Capítulo 7: ¿Rigoberto se ha resfriado? ¡La verdadera maldición del chico friolento!


¡Grrrr, estoy que hiervo de la cólera!! Es que en serio, ¿alguna vez han oído de una quinceañera que tenga tres chambelanes en su fiesta? ¡Es una broma de pésimo gusto!! Rina, Rinita, con esto sí que te pasaste… por mí mandarte al diablo a ti y a tu fiesta, pero… ah (suspiro) el vestido que he escogido no se merece esto, ¡luce tan bien en mi escultural figura! ¿No me creen? ¡Ja! Ya me verán en mi fiesta, jurarán que soy un ángel recién bajado del cielo. Por cierto, ya solo faltan dos días. Este sábado es la fiesta del año, mi quinceañero. ¿Eh? ¿Qué me miran con esas caras de pocos amigos? ¡Ah, ya entiendo! Seguro están resentidos porque no los he invitado a mi fiesta. No se preocupen. Todos están invitados. Sería imperdonable que se pierdan de la mejor fiesta de quince años que jamás se haya hecho… ¡Waaa, a quien quiero engañar! Eso sería cierto si Rina no lo hubiera arruinado todo: ¡¿cómo se le ocurre que yo voy a tener tres chambelanes?! ¡Y encima siendo dos de ellos el pervertido del loro desplumado y el gordo friki de Rodrigo! ¡Me quiero morir! ¿Qué debería hacer? Maldición, todos están tan emocionados por mi fiesta. Mi madre… ¡ay, no saben lo feliz que estaba cuando me vio con mi vestido! No, no puedo cancelar la fiesta a estas alturas. Debo confiar en que todo saldrá bien, además… que sean mis chambelanes no quiere decir que vaya a besarlos o a pasar todo el rato a su lado; ¡solo los tendré que soportar en el baile y ya! La broma terminará allí y mi fiesta podrá seguir su glamoroso curso. ¡Estará divina, ya lo verán!

***

Rigoberto el chico friolento

***

Miércoles por la mañana. Mandy llegó al colegio de mejor humor que en los anteriores días.  

–¡Chicas, estoy tan emocionada! ¡Ya falta tan poco! –ella les comentó a sus amigas. Las cuatro en aquel momento conversaban en el pasillo de afuera del salón. Aún no sonaba el timbre que anunciaba el inicio de las clases.  

–Oye Mandy… no es por malograrte tu momento ni mucho menos, pero… ¿de verdad piensas tener de chambelanes a esos dos? –le preguntó Bianca.

–Si únicamente fuera el otro chico, tu amigo del barrio, bueno, allí la cosa no estaría tan mal. Pero con Lorenzo y Rodrigo como parte del paquete… –Estela se acercó a Mandy y le tomó el hombro–. Mi más sentido pésame, amiga.

–Grrr, como les gusta arruinarme mi buen humor. ¡Son bien estos, jum! –Mandy infló las mejillas y frunció el ceño.

–Vamos, vamos, que no es para tanto, chicas –Roberta intentó animar a su amiga–. Solo será un ratito que tendrás que aguantarlos durante el baile. Después: ¡chau, chau!

–¡Tienes razón! No tengo porque agobiarme por culpa de esos dos idiotas –Mandy asintió.

–Pero Mandy… imagínate que en pleno baile al mañoso de Lorenzo se le ocurra toquetearte. ¡Tremenda vergüenza que te haría pasar! –le advirtió Estela.

–O sino imagínate que estas bailando con Rodrigo, y el muy torpe se tropieza y termina llevándote de encuentro en su caída. ¡Terminarías aplastada como calcomanía! ¡Paf! –Bianca se unió a los malos augurios.

–¡No las oigo, no las oigo! –Mandy se tapó las orejas y al mismo tiempo se fue corriendo hacia el salón de clase.

–Miren nada más lo que han provocado: ya la traumaron a la pobre –Roberta negó con la cabeza–. Ya estarán satisfechas. Mal, muy mal, chicas.

–Somos sus amigas, por eso tenemos que aconsejarla –se defendió Estela.

–Cierto, muy cierto –Bianca asintió varias veces con la cabeza.

