Capítulo 9: Liberación del Alma (2da parte)

 


La entrada a la mina era un socavón por el que pasaban unos rieles hacia su interior. La cueva estaba cargada de humedad. Cuando los muchachos ingresaron sintieron constantes gotitas de agua estrellarse sobre ellos. A medida que se adentraban más, el lugar se fue tornando más oscuro, de modo que Jack tuvo que activar su poder final para iluminar a sus compañeros.

–No puedo creer que dos parlamentarios, que además son nobles, se reúnan en un lugar tan desolado como este –comentó Phillipe. Al mismo tiempo que su voz, los demás oyeron el constante eco de gotitas que caían sobre los numerosos charcos de agua formados en el suelo del túnel.

–Yo tampoco me lo creo, ¿están seguros de que podemos confiar en lo que les dijo ese invidente? –cuestionó Jack.

–Es nuestra única pista, por lo que solo nos queda confiar –suspiró Clark.

Los muchachos anduvieron por un buen trecho más, cuando en eso se percataron de que el lugar por el que avanzaban estaba iluminado por singulares mariposas que emitían un destello púrpura.

–Por fin podré descansar –bostezó Jack, y desmaterializó su poder final.

El grupo anduvo un trecho más, hasta que llegaron a una ampliación del túnel. El techo del lugar se encontraba muy alto, y contaba con varios agujeros por los que se filtraba la luz del sol. Asimismo, el lugar era amplio y tenía forma circular, y a sus costados contaba con siete entradas, incluyendo la que habían utilizado los muchachos para llegar.

–¡Miren, allí está el parlamentario Daniel! –de improviso Scarlett señaló hacia una de las entradas–. ¡Y allí está el parlamentario Elías! –ella agregó tras apuntar con su dedo a otra de las entradas.

–¡Allí hay otro parlamentario Daniel! –señaló Lucrecia a otra de las entradas. Nadie lo podía creer: había dos parlamentarios Daniel. Sin embargo, la impresión por esto no fue nada comparada con la que tuvieron los muchachos tras la aparición de otro parlamentario Daniel por otra de las entradas, y de tres parlamentarios Elías, uno en cada entrada restante.

–¡¿Qué rayos está pasando aquí?! –exclamó Natalio desconcertado.

–Lo único que nos queda es separarnos y que cada uno siga a uno de los parlamentarios –sugirió Rudy, y de inmediato se dirigió a una de las entradas en la que esperaba uno de los parlamentarios. Sin embargo, Rudy solo pudo avanzar unos cuantos pasos, pues de forma sorpresiva un hombre vestido de negro y con sombrero de cráneos aterrizó frente a él.

–¡Hermano! –exclamó Alanis conmocionada.

–¿Tú eres… Capricornio? –lo señaló Allen.

En ese preciso instante, los parlamentarios que habían estado en las entradas les dieron las espaldas a los muchachos y comenzaron a correr hacia el interior de sus respectivos pasadizos.

–¡No dejen que escapen! –ordenó Natalio–. ¡Nosotros los capitanes nos encargaremos de este tipo!

En un principio los muchachos dudaron sobre si acatar las órdenes del capitán o si quedarse a ayudar, aunque en poco tiempo se percataron de que si no iban tras los parlamentarios perderían su única pista.

–¡Los capitanes se encargarán de Capricornio! –exclamó Scarlett–. ¡Nosotros separémonos y vayamos tras los parlamentarios; eso es lo mejor que podemos hacer ahora! Sus compañeros asintieron, y de inmediato cada uno fue tras uno de los fugitivos. Rudy trató de ir tras Scarlett, pero Capricornio lo cogió de un brazo y lo lanzó con fuerza hacia el centro de la caverna.

–Tú te quedas aquí, chico –Capricornio sonrió de forma macabra. Rudy se levantó adolorido mientras se cogía el brazo afectado, y le dirigió a Capricornio una mirada desafiante. Sus compañeros ya habían desaparecido por las entradas.

–Xavier –Alanis se dirigió a su hermano–. Hace diez años, frente al lecho de muerte de nuestro padre, ambos prometimos convertirnos en personas útiles para la sociedad. Fue por esa promesa que me uní a los centinelas. Pero tú… ¿Por qué? ¿Por qué te desviaste del buen camino?

