Capítulo 6: ¿Qué estás tramando, Rina? ¡La reñida competencia para chambelán! (3era parte)

 


Cuando Mandy por fin estuvo de vuelta en su barrio, el sol del atardecer ya se retiraba para darle paso a la noche. Bajo un cielo de fuego y púrpura, Mandy caminó calle arriba rumbo a su casa. Su barrio generalmente era tranquilo, pero aquella tarde Mandy no sabía por qué tenía la sensación de que algo inusual había sucedido o estaba a punto de suceder.

Sus preocupaciones no tardaron en verse justificadas. Mientras caminaba se tropezó con un montón de volantes regados por el suelo. Levantó uno y lo leyó. De inmediato lo arrugó y se lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. –Te estás pasando de la raya, Rina –ella gruñó.  

Algunos pasos más adelante, Mandy se encontró con Max. Él la abordó con una amplia sonrisa en el rostro. –Mandy, ¿adivina qué? –empezó él.  

–¿Qué cosa? –Mandy respondió de mal humor.

–¡Participaré en la competencia para ser tu chambelán!

–¡¿Eh?!

–Lo sabía, ¡sabía que te emocionarías cuando lo supieras!

–Bueno… yo… no sé qué decir…

–Pero que desconsiderada que eres conmigo, Mandy. ¿Por qué no me avisaste que había este concurso?

–¡Porque yo acabo de enterarme recién esta mañana, bobo!!

–Mandy –Max comenzó a juguetear con sus pies. Él de pronto se puso nervioso–. ¿Sabes? Cuando ayer nos comentaste a la pandilla qué harías tu fiesta de quince años y que estábamos invitados, en ese momento yo quise decirte algo, aunque al final no me atreví…

–¿A sí? –Mandy enarcó una ceja–. Pues aquí me tienes ahora, bro.

–Yo… ah, esto es más difícil de lo que creí –Max suspiró–. Mandy –él de pronto se le acercó y tomó a Mandy de los brazos. La miró con ojos serios–: Ganaré el concurso y seré tu chambelán, te lo prometo.

–¿Qué? ¡Oye! –Mandy quiso que Max le aclare lo que acababa de decir, pero él no le dio la oportunidad, pues se alejó corriendo–. ¡¿Eso es todo lo que querías decirme?! ¡¿No me dirás nada más?! ¡Hey!!

Pero Max no respondió. Finalmente se perdió de vista tras doblar en una esquina.

–¿Y a este que mosca le ha picado? –Mandy se llevó las manos a la cintura. A continuación, ella reanudó su camino hacia su casa.  

Sábado por la mañana. Mandy bajó corriendo las gradas. Entró a la cocina y se encontró con su familia desayunando.

–¡Vamos, mamá! ¡Apúrate, no hay tiempo que perder, que en cualquier momento vendrá el chofer de Rina a recogernos! –Mandy apuró su desayuno y luego se acercó a su madre y comenzó a zarandearla.

–¿Podrías calmarte, hija? ¡Pareces una criatura de cinco años!

–¡La hermana parece de mi edad! –señaló Tabata.

–¡Y casi de la mía! –indicó Robin.

–¡Ustedes cállense! –Mandy les replicó a sus hermanitos.

–¿Podemos ir nosotros también a que escojas tu vestido? –preguntó Tabata.

–¿Podemos? ¿Podemos? ¡¿Sí?! –Robin se balanceó en su silla.

–Les contestaré con la mayor amabilidad del mundo, queridos hermanitos –Mandy se deslizó silenciosa como una pantera y colocó cada mano en cada uno de los espaldares de las sillas de Tabata y Robin–. Por supuesto… –ella comenzó con voz dulce.

–¡¿En serio?! –Tabata y Robin se emocionaron.

–Espérense que no he terminado. Quise decir por supuesto, pero por supuesto que ¡NO!!! ¡Sobre mi cadáver irán ustedes dos, par de insoportables!!

