Capítulo 1: ¿Cuál es la verdad sobre mi maldición? ¡En busca de respuestas! (2da parte)
¡Sábado por fin! El momento de ir a por la verdad ha
llegado, amigos. ¡Les juro que no descansaré hasta saberlo todo sobre esta
maldición que tanto me agobia!
Asura la hechicera
–Mmm… ¿Cómo puedo hacer? –Lorenzo se tomó el mentón mientras comía y
veía la televisión en la cocina de su casa. Era jueves por la tarde–. Ya le he
pedido a mi tío que me preste su local para mi noble causa, ya he conseguido el
disfraz para pasar desapercibido… ahora lo que me falta es encontrar la forma
para atraer a Mandy al puesto de mi tío. Obviamente, tengo que atraerla lo más
sutilmente posible, para no levantar ninguna sospecha. Vamos, Lorenzo, piensa,
piensa: ¿de qué manera puedo hacer que Mandy y sus amigas vayan a mi local sin
involucrarme directamente? Diablos, no se me ocurre nada, bah, pero no importa,
que todavía tengo tiempo...
Sábado por la mañana. Mandy y sus amigas deambulaban por una galería
comercial de las muchas que poblaban el centro de la ciudad. Por aquella
galería predominaban los puestos de ventas de artefactos, de luces de colores y
de parlantes. Sin embargo, las muchachas acababan de leer en un letrero pegado en
la pared de afuera de dicha galería, que en el tercer piso había una oficina
ocupada por una adivina y hechicera, quien ofrecía sus servicios mágicos a
módicos precios, o al menos eso fue lo que decía el cartel. “Asura la hechicera
y adivina: tarot, cartomancia, parapsicología, astrología, adivinación en bola
de cristal, trabajos para atraer el amor y la fortuna: ¡veinte años de
experiencia me respaldan!”, ante palabrería tan convincente las muchachas no tardaron
demasiado en decidirse. Subieron prestas al tercer piso.
Una vez llegaron al número de puesto indicado en el cartel que
publicitaba a la hechicera, las chicas contemplaron la puerta revestida con un
enorme recorte de vinil que cubría casi toda la superficie, en el que suspendida
en medio de un cielo azul destacaba una media luna rodeada de estrellas de
cinco puntas. Tanto las estrellas como la luna brillaban con una enigmática
tinta especial de color plata. En tanto, en la parte baja de la puerta estaba
escrita en letra cursiva la misma presentación que las muchachas leyeron en el
cartel de afuera de la galería.
–¿Creen que esta vez sí tengamos suerte, chicas? –Mandy consultó con
sus amigas–. Porque hasta ahora en todos los puestos que hemos consultado nos
han venido con cada tontería…
–Agradece que han sido lo suficientemente conscientes como para no
cobrarnos nada –señaló Roberta.
–¡Obvio que no les iba a pagar nada a esa sarta de estafadores!
–replicó Mandy–. ¡Hasta yo podría inventarme cosas más creíbles que esos
idiotas!
–Todo gracias a mi sabio consejo –intervino Estela–. Les dije que no
les comentemos nada de tu maldición a los brujos, de modo que ellos tengan que
adivinar por su cuenta cuál es tu problema. Con este sencillo truco es muy fácil
descubrir cuando nos quieren palear los muy embusteros.
–¡Bueno pues! Ahora probemos suerte con esta tipa –Mandy tocó la
puerta. Ella y sus amigas esperaron. Algunos segundos después una voz seca las
invitó a pasar.
Una campanita colgada del techo sonó con un singular eco metálico
cuando Mandy empujó la puerta hacia adentro. Cuando ella y sus amigas
ingresaron, lo primero con lo que se toparon fue con un fuerte olor a incienso.
Estantes que llegaban hasta el techo cubrían las paredes y se hallaban ocupados
por gruesos volúmenes con sus lomos adornados con delineados dorados,
plateados, rojos, azules o verdes metálicos, y que daban forma a los más caprichosos
y misteriosos dibujos.
Bestiario astral, ¿Cómo
extraer información de los registros Akásicos?, La Ciudad perdida de Shambalah,
Dominio de los elementales, Caminos que conducen al plano astral, Creación de
tulpas, Adivinación avanzada, Kamaloka: el mundo de los deseos, Las Estancias
de Dyzan, El Libro del Zóhar, Dogma y Ritual de la Alta Magia, Tradición
mística occidental, Tarot espiritual; estos títulos
fueron algunos de los que al azar leyó Mandy en los lomos de los enigmáticos
libros con los que su vista se topó.
Pero no solo los extraños títulos de los libros le llamaron la
atención. En aquella habitación también observó objetos de lo más singulares,
tales como insectos disecados, frascos con polvos o líquidos brillantes y
coloridos, una lámpara de magma, un pequeño cráneo humano con un agujero en el
morro… y otras tantas cosas más. Aunque de todo, lo que más captó su atención
fue el ave disecada que descansaba sobre el escritorio de la adivina. Esta era
un ave de plumas brillantes y rojas, de ojos color rojo como la sangre y con un
tocado de plumas que simulaban ser lenguas de fuego extendiéndose hacia atrás
sobre su cuello. Sus garras y su pico estaban hechos de un material extraño, un
cristal muy hermoso que Mandy identificó como rubí. Recién en ese momento cayó
en la cuenta de que aquella ave no podía ser real. “Pero que buen trabajo han
hecho con ese pájaro: ¡es hermoso!”, ella lo contempló admirada.
