Capítulo 1: ¿Cuál es la verdad sobre mi maldición? ¡En busca de respuestas! (1era parte)
Cuando me ocurrió por primera vez aquello de obtener
de un momento a otro una súper fuerza para lanzar un golpe fulminante… ah, lo
admito, terminé convenciéndome de que se trataba de mi propia fuerza, a pesar
de que desde un primer momento tuve la ligera sospecha de que podría deberse a
algo relacionado con mi maldición. Pero ahora, con lo sucedido durante mi
enfrentamiento contra el niño judoka, sé que definitivamente hay algo anormal
en mí. Y digo “hay”, porque sigo siendo púrpura. Así es, la felicidad de haber
vuelto a la normalidad solo me duró un instante, para ser exactos hasta que
perdí el conocimiento. Después de eso, cuando desperté, el ser normal volvió a
ser cosa del pasado, pues me di con la sorpresa de que había regresado a mi
púrpura aspecto. Apenas abrí los ojos quise comprobar si era verdad tanta
felicidad: por ello levanté mis manos y las vi sin tiempo que perder; mis manos
estaban moradas, tan moradas como el Misti. ¡Maldita sea! ¡Y yo tan feliz que
estaba por ya no ser más un maldito fenómeno! ¡Arggghh, que rabia!!! Pero ya
tuve suficiente, así que he decidido averiguar de una vez por todas sobre la
verdadera naturaleza de mi maldición. Ninguno de los doctores a los que me
llevó mamá supo dar explicación alguna sobre mi maldición, por lo que la
medicina queda descartada. Pues bien, cuando la ciencia falla, es entonces
cuando la magia surge como la última esperanza, de modo que: ¡Abracadabra, dame
las respuestas, magia!
Como en
cualquier escuela común y corriente, en el colegio Yaraví los recreos son una combinación
de bullicio, correteos, gritos, risas, cotorreos y juegos. En el epicentro de
uno de estos tornados de bulla y voces, bajo una mañana de sol radiante y cielo
celeste y despejado, Mandy y sus amigas conversaban. Ellas hablaban de lo más
contentas alrededor de una de las tantas mesas de la cafetería de la escuela. A
su alrededor la bulla era increíble, pero aun así ninguna de las muchachas
parecía tener algún problema para escuchar lo que la otra decía. Como quien
dice, se habían adaptado al entorno.
–… ¿Y bien, chicas? ¿Qué opinan de lo que les he dicho? –Mandy
preguntó. Ella tenía la quijada apoyada sobre las palmas de sus manos.
–Déjame entenderte bien, es que… ¡wow! Todo eso de que la ciencia te
ha fallado y solo te queda recurrir a la magia es tan, ¿Cómo decirlo? ¡Disparatado!
–Estela opinó, haciendo énfasis en su última palabra.
–¿Qué es lo que no entiendes? –algo ofuscada, Mandy le replicó.
–Pues mira, en primer lugar: nada de nada. Ósea, ¿magia? ¿Es en
serio? ¿Y se puede saber dónde miércoles pretendes encontrar información de
índole mágica?
–¡Jajaja! Seguro se va ir a Hogwarts
–Roberta bromeó entre risas.
–¡Qué chévere, Mandy! –Bianca exclamó en tono irónico–. ¡Me muero de
ganas por saber a qué casa te mandará el sombrero seleccionador!
“¡JAJAJA!”, las dos chicas chocaron palmas mientras se partían de la
risa.
–¡Hablo en serio!! –les reclamó Mandy.
–Está bien, está bien –Roberta tomó aire. Por fin logró dejar de
reírse. Ella miró a Mandy con seriedad, le tomó las manos y abrió la boca–. Ya
sé a quién puedes consultarle sobre tu maldición.
–¿De veras lo sabes, Roberta? –la mencionada había hablado con semblante
y voz tan serios, que a Mandy ni por un segundo se le pasó por la cabeza que sus
palabras pudiesen tratarse de una broma. Mandy incluso se mostró esperanzada y
emocionada. Estela y Bianca dejaron de reírse, y contemplaron a Roberta
expectantes, a la espera de lo que diría.
–Así es, amiga mía. Es más, son varias las opciones que se me vienen
a la mente, ¿te las digo?
–¡Obvio que sí! –Mandy brincó de la emoción sobre su asiento.
–Bien, te las enumeraré. Puedes recurrir a Sabrina la bruja
adolescente, a Gandalf, a Dumbledore, al mago Merlín, a Peter Pan, al genio de
Aladino…
–¡Idiota! –rabiosa, Mandy la interrumpió.
“¡JAJAJA!”, Bianca y Estela se destornillaron de la risa.
–Y no te olvides del hada madrina de Shrek –entre risas agregó
Bianca.
–Y del gato Salem, no puedes olvidarte del gato Salem. ¡Jajaja! –hizo
lo propio Estela.
–¡Ya cállense!! –Mandy vociferó tras ponerse de pie de un salto y
chancar con ambas manos la mesa.
En la cafetería se hizo un silencio sepulcral. Todos se le quedaron
mirando.
–Je je, no pasa nada aquí. Sigan en lo suyo, chicos –Mandy se excusó
con voz nerviosa, y rápidamente volvió a tomar asiento–. ¡¿Ya ven lo que
provocan, estúpidas?! ¡¿Por qué siempre tienen que hacerme pasar vergüenzas?!!