–¡Mandy! ¡Ya te he dicho que no trates así a tus hermanitos!! –la señora Susan regañó a su hija–. ¡Harold, por Dios! ¡Dile algo a tu hija, que no estas pintado!

–Mandy, no trates mal a tus hermanitos –dijo el señor Harold, y a continuación tomó un sorbo de su taza de café.

–¡Me doy con este señor! –la señora Susan se golpeó la frente con la mano derecha en gesto de resignación.

–¡Verdad!! –Mandy de pronto recordó algo. Ella salió de la cocina a toda velocidad. Cogió el teléfono inalámbrico y marcó el número del celular de Xian.  

Mandy esperó algunos segundos. Ella estaba sentada sobre el sofá de la sala, con las piernas cruzadas y moviendo de un lado al otro su pie derecho, el que le colgaba a algunos centímetros por encima del suelo.

–¡Xian! –Mandy exclamó cuando su amigo finalmente cogió la llamada.

–¿Qué hay, Mandy? ¿Cómo estás?

–Estoy perfectamente, como siempre. Pero dejémonos de perder el tiempo en obviedades y vamos al punto: ¿estás listo para la competencia? Ya no falta mucho para las nueve, debes apurarte, Xian.

–Ya estoy cerca del lugar, no te preocupes.

–Tienes que ganar esa competencia, Xian. ¡A como dé lugar!

–Wow, Mandy… ¿tanto deseas que sea yo tu chambelán? Vas a hacer que me sonroje –Xian bromeó.

–¡No digas tonterías, torpe! –Mandy exclamó–. Si quiero que ganes es solo porque prefiero tener a alguien de confianza como mi chambelán en vez de un cualquiera, y peor aún si se trata de alguno de los idiotas de mi salón. Eres, ¿Cómo decirlo? El mal menor, sí, eso es –Mandy chasqueó los dedos.

–Con los ánimos que me das de seguro que gano –Xian dijo en tono sarcástico.

–¡Eso es, arriba esos ánimos! Así que ya lo sabes, Xian: ¡a ganar! –exclamó Mandy, y cortó la llamada antes de que su amigo pueda decir algo más.  

“¡Tilin!”, en eso sonó el timbre de la casa. –¡Ya vino, síííí!! –Mandy pegó un saltó–. Aquí voy, vestidito mío. Pronto estarás luciéndote en mi escultural figura. ¡Deslumbraremos al mundo entero con nuestro glamour!  

–¡Vamos, mamá! ¡Apúrate! –Mandy jaló de la mano a su madre mientras se dirigía a la puerta de salida.  

–Vaya derroche de emoción, hija: ¡hace mucho que no te veía así!

–Es que no es para menos, mamá. ¡Cuando veas los vestidos que tengo para escoger te quedarás de piedra!

–¡Ay hija, ya me hiciste dar curiosidad! ¡Apurémonos!

–¡Eso es lo que yo digo!

–Adiós, amor –el señor Harold se asomó por la puerta de la cocina para despedirse de su esposa y de su hija. Tabata y Robin también se asomaron y se despidieron agitando las manos.

–Buenos días, señorita Mandy, madame Carpio –el chofer saludó con una reverencia y a continuación abrió la puerta trasera del vehículo a las mujeres–. Adelante, por favor –él las invitó a pasar–. Mi nombre es René y el día de hoy yo seré su chofer. Por cierto, la señorita Rina les manda saludos y espera que los vestidos resulten de su agrado.

–¡Por supuesto que lo serán! ¡Ahora vamos a por ellos!! –Mandy apuntó al horizonte, y a continuación entró al vehículo.

Una vez el auto partió, madre e hija dieron rienda suelta a su emoción. No pararon de hablar de lo que sería la fiesta de Mandy. Cada cual se la imaginaba más fastuosa e impresionante.

–Por cierto –llegado un momento dijo la señora Susan–, ¿Ahora podremos ver a tu amiga Rina o a sus padres? –a ella le brillaron los ojos.