–Buenos días –las chicas saludaron con timidez.
–Tomen asiento –la adivina, una mujer madura, aunque con juvenil
vitalidad, invitó a las muchachas a sentarse en los sillones que había del otro
lado de su escritorio, una mesa ancha y de madera oscura, recia y romboidal.
Sobre ella yacían regados libros por doquier, además de restos de hierbas,
velas de diversos colores y adornos de los más misteriosos aspectos.
–¿En qué puedo ayudarlas? –la adivina cruzó sus largos dedos y apoyó
el mentón sobre ellos.
–Tengo un problema y no sé ni la causa ni qué consecuencias tendrá a
la larga en mí –Mandy respondió.
–Un problema, mmm… tal vez podrías ser más específica…
–Me gustaría que usted lo adivinara. Es adivina después de todo,
¿no?
–Ya veo. Son unas muchachas muy listas. Han escogido un buen filtro
para reconocer a un verdadero profesional de entre los cientos de charlatanes
que pueblan nuestra querida ciudad.
–Entonces, ¿nos dirá cuál es el problema de nuestra amiga? –Estela
ya no pudo disimular más su curiosidad. La verdad es que las cuatro muchachas
habían quedado muy sorprendidas por la exquisita decoración de la habitación.
Todas ellas pensaron que si les pidieran imaginarse como sería la oficina de
una verdadera hechicera, definitivamente pensarían en un lugar similar a
aquella oficina. Por esta razón fue que las chicas confiaban en que la adivina llamada
Asura podría darles la respuesta correcta.
–Muy bien. Para adivinar cuál es tu problema haré uso de la bola de
cristal –indicó la adivina, y de su cajón sacó una esfera del tamaño de un
balón de futsal. Para sorpresa de Mandy y sus amigas, la bola no era totalmente
transparente como ellas se lo habían imaginado. Asura puso la esfera sobre un
cojín negro–. Esta bola de cristal contiene cuarzo blanco. Seguramente no lo
sepan, pero el cuarzo blanco es una piedra con gran poder para recoger las
impresiones psíquicas que la rodean, además de que facilita la conexión del
usuario con las esferas superiores del cosmos.
–Oooh –fue la sincera respuesta de las muchas ante la concisa
explicación.
–Ahora debo concentrarme. Silencio por favor –la adivina puso sus
manos cerca de la bola de cristal y agitó los dedos.
Mandy y sus amigas se acercaron a la bola con curiosidad para ver si
aparecía alguna imagen o algo.
–Mmm… veo un bravo mar de aguas moradas bajo el agonizante cielo
crepuscular. Las olas chocan contra las piedras de la costa con furia. Un
consejo, jovencita –la adivina se interrumpió para señalar a Mandy–: debes
aprender a controlar tus emociones, ya que tu maldición es muy sensible respecto
a ese punto. Ahora bien… vaya, esto sí que es insólito. Me explicaré. Una
maldición consiste en la invocación de un ente astral para que castigue con su
poder mágico al maldecido. Sin embargo, en tu caso tu espíritu se las arregló
para devorar a ese ente, con lo que se ha producido una singular combinación
entre ambas energías espirituales. Precisamente, este hecho tan insólito es lo
que ha terminado provocando los cambios que tan claramente podemos apreciar en
tu cuerpo… ¿Qué diablos? Esto sí que no puedo creerlo... respóndeme con toda
sinceridad, por favor: ¿tu maldición te ha permitido hacer cosas inexplicables
y de lo más extrañas últimamente? ¿Estoy en lo correcto?
–¡Sí, así es! –Mandy respondió excitada. Por fin sentía que la
verdad sobre su maldición le estaba siendo revelada.
Las cuatro amigas escuchaban asombradas y expectantes, pero grande
fue su sorpresa cuando de pronto la adivina apartó las manos de la bola de
cristal y se recostó sobre el espaldar de su sillón.
–¿Qué pasó? –Mandy se mostró contrariada–. ¿Por qué no continúa
consultando la bola de cristal, señorita adivina?
–Hasta este momento me deben ochenta soles –respondió la adivina–. Si
quieren seguir con la consulta pueden separar otra sesión para cuando mejor les
parezca.
“¡¿QUÉÉÉ?!!”, Mandy y sus amigas no se lo podían creer.
–Yo tengo diez soles –Roberta abrió su billetera.
–Yo solo he traído unos cuantos soles para mis pasajes –Estela abrió
su cartera y de un monedero sacó las pocas monedas mencionadas.
–Yo tengo treinta soles, pero solo puedo gastar la mitad, porque el
resto es para comprar unas cosas que mi mamá me encargó –indicó Bianca.
–¿Y tú, chica púrpura? ¿Cuánto dinero tienes tú? –la adivina le
preguntó.
–Tres soles… ¡Waaa! No me juzgue por favor –Mandy respondió haciendo
pucheros.
–Vaya incordio, chicas –la adivina dijo con voz serena mientras con
delicadeza guardaba su bola de cristal–. Pues bien, entonces aquí termina
nuestra sesión.