–Sí, como no…

Llegó la hora del primer recreo. Previamente las chicas tuvieron la clase de arte. Los estudiantes se la pasaron pintando naturaleza muerta: frutas, copas y botellas de vino que descansaban sobre un gran mantel a cuadros que trajo el profesor. Fueron colocados sobre una carpeta en el centro del salón, en tanto alrededor los alumnos dispusieron sus carpetas en forma de media luna. Precisamente, por estar pintando fue que al salir del salón Mandy tenía las manos sucias, todas manchadas de tempera. Sus amigas se encontraban en similar estado. En vista de dicha situación, las cuatro adolescentes acudieron al baño de mujeres para lavarse las manos y así intentar quitarse la tempera de los dedos y las manos.

–¡Ah, que refrescante! –aprovechando que se estaba enjuagando las manos en el lavabo, Mandy se mojó la cara y el cuello. Aquel era un día caluroso.

–¿Y tú irás, Samara? –en eso se oyó desde afuera la voz de Gabriela preguntándole a su amiga. Ambas muchachas se dirigían al baño de mujeres.

–¡Claro que iré! Por nada del mundo querría perderme la vergüenza que pasará la purpurita al bailar con esos entes que tiene por chambelanes. ¡Jajaja! Tendré que ir con pañal porque estoy segura que terminaré orinándome de la risa –respondió Samara.

“¡SPLASH!”, sin previo aviso, Samara recibió un chorro de agua en el rostro. Fue tan sorpresivo que por algunos segundos ella no pudo articular palabra.

–¡Uy! Perdón –Mandy se acercó a Samara con fingida voz de arrepentimiento–. Me estaba escurriendo el pelo y justo te apareciste detrás, no sabes cuánto lo lamento, ¡sorry!

–Mandyyy… –Samara apretó los puños y soltó un gruñido.

–Ay, no. Me late que esto acabará mal, puedo apostarlo –Estela comentó con Bianca mientras ambas se lavaban las manos en los otros lavabos. En ese momento Roberta ocupaba una de las cabinas del baño, de modo que no se enteró de nada.

“¡SPLASH!”, cuando Mandy tendía sus manos bajo la secadora automática, ella recibió un caudaloso chorro de agua en el cuello. La parte superior tanto de su chaqueta como de su blusa terminaron mojándose.  

–Esto es la guerra –Mandy sentenció. De inmediato se encerró en una cabina del baño.

–¿Crees que se haya ido a llorar? –Gabriela le preguntó a Samara.

–¡Ja! Para lo que me importa…

“¡PUM!”, en eso la puerta de la cabina en la que se había internado Mandy se abrió de golpe. Allí, bajo el umbral de la puerta, Mandy sostenía con ambas manos un cubo de basura, aunque no era precisamente basura lo que este contenía. El cubo estaba repleto de agua, la que Mandy había conseguido del tanque del wáter sin ningún reparo. –Pues debería importarte, Sid el perezoso. ¡Terminarás más mojada que Aquaman!  

–¡Santos cielos, Mandy! –Bianca no se lo podía creer–. ¡No cometas una locura!

–¡Esta tipa está loca, re loca! –Gabriela quedó en shock.

–¡Espera, Mandy! Piensa bien en lo que vas a hacer –Samara retrocedió a paso lento, con la seguridad de que cualquier movimiento brusco podría desatar a la fiera que tenía en su delante. Levantó las manos en gesto de pedir calma.

–¡Ahora sí que necesitarás un pañal! ¿No lo crees? ¡Wajajaja! –Mandy se abalanzó con el cubo de basura rebosante de agua.   

–¡Auxilio!! ¡Sálvenme de esta demente! –Samara corrió hacia la salida del baño. Justo en ese momento Rigoberto salía del baño de hombres en compañía de dos compañeros.

–¡Te voy a enseñar a respetar, estúpida! –Mandy salió del baño y lanzó el agua con todas sus fuerzas. Por acto reflejo, Samara corrió hacia Rigoberto y se ocultó tras él, de modo que el pobre fue quien terminó recibiendo el baldazo de agua fría.  

“¡SPLASH!”, Rigo acabó empapado de pies a cabeza. Al poco rato Estela, Bianca y Gabriela salieron corriendo del baño para intentar detener a Mandy, pero se dieron con la sorpresa de que ya era demasiado tarde.  

“¡Achis!”, Rigo estornudó una vez. “¡Achis!”, al instante estornudó de nuevo. Entonces inició con una frenética tanda de estornudos, y para colmo cada vez más rápidos.  