–No lo sé mamá. Rina solo me dijo que fuera a donde esa modista para escoger mi vestido.

–Los señores De La Riva no se encuentran en la ciudad en estos momentos, y la señorita Rina dijo que tenía un asunto muy importante que atender. Ruega que la disculpen –intervino René.

–Oh, que lastima. Pero supongo que el día de la fiesta si irán los señores De La Riva, ¿verdad?

–Estoy seguro de que así será.

–¡Genial! –la señora Susan se emocionó como si fuese una niña pequeña.

–¡Por Dios, mamá, me avergüenzas! –Mandy desvió la mirada.

Mientras tanto, en un fundo ubicado en medio de chacras y grandes haciendas, ya la mayoría de los competidores del concurso organizado por Rina se habían reunido. Era la mañana de aquel sábado una mañana de radiante sol y de cielo celeste y despejado.

–¡Ji ji ji, esta es mi gran oportunidad! ¡Ganaré sin importar qué! –Lorenzo levantó su brazo derecho y se tomó el punche con la mano izquierda.

–Se-seré como Naruto, de quien nadie esperaba nada en un comienzo y al final terminó convirtiéndose en Hokage. ¡To-todos quedarán sorprendidos cuando gane esta competencia y me convierta en el chambelán de Mandy, mi amada waifu! –Rodrigo se acomodó los lentes. Las lunas reflejaron por un instante el brillo del sol cuando él movió sus anteojos.

–Je je, no veo a nadie que sea capaz de darme problemas: ¡esta competencia será pan comido! –Max se dijo muy confiado, en tanto estiraba las piernas. A continuación, él saltó y comenzó a hacer polichinelas, cuando un nuevo participante ingresó por la puerta principal. Max interrumpió sus ejercicios y clavó la mirada en el recién llegado–. Ni creas que podrás conmigo, chino chifero –Max gruñó, en tanto sus ojos en ningún momento se despegaron de Xian.

Aparte de los competidores, muchas más personas acudieron al evento, entre ellas muchos estudiantes del colegio Yaraví, todos con mucha curiosidad y expectación por ver la competencia. Entre el numeroso público presente estaban Roberta, Estela y Bianca.

–Miren nada más, chicas: ¡este lugar no tiene nada que envidiarles a las olimpiadas! –comentó Roberta. 

–¿Vamos a por unas cremoladas? –Estela señaló a un puesto.

–¡Cielos! ¡Pero si es la renombrada heladería “Ice Dream”! –Bianca chilló de la emoción–. Pero no lo entiendo; que yo sepa esta tienda solo se encuentra en Lima…

–Pues gracias a Rina ahora se encuentra aquí con nosotros –sonrió Roberta.

Tras comprar las cremoladas, las muchachas recorrieron los numerosos puestos que se instalaron en el enorme fundo. La gente seguía llegando y llegando.  

–Por lo visto Rina ha publicitado bastante bien el evento. ¡Cuánta gente hay aquí! ¡En serio que ni cuando Perú juega las eliminatorias he visto tanta conmoción! –Estela no se lo podía creer.

–Y encima, si te das cuenta, todo el lugar luce como un enorme patio de comidas campestre. Puestos por aquí, puestos por allá –comentó Bianca. 

–Yo diría que más que como un patio de comidas, luce como un mall completo: ¡Miren allá! Tiendas de accesorios; ¡miren por acá! Tiendas por departamento de zapatillas y ropa deportiva, más allá hay hasta un minimarket “Riva´s Stock” –Roberta se restregaba los ojos ante tanta maravilla.

–Muchas de estas tiendas aún no han abierto en nuestra ciudad –señaló Estela–. Que excelente forma de promocionarse la de Rina: ¡se las sabe todas, la muy astuta!

