Capítulo 3: ¿Lorenzo en peligro? ¡El sorprendente poder de la carta roja del amor! (3era parte)

 


–Haber, eran dos gotitas sobre la cabeza –Lorenzo se dijo mientras miraba su reflejo en el espejo del baño de hombres del colegio–. Una, dos… no, no, esto no puede ser suficiente, esa adivina es una tacaña. Si quiero que la cosa resulte bien tendré que asegurarme, digo, ¿no? Un chorrito más. Otro poco más por si acaso –él acompañó las palabras con la acción–, y un poco en el pecho, axilas… ¡a sí! Cuello también, y no nos olvidemos del rufián de allá abajo, ¡ji ji ji!

Guardó el frasco con el líquido que quedó, menos de la mitad, y salió muy feliz del baño. Dio una rápida mirada a la entrada del colegio. Al no avistar a su amada chica púrpura decidió esperarla en el pasillo de afuera de la clase. No tuvo que esperar mucho para encontrársela, pues cuando subió las escaleras que daban al segundo nivel, desde la distancia vio a Mandy conversando con sus inseparables amigas.

–¡Jajaja! Ya te imagino agarrándote de las greñas con Rina delante de todos –Estela no podía parar de reír.

–Nos agarramos a palazos. A lanzazos, mejor dicho.

“¡JAJAJA!”, las chicas estallaron en carcajadas.

–¿Y se puede saber en que terminó tremenda locura? –Roberta le preguntó.

–Pues nada, que las chinas nos tuvieron que separar. Al final Jet estaba tan molesto que nos juró que nunca más volvería a pedirnos algún favor.

–¡Jajaja! ¡Eso era más que obvio! Mira que votarlo del estrado a patada limpia, ¡te pasaste de la raya! –Bianca se dobló de la risa.

–¡Te recuerdo que Rina también lo botó, no solo yo! –Mandy replicó ofuscada.

–Ay, Mandy… tienes que aprender a controlar tus emociones, amiga –le dijo Roberta.

–Te juro que ese día las controle.

–¡Ya! ¡Cómo no! –Estela no le creyó.

–Lo digo en serio. Mira que si no me controlaba allí mismo la mataba a esa boca de espinas.

–Yo creo que unas clases de yoga te vendrían bien, amiga –le sugirió Roberta.

–¡Que me sé controlar, maldita sea!

–Solo era una sugerencia, amiga. No tienes que enojarte tanto…

–No estoy enojada, maldita sea. ¡Yo sé controlar muy bien mis emociones! No es como si fuera una demente que se ha escapado del psiquiátrico, ¡mierda! ¿Qué me creen que soy? –Mandy se cruzó de brazos y frunció el ceño.

–Lo que digas, Mandisita, lo que digas –Bianca posó su mano sobre el hombro de su amiga.

–¡Mandy, mi amor!! –Lorenzo se le acercó corriendo.

–Allí viene tu prueba de fuego, Mandy. Ahora veremos qué tan cierto es que sabes controlar tus emociones –señaló Roberta.

–Esto será divertido –Estela se sonrió.

–¡No estoy de humor para tus…! –Mandy exclamó, pero de pronto una corriente de adrenalina se apoderó de todo su ser.

–¡Ven a mis brazos, nena! –Lorenzo abrió los brazos y frunció los labios a la espera de recibir un apasionado beso de su chica.

“¡ARGHHH!!!!”, el alarido que lanzó Lorenzo hizo saltar del susto a todos los estudiantes de las cercanías. Ni Roberta, ni Bianca, ni Estela, ni nadie de los demás presentes podían creer lo que veían sus ojos. El brazo derecho de Lorenzo estaba firmemente sujeto por los dientes de Mandy. Ella lo mordía como si no hubiese comido en días, parecía un zombi famélico.

–¡Oye, que esto ya es demasiado!! –Estela y las demás se abalanzaron sobre Mandy para intentar separarla de Lorenzo.  

–¡¿Y así dices que controlas tus emociones?! –le increpó Bianca.

Con mucho esfuerzo, las tres amigas por fin lograron separar a Mandy del pobre Lorenzo. Él se tomó el brazo afectado, tenía las marcas de los dientes de Mandy impresas en su enrojecida piel. –Pero, ¿qué significa esto?  –él se preguntó completamente desconcertado.