–Cada uno tiene su punto de vista, hermana. Todo lo que he hecho hasta ahora ha sido para convertirme en el nuevo gobernante de este país: yo acabaré con las injusticias de Mavsbe y traeré la paz y la felicidad a sus habitantes. ¿Acaso eso no es ser útil para la sociedad?

–Después de la muerte de papá desapareciste, Xavier. Si tan solo te hubieras quedado conmigo, ambos hubiéramos podido cumplir con la promesa que le hicimos a nuestro padre.

–Te equivocas. Durante mis años de errante descubrí muchas verdades del mundo, conocí a los Filosofal, y entonces supe lo que tenía que hacer. Ellos no solo cambiarán las cosas en este país: el mundo entero será testigo de un nuevo orden…

–Lo sabía, esos Filosofal son gente peligrosa –gruñó Allen.

Justo cuando Xavier estaba pronunciando este pequeño discurso, una de las mariposas púrpuras que rondaban por todo el lugar rozó una de sus mejillas.

–¡Ups! Creo que hablé de más. No importa, de todas formas, ustedes morirán –rio Capricornio.

–Estás demente –bufó Natalio–. Nosotros acabaremos ahora mismo con tus ideales de pesadilla.

Tras estas palabras, los tres capitanes y Rudy activaron sus halos y materializaron sus poderes finales. Xavier estalló en carcajadas cuando vio lo que habían hecho sus contrincantes.

–En verdad que son patéticos –él rio–. Ni siquiera pueden materializar su poder final sin necesidad de hacer visible su halo. Esa aura blanca delata que son unos novatos.

–No me digas que… –Alanis tragó saliva.

–Así es –se burló Capricornio–. He dominado la Materialización Directa: ¡el Halo Celestial!

Ni bien terminó de hablar, Xavier extendió sus manos, y de estas comenzaron a salir unos relámpagos blancos que materializaron a sorpréndete velocidad varias figuras humanas. Un soldado, un parlamentario Daniel, otro soldado, y así sucesivamente, hasta que en poco tiempo la caverna se llenó de un pequeño batallón.

–¿Qué demonios está pasando? –se preguntó Natalio–. Este tipo acaba de materializar a varios parlamentarios Daniel y Elías, y, no solo eso, sino que también ha materializado a soldados de la guardia real…

–¿Cómo es posible? –Rudy manifestó su sorpresa–. ¿Cómo este tipo ha podido materializar personas, y encima sin necesidad de activar su halo?

–El Halo Celestial es un nivel muy superior de dominio del halo –explicó Alanis–. Verás, tras mucho entrenamiento un usuario del halo puede llegar a ser capaz de mantenerlo activado de por vida, pues este se vuelve para él como una segunda piel. Es por eso que no puedes verlo, Rudy. Gracias a esta técnica es que mi hermano ha podido materializar su poder final sin que tú hayas podido ver su activación del halo.

–Ya veo –asintió Rudy. Un tenue temblor de pronto había invadido su cuerpo.

–Estas muy enterada, Hermana –sonrió Capricornio–. Supongo que también sabrás que un usuario del Halo Celestial está a un abismo de distancia de los usuarios del halo normales.

–Eso lo sé muy bien, pero igual pienso rescatarte de la oscuridad. Así se me vaya la vida en ello lo haré –afirmó Alanis con total convicción.

–Ataquen, mis queridos subordinados –ordenó Xavier. Al instante sus creaciones se abalanzaron sobre Rudy y los capitanes.

Ciudad de Fili. El sol de la mañana azotaba los edificios y creaba la ilusión de que sus blancas paredes de sillar brillaban con luz propia. Bajo este hermoso y despejado cielo, un atlético anciano de barba corta y blanca, de cabellera plateada y recogida en una larga cola de caballo, caminaba con parsimonia rumbo al cuartel centinela. Nada en él lo hubiera hecho verse especial si no fuera por el uniforme militar que vestía y por la blanca capa con capucha que colgaba de su espalda y se agitaba suavemente con los débiles soplidos del viento.