–la joven púrpura les reclamó en voz baja y colérica a sus amigas.
–Lo sentimos, pero es que… ¡ay! No podemos evitarlo –se explicó
Estela.
–Hacerte enojar es nuestro pasatiempo favorito, amiga –añadió
Bianca.
–Ya las oíste, querida –Roberta palmeó con suavidad el hombro de su
amiga y sonrió.
–¡Carajo!! –Mandy hundió la cabeza en sus antebrazos y así
permaneció por algunos segundos–. Por Dios, ¿es que están ciegas o qué? ¿No ven
esta piel púrpura, este cabello morado? ¿Acaso no han visto la maldición de
Rina con sus propios ojos? ¿No han visto la maldición de Rigo? ¡¿Cómo pueden
ser tan incrédulas a estas alturas?!
–Claro que hemos visto todo eso, amiga. ¡Jajaja! –Estela rio–. ¿Acaso
no nos has oído? ¡Nos encanta hacerte enojar! Eso es todo.
–Sacarte de tus casillas es el único deleite con el que nuestras pobres
almas cuentan para poder soportar el tedio del aburrido mundo gris en el que
vivimos. En pocas palabras, ¡eres la alegría que le da color a nuestras
miserables existencias, Mandy! –Bianca acompañó su discurso con teatrales poses
de filósofa.
–¡JA JA! Miren como me rio. ¡Babosas! –Mandy se cruzó de brazos e
infló las mejillas a la vez que frunció el ceño–. Bueno pues, ya basta de
bromas y ahora sí respóndanme en serio: ¿Dónde creen que puedo encontrar la
respuesta a los misterios de mi maldición?
–Sí, creo que ya hemos tenido suficiente de bromas, chicas –asintió
Roberta–. Porque ese fuego púrpura que le lanzaste al muchachito judoka, lo que
nos contaste que pasó durante su encuentro… ¡por supuesto que no es para nada normal!
–¡Brrr! De solo imaginármelo se me pone la piel de gallina –Estela
se tomó los brazos y tembló.
–Pero Mandy, no hay que ser tan listo para encontrar lugares en los
que puedas consultar sobre tu maldición –intervino Bianca.
–¿A sí? Pues dime alguno, genio.
–¡Ay por favor! ¿Es que no ves en los periódicos, en todos los
papeles pegados en los postes, tanto brujo, chaman, hechiceras, adivinas, etc.,
etc. promocionándose hasta decir basta? ¡Ósea, espabílate! –Bianca respondió.
–¡Por supuesto que eso ya se me había ocurrido! Pero, ¿hablas en
serio? ¿De veras quieres que le confíe mi destino a uno de esos charlatanes que
lo único que saben hacer es pasarte el cuy y escupirte agua por la boca cuando
te hacen sus dizques “limpias”?
–Pues alguno habrá que pueda ayudarte. La cosa es probar suerte con
todos los que se pueda –Bianca sugirió.
–Es cierto, amiga –Roberta dijo–. Tienes que lanzarte a probar
suerte nomás. No hay de otra.
–¡Rayos! –Mandy echó la cabeza hacia atrás y se lamentó–. ¡¿Por qué
me tienen que pasar estas cosas a mí?! ¡¿Por qué, Dios mío?!
–¡Eso es! –de pronto Estela dejó caer su puño derecho sobre su palma
izquierda–. ¿Y si pruebas a que te exorcice algún cura?
–¡Oye, tampoco es que me encuentre como la chica de “El Exorcista”!
–Mandy replicó–. Aunque, ahora que lo pienso bien, no es mala idea consultarlo
con un sacerdote. Sí, lo tendré en cuenta, ¡pero primero probaré suerte con los
chamanes!
–¡Ay sí! Y todo porque seguro quieres que uno de esos brujos te haga
un amarre con Xian –bromeó Estela.
–¡Por supuesto que no, babosa!
–¡Jajaja! Era broma, era broma, no tienes que enojarte tanto…
–¡Pues no me hagas enojar!
–Mira, para que veas que somos buenas, este sábado en la mañana nos
ofrecemos a acompañarte en tu búsqueda de chamanes. ¿Qué te parece?
–¿Nos? ¿Perdón? –Bianca se hizo la desentendida.
–¿Qué? ¿No irás, Bianca? ¡Será divertido! –dijo Roberta.
–Claro que iré, era broma. ¡Jajaja!
–Entonces está decidido, chicas: ¡este sábado nos vamos a por los
brujos y chamanes! –sentenció Mandy.
Las chicas continuaron conversando de lo más tranquilas, sin
sospechar que todo cuanto habían dicho fue escuchado también por orejas ajenas
a las de ellas cuatro.
–Que interesante, muy interesante –Lorenzo, con la cara escondida detrás
de su libro de inglés, el cual para colmo estaba de cabeza, había oído toda la
conversación de las muchachas. Acababa de ocurrírsele un, según él, muy ingenioso
plan que le permitiría poder besar a Mandy, y por esa razón es que se sonreía a
más no poder–. Ji ji ji, no hay duda: ¡eres un genio, Lorenzo! –él se auto-felicitó
en voz baja, en tanto reía entre dientes.
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