Capítulo 4: Una visita al cine de película

 


¡Grrr, como odio a ese tarado de Lorenzo! Miren que hechizarme para que yo me enamore de él: ¡abrase visto estupidez tan grande! Y lo peor de todo es que me hizo pasar la vergüenza de mi vida, ¡lo voy a matar!! ¡Rayos! Acabo de decir la palabra prohibida. ¿No saben de qué hablo? Pues verán, resulta que ahora no puedo ponerme ni un poquito agresiva con el loro desplumado, porque de inmediato todos pierden la cabeza. ¡Y por supuesto si digo que lo voy a matar, todos se lo tomarán literal! ¿Tanto así me enloqueció ese estúpido filtro de amor? Como sea, lo mejor será voltear la página y olvidarme de ese idiota, ¡así es! Y bueno, respecto a eso, que mejor forma de hacerlo que yendo al cine con mis amigos. Con Max y la pandilla del barrio precisamente hemos quedado para ir este viernes en la tarde. Me pregunto qué película veremos. Averiguaré que estrenos hay en cartelera.

***

Mandy tomó una casaca de jean y se situó frente al espejo. –¡Toma! –ella se quitó la chaqueta que llevaba puesta y se la tiró a Max, quien tuvo que estirarse lo más que pudo para poder atraparla–. Me queda muy bien –Mandy se miró de frente, de perfil, girando la cintura hacia los lados–, ¿tú qué opinas, Max? ¿Cómo me veo?

–Opino que deberíamos apurarnos, Mandy. Los chicos ya nos deben estar esperando en el cine para comprar las entradas.  

–¿Con cuál me veo mejor? ¿Con esta casaca, o con la negra que me probé antes?

–Ehmm, creo que con esta –opinó Max–. ¡Por dios, Mandy, mira qué hora es!

–Ash, está bien… ¡aguafiestas!

–Ten tu chaqueta, Mandy.

–Gracias –Mandy cogió su chaqueta. La sostuvo en un brazo, en tanto en el otro sostenía la casaca de jean–. Espera un momento, buscaré la casaca negra. Creo que mejor me llevaré esa.

–¡Si serás…!! ¡Pues apúrate! –Max comenzó a impacientarse–. La película comienza a las siete, ¡y mira qué hora es! ¡Ya no falta casi nada!

–Ok, ok. Ya verás que no tardaré ni un segundo –Mandy corrió hacia los colgadores en donde se mostraban varios modelos y tallas de casacas negras–. Cógemelas, Max –Mandy le lanzó las prendas que llevaba en brazos sin fijarse si su compañero la seguía o no, y se puso a escarbar entre las prendas. Cogió una que tenía cosida una rosa con un contorsionado tallo verde en el lado izquierdo del pecho y que abarcaba hasta cerca de la cintura–. ¡La encontré! –ella exclamó contenta.

–¡Hasta que por fin te encuentro! –Max la alcanzó. Se le notaba agitado.

–Vamos a la caja. Preguntaré si esta belleza tiene alguna promoción. Deja la chaqueta de jean por allí –Mandy le indicó, cuando en eso cayó en la cuenta de que Max no llevaba ninguna de sus prendas–. ¡Oye! ¿Y mi chaqueta roja? ¿Dónde la has metido?

–¿De qué estás hablando? Yo te la di después de que te probaste la casaca de jean.

–¡Pero te la volví a dar mientras buscaba la casaca negra!

–¡Pero si yo acabo de llegar! ¿Cómo me la has podido dar?

–Oh, no… ¿y ahora dónde estará mi chaqueta roja? ¡Es de mis favoritas!

–Santos cielos –Max consultó la hora en su celular–. Apresurémonos en buscarla.

Sabrina, Dylan y Pietro (el resto de la pandilla) ya se encontraban haciendo la fila para ingresar a la sala de cine.  

–Ya se han retrasado bastante esos dos –Sabrina comentó con su siempre deprimente tono de voz. En la mano izquierda ella llevaba un vaso de gaseosa.

–No debimos haberlos dejado solos –opinó Pietro, y comió un poco del balde de pop corn que compró junto con sus amigos–: Ya saben lo loquito que está Max por nuestra Thanos versión peruana.

–No quiero ni imaginarme lo que estarán haciendo en estos momentos nuestros amigos –Dylan juntó las dos gaseosas que llevaba en las manos y comenzó a hacer como que estas se besaban y abrazaban entre sí.

–Dejen de imaginarse tonterías, bobos, que ya es nuestro turno –Sabrina sacó las entradas de su bolsillo y se las tendió a la encargada.

–¿Les digo que los estaremos esperando en la sala seis? –Dylan sugirió, y agitó su celular con la mano.