–¡Buenos días, estimado público asistente! –de pronto la voz de Rina resonó por todo el fundo. La gente, que se encontraba de lo más entretenida en los puesto y tiendas, interrumpió por un momento sus compras y curioseos para prestar atención–. ¡El tan esperado evento comenzará en breve, amigos y amigas! –anunció Rina. Ella hablaba por un micrófono inalámbrico y desde un balcón situado en la segunda planta de la gran mansión que ocupaba la zona central del fundo. Numerosas graderías de asientos se habían dispuesto en los laterales de la explanada frontal del recinto para albergar al público asistente. Rina invitó a la gente a tomar asiento. A pesar de las amplias, largas y altas graderías que habían sido instaladas, fue mucha gente la que al final quedó de pie. Debajo del balcón desde el que hablaba Rina, una enorme pantalla había sido instalada para que el público pueda observar los pormenores de la competencia.

Roberta y sus amigas pudieron conseguir asiento en una esquina de las graderías del lado derecho. Algunos asientos más abajo reconocieron a Samara y sus amigos, los cuatro bien sentados y comiendo palomitas de maíz que habían comprado de la tienda “Riva´s Stock”. 

–Vaya, hasta Samara que se la tiene jurada a nuestra Mandy ha venido al evento en el que se escogerá a su chambelán –Bianca señaló a la aludida.

–¿Y chicas, a quién apoyaremos? –preguntó Estela. Resulta que en ese momento Rina comenzó a presentar a los competidores. Cada vez que el nombre de uno era mencionado, la enorme pantalla lo mostraba en su carril del punto de partida.  

–Mmm… ese chico no luce nada mal. ¡Pero si es Max, el amigo del barrio de Mandy! Oigan, chicas, ¿no nos comentó alguna vez Mandy que a Max lo conoce desde que era muy pequeña? –preguntó Roberta.

–¡Es cierto! –contestó Bianca–. Cielos, chicas, en serio que esto se pondrá muy interesante.

–¡Miren, allí esta Xian! –Estela señaló a la pantalla cuando Rina anunció el nombre del amigo y compañero de entrenamientos de Mandy.

–¿A quién deberíamos apoyar? ¿Max o Xian? ¡Qué dilema! –Bianca se comió las uñas de los nervios.

–¿No quieres apoyar mejor a ese buen prospecto? –Roberta señaló a la pantalla cuando el nombre de Lorenzo fue anunciado.

–¡Ja! No te pases, Roberta –contestó Bianca–. ¿Te imaginas que gane el loro desplumado? ¡Mandy se mataría si pasa eso!

–Uy, es cierto. Mejor no le echo la sal –Roberta hizo el signo de contra con ambas manos.

Una vez Rina terminó de anunciar a todos los participantes, los que bordeaban las cien almas, rápidamente pasó a explicar en qué consistiría la competición. –En la parte trasera de esta mansión hay un enorme bosque que ha sido acondicionado con trampas, pruebas y obstáculos. Todos los competidores partirán al mismo tiempo de la línea de salida y se internarán en el bosque. Quien llegue primero a la meta –Rina señaló a una cinta púrpura colgada de dos astas doradas dispuestas una a cada lado del camino empedrado emplazado en medio de las dos graderías–: ¡será el ganador!!

El disparo de una pistola de salva se oyó en la línea de meta. En el acto los competidores partieron cual una manada de cebras salvajes huyendo de un león en la sabana africana. La primera prueba con la que se toparon fue una enorme extensión de terreno cubierto de llantas.  

–¿A esto le llaman prueba? –Max se burló–. Por lo visto no tendré que esforzarme demasiado en esta competencia.

De un salto él se paró sobre el borde de la llanta más cercana, y con la agilidad de una gacela comenzó a saltar encima de los bordes de las llantas que se le iban presentando delante.  

Para Xian la prueba de las llantas tampoco significó un gran obstáculo. Aterrizando de puntas con un pie e inmediatamente lanzando hacia adelante el otro él sorteaba con gran destreza las llantas, cayendo siempre en el centro del agujero de la llanta que seguía.  

–Presumido… yo puedo hacer eso con los ojos cerrados –Lorenzo dijo tras observar a Xian, y acto seguido intentó imitarlo. Sin embargo, cinco llantas después él terminó cayendo de bruces tras tropezarse y perder el equilibrio.  