–¡¿Qué-qué diablos le está pasando?! –Samara retrocedió aterrada cuando de un momento a otro Rigoberto comenzó a agrandarse y a deformarse. Al poco rato sus ropas terminaron rasgándose. Los dientes se le volvieron anchos y puntiagudos, sus uñas se transformaron en garras afiladas y largas como cuchillas, la piel se le cubrió con escamas verdes, la nariz y la cara se le ancharon hasta terminar con el aspecto de la cabeza de un sapo, su cabello se le erizó y se tiñó de un amarillo verdoso, los ojos se le agrandaron y enrojecieron hasta lucir como los de una rana venenosa. Por cada estornudo él fue transformándose más y más hasta que finalmente terminó convertido en un horripilante hombre-batracio.

“¡WAARGHHH!!”, cuando la versión monstruosa de Rigoberto lanzó un estremecedor rugido, una mezcla de chapoteo con del tronar de una nube, todos los presentes huyeron despavoridos en medio de aterrados alaridos.  

–¡¿Por qué siempre que nos vemos envueltas en problemas de lo más disparatados, tú tienes que ser la causante?! ¡¿Por qué, por qué, por qué?! –Estela le recriminó a Mandy.

–¡¿Y tú crees que yo sabía que Rigoberto se transformaría en esa monstruosidad solo por echarle agua helada?! –Mandy se defendió–. Además, ¡yo ni siquiera quería darle a él!

–¡Por Dios, chicas, este no es el momento para discutir!! –Roberta aulló presa del pánico.

–¡Maldita sea! –refunfuñó Mandy, y corrió aún más rápido para así evitar ser alcanzada por la monstruosa versión de Rigo.

“¡WARGHHH!!”, Rigoberto volvió a rugir mientras perseguía a las chicas. Debido a su gran tamaño y peso, cada paso que daba producía un ligero temblor.

–¡Iiiiaaa!! ¡Aiiiudaa!! –Samara no podía con el pánico. La pobre corría a más no poder. Pocos pasos detrás Gabriela la seguía igual de aterrada.

La cafetería durante el primer recreo lucía tan concurrida y bulliciosa como siempre. Nadie se esperaba lo que estaba a punto de suceder. Mandy y las demás llegaron gritando y muy agitadas.  

–¡Rápido, salgan todos de aquí, sálvese quien pueda!! –Mandy gritó como una desquiciada y cruzó la cafetería a toda velocidad hasta salir por la otra puerta. Roberta, Estela y Bianca, así como Samara y Gabriela la siguieron muy de cerca, abriéndose paso a empujones.

–Pero, ¿qué le pasa a esa loca?  –un chico consultó con sus amigos.

–¿De qué te sorprendes, amigo? Es la chica púrpura de cuarto año que siempre para armando barullo. Como se nota que siempre le gusta estar llamando la atención –le respondió un compañero. 

–¿Quieren ir a su fiesta? –de pronto, Rina se apareció en la mesa del grupo de chicos.

–¿Nosotros? –los muchachos se señalaron a sí mismos.

–Sí, obvio que ustedes. Sepan que prácticamente todo el colegio irá. Será la fiesta del año, que digo del año, ¡del siglo!

–Disculpa mi curiosidad, pero… ¿tú eres Rina De La Riva? ¿La hija de los dueños de todas las empresas De La Riva? –uno de los chicos ya no pudo aguantarse más. 

–Esa soy yo. Y, por cierto, la fiesta de Mandy la estoy organizando yo. Así que, ¿qué dicen? ¿Irán?

–¡Por supuesto!! –los chicos respondieron al unísono.

–Perfecto.

Rina acababa de entregarles sus invitaciones a los chicos, cuando por la puerta por la que habían hecho su estrepitoso ingreso Mandy y las demás chicas ahora entró la monstruosa transformación de Rigoberto.  

“¡WARGHHH!!”, cuando la criatura rugió toda la cafetería se estremeció. Los comensales se quedaron boquiabiertos y paralizados por el miedo. Sin embargo, pasada la impresión inicial, un grito femenino de terror dio la señal para que todos salieran huyendo en despavorida estampida.

