Capítulo 1: ¿Cuál es la verdad sobre mi maldición? ¡En busca de respuestas! (1era parte)

 


Cuando me ocurrió por primera vez aquello de obtener de un momento a otro una súper fuerza para lanzar un golpe fulminante… ah, lo admito, terminé convenciéndome de que se trataba de mi propia fuerza, a pesar de que desde un primer momento tuve la ligera sospecha de que podría deberse a algo relacionado con mi maldición. Pero ahora, con lo sucedido durante mi enfrentamiento contra el niño judoka, sé que definitivamente hay algo anormal en mí. Y digo “hay”, porque sigo siendo púrpura. Así es, la felicidad de haber vuelto a la normalidad solo me duró un instante, para ser exactos hasta que perdí el conocimiento. Después de eso, cuando desperté, el ser normal volvió a ser cosa del pasado, pues me di con la sorpresa de que había regresado a mi púrpura aspecto. Apenas abrí los ojos quise comprobar si era verdad tanta felicidad: por ello levanté mis manos y las vi sin tiempo que perder; mis manos estaban moradas, tan moradas como el Misti. ¡Maldita sea! ¡Y yo tan feliz que estaba por ya no ser más un maldito fenómeno! ¡Arggghh, que rabia!!! Pero ya tuve suficiente, así que he decidido averiguar de una vez por todas sobre la verdadera naturaleza de mi maldición. Ninguno de los doctores a los que me llevó mamá supo dar explicación alguna sobre mi maldición, por lo que la medicina queda descartada. Pues bien, cuando la ciencia falla, es entonces cuando la magia surge como la última esperanza, de modo que: ¡Abracadabra, dame las respuestas, magia!

***

Como en cualquier escuela común y corriente, en el colegio Yaraví los recreos son una combinación de bullicio, correteos, gritos, risas, cotorreos y juegos. En el epicentro de uno de estos tornados de bulla y voces, bajo una mañana de sol radiante y cielo celeste y despejado, Mandy y sus amigas conversaban. Ellas hablaban de lo más contentas alrededor de una de las tantas mesas de la cafetería de la escuela. A su alrededor la bulla era increíble, pero aun así ninguna de las muchachas parecía tener algún problema para escuchar lo que la otra decía. Como quien dice, se habían adaptado al entorno.

–… ¿Y bien, chicas? ¿Qué opinan de lo que les he dicho? –Mandy preguntó. Ella tenía la quijada apoyada sobre las palmas de sus manos.

–Déjame entenderte bien, es que… ¡wow! Todo eso de que la ciencia te ha fallado y solo te queda recurrir a la magia es tan, ¿Cómo decirlo? ¡Disparatado! –Estela opinó, haciendo énfasis en su última palabra.  

–¿Qué es lo que no entiendes? –algo ofuscada, Mandy le replicó.

–Pues mira, en primer lugar: nada de nada. Ósea, ¿magia? ¿Es en serio? ¿Y se puede saber dónde miércoles pretendes encontrar información de índole mágica?

–¡Jajaja! Seguro se va ir a Hogwarts –Roberta bromeó entre risas.

–¡Qué chévere, Mandy! –Bianca exclamó en tono irónico–. ¡Me muero de ganas por saber a qué casa te mandará el sombrero seleccionador!

“¡JAJAJA!”, las dos chicas chocaron palmas mientras se partían de la risa.

–¡Hablo en serio!! –les reclamó Mandy.

–Está bien, está bien –Roberta tomó aire. Por fin logró dejar de reírse. Ella miró a Mandy con seriedad, le tomó las manos y abrió la boca–. Ya sé a quién puedes consultarle sobre tu maldición.

–¿De veras lo sabes, Roberta? –la mencionada había hablado con semblante y voz tan serios, que a Mandy ni por un segundo se le pasó por la cabeza que sus palabras pudiesen tratarse de una broma. Mandy incluso se mostró esperanzada y emocionada. Estela y Bianca dejaron de reírse, y contemplaron a Roberta expectantes, a la espera de lo que diría.

–Así es, amiga mía. Es más, son varias las opciones que se me vienen a la mente, ¿te las digo?

–¡Obvio que sí! –Mandy brincó de la emoción sobre su asiento.

–Bien, te las enumeraré. Puedes recurrir a Sabrina la bruja adolescente, a Gandalf, a Dumbledore, al mago Merlín, a Peter Pan, al genio de Aladino…

–¡Idiota! –rabiosa, Mandy la interrumpió.

“¡JAJAJA!”, Bianca y Estela se destornillaron de la risa.

–Y no te olvides del hada madrina de Shrek –entre risas agregó Bianca.

–Y del gato Salem, no puedes olvidarte del gato Salem. ¡Jajaja! –hizo lo propio Estela.

–¡Ya cállense!! –Mandy vociferó tras ponerse de pie de un salto y chancar con ambas manos la mesa.

En la cafetería se hizo un silencio sepulcral. Todos se le quedaron mirando.