–¡No seas sonso! –le replicó Pietro–. ¿Cómo se supone que entrarán si no tienen sus entradas?

–Diablos –Sabrina soltó una exhalación–. Supongo que tendré que quedarme a esperarlos. Ustedes dos vayan avanzando y guarden nuestros asientos.

–Ojalá las palomitas sobrevivan a la espera –Pietro se llevó a la boca otro puñado de pop corn.

–Si se la acaban me tendrán que comprar otro balde para mi sola, ¿ok? –Sabrina les advirtió, y luego se apartó de la cola y se sentó a esperar en una banca. Dylan y Pietro se despidieron de su amiga y entraron.

–¡Apúrate, tortuga, que llegaremos tarde! –Mandy jalaba de la muñeca a Max mientras corría a toda velocidad.  

–¡Si no fuera por todo lo que nos demoramos en esa tienda de ropa ahora no tendríamos que estar corriendo así! –se quejó Max.

–Ah, ósea que ahora la culpa la tengo yo, ¿no? ¿Eso es lo que me quieres decir?

–No, no, claro que no… bueno, en realidad toda la culpa es tuya, pero no, yo no quise decir eso en ningún momento.

–¡Mejor cállate y apresúrate!! –Mandy aceleró el paso.

Por fin los dos muchachos llegaron al cine.

–…y lo peor de todo es que al final ni siquiera compraste algo –Max continuó lamentándose.

–Desde un comienzo te dije que no tenía dinero.

–¡Claro que no me lo dijiste! ¡De haberlo sabido no te habría dejado perder el tiempo de esa manera!

–Nada que perder el tiempo. Ya escogí la chaqueta que quiero, así que cuando tenga dinero solo tendré que venir a comprarla y listo, ya no perderé el tiempo mirando toda la tienda.

–¡Ja! Esa es la mentira más grande que pueda existir sobre la tierra.

–Disculpen por interrumpir su discusión, tortolitos, pero la película ya está por comenzar, así que, si no les importa... –Sabrina les tendió a los chicos sus respectivas entradas.

–¡Gracias! –Mandy y Max se apresuraron en coger sus entradas. Ambos se habían ruborizado (purpurizado en el caso de Mandy).

Los chicos llegaron ante la encargada de verificar las entradas, cuando Mandy se detuvo unos pasos atrás. –Vayan entrando ustedes, ¡yo volveré en un segundo! –dijo ella, y se alejó corriendo.

–¿Ahora qué le pasa? –preguntó Sabrina.

–Ni idea –Max se encogió de hombros.

–¡Pero qué despistada soy! –Mandy se dijo mientras corría hacia el supermercado–. Conseguí que papá me diera un dinerillo extra aprovechando que mamá no volvió del trabajo: ¡tengo para comprar comida por montones!

Mandy salió del supermercado cargada con bolsas de papas fritas, galletas, gaseosas y otras golosinas. Todo lo llevaba en un par de bolsas. “Ahora debo esconderlas lo mejor posible para ingresar al cine con toda la comida sin que me descubran”, ella reflexionó cuando ya estaba por llegar al cine. –El problema es: ¿dónde?

–¡Cielos santo, Mandy! No recuerdo que fueses tan… ¡voluptuosa! –a poco de llegar a la sala seis, nuestra púrpura amiga se encontró con Dylan, quien venía regresando del baño.

–¡Je!, ¿lo dices por esto? –Mandy se señaló los pechos–. Es que me hice unos implantes de papas fritas, gaseosa, galletas…  –a medida que ella fue mencionando los alimentos, los fue sacando de debajo de su chaqueta. Le lanzó a su amigo una bolsa de papas fritas y una lata de gaseosa.  

–¡Wow, que lista eres, Mandy! Fue una excelente idea el haber aprovechado tu casi inexistente pechonalidad para esconder allí el contrabando –comentó Dylan. “¡Paf!”, al instante de haber hablado él recibió un palmazo en la nuca–. Lo siento, no quise decir que eres una tabla –él se disculpó, aunque entre risas. “¡Paf”, de nuevo Dylan recibió un palmazo, aunque más fuerte esta vez–. ¡Eso me dolió! –Dylan se quejó, pero al poco rato la risa pudo más.

–¿Quieres más? –Mandy lo amenazó sacudiendo su mano derecha.

–Yo no tengo la culpa de que seas…

“¡Paf!”. –Mejor me calló – Dylan se rindió, pero la verdad es que a duras penas podía contener la risa.

–Así me gusta. Ahora entremos de una vez a la sala, antes de que algún encargado nos descubra con el contrabando.

–¡Como usted diga, mi generala!

–Perdón, permiso, perdón –Mandy se abrió paso por entre los asientos.

–¡Es aquí arriba! –desde una fila más arriba, Dylan la llamó.