–¿Po-podemos irnos? –Roberta se atrevió a preguntar, aunque con voz
tímida.
–Denme treinta y cinco soles y las dejaré ir –la adivina les tendió
la mano derecha.
–¡Ochenta soles quería la muy avara! ¡Esa vieja pretensiosa! –Estela
se quejó una vez salieron de la galería. Las cuatro andaban cabizbajas y
desanimadas.
–Nos dejó en la quiebra –Roberta soltó una lastimera exhalación.
–Esa mujer sabía cosas. ¡Estoy segura de que si hubiésemos seguido
me hubiera enterado de toda la verdad! ¡Incluso hasta podría haberme dado la
cura para mi maldición! –Mandy se lamentó tomándose de los cabellos y entonces
pegó el grito al cielo–. ¡Mierda!!!
–¿Ahora qué hacemos? –preguntó Bianca.
–Chicas, tengo un último recurso –Mandy les dijo. Las cuatro caminaban
por la transitada acera de una estrecha calle en la que abundaban los puestos
de impresiones.
–¿Un… último recurso? –Roberta se rascó la nariz.
–Miren –Mandy les mostró a las muchachas un volante que sacó del
bolsillo trasero de su pantalón–. Lo encontré debajo de la puerta de mi sala la
tarde de ayer, cuando regresé del colegio. Tal vez sea una señal del destino,
quien sabe.
–O tal vez sea simple publicidad de un charlatán cualquiera –Estela
tomó el volante y le dio una ojeada–. Aquí dice que el local queda en el
Avelino. Mmm… desde ya presiento que ir será una pérdida de tiempo.
–No seas así. Nada perdemos yendo –insistió Mandy.
–Para empezar, el Avelino queda bastante lejos de aquí. Además, es
un lugar de lo más sucio y caótico. No tengo ni las más mínimas ganas de ir
hasta allá –Bianca hundió las manos en los bolsillos de sus vaqueros.
–¡Vamos, chicas! ¡Háganlo por mí, y les prometo que seguiré dándole
color a sus grises existencias!
–¡Jajaja! Eres todo un caso, Mandy. Pero tu chiste me hizo gracia,
así que solo por eso te acompañaré –dijo Roberta–. ¿Ustedes que dicen, chicas?
¿Se animan?
–Qué más da, vamos de una vez
antes de que me arrepienta –Estela se encogió de hombros.
–¿Bianca? –Roberta le pregunto.
–¡Al diablo! Vamos allá –Bianca contestó cruzándose de brazos y
desviando la mirada hacia los autos de la pista.
La combi dejó a las muchachas cerca del terminal terrestre. Una vez
más las chicas consultaron la dirección en el volante.
–Queda más arriba, chicas –indicó Estela.
Las muchachas suspiraron y emprendieron la marcha. La verdad es que a
esas alturas las cuatro ya sentían el cansancio producido por tanto trajín. Y,
por si fuera poco, a esas horas el sol se mostraba de lo más inclemente.
–¡Gatitos a un sol, gatitos a un sol! –cuando las chicas se abrían
paso por entre el mar de transeúntes y comerciantes que ocupaban la avenida,
ellas oyeron los pregones de un señor que ofrecía a los mencionados animalitos,
todos deambulando dentro de cajas de cartón.
–¡Owww, que lindos! ¡Quiero uno, con lo que me encantan los michis!
–Roberta se detuvo delante del comerciante.
–Contrólate, mujer, que en tu casa ya tienes como diez mil gatos –le
increpó Bianca.
–¡Es que adoro a los mininos! Tienen tanta clase, tal elegancia al
andar, son mascotas de lo más encantadoras.
–¡Ya pues, loca de los gatos! ¡¿No ves que estamos apuradas?! –Mandy
comenzó a avanzar.
Sus amigas tuvieron que correr para darle alcance. Roberta tenía
entre brazos a un pequeño gatito color negro.
–Así que al final te saliste con la tuya, ¿eh? –Bianca miró de reojo
a su amiga.
–El vendedor me dijo que era hembrita, así que le pondré de nombre
Asura en honor a nuestra costosa adivina, ¿qué les parece?
–¡Bah, ni me recuerdes a esa mujer! –Bianca bufó–. Por su culpa mi
mamá va a matarme.
–Miren chicas, creo que ya llegamos –Estela señaló hacia un pequeño
cubículo construido en medio de dos mercadillos.
–“El único e inigualable sabio de la selva peruana que tiene pacto
con el Yacuruna: toda clase de curaciones, amarres, limpias…” –Mandy comenzó a
leer el banner que colgaba de un clavo a un costado de la entrada.
–¡Ya déjate de perder el tiempo y acabemos con esto, pero ya! –Bianca
chasqueó los dedos.
–Ok, ok –Mandy se apresuró a entrar en el diminuto establecimiento.
–¡Hola huambrillas! –con el característico acento de un natural de la
amazonia peruana, el curandero saludó a las chicas apenas las vio entrar–. ¡¿En
qué puedo servirlas?! –aquel acento parecía una especie de canto rápido con
repentinos altos y bajos.
–¿No nos invitará a tomar asiento? –murmuró Bianca en voz baja.
–¡Ja! Como si hubiera donde –le respondió Estela, también en voz
baja.
