus pensamientos. Les había mentido a los chicos, pues en realidad no se encontraría con nadie. La verdad es que ella quería tiempo para meditar a solas sobre toda la información que acababa de brindarle Teresa. “Ese no es el camino que deseo tomar. Definitivamente no lo es. Pero, pero… si algo me ha enseñado mi corta incursión en el periodismo es que uno jamás debe cerrarse ante lo que le resulta novedoso. Solo investigaré un poco, tal vez en medio de tanta basura encuentre algo que me pueda servir. Lo único cierto es que el morbo siempre vende, si pudiera hallar una forma de utilizarlo, pero sin caer en lo indigno… ¡maldita sea, que sandeces digo! Pero es que estoy tan desesperada…”, Harleen se jaló con angustia de los cabellos que llevaba recogidos con un par coletas a los costados de su cabeza, y poco después se subió con apresurados pasos al bus que la llevaba hacia su casa.

Continua...


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