Rina tragó saliva cuando vio a la aterradora criatura. Se puso pálida como el papel. Mientras corría junto con los demás estudiantes, un recuerdo brumoso y empañado por la neblina del olvido se asomó a su mente. No supo por qué, pero apenas vio a la monstruosa criatura, lo primero que le vino a la mente fue la imagen de Rigoberto. “¿Por qué pienso en Rigo en un momento como este? ¿Acaso he enloquecido por el miedo?”, ella se preguntó para sus adentros.  

Mientras tanto, en el laboratorio del colegio una muy orgullosa profesora Inés le mostraba al profesor Iván las nuevas adquisiciones para los experimentos. Sobre una mesa pegada a la ventana, la profesora desplegó tubos de ensayo perfectamente ordenados sobre una barra de madera, un beaker, un matraz, probetas de todos los tamaños y medidas, cajas de Petri y muchos otros instrumentos más.  

–Maravilloso, ¿no le parece profesor? Ah, estoy tan emocionada de tener este nuevo instrumental. ¡Ya no puedo esperar más para estrenarlos en algún experimento con los chicos!

–Profesora Inés, usted parece una niña a la que le acaban de regalar el juguete que tanto quería por navidad –comentó el profesor Iván. 

–Jaja, es verdad; ¡y es que no hay nada que más me apasione que hacer ciencia!

Varios metros lejos del laboratorio, el patio se había vuelto un pandemonio. Estudiantes corrían por doquier en desorden y a la desbandada. Pero al monstruo no parecían importarle los demás estudiantes, él solo tenía ojos para una presa, y esa presa era la llamativa muchachita de la cabellera púrpura.  

–Cielos, ya estoy agotada de tanto correr. ¡No puedo dar ni un paso más! –se quejó Bianca en tanto jadeaba debido al cansancio.

–Eso te pasa por comer tanto y nunca invitarnos nada –le dijo Estela–. Habrá que decirle a la quiosquera que no te venda nada por un par de meses a ver si así te pones en forma…

–¿Quién habla? Si tu estas tan cansada como yo: ¡a duras penas puedes abrir la boca para decir tus sandeces! 

–¡Ya dejen de pelearse! ¿Es que no se enteran que estamos siendo perseguidas por un monstruo que quiere comernos? –Roberta les recriminó. La verdad es que la pobre estaba tan agotada como sus amigas.

–¿Qué pasó, Roberta? –Estela le preguntó–: ¿Tanto gimnasio para terminar así?

Roberta estaba tan cansada que ni se molestó en responder. Bianca intentó una risa, pero su falta de energías le impidió cumplir con su cometido. Estela se apoyó contra la pared que daba a la piscina. Ella sudaba copiosamente y su cabello estaba tan desordenado como un nido de pájaros.   

“Maldición, están muy cansadas”, Mandy observó a sus amigas. “Se nota que ya no pueden más, y yo… la verdad es que yo tampoco me encuentre con muchas energías que digamos”. Los pasos del monstruo hicieron temblar el suelo que pisaban las chicas. El retumbar de aquellos enormes pies con zarpas entre las que colgaban pedazos de los destrozados zapatos de Rigo hizo que a las muchachas se les escarapele todo el cuerpo.  

–¡Hey, cosa fea! ¡Aquí estoy, ven a por mí! –antes de que Roberta y las demás puedan darse cuenta de lo que ocurría, Mandy se separó de sus amigas y provocó al monstruo–. ¡¿Qué pasa?! ¡¿Ya te cansaste, rana superdesarrollada?! ¡Aquí estoy, monstruo idiota! –Mandy se dio media vuelta y provocó al monstruo con un movimiento de caderas. Luego volvió a encararlo y le sacó la lengua y el dedo medio.

“¡WARGHHH!!”, la criatura rugió y a ritmo de locomotora avanzó a toda máquina hacia Mandy.

–Mierda, creo que exageré un poco… ¡Auxilio!! –Mandy huyó despavorida. El iracundo monstruo fue tras ella.

–¡¿Pero qué diablos le pasa?! ¡Mandy se ha vuelto loca!! –Estela criticó el avezado comportamiento de su amiga.

–¡Esta chiquita definitivamente no conoce la palabra prudencia! –Bianca manifestó su parecer.

–¡Estúpidas! ¿Es que no lo ven? ¡Mandy ha arriesgado su vida para salvarnos! –Roberta les replicó a sus amigas–. Ella se dio cuenta de lo cansadas que estábamos, y por eso es que actuó así.

