Capítulo 5: ¿Mandy deprimida? La nube de la mala suerte (1era parte)

 


Ahhh (suspiro melancólico). Pasan los días, las horas y los segundos; cada vez el día está más cerca. ¿Ahora qué será de mí? ¡Rayos! No lo sé, de verás que no lo sé… ¿Saben? Desde hace mucho tiempo yo he soñado con este día. Y el día se acerca, sí, el tiempo corre inexorable. Lo malo es que probablemente el gran día no podrá ser como yo lo soñé… ahhhh (otro suspiro melancólico).

***

Con el repiqueteo del timbre las clases de historia terminaron. Los chicos fueron saliendo al recreo en franco desorden y barullo. Sin embargo, no todos estaban contagiados del ánimo que siempre bullía en los estudiantes cada vez que acababa una clase. Mandy, con la mejilla derecha apoyada en la palma de la mano derecha, contemplaba a la nada. Soltó un suspiro abatido.  

–¡Hey! ¿Qué te ocurre, amiga? –Roberta se le acercó acompañada de Estela y Bianca.

–¿Estás bien? –Estela le tomó la temperatura colocándole la mano en la frente.

–Estoy bien –Mandy contestó arrastrando las palabras.

–Pues no lo parece –intervino Bianca–. Tú siempre eres la primerita en salir disparada del salón cuando llega la hora del recreo. Pero ahora mírate nada más: toda cabizbaja, con los ojos decaídos, la boca triste… ¿te ha ocurrido algo malo, amiga?

–No es nada, amigas. No hay de qué preocuparse –Mandy se puso de pie–. Mejor vamos al recreo, chicas, que el tiempo es oro, y oro al cuadrado cuando se trata del tiempo de recreo.

–¡Bien dicho! ¡Esa es nuestra Mandy! –Roberta le dio un amistoso golpecito de puño en el brazo a su amiga. Las cuatro muchachas abandonaron el salón.

Sin embargo, el humor de la joven púrpura se mantuvo parco en la cafetería.

–¡Ah! No hay mayor felicidad que comerse un sanguchón de pollo después de todo el estrés de las clases –Bianca llegó a la mesa con el mencionado alimento entre manos. Roberta y Estela aparecieron detrás, la primera comiendo un plátano, la segunda bebiendo de una botellita de yogurt.

–Oink, oink, oink –Estela bromeó mientras veía a Bianca darle trámite a su sándwich. Roberta le celebró la ocurrencia.

–Soy una chica grande, así que necesito comer más –se defendió Bianca–. Por supuesto, no espero que unas enanas como ustedes lo entiendan.

–¡¿A quién le dices enana?! –Roberta se llevó la mano al pecho–. ¿Oíste lo que nos ha dicho esta puerquita, Mandy? ¡Nos ha llamado enanas!

–Exijámosle a Bianca que se disculpe, Mandy. Mira que de las tres tú eres la más afectada por ser la más chata –apuntó Estela.

–Chiquita pero peligrosa, tu momento ha llegado, amiga: ¡ataca y defiéndete de la puerquita! –la instó Roberta.

–Ah –fue la triste respuesta de Mandy. Ella seguía con la mirada perdida.

–A esta definitivamente le pasa algo –señaló Bianca, y apuró el último pedazo que le quedaba de su sándwich.

–Eso es más que evidente, ¡mmm! –Roberta se cruzó de brazos y escrutó a su morada amiga.

–Mmm, ¿Qué podrá tener nuestra querida Mandy? –Bianca también se le acercó para observarla.

–Vamos, Mandy, dinos que es lo que te pasa –Estela se unió a la inspección.

–Pero, ¿qué cosa tan obvia preguntan ustedes tres? ¡Ja! ¿Acaso no ven que Mandy está así porque por fin se ha dado cuenta de que es un maldito fenómeno? –Samara no se resistió de comentar cuando pasó por la mesa de las chicas.

“¡JAJAJA!”, sus amigos le celebraron la ocurrencia.

–Mandy está muy rara el día de hoy –Roberta no se dio por enterada de la burla.

–¿Lo dices en serio? ¿Mandy puede ser todavía más rara de lo que normalmente es? ¡Eso sí que no me lo esperaba! –Samara se llevó las manos a la cintura.

–Cierto, muy cierto –señaló Dani.

–¿Qué creen que tenga, aparte de estar loca? –se burló Gabriela.

–¡Jajaja! E-esa es-estu-tuvo bu-buena –Omar se rio.

–¡Mandy! ¿Vas a dejar que este cuarteto de babosos te insulte, así como así? –Estela apoyó el codo en el hombro de su amiga y le increpó al oído.

–¡Hey! Que te he escuchado, Estela –Samara le puso mala cara.