–¡Me lleva el Tunche! –el curandero se acercó a Mandy y la tomó de
los brazos–. ¿Qué te ha pasado, huambrilla? ¡Te han golpeado tanto que hasta el
pelo te lo han dejado morado!
–Ya estoy cansada de siempre oír la misma estúpida broma –Mandy
gruñó en voz baja.
–¡Pero no te preocupes más, que yo te haré un trabajito baratito
nomás para que te vengues del que te ha hecho tanto daño!
–¡Nadie me ha golpeado, idiota! ¡Si estoy morada es por culpa de una
maldición! –Mandy replicó–. Ay, chicas, esto es una pérdida de tiempo. Mejor
vámonos.
Ya estaban saliendo las muchachas del lugar, cuando el curandero
tomó a Mandy del brazo. –No te vayas, chica morada. Mira, para que veas que soy
buena gente, por ser tu primera vez aquí te haré una lectura de hojas de coca
gratis, ¿qué te parece?
–¿Ah? –Mandy enarcó una ceja.
–Ya verás como con la lectura quedarás convencida de que no soy
ningún charlatán –se explicó el curandero selvático.
Mandy miró a sus amigas en busca de sugerencias. Ellas se encogieron
de hombros.
–Muy bien, pero que sea rápido, ¿ok? –Mandy se cruzó de brazos.
–¡No se diga más! ¡Ven! Siéntate aquí –el curandero sacó un banco de
debajo de una mesa. Él se sentó al otro lado de la mesa. En el centro de la mencionada
mesa él desplegó un puñado de hojas que sacó de una canastilla. Roberta y las
demás se acercaron con curiosidad para ser testigos de la lectura. El curandero
le pidió a Mandy extender sus manos. Así lo hizo ella. Entonces el hombre
comenzó a revolver las hojas sobre las manos de Mandy.
–¡AJÁ! –él exclamó intempestivamente tras haber permanecido
concentrado en las hojas de coca por un prolongado rato.
Mandy y sus amigas saltaron del susto.
–Veo tu futuro, es un futuro cercano… ¡atraerás el dinero,
huambrilla morada! ¡Me lleva el Tunche, pero que suertuda!
–Amigo, por si no lo sabes soy la persona más pobre del mundo –Mandy
se puso de pie–. Vámonos, chicas –ella habló con voz decidida.
–¡Espera, aún no he acabado… el futuro es incierto, debo
concentrarme más!
–¡Adiós! –Mandy abandonó el establecimiento sin siquiera tomarse la
molestia de voltear para despedirse del sujeto. Sus amigas fueron tras ella.
–¡Demonios, van a matarme, chicas! –ya afuera, Estela exclamó
mientras en su mano derecha sujetaba el volante–. Aquí en el volante dice: “Ven
a donde el verdadero brujo inca del Perú profundo, el brujo Arsénico: en tan
solo doce horas obtendrás resultados para cualquier trabajo. Amarres de amor,
pócimas, filtros, conjuros para obtener salud, dinero y amor, lectura de aura
con el cuy, limpias y curas” –leyó ella–. Ósea que, como ya se habrán dado
cuenta, nos hemos equivocado de chamán.
–¡Ya ves, Bianca! ¡Todo por estar apurándonos! –reclamó Mandy.
–Relájate, amiga. No es para tanto –Bianca le mostró las palmas de
las manos en gesto de pedir calma–. Mira, allá está nuestro brujo –ella señaló
hacia adelante, a un puesto situado en la esquina que seguía tras cruzar la
cuadra.
Las chicas exhalaron y emprendieron la marcha.
–¡Cuidado, Mandy! –Roberta jaló del brazo a su amiga cuando esta ya
estaba por cruzar la pista. Un camión estuvo a punto de atropellarla.
–¡Se cumplió! –de pronto exclamó Estela, en tanto señaló al camión
que casi atropella a Mandy. Se trataba del camión blindado de una empresa de
seguridad, de esos que contratan los bancos para trasladar dinero.
–¡Es verdad! –Bianca no se lo podía creer–. ¿Te acuerdas, Mandy? Lo
que te predijo ese curandero amazónico era: “atraerás el dinero, huambrilla
morada”.
–¿Qué opinas, Mandy? ¿Regresamos a donde el brujo de la selva? –preguntó
Estela.
–No gracias –Mandy respondió con un refunfuño–. Mejor apresúrense en
vez de estar perdiendo el tiempo con sus estúpidas bromas –esta vez ella cruzó
la pista tras asegurarse de que no haya ningún coche a la vista.
Lorenzo se encontraba en el local de su tío, sentado frente a una
mesa y leyendo un viejo libro de magia de los muchos que había en un estante.
Del cajón de la mesa sacó un espejo de mano y se miró el rostro. Él se había
disfrazado con una barba poblada y canosa que le cubría medio rostro. Sobre la
cabeza se había colocado un sombrero negro de ala ancha. Un poncho colorido
cubría sus hombros.
–¿Hola? –Mandy se asomó por la entrada del cubículo en donde atendía
el brujo Arsénico. Se topó con un cuchitril. Allí Mandy vio hiervas regadas por
doquier encima del piso de cemento sin recubrir del local, libros y folletos dispuestos
en franco desorden sobre en un estante, posters de fotografías de diversos
paisajes andinos pegadas a las paredes, además de algunos singulares objetos
colgando de clavos, como tótems, máscaras de criaturas andinas mitológicas y
collares de semillas y huesos.