“¡Shhh!”, varias personas expresaron su molestia, pues la película ya había comenzado.

–Perdón, permiso, perdón –Mandy regresó sobre sus pasos. Algunas quejas se oyeron por lo bajo.  

–Aquí te he guardado tu asiento –Max señaló el sitio libre que había entre su lugar y el de Sabrina.

–Gracias –Mandy se sentó. Se palpó con las manos los bolsillos de su chaqueta, pero no logró encontrar su lata de gaseosa–. ¡Oh, no! Seguro que se me cayó en el camino –ella se quejó. Se levantó de su asiento y buscó en la fila de adelante.  

“¡Siéntate! ¡Deja ver la película!”, desde las filas de atrás se quejaron y hasta le chiflaron.

–¡Allí está! –Mandy no hizo caso de las quejas, y salió de su fila en pos de recoger su anhelada gaseosa–. Disculpen, disculpen, solo voy a recoger mi lata de gaseosa que se me ha caído –ella se excusaba con la gente.

–¿No sería mejor que le pidas a alguien de adelante que te la pase, chiquilla tonta? –un señor le recriminó cuando ella ya estaba abriéndose paso en la fila de abajo.

–¡Es cierto! –Mandy regresó sobre sus pasos.  

–¡¿Pero si ya estás aquí para que te regresas?! ¡¿Eres retrasada o qué?! –el señor refunfuñó.

–¡¿A quién llama retrasada, viejo?! –Mandy le clavó la mirada.

“¡SHHH!”, la gente en la sala ya se estaba hartando.

–¡A ti pues, retrasada! –el señor reaccionó hecho una furia.

–Retrasado serás tú.

–¡Niña malcriada!

–Ya cállese, que interrumpe la función –Mandy recogió su lata de gaseosa y se regresó hacia su fila. Para evitar encontrarse con el señor se siguió de largo y subió por el otro lado.

–¡¿Qué me has dicho, chiquilla irrespetuosa?!

“¡SHHHH!”.

–Ah, por fin en mi lugar –Mandy se acomodó en su asiento.

Max y sus amigos no sabían en donde esconderse debido a la vergüenza que les estaba haciendo pasar su amiga púrpura.  

Pasaron algunos minutos en los que hubo paz.

–Oye, Max, no entiendo de que va esta película, ¿me puedes explicar de qué trata? –sin embargo, al poco rato, Mandy no pudo con su genio.

–Trata de un grupo de amigos que está viajando en su auto por la carretera, pero la gasolina se les agota y tienen que pasar la noche en esa posada tan terrorífica que estás viendo ahora.

–¿Ah? ¿Pero por qué no recargaron con anticipación la gasolina si sabían que tenían un largo viaje por delante?

–Planeaban hacerlo en un grifo que vieron en su gps, pero cuando llegaron al lugar el grifo estaba abandonado.

–Ahhh

Pasó un rato de silencio.

–Oye, Max –Mandy volvió a la carga a los pocos minutos.

–Dime

–¿Y por qué no se quedaron en su auto a dormir? ¿Cómo pueden haber sido tan tontos de irse a pasar la noche justamente en el lugar en donde vive el asesino?

–Ellos no sabían eso, pues.

–Ay, pero mira nada más el aspecto de esa posada: ¡yo no dormiría en un sitio tan aterrador ni aunque me paguen!

“¡SHHHH!”.

–Lo siento, lo siento ¡ay, qué quisquillosos! –Mandy se cruzó de brazos.

La película prosiguió sin interrupciones por algunos minutos.

–¡IIIiiiaaaa! –Mandy chilló cuando en la pantalla se mostró al asesino toparse con los chicos sobrevivientes que corrían hacia la salida de la posada. Sin pensar en lo que hacía, ella se apoyó en el hombro de Max y se acurrucó allí. 

Max vio en ese momento su oportunidad, y pasó el brazo por la cintura de Mandy.

–¡Auxilio! ¡Me ha atrapado el asesino! –ella gritó cuando sintió el brazo de Max en su cintura. El pobre lo apartó rápidamente, muerto de la vergüenza.

“¡SHHHH!”, la gente expresó nuevamente su malestar.

–Iré al baño –al poco rato Mandy le dijo a Max–: me he asustado tanto que casi me hago pipi.

–Uy, no. Apresúrate entonces.

–Permiso, disculpe, perdón –Mandy se abrió paso hacia el pasillo–. ¡Ay, casi me caigo! –ella se tropezó.

–¡Cuidado! –una señora se quejó cuando Mandy casi le hace caer su gaseosa de un codazo.

–Lo siento –se disculpó Mandy.

Sabrina se tapó el rostro con las manos cuando algunas personas comenzaron a chiflar. –Trágame tierra –ella murmuró en voz baja.