–Ah –fue la parca respuesta de Mandy. Ella apoyó el mentón sobre el reverso de sus manos y soltó una triste exhalación.

“¡¿EH?!”, Samara y sus amigos, Roberta, Estela y Bianca quedaron todos desconcertados ante lo que acababan de presenciar.

–Fuera de bromas, creo que tienen razón, chicas. Su amiga sí que está rara el día de hoy –Samara tuvo que admitir.

–Te lo dije –Roberta hundió las manos en los bolsillos de su chaqueta del uniforme.

–Chicos, mejor vámonos. No vaya a ser contagioso –Samara les dijo a sus amigos. Los cuatro se marcharon al poco rato.

–¡Adiós, Sid el perezoso! –se despidió Bianca agitando la mano derecha–. ¿Qué me ven? –les preguntó a sus amigas cuando la miraron con cara de “¿qué mosca te ha picado?”–. Vamos, si Mandy no se comporta como Mandy, alguien tiene que reemplazarla, ¿no? –se defendió Bianca.

–Es cierto, no se pueden perder los valores –asintió Estela.

–¿Qué le pasará a nuestra amiga? –Roberta se preguntó–. ¿Algún día nos lo dirás? –ella se dirigió esta vez a Mandy.

–Ahhh –Mandy exhaló una vez más. En aquel momento “desánimo” era su segundo nombre.

Mañana del día siguiente. El comportamiento de Mandy era tan o incluso más deprimente que el del día anterior. Antes de que toque el timbre que anunciaba el final del segundo recreo, las cuatro amigas ya se habían regresado a su salón.

–Sin la Mandy de siempre nada es lo mismo –se quejó Estela.

–Los recreos se han vuelto tan aburridos –se lamentó Bianca.

–Mandy, ¿Por qué no nos cuentas que es lo que te pasa? Tal vez podamos ayudarte –le ofreció Roberta. Las tres chicas hicieron círculo alrededor de la carpeta de Mandy, quien apenas entró al salón se dirigió a sentarse a su lugar y hundió la cabeza en sus antebrazos.

En vano las chicas esperaron una respuesta, pues Mandy en ningún momento se dignó a responder o a siquiera levantar la cara.

–¿Qué creen que sea lo que tiene? –preguntó Roberta con voz preocupada.

–¿Será que se ha enfermado? –sugirió Bianca.

–Tal vez se ha peleado con Xian –opinó Estela.

–¿Será que se ha cansado de parar siempre misia? –Roberta se llevó la mano al mentón.

–Sí, puede ser eso –asintió Bianca.

–No tener ni un céntimo es terrible, ¿verdad, chicas? –dijo Estela.

–Esperen… ahora que caigo en la cuenta, ¿dentro de una semana y unos días más no es el cumpleaños de Mandy? –Roberta recordó.

–¡Es cierto! –exclamó Estela–. Seguro que se ha deprimido porque sus papás no le van a regalar nada, ya saben, con eso de que siempre para castigada.

–Yo opino que está así por su maldición y por todos los problemas que le ha traído –opinó Bianca.

–¡Claro! Eso también puede ser –Roberta agitó su dedo índice con vehemencia.

–Castigada, misia, maldecida, siempre metiéndose en líos… ¡Ay, la vida de nuestra amiga es una verdadera desgracia! –Estela negó con la cabeza.

“¡Santos cielos!”, en ese momento las tres muchachas dieron un paso hacia atrás. –¿Qué-qué diablos es eso? –Bianca señaló con dedo tembloroso hacia la cabeza de Mandy. Si bien en ningún momento su amiga se animó por darles la cara, algo de lo más extraño acababa de sucederle. Sobre la cabeza de la chica púrpura, flotando algunos centímetros por encima de sus cabellos, una pequeña nube gris de tormenta acababa de aparecer.

Pasada la impresión inicial, Roberta y las demás se acercaron cautelosas hacia la pequeña nube. Las tres la observaron boquiabiertas. Estela incluso se atrevió a tocarla. Pasó su mano sobre ella y tuvo la sensación de que estaba tocando vapor.

“¡Brrruurmm!”, sin previo aviso la nube emitió un débil estruendo, la versión en miniatura de un trueno. Un sector de la nube se iluminó con un fugaz destelló púrpura, y de inmediato una chispa saltó de la nube cual ágil relámpago. Dicha chispa aterrizó sobre la cabeza de Estela y se prendió en una llama de fuego púrpura.  

“¡AHHH!”, Bianca y Roberta retrocedieron aterradas, y señalaron la frente de su amiga.

–¿Qué les pasa? –Estela se llevó la mano a la frente, pero no sintió nada.

–¡Tienes una pequeña llama de fuego morado ardiendo en tu cabeza!! –Roberta y Bianca exclamaron al unísono.