–Buenos días, ¡ejem! –Lorenzo se aclaró la garganta cuando se
percató de la presencia de las chicas. Por poco se olvidó de que tenía que
impostar la voz para no ser reconocido–. ¿En qué puedo servirlas, señoritas?
–Tengo un problema, señor –Mandy buscó donde sentarse, aunque no encontró
nada que se parezca a un asiento. Sus amigas permanecieron de pie detrás de
ella.
–¡No me lo digas! –el brujo se tomó la frente y se concentró–.
Quieres saber toda la verdad, todos los misterios que se esconden detrás de tu
maldición, ¿cierto?
–¡Increíble! –Mandy se mostró asombrada, y también muy contenta por
haber encontrado a alguien tan prometedor. Ella les sonrió con la mirada a sus
amigas.
–¡Es tu día de suerte, amiga! –la felicitó Roberta.
–Por lo visto tú podrás ayudarme –Mandy se dirigió al chamán y le
tendió la mano. Este se la estrechó y una sonrisa se dibujó bajo su barba.
–Tome asiento –de detrás de la mesa Lorenzo sacó una banca plegable
y la armó al otro lado de la desordenada mesa para que Mandy se siente. Él se
sentó una vez más en el mullido sillón de cuero sobre el que ya había estado
sentado antes de que lleguen las muchachas. “Por fin han venido… ¡SÍ! Y yo que
pensaba que ya no vendrían. ¡Pero valió la pena la espera! ¡Sí, sí! Por fin mi
mayor sueño se hará realidad”, Lorenzo pensó con alegría.
–Y bien Man… ¡ejem! Señorita, ¿Qué desea saber primero? –Lorenzo
preguntó.
–Primero que nada, quiero que me explique esto: ¿por qué razón soy
capaz de hacer cosas imposibles para un humano común y corriente?
–Mmm… usted está asustada por aquel misterioso fuego púrpura que
salió de su mano durante su encuentro con el niño judoka, ¿he acertado?
–¡¿Cómo lo supo?! –a Mandy los ojos se le abrieron a más no poder.
Ella estaba impresionada.
–Tengo buenas noticias para usted, señorita –Lorenzo respondió,
cuando en eso una cabeza se asomó por la entrada. Nadie más que él fue capaz de
verla, pues Mandy y sus amigas estaban de espaldas a la puerta–. ¿Me permiten
un instante, por favor? –Lorenzo se levantó de su asiento y presuroso fue a la
salida. Ya afuera del local se encontró con su tío, el verdadero brujo
Arsénico, un hombre ya entrado en años, gordo, de baja estatura y de un poblado
bigote que parecía una brocha. Él vestía poncho y un sombrero de cuero café
oscuro. Sobre el cuello llevaba numerosos amuletos y collares hechos de
colmillos y flores secas.
–¡Tío, te dije que no podías aparecerte mientras ejecutaba mi plan!
–Lorenzo le habló notablemente alterado.
–¡Oh! Eso quiere decir que ya vino la jovencita que te gusta, ¿eh,
bandido?
–¡Pues claro! ¿Es que no la has visto allí adentro?
–Me gustaría revisarla. Su maldición me resulta de lo más
interesante. De hecho, nunca he oído de nada parecido en todos mis años de experiencia
como brujo.
–Luego podrás revisarla todo lo que quieras, ¡pero primero déjame
concretar mi objetivo!
–¡Jua jua! Eres un pillín, sobrino. Está bien, me iré a comer algo
al mercadillo de aquí nomás. En media hora regreso, así que apúrate que ya me
has hecho perder toda la mañana.
–¡Gracias, tío! ¡Eres el mejor! –Lorenzo exclamó, y sin más se
volvió al local.
–Señorita, eh… disculpe, ¿Cuál es su nombre?
–Mandy.
–Bien. Señorita Mandy. Hoy es su día de suerte. Le haré una limpia
gratis por ser la clienta número cien de este mes. Ya verá como con mi
grandiosa habilidad la libraré de su maldición.
–¿What? –Estela miró con
una ceja enarcada a sus amigas–. Chicas, esto definitivamente es sospechoso.
–Es cierto –Roberta se llevó la mano al mentón.
–Mandy, amiga… ¿puedes venir un momento? –Bianca llamó a la
mencionada. Las cuatro amigas se juntaron en círculo para discutir, como cuando
antes de comenzar un partido los jugadores se reúnen para repasar los detalles
de la estrategia.
–Eso de ser la cliente número cien me suena a esas molestas ventanas
que se te abren en las páginas de series y películas en internet. Esto me huele
a timo. ¡Vámonos de aquí, Mandy! –le aconsejó Estela.
–Es verdad. Además, ahora que veo bien a ese brujo, hay algo en su
aspecto que no me da buena espina. Tiene una pinta de pervertido que mejor ni
te cuento –señaló Bianca–. Mira nada más como le bailan los ojos cuando nos ve.
Intenta disimularlo, pero esta tan arraigado en él lo pervertido que su
inconsciente lo traiciona.
Las chicas miraron con disimulo hacia el brujo. Comprobaron que lo
dicho por Bianca era verdad.