–¡Guarrr!! –Mandy se separó del agarre de sus amigas con violencia, y corrió cual una fiera salvaje al encuentro de Lorenzo, su ansiada presa. En ese momento su mente solo repetía un único pensamiento: “me comeré a Lorenzo y no dejaré de él ni los huesos”.

–¡Auxilio!! –Lorenzo huyó despavorido.

Mandy lo persiguió. Detrás de ella fueron Roberta, Estela y Bianca, además de todo un pelotón de compañeros que habían presenciado la insólita escena.

–¡Uaaa! –Titi, el cuy del brujo Arsénico, bostezó. El animalito asomó la cabeza de uno de los bolsillos de la mochila de su sobrino–. Pero, ¿qué está sucediendo aquí? ¿Por qué corre tan desesperado mi sobrino? ¿Tendrá algo que ver con el mal presentimiento que me ronda por la cabeza desde ayer? –se preguntó Titi, aunque con la voz del brujo Arsénico. Su pregunta no tardó demasiado en ser respondida. Cuando el pequeño Titi dirigió sus vivaces ojillos hacia un costado, se encontró con que la linda chica púrpura que tanto le gustaba a su sobrino lo perseguía con macabras intenciones.

Lorenzo llegó al baño de hombres y presuroso se encerró en una cabina. Al poco rato Mandy entró. Ella comenzó a olfatear cual un perro de presa. Con los ojos inyectados en sangre ella miró la puerta de la cabina en la que se había encerrado Lorenzo. Se relamió los labios y se acercó gruñendo.  

–¡Mandy, no!! –Roberta corrió hacia su amiga y la cogió de las piernas, justo cuando Mandy ya se había colgado de la puerta y estaba lista para saltar al interior. Acurrucado cual un pichón desamparado, Lorenzo temblaba sobre el inodoro. Jamás se imaginó que Mandy, la Mandy que tanto le gustaba, se pudiese transformar en una criatura tan aterradora.  

–¡Guarrr, argg guarr! –Mandy abría y cerraba su boca cual si fuesen las fauces de una piraña. A Roberta se habían sumado Estela y Bianca en la labor. Las tres jalaban de las piernas a su amiga para bajarla de la puerta, pero Mandy ahora poseía una inusitada fuerza antinatural, como la que obtienen las fieras acorraladas.

–Oh no, debo hacer algo o ésta loca devorará a mi sobrino… –Titi salió por completo de la mochila de Lorenzo–. ¡Oye, Lorenzo! –le dijo.

Cuando Lorenzo vio a un cuy que le hablaba con la voz de su tío, tuvo la certeza de que se había vuelto loco. –¡El trauma de ver al amor de mi vida intentando matarme ha sido demasiado para mí! –él se lamentó.  

–¡Cállate, idiota! No es momento para tonterías. Confórmate con saber que soy tu tío, el grandioso brujo Arsénico. Ahora confiesa, animal: ¿Qué demonios has hecho para poner así la muchacha?

–Mira quien habla de ser un animal…

–¡Habla, que no hay tiempo que perder!

–¡Por Dios, tío! ¿Por qué cada vez que me ocurre algo malo crees que todo es mi culpa?

–Porque te conozco, sobrino idiota. Ahora cuéntame lo que le has hecho a la pobre chica. Debo saberlo o de lo contrario no podré encontrar la cura para reparar tu estupidez.  

–¡Mierda, ¿Por qué siempre todo me tiene que salir mal en la vida?! Pero eso sí, en esta ocasión la culpa no es mía, sino de esa incompetente hechicera que me dio el filtro maldito. ¡Sí, ella es la única culpable de todo!

–¡Glup! ¿Dijiste hechicera? –apenas oyó lo dicho por su sobrino, a Titi le cambió el tono de voz. Ahora sonaba preocupado, y hasta algo asustado.

–E-este… –al percatarse de la preocupación de su tío, a Lorenzo se le puso la piel de gallina. Con mano temblorosa buscó en su mochila y extrajo la tarjeta de presentación de la hechicera Asura.

“Mierda, sabía que mi intuición no se equivocaba. Hice bien en acompañar a mi sobrino esta mañana”.

–¡¿Don-donde conseguiste esto?! –al pequeño cuy pareció que iba a darle un patatús.

Lorenzo se quedó en blanco. –¡Dios mío! –por poco se le paró el corazón cuando desde arriba Mandy rugió cual una posesa.

–No hay más remedio. Tendré que pedirle ayuda a esa creída –el cuy se tomó la frente con sus manitas. Acto seguido se metió al bolsillo de la mochila de Lorenzo y desapareció.

