Capítulo 5: ¿Mandy deprimida? La nube de la mala suerte (2da parte)

 


¡Maldita sea! ¿Porque siempre tienen que pasarme cosas tan raras a mí? ¿Es que no es suficiente ya con todos los problemas que tengo, que ahora encima tengo que lidiar con esta maldita nube? ¡Ya estoy harta!

***

Las muchachas llegaron ante la oficina de la hechicera Asura. Roberta se adelantó unos pasos y tocó la puerta. Las cuatro chicas vestían el uniforme del colegio y llevaban sus mochilas en las espaldas, pues acababan de salir de sus clases.

–Si hay alguien que puede deshacerse de esa odiosa nube de la mala suerte, esa persona es la hechicera Asura –Bianca le dijo a Mandy.

–¡Mierda! –Estela usó su cuaderno como escudo cuando una chispa púrpura salió disparada de la nube. Tanto ella como Roberta y Bianca llevaban un cuaderno en la mano para protegerse. Una llama púrpura se prendió sobre el cuaderno y al poco rato se apagó.

–Adelante –desde adentro oyeron la voz de la hechicera Asura. Roberta empujó la puerta hacia adentro e ingresó a la oficina, seguida de Mandy y las demás. Ni bien la hechicera vio a Mandy con la nube gris sobre la cabeza, una tenue sonrisa se dibujó en su rostro. “Esta niña es un diamante en bruto. Creo que por fin he encontrado a la aprendiz que por tanto tiempo he estado buscando. Me alegra haberte hecho caso, Red-Red”, ella se dijo para sus adentros.

–Mmm, ya veo –Asura dijo una vez terminó de oír a las chicas. Ella adelantó el rostro y entrelazó los dedos de sus manos sobre su escritorio–. Lo que sucede aquí es evidente, jovencitas.

–¿Entonces puede ayudarnos? –Roberta preguntó esperanzada.

–No, chicas. No se preocupen por mí. No quiero que tengan que gastar más dinero por mi culpa –Mandy intervino.

–Te prestaremos, Mandy. Ya nos pagarás cuando tengas –insistió Roberta. Las demás chicas asintieron.

–¿Tan mal concepto tienen de mí? –Asura esbozó una sonrisa.

–Todavía nos duele la última sangrada –Estela murmuró.

–Te he oído, muchachita –la hechicera señaló.

–¡Glup! Lo siento –Estela se disculpó–. Solo queremos ayudar a nuestra amiga. Por favor, haga lo pueda por ella…

–Quisiera saber porque tienen tanta confianza en que podré hacer algo por su amiga.

–Usted ayudó a Mandy cuando Lorenzo la hechizó con ese odioso filtro de amor –respondió Roberta–. Y, además, esa vez no le cobró nada a nuestra amiga por la ayuda. Por eso creemos que en el fondo usted es una buena persona.

–Oh, así que es por eso… supongo que se decepcionarán cuando les confiese que fui yo la que en primer lugar le proporcionó a Lorenzo el filtro de amor…

–¡¿Qué cosa?!! –Mandy se levantó de su asiento hecha una furia. La nube sobre su cabeza ahora soltaba violentos y continuos destellos púrpuras, además de amenazadores truenos.

–¡Sálvese quien pueda! –Bianca saltó de su asiento y se refugió detrás de un estante. Roberta y Estela también huyeron despavoridas de sus asientos.

–Así que tú fuiste la culpable, maldita hechicera –Mandy la señaló iracunda–. ¿Cómo pudiste hacerme algo así? ¡Nunca te lo perdonaré!! –ella gritó, y de la nube gris sobre su cabeza salió disparado un grueso relámpago en vez de las pequeñas chispas de siempre.

–¡Señorita Asura, cuidado! –Roberta gritó. Estela y Bianca se llevaron las manos a la boca, horrorizadas.  