–Yo creo que todo esto es obra del destino, chicas. Se nota que este
brujo sabe de lo que habla. Ustedes mismas han sido testigos de cómo adivinó
todo sobre mí con tan solo verme.
–Pero eso de la limpia gratis, pues… ¡no me convence para nada! –insistió
Roberta.
–Tengo que intentarlo. Esta es una oportunidad de oro para poder
librarme de mi maldición, ¡para poder volver a ser una chica normal!
–Está bien, haremos esto, entonces: dejarás que te haga la limpia,
pero a la menor señal de algo sospechoso… ¡puf! Nos vamos, ¿ok? –sugirió
Roberta.
–De acuerdo –Mandy asintió. Al poco rato ella ya estaba de vuelta en
la banca plegable.
–Comenzaremos con una pasada de cuy –Lorenzo sacó al pequeño animal
de una jaula colocada debajo de la mesa, y lo sostuvo con ambas manos. A continuación,
él le pidió a Mandy ponerse de pie. Inició con el ritual danzando alrededor de
la chica púrpura, a la vez que recitaba cual una letanía: “¡sal mal que
atormentas a esta joven, sal! ¡Fuera, fuera!”. Mientras tanto acercó el cuy
hacia Mandy y se lo sobó por distintas partes del cuerpo.
–¡Oiga! –llegado un momento Mandy dio un respingo, pues sintió que
lo que le acababa de rozar la espalda baja no había sido el cuy, sino una mano.
–¡Invoco al dios sol para que me ayude! ¡Permíteme expulsar toda la
energía negativa de este joven cuerpo! –Lorenzo se hizo el desentendido.
Mandy soltó un suspiro de resignación y al final optó por dejar
pasar lo ocurrido.
–Cierra los ojos, señorita. Debes concentrarte en intentar expulsar
la energía maléfica de tu cuerpo, ¡concéntrate! –Lorenzo exclamó.
–Ash, está bien –de mala gana Mandy aceptó, y cerró los ojos. Se
concentró en intentar expulsar la energía negativa de su cuerpo. “Ojalá toda
esta payasada funcione”, se dijo ella para sus adentros.
“Bien, ya está. Ahora solo me queda distraer a las amigas de Mandy
para poder darle el beso sin ningún problema”. –Chicas –Lorenzo se dirigió a
Roberta y las demás–, todos debemos colaborar con la limpia. Cierren ustedes
también los ojos y concéntrense en tratar de expulsar toda la energía negativa
del cuerpo de su amiga. Solo deben imaginárselo, no es tan complicado.
–¿Es en serio? –Estela se mostró algo fastidiada.
–Si no lo hacen todas las personas presentes durante la limpia,
pues, hay una buena probabilidad de que el ritual falle.
–Maldita sea –Estela refunfuñó. Aunque a regañadientes, ella y las
demás terminaron aceptando la indicación del brujo.
–Todo sea por nuestra amiga –dijo Roberta antes de cerrar los ojos.
“¡Perfecto! ¡Ahora es mi oportunidad!”, Lorenzo saltó de la alegría.
Lentamente acercó sus labios a los de Mandy. Ella en ese momento movía
ligeramente los labios, pues con voz apenas audible repetía la letanía para
expulsar de su cuerpo al mal causante de su maldición. Lorenzo se puso
nervioso. “Es tan sexy”, él pensó, y se puso colorado. –Bien, aquí voy –Lorenzo
se dijo en voz baja, y se dispuso a besar a Mandy en la boca.
–¡Buenas, buenas! ¿Cómo te fue, sobrino? –sin previo aviso, el brujo
Arsénico entró al establecimiento. En las manos él llevaba un sándwich de
lechón a medio comer. Lorenzo casi se va de bruces ante la sorpresiva
interrupción. Mandy y sus amigas abrieron los ojos, no pudieron evitarlo, y
saludaron al recién llegado.
–¡TÍO!!! –Lorenzo le gritó hecho una furia.
–Es que ya han pasado más de cuarenta minutos; pensé que a estas
alturas ya habrías acabado con tu plan…
–¡Shhh! –Lorenzo se llevó el índice a la boca.
–¿Plan? ¿De qué plan está hablando el bigotón? –Mandy preguntó.
–Nada, ¡nada! –Lorenzo se acarició la barba con nerviosismo–. Bueno,
da igual, prosigamos con la limpia, ¡todos cierren los ojos!
Mandy y las chicas cerraron los ojos, o, mejor dicho, esta vez
fingieron cerrarlos. Definitivamente ya no podían confiar en aquel chaman tan
sospechoso.
¡PAF! Lorenzo recibió un soberano bofetón cuando intentó acercar sus
labios a los de Mandy. Producto del golpe la barba postiza se le cayó al suelo,
y entonces su verdadera identidad quedó al descubierto.
–¡Así que eras tú, maldito infeliz!! –Mandy hizo crujir sus nudillos
mientras se acercaba amenazante a Lorenzo.
–Je je, Mandy, mi amor… ¡pero qué sorpresa tenerte aquí! –Lorenzo
retrocedió aterrado.
Roberta y las demás también se acercaron a Lorenzo con intenciones
para nada pacíficas.