–Tío, ¡tío! –Lorenzo buscó a su tío en el bolsillo, pero se dio con la sorpresa de que este estaba vacío. “Tienes mucho que explicarme, tío”, él se dijo para sus adentros. En ese momento recién cayó en la cuenta de que el baño se encontraba en silencio.  

–¡Fiu, qué alivio! –Lorenzo se desparramó sobre el wáter–. Ya deben de habérsela llevado.

–No lo entiendo. ¡¿Qué rayos es lo que me ha pasado?! –Mandy se encontraba en su salón, rodeada por casi todos sus compañeros de clase.

–Ya te lo hemos dicho –le contestó Roberta–. Cuando se apareció Lorenzo te pusiste como loca, ¡era como si quisieras comértelo, pero literal!

–¡Eso ya me lo han dicho! A lo que me refiero es a que porqué actué así. Y más importante: ¿Por qué no recuerdo nada de lo que hice? Les juro que lo último que recuerdo es que estaba hablando con ustedes y de allí… nada. Mi siguiente recuerdo ya es cuando entre todos me estaban trayendo a rastras a la clase…

–A ti siempre te pasan cosas raras, fenómeno –se le acercó Samara.

–Cierto, muy cierto –Dani, Gabriela y Omar asintieron con la cabeza.

–Ya chicos, por favor. ¡Basta! –la profesora mandó a todos a tomar asiento en sus respectivos lugares–. Señorita Carpio, ¿Por qué siempre tiene que estar metiéndose en líos? ¿Tanto es su deseo de llamar la atención? –la profesora le increpó tras acercarse a su lugar.

–No sé lo que me pasó, ¡estoy diciendo la verdad! Fue como si me hubiesen hipnotizado, como si me hubiesen… hechizado… 

“¡JAJAJA!”, todos en el salón estallaron en carcajadas.

–¿Así que otra vez Daysy te ha vuelto a hechizar? –Samara preguntó en tono burlón.

A los pocos segundos el salón retornó al desorden inicial.

–¡Silencio! –la profesora levantó la voz–. Olvidémonos del asunto, ¿quieren? Tengo que dictar las clases, ¿pueden dejarme hacer mi trabajo?  

Los estudiantes guardaron silencio. La profesora por fin pudo comenzar con la lección de aquel día.

–Por cierto –la profesora interrumpió su dictado un momento–. ¿Alguien sabe algo de su compañero Lorenzo?

Nadie supo responder.

–¡Ya estoy aquí! –jadeante, Lorenzo se asomó por la puerta.

Apenas sintió su presencia, Mandy nuevamente perdió la cabeza. Tal y como le acababa de suceder hace tan solo minutos, el perverso pensamiento de “me comeré a Lorenzo y no dejaré de él ni los huesos”, se apoderó de su mente.

La hechicera Asura se encontraba leyendo un libro de bolsillo en su oficina, cuando uno de los cajones de su escritorio se abrió por su cuenta. Ella lo observó curiosa. Al poco rato un regordete cuy asomó la cabeza por el cajón abierto. Asura cerró su libro y lo dejó sobre la mesa del escritorio. Alargó la mano derecha y cogió al cuy. Se lo acercó hasta tenerlo delante de sus ojos.

–¿Quién eres tú? –como si se tratase de lo más natural, ella preguntó. Apoyó el mentón en el reverso de su mano libre y con ojos divertidos contempló al animalito.

–No sé qué fue lo que le diste a mi sobrino, pero de lo que sí estoy seguro es de que fue algo sumamente peligroso. ¡Por tu culpa ahora una chica de su salón lo quiere matar!

–¿Dijiste matar? –Asura enarcó una ceja.

–La chica lo persigue sin tregua alguna para comérselo. Con mis propios ojos he visto como lo acosaba sin descanso mientras intentaba morderlo peor que lobo rabioso.

–¡Oh! Ya sé de quién me hablas. El muy idiota seguro que no hizo caso de la advertencia que le di.

–¿Harás algo por mi sobrino, Asura? –el cuy junto sus manitas y los bigotes le vibraron expectantes.

–Esa voz… ahora que caigo en cuenta… Eres Arsénico, ¿verdad? El brujo glotón e insolente que hace algunos años se atrevió a cuestionar mis habilidades en aquel congreso de brujos y hechiceras que se dio en Lima.