–¡Buenos días, señor general! –un militar de la República recibió con un respetuoso saludo militar al viejo de la capa blanca.

–Oh, oh, cuanto ímpetu, jovencito, ¿está tu capitán presente? –el viejo habló con voz calmada y despreocupada.

–En estos momentos mi capitán se encuentra en una misión. Él me ha encargado el cuidado del cuartel.

–Supe que otros capitanes han llegado a este cuartel. ¿Se encuentra en este momento alguno de ellos?

El soldado negó con la cabeza.

–Ya veo, supongo que tendré que volver más tarde. Hasta luego, sustituto del capitán –se despidió el general y luego se marchó con la misma parsimonia con la que llegó.

“Mi amigo Allen me dijo que estaría en una difícil misión en esta ciudad. Fue por eso que pidió mi ayuda, pero no está en el cuartel. Ni siquiera el capitán Natalio o los demás que Allen mencionó que lo acompañarían. Bah, para que pide mi ayuda si va a terminar yéndose solo a la misión. Si tan solo hubiera dejado una pista que me lleve a él para ayudarlo…”. En estas cavilaciones estaba el general, cuando en eso vio unos finos plumones pasar por su lado. “Esto es… de Allen. Para que se hayan hecho visibles estos plumones mi amigo debe de estar en este preciso instante con su poder final materializado. Si quiero ayudarlo deberé apresurarme en seguir estas plumas. Bien pensado, Allen: desde que llegaste a la ciudad estuviste dejando plumas por todos los lugares a los que ibas. Ahora solo tengo que rastrear las más recientes, es decir, las que tengan mayor cantidad de energía espiritual, y así te encontraré”, pensó el anciano, y sin perder más tiempo se apresuró en reunirse con su amigo.

–¡Te pescaré, maldito Capricornio! –exclamó Natalio mientras atacaba sin descanso a las figuras humanas que Xavier había materializado. Su poder final consistía en una caña de pescar cuyo anzuelo era una larga aguja plateada muy afilada. Natalio blandía su caña de un lado a otro, y la aguja iba cortando todo lo que estaba a su paso. Sin embargo, las creaciones de Xavier no se quedaron estáticas a esperar que las destrocen, sino que contraatacaron con diversas armas que salían como por arte de magia de su cuerpo, tales como pistolas, rifles, sables, e incluso barras de dinamita.

–Estos seres son… ¡marionetas! ¡Marionetas como las de aquella vez en el orfanato! –exclamó Rudy–. Eso quiere decir que tú eres… –él agregó mientras señalaba a Capricornio.

–Así es, yo soy “Sigmund” –rio Capricornio.

–Esa vez me engañaste, maldito, pero ahora no volverá a pasar. Acabaré contigo –lo amenazó Rudy–. Te haré pagar por todo lo que les hiciste a esos pobres niños.

–Ya te dije que no les hice nada malo –Capricornio contestó con tranquilidad–. sin embargo, debo admitir que me sorprendiste cuando derrotaste a mi niño-marioneta. Es por eso que ahora deseo enfrentarte de nuevo. Quiero ver que tan fuerte eres en realidad, Rudy Craft.

Rudy y los capitanes atacaban sin descanso a las marionetas, pero estas, una vez que quedaban destrozadas, de inmediato volvían a regenerarse.

–¿Qué está pasando? –se preguntó Rudy–. En el orfanato no se regeneraban así…

–Que lamentable –se burló Capricornio–. Cuando mis marionetas estás tan cerca de mí son invencibles.

“¡Voluntad de Ataque!”, exclamó Alanis, y una luminosa flecha celeste salió disparada de su Arco Lunar, atravesó a una de las marionetas, y explotó. Al mismo tiempo, Rudy, como un felino salvaje, se abalanzó sobre un par de marionetas, y con sus afiladas garras y colmillos las destrozó. En tanto, Natalio continuó atacando con su caña de pescar y Allen se dedicó a lanzar continuamente enjambres de afiladas plumas que destrozaban todo a su paso.

Los ataques de los centinelas duraron un buen rato, pero las marionetas se regeneraban una y otra vez, y, por si esto fuera poco, cada vez que uno de los centinelas trataba de atacar a Capricornio, una marioneta se interponía en su camino.