–¡Oh! –en eso el brujo Arsénico, el verdadero, se agachó para
recoger el cuy que su sobrino había dejado caer cuando recibió la cachetada de
Mandy–. Interesante, muy interesante –él dijo cuando vio como el pequeño animal
agitaba sus patitas de forma frenética. Lo acercó a la espalda de Mandy y
recitó unas palabras en quechua. Entonces el cuy aferró sus patitas al polo de
Mandy, y comenzó a olisquear de forma obsesiva.
–Eh, disculpe señor, pero, ¿qué está haciendo exactamente? –Roberta
se acercó al brujo y señaló al cuy.
–Tal como lo sospechaba –el brujo Arsénico asintió un par de veces–.
Cuando mi sobrino me contó sobre los extraños incidentes que le sucedieron a
esta chica morada por culpa de su maldición, supe que estaba frente a un caso
de lo más singular.
–¿De qué está hablando? –Mandy viró y encaró al brujo Arsénico. Sus
amigas también se le acercaron, todas ellas tan intrigadas como la misma Mandy.
Por su parte, Lorenzo aprovechó la oportunidad para escabullirse hacia afuera
del establecimiento. Apenas estuvo en la calle él huyó como alma que lleva el
diablo.
–El cuy ha sentido un aroma espiritual poco común en la energía
negativa de tu maldición –explicó el brujo Arsénico–. Es como si se hubiese
mezclado con otra cosa… haber mi querido Titicaca, olfatea bien, dime cual es
el problema… ¡Santos apus! Ya veo, entiendo, entiendo…
–¿Qué es lo que entiende? ¿Es que puede comunicarse con ese cuy? –Mandy
preguntó con fastidio, pues pensó que aquel sujeto intentaba tomarle el pelo.
–Algo así, chica morada. Pero eso ahora no importa. Tienes que saber
cuál es el problema con tu maldición. Debes de saberlo…
–¡Pues hable!
–Bien, te lo diré. De alguna manera, la energía negativa de la
maldición se ha fusionado con tu propia energía espiritual. Ya veo, por eso fue
que el pequeño Titi percibió ese olor tan extraño… Una pregunta, ¿de casualidad
eres una chica, digamos, un poquitín temperamental?
–¿Quién, yo? –Mandy se señaló como con quien no es la cosa.
–¿Un poquitín? ¡Hágame el favor! –Roberta expresó.
–Temperamental e impulsiva al cubo y multiplicado por mil –dijo
Bianca.
–Intensa y fosforito –Estela aportó su granito de arena.
–Exacto, exacto –asintió Roberta con la cabeza. “¡Miau!”, la apoyó
su gatita.
–Pues eso es. Tus intensas emociones son las que han provocado esa
serie de incidentes sobrenaturales. Aunque en realidad éstas no constituyen el
verdadero problema, pues solo son la chispa que desata el fuego en el líquido
inflamable. El verdadero culpable de tu situación es, precisamente, este mar de
gasolina que ahora albergas en tu interior.
–¿Eh? No entendí ni jota. ¡Explíquese bien, por lo que más quiera!
–Lo que quiero decirte es que gracias a la maldición que te fue
lanzada, de alguna forma has obtenido una renovada energía espiritual muy
superior a la de los humanos normales, una que es capaz de manifestarse en el
mundo físico según los impulsos de tu voluntad. En pocas palabras: ¡te has
convertido en una maga por accidente!
–¿Qué-QUÉ? ¿Insinúa que gracias a mi maldición he obtenido una
especie de súper poder? ¿Trata de decirme que podría mandar mi currículum a los
Avengers o a la Justice League y ser aceptada? ¡Vaya locura! ¿Se imaginan que
termine teniendo mi propia película?
–Es un simpático punto de vista, pero yo no me sentiría tan
optimista.
–¡¿Qué quieres decir con eso, tío aguafiestas?!
–De casualidad, luego de que lanzaste ese misterioso fuego púrpura…
¿terminaste perdiendo el conocimiento?
–¡¿Cómo lo supo?! Pues sí, en efecto eso fue lo que me pasó. Y ahora
que lo menciona, algo más también me sucedió justo después de que lancé ese
extraño poder. Por un momento volví a la normalidad, quiero decir, dejé de ser
púrpura, aunque tal y como usted dice, al poco rato perdí el conocimiento… pero
no lo comprendo, ¿Qué significado tiene el que haya perdido el conocimiento?
–Tal como te lo acabo de explicar, es porque cuando te dejas dominar
por una emoción fuerte, esta se manifiesta en el mundo real haciendo uso de la
energía mágica que ahora posees en tu interior. Debido a que usaste una gran
cantidad de energía mágica es que tu cuerpo perdió su tonalidad generada por tu
renovada energía espiritual. Y por la misma razón es que te debilitaste y por
ende terminaste perdiendo el conocimiento.
–Así que cuando me dejo dominar por la emoción del momento se desata
esa especie de “explosión mágica”, ¿no? Sí, ahora que lo recuerdo, durante el instante
previo al que lancé aquel fuego tan extraño me había invadido un miedo grande,
muy grande… ¡Un momento! Se me ocurre que si de alguna forma lograra agotar por
completo solo la energía de la maldición durante una de esas manifestaciones
podría, yo podría… ¡volvería a ser normal para siempre!