–Lento pero seguro, lento pero seguro –Rodrigo se repetía una y otra vez. Él avanzaba caminando sobre los bordes de las llantas con una lentitud exasperante. Lo más jocoso del asunto era que a pesar de su poca velocidad varias veces estuvo a punto de perder el equilibrio.

En menos de dos minutos Xian y Max ya habían dejado atrás la extensa planicie de llantas. Muchos fueron los que se cayeron en el camino y terminaron enredándose en el mar de neumáticos.  

Adelante tenían el bosque. Max y Xian lo atravesaron corriendo por un sendero cubierto de hojas secas. Ambos estaban muy parejos. Sin embargo, antes de llegar a una bifurcación, ambos pisaron encima de una alfombra de hojarascas que había sido puesta adrede para cubrir un profundo agujero.  

El numeroso público soltó un preocupado “¡oh!” cuando ambos muchachos cayeron en la trampa.  

–Esta competencia está diseñada para que los últimos tengan la ventaja. Lo siento por ustedes, chicos –Rina se dijo cuando en su tablet visualizó lo ocurrido con Max y Xian. Una complacida sonrisa se dibujó en su rostro.

–Mierda, ¿Cómo pudimos ser tan tontos de caer en una trampa tan simple? –Max se lamentó.  

–Agradezcamos que las paredes y el suelo están cubiertos con colchones –señaló Xian.

–Es mucha altura para poder alcanzar el agujero –Max miró hacia lo alto–. Maldita sea, ¡cuando hayamos logrado salir ya habrá acabado la competencia!

–Entonces debemos apurarnos –acompañando las palabras con la acción, Xian saltó hacia una esquina del cubículo, e intentó aferrarse a los colchones con manos y pies. Sin embargo, al no haber saliente alguna a la que sostenerse irremediablemente él terminó cayendo.

–Es inútil, todo terminó para nosotros –Max suspiró resignado.

–Rayos –Xian se lamentó tras caer de espaldas.

Pero a los pocos segundos, a pesar de su negatividad inicial, Max decidió intentar trepar. Corrió la misma suerte que Xian. Más no por eso dejó de intentarlo. A su vez Xian se puso de pie y probó suerte en otra esquina.

Mientras tanto, en el sendero del bosque muchos competidores fueron los que sufrieron el mismo destino que Xian y Max. Las trampas estaban muy bien ocultas por las alfombras de hojarascas, de modo que saber cuándo se estaba frente a una era prácticamente imposible. Los muchachos que llegaban detrás, tras ver la suerte corrida por quienes les llevaban la delantera optaron por bajar su velocidad y avanzar con cautela. Aun así, el resultado ya estaba decidido; los que iban a la cabeza tarde o temprano terminaban cayendo en una de las trampas. Es por ello que a los pocos minutos todo el resto de competidores empezaron a avanzar prácticamente a la misma distancia. Unos cuantos decidieron avanzar fuera del sendero, confiados en que allí podrían librarse de las fosas. Graso error. Los costados del sendero estaban tan plagados de trampas como el mismo sendero.

Cuando por fin Lorenzo y Rodrigo lograron sortear la prueba de las llantas y entrar al bosque, se encontraron con un sendero plagado de fosas. Lorenzo se asomó a la más cercana, y encontró a Xian y Max en su interior, quienes desesperadamente intentaban salir.  

–¡Este debe ser mi día de suerte! ¡Jajajaja! –Lorenzo no pudo ocultar su alegría. Sin tiempo que perder él avanzó. Rodrigo se asomó por el agujero también pero no dijo nada. Siguió de cerca a Lorenzo por el sendero. Atravesarlo para ambos no significó ningún inconveniente, pues todos los fosos ya estaban descubiertos, y conteniendo en su interior al resto de competidores.  