“¡Riiiii!!”, justo en ese momento sonó el timbre. La llama que ardía sobre la cabeza de Bianca desapareció.

–Ha-ha desaparecido –dijo Roberta.

–¿Desaparecido? ¿Qué cosa? –Estela se mostró confundida.

–¡La llama de fuego púrpura!! –sus dos amigas exclamaron al unísono.

–¡Bah, tonterías! –Estela le restó importancia al asunto–. No me ha pasado nad… ¡waaaaa!! –ella estaba dirigiéndose hacia su lugar, cuando pisó un lápiz que alguien dejó en el suelo y como consecuencia se fue de bruces contra la carpeta de adelante.  

“¡PUM!”, Estela cayó con estrépito y terminó adolorida en el suelo.

–¿Estás bien? –Roberta y Bianca corrieron a donde su amiga.

–Sí, sí, no fue nada, ¡ayayayy!! –Estela se puso de pie ayudada por sus amigas–. Solo no me fijé bien.

Bianca y Roberta se miraron entre sí.

Una nueva chispa salió de la nube gris y esta vez cayó en la pierna de Roberta. Ella intentó apagar la flama con un cuaderno de las cercanías, pero al final la llama se apagó por su propia cuenta. A Roberta lo que más le impactó fue que aquel enigmático fuego púrpura no quemaba ni producía ni el más mínimo dolor. 

Roberta se dirigió a su lugar, cuando en eso unos chicos entraron en tropel a la clase y terminaron chocándose contra ella, mandándola a volar.

–¡Idiotas, fíjense por donde van! –les reclamó Roberta mientras se sobaba la pierna derecha.

–¡Perdón! Juro que no te vimos, Roberta –se disculparon los chicos.

–Mmm… –cuando vio lo que le acababa de pasar a Roberta, Bianca se llevó la mano al mentón y se acarició la barbilla–. Algo muy extraño está pasando aquí –ella caviló, ya sentada en su lugar.

Para nadie de los estudiantes del salón pasó desapercibida la intrigante nube gris que había aparecido sobre la cabeza de Mandy. Una vez más ella era el centro de atención de todas las miradas.

La profesora de aquella hora intentaba dar su clase a los estudiantes, pero la nube gris que flotaba sobre la cabeza de Mandy no la dejaba concentrarse. A la profesora casi le dio un infarto cuando de pronto la nube escupió una chispa púrpura, que cayó sobre la cabeza de Dani.  

–¡Fuego, fuego, ayúdenme a apagarlo! –la profesora, presa del pánico, corrió hacia donde Dani para intentar apagar la diminuta llama, pero en el camino tropezó, y en su afán por sujetarse de algo para no caer, terminó lanzando un manotazo a una cartuchera, la que se estrelló justo en la frente de Dani. El pobre se tomó la frente, adolorido. Para ese momento la llama ya se había apagado.

–¡Cielos, Dani, cuanto lo siento! –la profesora corrió hacia él y se disculpó a más no poder.

En el salón todos quedaron desencajados por lo que acababa de pasar. Al poco rato la profesora decidió continuar con la clase, aunque no sin antes preguntarle a Mandy sobre aquella enigmática nube que le flotaba encima de la cabeza.

–No tengo idea de cómo o porqué ha podido aparecer esa cosa –Mandy respondió con una desgana tal que era para llorar. Por dicha razón la profesora decidió no insistir más.

La clase continuó su curso y no hubo ningún incidente más por un buen rato. Pero la paz no podía durar para siempre. Nuevamente la nube gris soltó un destello seguido de una chispa. Esta vez la llama púrpura se prendió en el hombro izquierdo de Rodrigo.  

“¡Crack!”, al poco rato todos oyeron claramente un ruido. Dirigieron la vista hacia el lugar de donde había provenido el sonido, y se dieron con la sorpresa de que a Rodrigo su lapicero se le había partido por la mitad y ahora su cuaderno, su camisa y su chaqueta estaban embadurnados de tinta.

–Creo que ya voy entendiendo de que va la cosa –Bianca observó con recelo la nube gris que flotaba sobre la cabeza de su amiga. Dos nuevos accidentes sufridos por dos compañeros más luego del incidente del lapicero terminaron por confirmar su teoría.  

Una chispa cayó sobre la espalda de la profesora mientras escribía en la pizarra. Luego de que la llama se apagó, la profesora resbaló mientras escribía, y con el plumón dibujó sin querer una larga y fea línea en la pared.

–No sé la razón por la que haya aparecido esa nube maligna, pero lo que sí sé es que tenemos que hacerla desaparecer a como dé lugar, pues de lo contrario todos terminaremos sufriendo la mala suerte que transmiten esas detestables chispas púrpuras –Bianca se dijo con notable preocupación.


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