–No tan rápido, niña. Lamentablemente la energía que usas no es solo
la de la maldición, sino que también involucra a la tuya propia. Recuerda que
ambas energías están “fusionadas”. Lo que quiero decirte con esto es que lo
mejor será que aprendas a dominar tus emociones negativas, es más, ¡te exijo
que lo hagas! Ya que esas manifestaciones repentinas son muy peligrosas para
ti. Si por alguna casualidad te llegases a quedar sin nada de energía, bueno,
no creo que sea necesario que te explique lo que podría llegar a sucederte si
eso pasa.
–¡MIERDA!! –Mandy pateó el suelo, presa de una mezcla de
frustración, cólera y temor.
–Y con ustedes, damas y caballero, una chica temperamental en todo
su esplendor –Estela presentó de forma teatral a su amiga.
–¿Y qué puedo hacer? –Mandy se acercó al brujo Arsénico y lo tomó de
los brazos. Su voz se oía notablemente preocupada.
–A estas alturas la fusión de energías se ha hecho tan sólida que
será muy difícil revertirla. Pero no te preocupes, te prometo que haré todo
cuanto esté a mi alcance para hallar la cura para tu problema.
–¿Y qué se supone que haré mientras tanto? –Mandy se lamentó.
–Como ya te lo aconsejé, tienes que aprender a dominar tus
emociones. Eso es vital para que ya no te sorprendan aquellas manifestaciones mágicas
como ese extraño fuego púrpura del que me habló mi sobrino.
–Entiendo.
–Un momento, ahora que menciona a su sobrino… ¿dónde rayos se ha
metido ese maldito pervertido? –preguntó Bianca.
–Diablos, se nos escapó el muy sinvergüenza –se lamentó Estela.
–No importa. El lunes en el colegio ya le haremos pagar por su atrevimiento
–Mandy hizo crujir sus nudillos.
–Olvídense de ese idiota, que ahora tenemos asuntos más importantes
de los que preocuparnos, ¿no opinan igual, chicas? –intervino Roberta.
–¡Glup! Ti-tienes razón, Rob –Mandy tragó saliva. Por más de un
minuto el silencio se apoderó del pequeño local.
–Vamos, Mandy, anímate. Recuerda que solo debes aprender a controlar
tus emociones. No dejes que esto te agobie, tonta –Roberta se acercó a su amiga
y le tomó el hombro.
–Sí… tienes razón –Mandy contestó.
–Gracias por todo, señor brujo, pero ya debemos irnos –Bianca miró
la hora en su celular.
Las muchachas se despidieron del brujo y se dispusieron a salir.
–¡Ejem! –sin embargo, el brujo Arsénico abrió la mano derecha delante
de Mandy cuando ella ya pretendía ir detrás de sus amigas.
–Ay, je je –Mandy esbozó una sonrisa nerviosa–. ¿Cuánto me saldrá el
chiste?
–Cien soles.
–¡¿Qué?! ¡Usted está demente! ¡Ni loca le pagaré tanto! –Mandy
estalló.
–Controla tus emociones, niña, controla tus emociones. ¿Es que no
has entendido nada de lo que te he dicho? –intentó calmarla el brujo Arsénico.
–¡Arghhh!!! –Mandy se tomó de los cabellos y desfogó su rabia con un
grito.
–¡Está bien, está bien! No te pongas así. Escúchame, chica morada, lo
he meditado bien y he decidido ofrecerte otra forma para que cubras mis
honorarios. No es nada complicado, ¿quieres oír mi opción? –el brujo Arsénico
decidió apiadarse de la pobre muchachita púrpura.
Mandy dejó de gritar como por arte de magia. –Lo escucho, caballero
–ella dijo.
–Jamás agredas a mi sobrino, eso es todo lo que te pido. ¿Aceptas?
–¡¿Eh?! –Mandy no podía creer lo que acababa de escuchar. “¿Solo eso?
¡Pues claro que acepto! Uy, me doble con este tío. ¡Qué suertuda soy!”, se dijo
ella para sus adentros–. Acepto –ella asintió. El brujo Arsénico sonrió y le
tendió la mano. Mandy se la estrechó contenta.
–Hemos sellado un pacto. Te estaré vigilando para asegurarme de que
lo cumplas, ¿entendido? –le advirtió el brujo.
“Sí, como no. Este lunes a primera hora le daré su merecido a ese
idiota”.
Ya afuera del establecimiento, Mandy y sus amigas se dirigieron al
paradero que quedaba cerca del terminal para tomar sus respectivas combis.
–Al final lograste averiguar muchas cosas sobre tu maldición –Roberta
le comentó a su amiga.
–Sí, es verdad –Mandy hundió las manos en los bolsillos de su pantalón–.
Con que energía mágica, ¿eh? Supongo que esta energía también debe ser la
culpable de que últimamente haya tenido tan mala suerte en todo lo que hago.
–No lo sé, yo creo que meterte en problemas es más un don tuyo de
nacimiento –opinó Bianca.
–¡Qué odio! Como detesto tener esta maldición que puede hasta
matarme, y que encima me da mala suerte…
–¡Tsch! Miren nada más como se hace la que no me escucha –Bianca entornó
los ojos en dirección a su amiga. A Estela y Roberta les hizo mucha gracia la
ocurrencia. ¡Miau! Maulló la gatita de Roberta.
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😻¡Infinitas gracias por leerme!😻


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