Lo que sucedió a continuación fue tan inesperado y sorprendente que a las chicas la boca se les cayó hasta el suelo. Resulta que el ave roja disecada que adornaba el escritorio de la hechicera cobró vida y voló hasta situarse delante de su ama. Hecho esto abrió la boca y se tragó el relámpago púrpura. Una vez terminó de comerse el ataque de la nube gris, sus plumas rojas se transformaron por un instante en lenguas de fuego rojo, que refulgieron e iluminaron con su intensa luz la habitación. Poco rato después, el ave retornó a su lugar en el escritorio y volvió a quedarse inmóvil en su forma de animal disecado.

–Increíble –la furia de Mandy cedió ante el asombro que le produjo la fantástica escena. Para sorpresa y alivio de Roberta y las demás, la nube gris se acababa de hacer mucho más pequeña.

–Les presento a Red-Red, mi leal espíritu familiar. ¿Qué les pareció su pequeña demostración? –les preguntó la hechicera Asura.

Oír nuevamente la voz de la culpable de su humillación en el colegio provocó que Mandy reavive su ira olvidada. Una vez más su nube gris incrementó su tamaño y lo amenazador de su aspecto.

–Te propongo un trato… te llamas Mandy, ¿cierto? Como compensación por lo sucedido con el filtro de amor, por esta vez te ayudaré sin cobrarte ni un centavo. ¿Qué te parece?

De pronto toda la ira de Mandy desapareció. –¿Lo dice en serio? –ella preguntó esperanzada.

–Yo siempre hablo en serio –Asura respondió–. Solo hay una pequeña condición.

–¿Una pequeña condición? ¿Qué cosa?

–No te diré cuándo ni dónde, pero en algún momento me encontraré contigo y te pediré que pases cierta prueba.  Tú deberás aceptar sin rechistar. Esa es mi condición.

–¿Una prueba? ¿De qué, para qué o qué?

–Quiero comprobar si tienes lo necesario para ser mi discípula.

“¡¿EH?!!”, ni Mandy ni sus amigas se esperaron aquella respuesta. Las cuatro miraron a Asura completamente desconcertadas.  

–Tomen asiento –Asura invitó a las chicas. Una vez las cuatro estuvieron en sus respectivos lugares, Asura entrelazó los dedos sobre su escritorio y tomó la palabra–. Recuerdo haber leído alguna vez sobre esa nube. En los libros antiguos de magia se la conoce como nubes profugus. Esta es una nube repleta de energía negativa, que para evitar sobrecargarse lanza de cuando en cuando chispas creadas con dicha energía. El problema es que si una de esas chispas le cae a una persona inevitablemente ésta tendrá mala suerte. Además, a mayor tamaño de la descarga, mayor será la cuota de mala suerte que le transmitirá a la persona impactada. Según dicen los escritos, la nubes profugus solo se manifiesta en personas que poseen una gran cantidad de poder mágico pero que no lo saben controlar. En tu caso ya sabemos que tu maldición es la responsable de que ahora poseas un desbordante poder mágico. Sin embargo, a pesar de ello, tu maldición no es la principal razón por la que ha aparecido la nube. Que se haya manifestado la nubes profugus en ti solo puede ser posible porque seguramente tu ser se ha visto copado recientemente con la energía espiritual más negativa de todas: la de la tristeza. Una pregunta, Mandy, ¿te ha sucedido algo malo recientemente? ¿Algún hecho en concreto que te haya deprimido en gran medida?

–Yo, este… es cierto que tenía una preocupación en mi mente, pero la verdad…

–Vamos, Mandy, tienes que decirnos que es lo que te pasa. ¡Debes hacerlo para poder curarte! –la instó Roberta. Estela y Bianca se mostraron de acuerdo.

–Pues… ¿de verdad quieren saberlo?

–¡Claro que sí! –sus tres amigas contestaron al unísono.