–¿Cómo? No sé de qué me hablas…

–Admite que eres Arsénico, o no ayudaré al idiota de tu sobrino.

–Eres una bruja de lo más vil –gruñó Titi.

–Gracias.

–¿Ayudarás a mi sobrino, sí o no? ¡No hay tiempo que perder!

–Llévame al lugar de los hechos. Tengo que darle el filtro neutralizador a la chica, ¿podrás identificarla, cierto?

–Por supuesto que sí. Sería imposible no reconocer a esa chica tan llamativa.

–Perfecto, entonces me dirás quién es. Es una suerte que sea una mujer tan precavida y haya preparado al mismo tiempo que el filtro de amor su contra-fórmula –dijo la hechicera, y de un cajón sacó un frasquito con rociador.  

–Gracias por tu ayuda.

–Aun no me agradezcas, Arsénico, que ésta pienso cobrártela.

–Bruja…

–¡Jajaja! En marcha. Por cierto, te cobraré también por el taxi.

–Como quieras, ¡solo date prisa!

De vuelta al colegio. Una feroz e infatigable Mandy perseguía a Lorenzo por el patio, por los pasillos, por la cafetería, por la cancha de fútbol. El pobre corría y corría, pero ya comenzaba a agotarse. Tanto a él como a los demás estudiantes que perseguían a Mandy, les sorprendió la inusual resistencia de la joven, ya que ella en ningún momento disminuyó su frenético ritmo.

–Debemos emboscarla –sugirió Roberta. Sus amigas asintieron. Así, las tres se dirigieron a una esquina del coliseo, por donde estaban seguras que pasarían Lorenzo y Mandy. Sus predicciones fueron correctas. Lorenzo pasó primero, gritando como una doncella en apuros. Detrás lo seguía Mandy.  

–¡Ahora! –dio la orden Roberta. Las tres amigas se abalanzaron sobre Mandy, pero ella logró esquivarlas con suma facilidad. Las muchachas terminaron adoloridas en el suelo tras su frustrado intento.

–¡Mierda! –se lamentó Bianca, y levantó polvo del suelo cuando tosió.

–Yo-yo te detendré, mi waifu amada –Rodrigo salió de detrás de una esquina. Se hizo a un lado para dejar pasar a Lorenzo y luego bloqueó el camino con su voluminoso cuerpo.

–¡Hongo gordo, no lo hagas!! –desde la distancia le advirtió Samara. Ella junto con el resto de compañeros de la clase, corrían detrás de Mandy.  

–¡Yo te libraré del hechizo bajo el que has caído, Mandy, porque yo te amo!! –Rodrigo hizo acopio de todo su valor para decir estas palabras. El extendió los brazos y se preparó para recibir a su amada.

–¡Guarr guarrrarr! –Mandy lo atropelló sin misericordia y le pasó por encima.

Tendido de espaldas sobre el asfalto y con huellas de zapatos sobre su uniforme y rostro, a Rodrigo el mundo le daba vueltas. –Que amor tan aplastante –él llegó a decir con sus últimas fuerzas, y a continuación perdió el conocimiento.

–¡Atrapen a esa desquiciada! –Samara se aprovechó de la situación–. Siempre nos causa problemas a todos, ¡es hora de que reciba su merecido!!

–¡Sí!! –le hicieron eco sus amigos.

La arenga motivó a los demás estudiantes que también perseguían a Mandy, de modo que le pusieron aún más ganas a la persecución.  

A esas horas en el colegio era horario de clases, por lo que los demás salones se encontraban en pleno dictado. Muchos fueron los estudiantes que se sorprendieron por el tremendo alboroto. Algunos hasta llegaron a asomarse por las ventanas, aprovechando que sus profesores salieron del salón para ver qué pasaba.  

–Otra vez esa chica púrpura del cuarto año está haciendo de las suyas –un profesor se lamentó.

Mientras tanto, a las afueras del colegio Asura acababa de llegar en taxi. –¡Debo darle esta medicina a mi hija o morirá! –ella les gritó a los hombres de vigilancia mientras se colaba hacia el interior del colegio. Su treta dio resultado, pues ninguno de los vigilantes se atrevió a detenerla. Solo uno corrió tras ella para ver lo que haría.

–¡Espere! –le gritó el vigilante, pero sus palabras no tuvieron efecto alguno.

–Allá, donde esa multitud de estudiantes que está corriendo –Titi le señaló a la hechicera, tras encaramarse sobre su hombro con su rechoncho cuerpecito de cuy. Entonces ella se fijó en Mandy.

