CAPÍTULO I (2DA PARTE)

 


Cuando estaba en el transporte público, por la radio del bus oyó que en la capital se estaban organizando marchas para exigir la renuncia del ministro del interior, a quien se le acusaba de flagrante corrupción. Nicolás soltó una exhalación. En el país las cosas parecían estar algo turbulentas, aunque eso no era novedad. Sin embargo, segundos después Nicolás ya había relegado a un segundo plano su preocupación por lo que se decía en la radio. Lo cierto es que aquel iba a ser su primer día en la universidad, y los pensamientos pesimistas relacionados con tal suceso no le daban tregua alguna. A pesar de que en todo momento él intentó mantenerse sereno, durante todo el camino no fue capaz de quitarse los nervios de encima.

Al enterarse de que había conseguido ingresar a la universidad nacional M., Nicolás sintió un enorme alivio. “¡No te daré dinero para que estudies una carrera inútil!”, su madre le había replicado cuando él le anunció sus intenciones de estudiar artes. Por ello fue que Nicolás no tuvo más alternativa que postular a una universidad nacional. Sin embargo, ingresar aquí era extremadamente difícil, de modo que Nicolás tuvo que resignarse a pasar todo el verano encerrado en su habitación, estudiando y estudiando sin cesar para así poder alcanzar la tan ansiada vacante. Todo aquel esfuerzo terminó rindiendo sus frutos, aunque, lamentablemente, ni aun así su madre suavizó su postura. “¡Te morirás de hambre en esa carrera, terminarás rematando tus dibujitos en alguna plaza y ni por lástima la gente te los comprará!”, ella le dijo una tarde en la que regresó algo bebida a la casa. Nicolás soltó otra exhalación cuando recordó el lamentable incidente con su madre borracha.

Tras la navidad Tania pareció haber empezado a recuperarse de su depresión y malestar gracias a unas nuevas pastillas que le recetó su doctora. Sin embargo, poco tiempo después ella empezó a beber, y cada vez con mayor frecuencia. A tal grado llegó su adicción, que en más de una ocasión Nicolás tuvo que auxiliarla para evitar que ella se ahogue con su propio vómito mientras dormía.

La universidad era enorme. A Nicolás le costó ubicar su facultad. Aquel lugar era tan distinto a su colegio que por momentos él se sintió intimidado. Nicolás luchó en todo momento para no dejarse dominar por el miedo. Algo que lo reconfortó fue el saber que ahora contaba con una amiga en la que podía confiar. De hecho, esta nueva amistad le brindaba una seguridad que hace mucho él no había poseído. Recordó cuando Harleen le dio la noticia de que también ingresaría a la universidad nacional M., solo que a la carrera de literatura. “Aunque mamá me felicitó por mi elección, me di cuenta de que en el fondo ella no estaba contenta. Estoy segura de que mamá habría preferido mil veces que yo siga la carrera de periodismo. Ir tras sus pasos sí que la hubiera hecho sentirse feliz. Por supuesto yo ya sabía esto de antemano, siempre lo he sabido. Precisamente por eso es que escogí estudiar en la nacional. Yo quiero forjar mi propio camino a partir de ahora, ¿me comprendes? Ya no quiero seguir dependiendo más del dinero de mi madre… a ver si así se da cuenta de que el dinero no es lo único importante en la vida…”, Nicolás recordó parte del discurso que su nueva amiga le dedicó durante una amena charla que tuvieron en el parque a espaldas de su antiguo colegio. Al respecto, dicho parque se terminó convirtiendo en el lugar favorito de ambos, en su punto de reunión acostumbrado para cada vez que quedaban en verse.

Finalmente encontró su salón. Adentro el lugar era un caos de bullicio y chacota. Nicolás recordó sus años en el colegio, cuando él solía crear tan similares desordenes junto a sus amigos de clases. ¡Ah! En aquel entonces la vida le parecían tan agradable. Tomó asiento en una de las últimas filas del salón. Poco después llegó el docente de turno y mandó a callar a todo mundo. Poco a poco el silencio fue retornando al aula.