Cuando salieron del bosque se encontraron con una pared de madera que impedía el paso y que contaba con sogas que le colgaban desde lo alto. Se asomaron por los lados de la pared y observaron que la cinta de la línea de meta aún no había sido tocada. Eran los dos únicos participantes que quedaban en la competencia, Lorenzo y Rodrigo no se lo podían creer.  

–¡Sí! ¡Sí!! –Lorenzo cerró su puño y bajó el brazo con energía.  

–No puede ser –Rodrigo estaba boquiabierto–. Definitivamente Kamisama me está apoyando. ¡Gracias por oír mis plegarias, Kamisama!! –él elevó sus rechonchos brazos al cielo.

Sin embargo, para decepción de los dos, aún no podían cantar victoria, pues antes de llegar a la línea de meta, entre ellos y esta se encontraba la alta pared de madera. Debajo de cada cara de dicha pared habían sido colocadas sendas colchonetas. Para sortear el obstáculo tenían que trepar las sogas y saltar al otro lado, era inevitable, pues a los lados del empedrado camino habían sido abiertas profundas zanjas.

–Solo queda trepar –Lorenzo dijo resignado, y avanzó a paso decidido hacia la pared de madera. “Este hongo gordo no puede ganarme ni en sueños: ¡la victoria será solo mía!”, él se dijo para sus adentros.

–Esta es la prueba final. Mandy, si gano podré ser tu chambelán y declararte mi amor. ¡Oh! Estoy tan contento, mi sueño está tan cerca, ¡no puede echarme atrás, debo intentarlo, porque como diría mi ídolo Naruto: “este es mi camino ninja”! –Rodrigo se señaló el pecho con el pulgar. En esa zona su polo estaba completamente mojado debido al sudor. Estando las cosas así, Rodrigo tomó la soga y comenzó a trepar.

Mientras tanto, en la fosa en la que Max y Xian habían quedado atrapados…

–¡Ah-ah-ah! Es inútil –Max cayó rendido sobre el colchón del suelo–. Tan cerca y a la vez tan lejos –él levantó la mano derecha como si quisiese coger el agujero de la salida.

–Debe de haber alguna forma… piensa, Xian, piensa…

–No pierdas tu tiempo, no hay manera –Max se recostó, cuando en eso de su bolsillo se le cayeron sus llaves.

Xian se quedó observándolas. Se tomó la frente y comenzó a cavilar. –¡Eso es!! –él exclamó al poco rato. Rebuscó en sus bolsillos y sacó sus propias llaves. Corriendo llegó a una esquina y clavó una de las llaves en el colchón. Con su fuerza y habilidad de artista marcial no le costó mucho abrir un agujero. A continuación, desgarró el agujero para hacerlo más grande.

–¿Qué estás haciendo? –Max se puso de pie y lo miró extrañado.

–Ya lo verás –Xian sonrió muy confiado. Tras abrir un agujero un poco más arriba y a la izquierda, hundió la mano izquierda en el agujero más nuevo, y la punta de su zapato derecho en el primer agujero. Se impulsó y ascendió. A continuación, abrió otro agujero más arriba con la mano derecha, para después hundir dicha mano en este. Volvió a ascender.  

–¡Que buena idea!! –Max exclamó emocionado. De inmediato corrió hacia otra esquina para probar la misma estratagema. Intentó clavar una vez la llave, dos veces, tres veces. La cosa no resultó tan fácil como Xian la hacía ver. Max estaba muy agotado por los esfuerzos anteriores. Supo que seguir intentando agujerear el colchón no le ayudaría en nada. Pero eso no significó que se había rendido. “Esperaré a que Xian salga del foso para después ascender por los agujeros que él ha dejado”, se dijo para sus adentros. Tras el mencionado razonamiento, Max aprovechó el tiempo para descansar y recuperar fuerzas.