–Ok, se los diré entonces. Esta mañana yo me sentía algo triste debido a cierta preocupación en particular, pero lo que me deprimió hasta el punto de sentirme la persona más miserable sobre la tierra, fue que ciertas personas –Mandy se interrumpió un instante para mirar de reojo a sus amigas– no tuvieron mejor idea que ponerse a enumerarme en la cara todas las desgracias de mi vida…

–¡COF-COF! –Estela tosió con fuerza–. Bueno, tal vez se nos pasó un poquito la mano con eso, pero lo cierto es que si lo dijimos únicamente fue porque nos preocupamos por ti.

–¡Uy sí! Muy preocupadas debieron de estar –Mandy ironizó.

–¡Por Dios, Mandy! ¡No seas injusta con nosotras! –le reclamó Estela.

–Si desde un comienzo hubieras confiado en nosotras y nos hubieses contado lo que tanto te preocupaba, lo que por cierto hasta ahora no has hecho, nada de esto habría pasado –se defendió Bianca.

–Mandy, somos tus amigas –Roberta tomó del brazo a su amiga–: puedes confiar en nosotras.

–¡Glup! –Mandy tragó saliva. De pronto se purpurizó–. Chicas, no lo sé, es que yo… ¡me da tanta vergüenza decir esto!

–¡¿Es que no confías en nosotras, tus incondicionales amigas?! ¡No puedo creerlo! –Estela expresó su indignación.

–Vamos, Mandy. Puedes confiar en nosotras –Roberta la animó.

–Esa preocupación de la que hablan, estoy más que segura que es la semilla que ha engendrado a la nubes profugus –intervino la hechicera Asura–. Ya tengo la solución, Mandy: solo debes resolver ese problema que te agobia tanto y la nube desaparecerá. Tan simple como eso.

–Yo, bueno, es que… –Mandy se purpurizó aún más. Miró a sus pies y se puso a moverlos con nerviosismo.   

–¿Nos vas a contar sí o no? –Estela ya estaba perdiendo la paciencia.

–Ah (suspiro resignado). Está bien, les contaré…

Cuando Mandy terminó de hablar sus amigas intercambiaron sonrisas disimuladas. –¿Solo se trataba de eso? –Roberta le preguntó con cara de “¿es en serio?”.

–¿Solo? ¡Claro, como tú ya tuviste tu fiesta de quince años por todo lo alto ahora lo mío te parece poca cosa!

–Pero Mandy, ¿estás segura de que tus padres no te harán nada por tus quince años? –le preguntó Bianca.

–Ah (otro suspiro resignado). Mis padres me han dicho que con su situación económica actual solo pueden permitirse hacerme una pequeña reunión en la casa con algunas amistades. Ellos no se enteran de que voy a cumplir quince años. ¡Quince años, maldita sea! Por lo visto mi sueño de tener un quinceañero por todo lo alto se quedará únicamente en eso, en un sueño y nada más –Mandy terminó de hablar en un tono tan triste y lastimero que sus amigas no pudieron evitar compadecerse.  

–Hechicera Asura, ¿no hay otra forma para ayudar a Mandy? –Roberta preguntó.

–Mmm, hasta donde recuerde no… a Mandy solo le queda o bien superar el agobio que le genera su problema, o bien resolverlo. De todas formas, consultaré en mis libros a ver si encuentro algo más.

–Ahh (el tercer suspiro de Mandy le salió tan triste que sus amigas pensaron que se pondría a llorar).  

Mañana del día siguiente. En la clase Mandy seguía tan deprimida como el día anterior. Llegó el recreo y las muchachas salieron rumbo la cafetería. Estela y Bianca intentaron animar a su amiga y hasta le ofrecieron invitarle lo que quisiera del quiosco. Con pesar Mandy terminó aceptando y pidió un sándwich triple de pollo, un jugo y una bolsa grande de papas fritas.

–Se aprovecha de nuestra nobleza, la muy pilla –Estela se lamentó con Bianca mientras se dirigían al quiosco para hacer los pedidos.

Mandy apoyó las mejillas sobre las palmas de sus manos y soltó una exhalación lastimera. Su mirada se perdió por entre los recovecos de su abatida mente.  