Cuando Mandy ingresó a la sala tras regresar del baño, tuvo la sensación de que algo no andaba bien, aunque no supo identificar qué. “Qué raro, no recuerdo que hubiese tanto niño en la sala”, ella se dijo para sus adentros mientras subía por el pasadizo. Buscó la letra de su fila, y una vez la encontró se abrió paso hasta su número. Se sentó en el asiento vacío.

En la pantalla se mostraba una película de dibujos animados. Mandy no podía estar más desconcertada por aquello.

–Oye, Max, ¿Por qué ahora la película está en dibujos animados? Ya decía yo que esta película era de lo más rara, ¡no entiendo ni jota!

–¿Eh, quien eres tú? –una chica fue la que le contestó. Cuando Mandy vio que aquella joven ocupaba el lugar que debería ocupar Max se quedó desconcertada.

–Permiso, permiso –un joven llegó desde el otro pasadizo y se dispuso a sentarse en el lugar de Mandy.

–¡Oye, fíjate donde te sientas! –Mandy le reclamó.

El chico saltó del susto cuando sintió a alguien sentado en su lugar.

–¡La que debe fijarse eres tú! ¡Ese es el lugar de mi enamorado! –la chica de al lado le recriminó.

–¿Eh? –Mandy no se enteraba de nada.

–¿Podrías salirte de mi asiento, por favor? –el joven le preguntó de buenas maneras.

Mandy miró hacia donde debían estar el resto de sus amigos, pero no halló a ninguno de ellos. Recién en ese momento cayó en la cuenta de lo que había sucedido.

–Disculpen, ¿qué sala es esta? –de todos modos, ella decidió preguntar.

–Sala cuatro –respondió el joven.

–Mierda, me equivoqué de sala –Mandy se llevó la mano derecha a la frente.

“¡SHHH!”.

Cuando Mandy volvió a su propia sala, se dio con la sorpresa de que la gente ya estaba saliendo. De todos modos, ella decidió ir contra el tráfico en pos de encontrarse con sus amigos. Los encontró bajando por las gradas del pasillo derecho.  

–¡Chicos, no van a creer lo que me pasó! ¡Fíjense que me metí a una sala equivocada! –Mandy les dijo cuándo los tuvo al frente.

–Te lo dije –Dylan codeó a Pietro–. Gané la apuesta.

Pietro asintió y le pasó unas monedas a su amigo.

–En serio, Mandy, ¿existirá en el mundo alguien más despistado que tú? –Sabrina negó con la cabeza.

“¡Jajaja!”, Max y los demás se echaron a reír.

Los muchachos abandonaron la sala y se dirigieron a la salida.

–¡No lo puedo creer! ¿Así que al final el asesino resultó ser el amante de la mamá de la chica, y todo lo planeó como una venganza contra la joven por haberlo rechazado hace años? ¡¿Y encima de todo al final ella fue la única que sobrevivió y para colmo logró matarlo?! –Mandy no pudo ocultar su sorpresa por el desenlace tan inesperado de la cinta, y así se lo hizo saber a Max.

Las personas que hacían cola para ir a ver la misma película no se tomaron para nada bien el spoiler, y así lo hicieron notar mediante sus chiflidos y quejas.

–No conozco a esta individua –Sabrina se adelantó a paso ligero.

–Yo tampoco –Dylan siguió el ejemplo de la pálida muchacha.

–Ni yo –Pietro hizo lo propio.

–¡Son unos malditos judas! –Mandy les reclamó. De forma sutil Max también pretendió escabullirse–. –¡Max, ¿tú también me abandonarás?! –Mandy le preguntó indignada.

–Perdón, ¿te conozco? –Max le preguntó fingiendo confusión.

–¡Idiota! –Mandy quiso darle un palmazo en la nuca, pero Max logró esquivarla–. ¡Hey, vuelve aquí, maldito cobarde! –Mandy lo persiguió cuando él emprendió la huida.

–¡Atrápame si puedes! –Max huyó entre risas.

–¡Vuelve aquí, baboso! –Mandy corrió a su encuentro, purpurizada debido a la cólera–. ¡Ya verás cuando te atrape, te voy a dejar peor que como el asesino de la película dejó al enamorado de la protagonista!

Su comentario provocó nuevos chiflidos y quejas de las personas que hacían cola para ver la película.  

–¡No la conozco! ¡No la conozco! –Max bajó corriendo por las escaleras eléctricas.

–¡Cobarde!! –Mandy le gritó mientras lo perseguía–. Cuando te atrape me vas a conocer, ¡te arrepentirás de haberme negado, mal amigo!

“¡Jajaja!”, Max se mató de la risa mientras corría. “Que gracia me hace el sacarla de sus casillas”, él se sonrió para sus adentros.


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