Estela y Bianca guardaron silencio y bajaron la cabeza.

–Pero ahora es nuestro turno de ayudar a nuestra amiga. ¡Vamos, que no hay tiempo que perder! –les indicó Roberta.

–Pero, ¿qué se supone que haremos? No querrás que nos enfrentemos a esa cosa, ¿verdad? –Bianca tragó saliva.

–Solo síganme –Roberta trotó en la dirección en la que Mandy y el monstruo se habían alejado. Sin más remedio, Estela y Bianca la siguieron.

–¡Lorenzo, tu eres mi chambelán así que tienes que protegerme! –en medio de su carrera, Mandy se topó con el mencionado, y de inmediato lo jaló de un brazo y lo colocó delante de sí a modo de escudo.  

–¿Eh? ¿De qué estás habland…? –Lorenzo entonces vio al enorme monstruo y sintió tanto miedo que comenzó a temblar de pies a cabeza–. ¡Mandy, sálvame!!! –él chilló aterrado y se refugió detrás de su amada.  

–¡Maldito cobarde, no sirves para nada! –Mandy lo alejó de sí de un puntapié y continuó con su huida.

–¡Demonios! No puedo ser tan cobarde… ¡está bien, Mandy, yo te protegeré!! –Lorenzo abrió los brazos y se interpuso en el camino del monstruo.

“¡PUM!”, sin embargo, de un manotazo el pobre fue mandado a volar contra un basurero, en el cual terminó metido de cabeza.  

Cuando se enteró de la aparición de un monstruo en el colegio, a Xian lo primero que se le pasó por la cabeza fue enfrentarlo para proteger a sus compañeros. Pero apenas le hizo saber de su decisión a Martina, ella lo jaló de la muñeca para huir, a la vez que le increpó por su locura e insensatez. Y no era para menos, dado el caos y confusión que mostraban sus aterrados compañeros con los que se topaban.

–¡Aiuuuuda!! –en eso, a la distancia Xian oyó el aterrado alarido de Mandy. Sin pensarlo dos veces él cambió su rumbo hacia la dirección de la que provenía el mencionado llamado de auxilio.

–¡Espera, Xian!!! –Martina fue tras él para intentar detenerlo.

–¡…así que necesito de tu ayuda, Arturo! ¡Vente de inmediato a mi colegio con tus mejores hombres! ¡Traigan metralletas, bombas, todo lo que puedan! ¡Hagan de cuenta que están yendo a la guerra!! –Rina habló con el jefe de su seguridad. Apenas acababa de colgar la llamada en su celular cuando chocó con Roberta y sus amigas.

–¡Rina, justo te estábamos buscando! –Roberta la tomó de los hombros y la zarandeó notablemente alterada–. Debemos ayudar a Mandy; tus soldados, ¿te acuerdas cuando se perdió el señor Tobi? Tú los llamaste y vinieron al instante y armados hasta los dientes. ¡Ahora los necesitamos más que nunca! ¡Ese monstruo, Rigoberto, quiere comerse a Mandy!!  

–No te he entendido nada, ¿podrías primero intentar calmarte? –se quejó Rina. Lo que ocurrió fue que Roberta habló tan rápido que ni sus propias amigas lograron entenderla del todo bien–. ¿Ustedes pueden traducir lo que ha dicho su amiga? En primer lugar, ¿Qué diablos tiene que ver Rigoberto en todo esto? ¿Por qué lo has mencionado?

–Yo te lo explicaré –Bianca dio un paso al frente–. Estábamos saliendo del baño, cuando…

Una vez Bianca terminó su explicación, Rina se quedó pasmada. Recordó entonces cierta conversación que había tenido en el pasado con Rigo.   

–¡Oh, no! ¡Esa Mandy es una idiota! ¡Una reverenda idiota! –Rina se llevó la palma derecha a la frente. Su rostro evidenció que estaba muy preocupada.

–Ahora soy yo la que no entiende nada. ¿Qué quieres decir con eso? –Roberta se mostró ofuscada. 

–Acabo de recordarlo, lo que Rigoberto me comentó una vez sobre su maldición… él-él me advirtió aquella vez que jamás de los jamases podía permitirse el resfriarse… pues si eso llegase a suceder, si eso sucedía… ¡pues pasaría lo que ahora acaba de pasar! ¡Él me lo advirtió!