–Esa chica púrpura yo ya la he visto antes… ¡pero claro! Ay Red-red, mi querido familiar, ¿así que a esto te referías cuando me dijiste que me aferre a la soga que me ofrece el destino para poder alcanzar lo que tanto anhelo? Curioso, muy curioso. Es verdad que desde que la vi entrar a mi consultorio esa muchachita me llamó bastante la atención. No puedo negar que me quedé con las ganas de volverla a ver. ¡Y mira que no pasó mucho tiempo para que así fuese!  

–¿De qué estás hablando? –Titi le preguntó.

–Nada, nada, cosas mías, colega. Más bien apresurémonos en alcanzar a la chica púrpura, que por lo que se ve está a punto de comerse al tarado de tu sobrino.

Lorenzo ingresó al coliseo y Mandy lo siguió. –Cielos, ya no estoy para estos trotes –Asura tuvo que correr para adelantarse a los compañeros de salón de Mandy y poder ingresar primero al coliseo. A lo lejos ella vio a la chica púrpura meterse en el baño de hombres detrás del sobrino del brujo Arsénico.  

–¡No, no, aléjate de mí!! ¡Esto no es lo que quería!! –Lorenzo gritó presa del pánico cuando su espalda chocó contra la pared del fondo del baño. Frente a sí Mandy gruñía y le mostraba los dientes. En aquellos momentos, así le pareció a Lorenzo, los ojos de su amada chica púrpura se habían transformado en los brutales ojos de una bestia salvaje y voraz.

Mandy inclinó levemente las piernas, y se preparó para abalanzarse sobre Lorenzo.  

–¡No!!! –Lorenzo se cubrió la cabeza con las manos, pero para su sorpresa, Mandy nunca saltó.

–Listo. Todo solucionado –la hechicera Asura dijo muy segura luego de haber pasado un trapo empapado con su filtro neutralizador sobre la nariz de Mandy–. Con esto el olor del filtro de amor ya no tendrá efecto alguno en el inconsciente de la chica púrpura.

–Santos cielos, ¿qué me pasó? –con voz que parecía de ultratumba, Mandy se tomó la cabeza–. ¿Qué hago aquí? Hey, yo te conozco –en eso la joven se fijó en Asura.

–Mi nombre es Asura, la hechicera. Un gusto volver a verte, chica morada.

–¡Sobrino! –Titi saltó del hombro de Asura y corrió al encuentro de Lorenzo.

–Acabo de ver un cuy que habla correr hacia Lorenzo… ¡¿Alguien me puede explicar que carajos está pasando aquí?! –Mandy se restregó los ojos.

–En resumen, todo es culpa de ese idiota –Asura señaló a Lorenzo–. El muy bobo uso mal un filtro de amor con el que pretendía enamorarte, y como consecuencia en vez de terminar enamorándote de él terminaste deseando comértelo.  

–¡¿Qué-QUÉ?! –Mandy no se lo podía creer. Con la mirada fulminó a Lorenzo, quien, aun con el trauma de estar a punto de ser devorado, no pudo evitar agazaparse contra la pared.

–¡Allí está, a ella!! –Samara y toda la turba de estudiantes acababan de llegar al baño.

–No se preocupen, todo ya termin… –Asura intentó calmar los ánimos.

–¿Oigan, y a ustedes que les pas…? –Mandy no pudo terminar su pregunta, pues todos se le abalanzaron encima.   

–El destino de esta jovencita sí que es desventurado, ¿no lo crees así, querido red-red? –la hechicera Asura se cruzó de brazos y no pudo evitar sonreír.   

Minutos después en la enfermería, Mandy descansaba postrada en una camilla, con curitas y vendajes repartidos a lo largo y ancho de su cuerpo.

–…y eso es todo lo que pasó mientras permaneciste en tu estado de fiera –Roberta terminó su explicación. Ella junto con Bianca y Estela habían acudido a visitar a su púrpura amiga.

–Ese Lorenzo… toda la vergüenza que me ha hecho pasar: ¡juro que me las va a pagar!!

–Tranquila amiga, recuerda que debes aprender a controlar tus emociones –Estela intentó calmarla.

–¡Y un cuerno! ¡Voy a matar a ese infeliz!!

–Es caso perdido –Roberta se llevó una mano a la frente.

–En efecto –Bianca y Estela asintieron resignadas.


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