Cuando Rina vio en su tablet que Xian había logrado salir del agujero no se lo podía creer. Cambió la pantalla a la cámara que enfocaba a Lorenzo y Rodrigo. –¡Maldita sea! Esos perdedores aun no logran escalar ni la mitad… si esto sigue así Xian los alcanzará –Rina se mordió la uña del pulgar–. No, pero no debo preocuparme, aun me queda mi as bajo la manga, je je…  

–¡Ah, mierda! Esto es más difícil de lo que creí –Lorenzo extendió el brazo derecho para impulsarse y ascender, pero un mal cálculo de fuerzas le hizo perder el equilibrio y caer sobre la colchoneta.  

Por su parte, Rodrigo no estaba mucho mejor. Ni siquiera podía levantar los pies del suelo el pobre. Por más que se esforzaba en trepar, sus brazos no lograban sostener al resto de su voluminoso cuerpo.

Max por fin pudo salir del foso. Caminó despacio, pues aún no había recuperado del todo el aliento. Todo el cuerpo le dolía y sentía que las energías le faltaban.  

–¡Debo apresurarme! –Xian se dijo cuando llegó ante la pared de madera. De un salto se asió a una de las sogas y comenzó a trepar con una agilidad envidiable. Impotentes, Lorenzo y Rodrigo lo observaron desde la colchoneta.  

–Lo lamento, Xian, pero no puedes ganar –Rina dijo, y apretó un botón de la pantalla de su tablet.  

Xian una vez llegó a lo alto de la pared, saltó hacia el otro lado, aterrizando sobre la colchoneta, pero para su sorpresa, esta se hundió hasta caer en lo profundo de un ancho foso. –¡Otra vez nooo!!! ¡Arghhh!!! –Xian se tomó de los cabellos y lanzó el grito al cielo.

Acto seguido la pared de madera cayó hacia adelante cual un puente levadizo, y tapó el agujero en el que se había visto atrapado Xian.  

–¡Ajajaja, sííííí!! –Lorenzo exclamó muy emocionado, y abrazó a Rodrigo, aunque al poco rato se arrepintió cuando sintió la desagradable humedad de su sudoroso compañero. Ambos chicos estaban muy agotados tras sus inútiles intentos por trepar la soga, pero sabían que debían hacer un último esfuerzo para ganar. A paso lento ambos cruzaron el puente rumbo a la meta.  

Segundos después Max llegó al lugar. A la distancia divisó a Lorenzo y a Rodrigo. –¡Yo seré el ganador!! –él gritó para darse ánimos, y sacando fuerzas de flaqueza corrió.

Al oírlo y luego verlo seguirles los pasos, Lorenzo y Rodrigo chillaron del susto, y al mismo tiempo aceleraron su andar.  

Cuando el numeroso público en las graderías vio a los tres competidores acercarse a la meta, vitorearon y armaron barullo, poseídos por la emoción del momento.  

–¿Es en serio? –Roberta bostezó cuando pasaron los minutos, y ninguno de los tres aun llegaba a la meta. Para este momento todo viso de emoción ya se había esfumado en los espectadores–. ¡Pero si parece una carrera de tortugas! –Roberta se quejó.

Numerosos bostezos más se oyeron entre el público. Incluso Rina bostezó. Ella consultó la hora en su reloj.  

Varios minutos después por fin los muchachos llegaron a la meta. Los tres para ese momento arrastraban los pies y jadeaban cual perros viejos.  

–¡Esto es increíble, amigos! –Rina se llevó el micrófono a la boca y exclamó–: ¡Los tres competidores han cruzado la línea de meta al mismo tiempo! ¡Por lo tanto los tres son los ganadores!!

Rodrigo cayó de rodillas y con las manos se apoyó en el suelo para no irse de cara. Lorenzo se tomó de las rodillas y acto seguido escupió. Max se echó sobre el empedrado camino y extendió los brazos. Aunque los tres estaban muertos del cansancio, en aquel momento sus rostros reflejaban la más pura felicidad.

–¿Adivinen a quien le va a dar un infarto cuando se entere de tan grotesco resultado? –Estela les preguntó a sus amigas.

–¡Pobre Mandy! –Bianca y Roberta respondieron al unísono.


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