–¿De qué rayos estás hablando? –Estela y las demás dirigieron a Rina sendas miradas de incredulidad y desconcierto.

–Se los explicaré. La peor parte de la maldición de Rigoberto no es que él sea friolento. Claro que no. Lo peor viene cuando se resfría producto de su sensibilidad antinatural al frío. ¡Cuando Rigoberto se refría inevitablemente se transforma en ese monstruo que hemos visto!

–¿Estás hablando en serio? –Roberta no se lo podía creer.

– Cuando él me lo contó yo tampoco lo tomé en serio. Por eso rápidamente me olvidé de aquella conversación. Pero ahora, al contarme ustedes sobre lo que sucedió en el baño, todo acaba de volver a mi mente: aquella conversación, lo que me advirtió Rigoberto…

–¡¿Y te dijo como revertir su transformación?! ¡¿Te dio aunque sea alguna pista?! –Bianca preguntó exasperada.

–¡Eso es! Espérenme un momento, debo hacer una llamada urgente –Rina cogió su celular y marcó un número–. Arturo, sí, soy yo. ¿Ya están en camino? ¡Cambio de planes! Tráiganse escopetas con dardos tranquilizantes. ¡Ah, y medicinas para tratar un resfriado! ¿Cómo que qué estoy diciendo? ¡Ustedes solo sigan mis órdenes, maldita sea, que para eso les pago! ¡¿No entienden que esta situación es de vida o muerte?! Muy bien, que bueno que haya quedado claro. ¡Así que vénganse de una vez con todo lo que les he pedido!

Rina finalizó la llamada. –Ya está hecho –ella les dijo a las chicas–. Ahora solo debemos llamar la atención de Rigo para que no masacre a Mandy en tanto llegan mis guardaespaldas.

Roberta y las demás asintieron. Acto seguido, las cuatro chicas emprendieron la marcha en busca de su púrpura compañera.

–¡Ven a por mí, maldito monstruo! –con estos gritos Xian intentaba llamar la atención de la aterradora transformación de Rigoberto.  

–¡Xian, no! ¡Te matará! ¡Aún estamos a tiempo de huir! ¡Vámonos de aquí! –fuera de sí, Martina jalaba con todas sus fuerzas del brazo de su amigo para intentar alejarlo del peligro. En ese momento ellos se encontraban en la cancha de losa que colindaba con la piscina.

“¡WARGHHH!!”, el monstruo verde rugió con fuerza.   

–¡Ay diosito santo! –Mandy se persignó repetidas veces. Las piernas le flaquearon.

–¡Mandy! –en eso Roberta llegó al lugar acompañada de Rina y las demás.

–¡Chicas! –Mandy expresó su alegría al ver a sus amigas, pero esta le duró poco, pues por más que Xian intentaba alejar al monstruo de Mandy, este ni caso le hacía y cada vez se acercaba más a la chica púrpura.  

–¡Oh, no! Mandy está arrinconada ¡El monstruo se la comerá!! –Roberta ya no pudo contener más su preocupación, y corrió en pos de detener a Rigoberto. Ella se sacó el zapato derecho y se lo lanzó con excelente puntería a la cabeza. Rigoberto se detuvo cuando ya estaba a pocos pasos de alcanzar a Mandy.  

“¡WARGHHHH!!”, el monstruo rugió tras voltear. A toda carrera acometió contra Roberta. Ella se encogió en su lugar en tanto se cubrió la cabeza con los brazos, presa del pánico.

–¡Roberta!! –sus amigas exclamaron aterradas.

Pero justo a tiempo llegaron los vigilantes del colegio y comenzaron a lanzarle piedras al monstruo.  

–¡Salgan de aquí, chicos! –les gritó uno de los hombres–. Dentro de poco vendrá la policía para enfrentar a esta cosa. Todos los alumnos ya están siendo evacuados: ¡ustedes también deben salir de aquí!

–¡Mandy, vámonos de aquí! –Xian le gritó a su amiga. Estela por su parte corrió hasta donde Roberta y tras tomarla de una muñeca la jaló hasta alejarla del monstruo. 