–Je je, no pasa nada aquí. Sigan en lo suyo, chicos –Mandy se excusó con voz nerviosa, y rápidamente volvió a tomar asiento–. ¡¿Ya ven lo que provocan, estúpidas?! ¡¿Por qué siempre tienen que hacerme pasar vergüenzas?!! –la joven púrpura les reclamó en voz baja y colérica a sus amigas.

–Lo sentimos, pero es que… ¡ay! No podemos evitarlo –se explicó Estela.

–Hacerte enojar es nuestro pasatiempo favorito, amiga –añadió Bianca.

–Ya las oíste, querida –Roberta palmeó con suavidad el hombro de su amiga y sonrió.

–¡Carajo!! –Mandy hundió la cabeza en sus antebrazos y así permaneció por algunos segundos–. Por Dios, ¿es que están ciegas o qué? ¿No ven esta piel púrpura, este cabello morado? ¿Acaso no han visto la maldición de Rina con sus propios ojos? ¿No han visto la maldición de Rigo? ¡¿Cómo pueden ser tan incrédulas a estas alturas?!

–Claro que hemos visto todo eso, amiga. ¡Jajaja! –Estela rio–. ¿Acaso no nos has oído? ¡Nos encanta hacerte enojar! Eso es todo.

–Sacarte de tus casillas es el único deleite con el que nuestras pobres almas cuentan para poder soportar el tedio del aburrido mundo gris en el que vivimos. En pocas palabras, ¡eres la alegría que le da color a nuestras miserables existencias, Mandy! –Bianca acompañó su discurso con teatrales poses de filósofa.

–¡JA JA! Miren como me rio. ¡Babosas! –Mandy se cruzó de brazos e infló las mejillas a la vez que frunció el ceño–. Bueno pues, ya basta de bromas y ahora sí respóndanme en serio: ¿Dónde creen que puedo encontrar la respuesta a los misterios de mi maldición?

–Sí, creo que ya hemos tenido suficiente de bromas, chicas –asintió Roberta–. Porque ese fuego púrpura que le lanzaste al muchachito judoka, lo que nos contaste que pasó durante su encuentro… ¡por supuesto que no es para nada normal!

–¡Brrr! De solo imaginármelo se me pone la piel de gallina –Estela se tomó los brazos y tembló.

–Pero Mandy, no hay que ser tan listo para encontrar lugares en los que puedas consultar sobre tu maldición –intervino Bianca.

–¿A sí? Pues dime alguno, genio.

–¡Ay por favor! ¿Es que no ves en los periódicos, en todos los papeles pegados en los postes, tanto brujo, chaman, hechiceras, adivinas, etc., etc. promocionándose hasta decir basta? ¡Ósea, espabílate! –Bianca respondió.

–¡Por supuesto que eso ya se me había ocurrido! Pero, ¿hablas en serio? ¿De veras quieres que le confíe mi destino a uno de esos charlatanes que lo único que saben hacer es pasarte el cuy y escupirte agua por la boca cuando te hacen sus dizques “limpias”?  

–Pues alguno habrá que pueda ayudarte. La cosa es probar suerte con todos los que se pueda –Bianca sugirió.

–Es cierto, amiga –Roberta dijo–. Tienes que lanzarte a probar suerte nomás. No hay de otra.

–¡Rayos! –Mandy echó la cabeza hacia atrás y se lamentó–. ¡¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí?! ¡¿Por qué, Dios mío?!

–¡Eso es! –de pronto Estela dejó caer su puño derecho sobre su palma izquierda–. ¿Y si pruebas a que te exorcice algún cura?

–¡Oye, tampoco es que me encuentre como la chica de “El Exorcista”! –Mandy replicó–. Aunque, ahora que lo pienso bien, no es mala idea consultarlo con un sacerdote. Sí, lo tendré en cuenta, ¡pero primero probaré suerte con los chamanes!

–¡Ay sí! Y todo porque seguro quieres que uno de esos brujos te haga un amarre con Xian –bromeó Estela.

–¡Por supuesto que no, babosa!

–¡Jajaja! Era broma, era broma, no tienes que enojarte tanto…

–¡Pues no me hagas enojar!

–Mira, para que veas que somos buenas, este sábado en la mañana nos ofrecemos a acompañarte en tu búsqueda de chamanes. ¿Qué te parece?

–¿Nos? ¿Perdón? –Bianca se hizo la desentendida.

–¿Qué? ¿No irás, Bianca? ¡Será divertido! –dijo Roberta.

–Claro que iré, era broma. ¡Jajaja!

–Entonces está decidido, chicas: ¡este sábado nos vamos a por los brujos y chamanes! –sentenció Mandy.

Las chicas continuaron conversando de lo más tranquilas, sin sospechar que todo cuanto habían dicho fue escuchado también por orejas ajenas a las de ellas cuatro.  

–Que interesante, muy interesante –Lorenzo, con la cara escondida detrás de su libro de inglés, el cual para colmo estaba de cabeza, había oído toda la conversación de las muchachas. Acababa de ocurrírsele un, según él, muy ingenioso plan que le permitiría poder besar a Mandy, y por esa razón es que se sonreía a más no poder–. Ji ji ji, no hay duda: ¡eres un genio, Lorenzo! –él se auto-felicitó en voz baja, en tanto reía entre dientes.


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