–¡Wow, así que era cierto lo de la nube maldita! –una conocida voz perturbó el ensimismamiento de Mandy–. ¡¿Es que no te cansas de siempre llamar la atención con tus babosadas?! –añadió Rina.

–¿Qué haces tú aquí? –Mandy le preguntó con voz triste.

–Cielos, Roberta, así que era cierto lo de la depresión de la moradita –Rina comentó con la mencionada.

–¿Roberta? –Mandy dirigió una mirada inquisidora a su amiga–. ¡¿Tú has traído a esta insoportable para que se burle de mí?! ¡¿Cómo pudiste traicionarme así?!

–¡No! –Roberta se defendió con vehemencia–. Si le conté de tu problema fue para ayudarte…

–¡¿Le contaste de mi problema?! –Mandy se pudo de pie y chancó la mesa con ambas manos. La nube sobre su cabeza comenzó a soltar violentos destellos púrpura.  

–Rina es millonaria, así que pensé que tal vez podría prestarte dinero para tu fiesta…

–¡¿Prestarme yo dinero de Rina?! ¡¿Cómo se te pudo ocurrir semejante idiotez, Roberta?! ¡Esta tipa y yo somos enemigas, ¿es que no te has enterado?!

–Mandy, Mandy, no te pongas tan intensa –Rina la rodeó con el brazo–. Antes que enemigas ambas somos mujeres. Entiendo perfectamente tu preocupación, es cierto que para toda chica su fiesta de quince años es lo más importante, y por lo tanto una siempre querrá que esta se celebre por todo lo alto. Mandy, nosotras no solo somos compañeras de año, por encima de eso nosotras somos compañeras de maldición, ¿eso no nos hace, de algún modo, tan cercanas como si fuésemos hermanas?

–¿Qué es lo que tramas, Rina?

–¿Yo? Por supuesto que no tramo nada, tontita. Es solo que tu amiga Roberta con sus insistentes ruegos me ha terminado convenciendo de ayudarte. Además, ahora que lo pienso bien, ayudándote a ti también estaré ayudando a todo el colegio, ya que si desaparece de tu cabeza esa detestable nube gris ningún estudiante más será víctima de sus peligrosas descargas.

–Lo dices como si mi presencia fuera una desgracia para todos…

–¡Exacto! No pudiste expresarlo mejor.

–Te odio…

–Yo también, pero a pesar de ello te ayudaré.

Mandy se quedó perpleja. –¿No me estás jugando una broma? ¿De verdad piensas prestarme dinero para mi fiesta?

–No solo te prestaré dinero: ¡Yo misma me encargaré de la organización de tu fiesta!

Mandy y Roberta intercambiaron miradas perplejas. Ninguna de las dos se lo podía creer.

–No lo entiendo, ¿Por qué me ayudas? ¿Qué es lo que ganas con ello? ¿Qué pretendes conseguir? 

–Ya te dije que nada –Rina sonrió–. Te organizaré tu fiesta soñada únicamente para demostrarte que soy una persona de buen corazón, y no la ogra malvada que tú piensas que soy.  

–¿Qué dices tú, Roberta? ¿Puedo confiar en la persona que declaró públicamente que yo era su peor enemiga?

–Yo, yo… bueno, si lo pones así…

–¡Está decidido, entonces! –Rina se apresuró en exclamar, y se acercó a Mandy para darle un par de amistosas palmaditas en el hombro–. Durante esta semana te contactaré para coordinar los pormenores de tu fiesta. Me aseguraré de que sea la fiesta de quince años más increíble que haya visto jamás esta ciudad en toda su historia.  

Dicho esto, Rina se marchó, dejando a Mandy con la boca abierta e incapaz de pronunciar palabra alguna.  

–¡La nube, Mandy, la nube! –Roberta señaló de pronto–. ¡Ha desaparecido por completo!

Mandy no se lo podía creer. Miró a su amiga con el rostro desencajado, incapaz de dar crédito a lo que acababa de sucederle. 


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