Xian intentó ir hacia Mandy aprovechando que el monstruo estaba distraído protegiéndose de los piedrazos que le lanzaban los vigilantes del colegio, pero para su mala suerte, justo cuando corría a espaldas de la criatura a los vigilantes se les acabaron las piedras. El monstruo gruñó, y viró hacia la dirección en donde se ubicaba Mandy. La pobre, con la espalda contra uno de los travesaños del arco de ese lado de la cancha de losa, estaba muy pálida. Las piernas aún le temblaban. Ella se encontraba sudorosa y respirando por la boca.  

El monstruo vio a Xian dirigirse hacia su presa. Soltó un atronador rugido, y a continuación lanzó una de sus monstruosas manos hacia Xian. De un manotazo lo mandó a volar. Xian cayó al suelo, ya sin conocimiento.  

Cuando Mandy vio lo que el monstruo le acababa de hacer a su amigo, ella montó en cólera. Sin pensárselo ni por un segundo, ella partió de su posición y estampó en el abdomen del monstruo un violento puñetazo que lo hizo retroceder un par de metros. Sin embargo, más daño recibió Mandy en sus nudillos, pues estos terminaron con rasmillones sangrantes luego de haber impactado contra las duras escamas de su oponente.

–¡Auuuch!! ¡Eso sí que me dolió! –Mandy se lamentó rechinando los dientes. Unas cuantas lágrimas le asomaron de sus ojos producto del intenso dolor.  

El monstruo volvió a rugir y a continuación emprendió la carrera contra Mandy. En ese momento, despejada su cabeza de la ciega cólera gracias al dolor, ella pudo reaccionar a tiempo para hacerse a un lado. Corrió hasta llegar al borde de la piscina. El monstruo rompió la baranda que separaba la piscina de la cancha de losa. Viéndose sin escapatoria, pues la piscina no tenía agua y saltar significaba una gran caída, Mandy sintió miedo, y mucho.  

–¡No te me acerques!!! –ella chilló, y extendió las manos en un desesperado intento por protegerse.

En ese preciso momento Xian recuperó el conocimiento. Él se puso de pie, justo a tiempo para ver algo que ya había visto antes, pero que de todas formas lo dejó impresionado. Tal y como había sucedido durante el enfrentamiento de Mandy contra el niño judoka, de las palmas de las manos de ella salió disparada una esfera de fuego púrpura que explotó en danzarinas lenguas una vez impactó en la cara de la versión monstruosa de Rigoberto. Las llamas rápidamente se extendieron por su enorme cuerpo. Él se retorció y contorsionó. Mandy estaba tan cansada que ya no le quedaron fuerzas para alejarse. En medio de su confusión, el monstruo la tomó de un brazo y la lanzó muy lejos. Al poco rato él terminó cayendo a la vacía piscina.  

Xian junto con los vigilantes y las chicas se asomaron al borde de la piscina. Abajo vieron a Rigoberto, ya en su forma humana, inconsciente y aun con unas pocas llamas de fuego púrpura ardiendo en su nuca y su espalda.

–Listo, con este ya están todos los tubos de ensayo limpios –una contenta profesora Inés terminó de pasarle una franela al objeto mencionado.  

–Deberemos advertirles a nuestros alumnos que tengan mucho cuidado con estos instrumentos, ¡con lo caro que han costado se deben manejar con mucha delicadeza para no romperlos! –advirtió el profesor Iván.

–Así es, profesor. Ojalá que me escuchen esos pequeños demonios, mire que hay cada espécimen, cada uno más alocado y torpe que el otr…

“¡CRASH!”, por la ventana abierta ingresó una figura que terminó cayendo sobre la mesa, haciendo trizas todo lo que estaba en ella. Era Mandy, quien yacía inconsciente.  

–¡Nooo!!! –la profesora Inés cayó de rodillas y cogió un puñado de vidrios rotos.

–Por todos los cielos… para qué hablé –el profesor Iván se llevó la mano a la frente en tanto se lamentaba.  

–¿Tú otra vez? ¡¿Por qué me haces esto?! ¡¿Qué tienes contra mí?!! –la profesora Inés lanzó el grito al cielo tras descubrir que la responsable de que sus preciados instrumentos se hayan destrozado era su tan “querida” alumna Mandy Carpio. La profesora estaba tan ofuscada que ni cuenta se dio que tanto el cuerpo como la cabellera de su alumna habían retornado a su color natural que tenían antes de la maldición. 


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