Los días se sucedieron y Nicolás pronto terminó acostumbrándose a su nueva vida. Sin embargo, en todo este periodo él no fue capaz de hacer un solo amigo, o, mejor dicho, ni siquiera se atrevió a hacer el intento. La verdad es que durante todos los recesos él se iba directo a algún rincón poco transitado del patio, y una vez allí se ponía a dibujar en su cuaderno y no paraba hasta que oía los pasos de sus compañeros volviendo hacia el salón.

–Oye, rarito, ¿no te cansas de estar todo el tiempo apartado del resto? –una tarde en la que Nicolás se hallaba muy concentrado en dibujar a unos manifestantes enfrentándose a la policía, una joven lo abordó. Cuando él levantó la mirada se encontró ante una muchacha con aspecto de guerrera amazona: cuerpo fornido, larga y gruesa trenza rubia, rasgos duros y toscos, aunque no por ello poco atractivos.

–¿Eh? –él expresó su desconcierto ante lo dicho por la joven.

–Así que esto es lo que siempre te tiene tan concentrado, rarito –la muchacha se sentó a su lado en tanto observaba los trazos del cuaderno.

–Me llamo Nicolás –él protestó, aunque su voz no sonó tan dura como él hubiese querido.

–¡Oh, perdón! Es que como siempre te muestras tan esquivo, creí que rarito te sentaría de maravilla. Por cierto, yo me llamo Wanda, aunque puedes decirme “la colorada”. Todos esos tontos lo hacen, así que ya me acostumbré –ella señaló con la mirada hacia un grupo de estudiantes que reían y se murmuraban cosas, en tanto miraban hacia la banca en donde Nicolás y Wanda se encontraban sentados.

–¿Porque no dejan de mirarnos tus amigos?

–¿Ah? Pues no sé, supongo que no me tomaron en serio cuando les dije que uno de estos días vendría a hablarte para ponerte en vereda –Wanda se encogió de hombros.

–¿Cómo que ponerme en vereda?

–Lo que oyes, rarito. Y si tanto te molesta que te llame así, pues has méritos para callarme la boca.

–Solo dibujo en paz, no le hago daño a nadie.

–¿En serio te estás justificando de esa forma? No hay duda, definitivamente eres un ¡RARITO! –Wanda exclamó, y acto seguido soltó unas potentes carcajadas. Nicolás las reconoció en el acto, eran las mismas que siempre solían desconcentrarlo durante los recesos. Por fin había ubicado a su dueña.

–Hago estos dibujos para una amiga escritora. Ella los utiliza para las portadas de las entradas de su blog.

–Ya veo, así que por eso siempre paras tan ocupado. Supongo que tu amiga te pagará bien, digo, para que andes tan atareado…

–Somos un equipo.

–¡JAJAJA! Qué bonita forma de decir que te tiene de su sirviente. Y por un momento creí que tenías madera de revolucionario –ella indicó en tanto señalaba al dibujo de los manifestantes y los policías.

–Oh, esto. Es que va a escribir una historia inspirada en la actual situación del país.

–¿Y tú que piensas de nuestra actual situación? ¿O es que solo tienes cerebro para dibujar?

–Yo…

–Levántate, a los chicos seguro que les encantará oír tu opinión –Wanda se puso de pie de un salto. Aquella joven desbordaba energías hasta por los poros.

Nicolás quiso negarse, pero Wanda le cogió de una muñeca y lo levantó de un tirón. A Nicolás le sorprendió la fuerza con la que contaba aquella muchacha. Sin protestar él se dejó arrastrar. En el fondo se sintió feliz por dejar atrás su rincón. La verdad es que ya comenzaba a cansarle el andarse comportando como alguien ajeno a aquel mundo tan repleto de juventud y entusiasmo.

Continua...


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