–¡Ven acá, maldito! –exclamó Tiki mientras perseguía a uno de los parlamentarios Elías por un tétrico pasadizo, el cual estaba iluminado únicamente por las misteriosas mariposas púrpura. De pronto, Tiki vio una luz al final del túnel. Atravesó la salida del pasadizo y se detuvo en medio de una amplia caverna iluminada por finos rayos de sol que se filtraban por entre el rocoso techo. Sin previo aviso, el parlamentario que había estado huyendo se dio media vuelta y se abalanzó sobre Tiki, quién reaccionó rápidamente materializando su poder final, unas botas de acero, y de una poderosa patada destrozó en mil pedazos a su atacante, quien resultó tratarse en realidad de una simple marioneta.

–¿Qué rayos fue eso? –se preguntó Tiki–. ¿Ahora resulta que el parlamentario estaba hecho de madera? ¿Qué no era más que una triste marioneta?

–Así es –se oyó una repentina voz. Tiki miró al frente, y de entre las sombras se le apareció un tipo vestido con el uniforme de la guardia real. Se trataba de Kolt, uno de los seis subordinados de Capricornio que estuvieron presentes en la reunión con Simona.

La misma situación de Tiki se repitió con sus otros cinco compañeros: al final todos terminaron frente a uno de los subordinados de Capricornio, y todos descubrieron la verdad respecto a que los parlamentarios en realidad eran marionetas.

–Los noto muy cansados centinelas –comentó Xavier en son de burla–. ¿No va siendo hora de que se rindan?

–Eso nunca pasará –respondió Alanis mientras luchaba contra las marionetas–. ¡Te juro que te haré recapacitar! ¡Solo en el camino del bien podrás enmendarte por todos los crímenes que has cometido!

–¡Bien dicho, capitana! –expresó Rudy con energía.

–Vaya, creo que fui un tonto al creer que se rendirían con un obstáculo tan insignificante –gruñó Capricornio–. ¡Pero se arrepentirán por haberme hecho usar todo mi poder para acabar con su tonta convicción!

–¡¿Todo su poder?! –se preguntó el capitán Allen con sorpresa.

–No me digas que… –intervino Natalio.

– “La Liberación del Alma” –Alanis completó la frase de su compañero. En ese momento, los tres capitanes sintieron un escalofrío.

–¿De qué rayos están hablando? –les preguntó Rudy.

–Verás, Rudy –contestó Alanis–. Cuando un usuario del halo ha dominado el Halo Celestial, con el tiempo él adquiere la capacidad de poder manifestar en el mundo real la forma física de su tercera potencia del alma en toda su dimensión, es decir, la forma completa y evolucionada del poder final… a esta materialización superior es a lo que se le conoce como Liberación del Alma.

Rudy tragó saliva.

–Fueron unos tontos al haberse atrevido a enfrentarme –Capricornio sonrió con altanería mientras se iba desabrochando su largo abrigo negro y luego su camisa. Capricornio dejó su abdomen al descubierto, y en este, con una velocidad sorprendente, unos relámpagos blancos materializaron una monstruosa boca de colmillos afilados y labios carnosos–. ¡Liberación del Alma! –exclamó Xavier y, sin previo aviso, todas las marionetas que había en el lugar fueron atraídas hacia la grotesca boca, trituradas por los afilados dientes de esta y luego tragadas. Cuando Capricornio engulló la última de sus marionetas con la boca de su abdomen, una potente luz seguida de una fuerte onda expansiva emanó de golpe de su cuerpo, aunque se mantuvo solo por un instante. Cuando esta desapareció y el polvo se hubo disipado, la figura que apareció frente a Rudy y los capitanes ya no era el mismo Capricornio que ellos conocían.

–¡¿Qué está pasando aquí?! –se preguntó Rudy fuera de sí. En ese momento todo su cuerpo temblaba, a pesar de que él trataba de mantenerse sereno a toda costa.

Capricornio se había transformado él mismo en una especie de marioneta de pesadilla. Todo su cuerpo lucía cubierto por madera y metal, y sus brazos y sus piernas se habían vuelto más largos de lo normal, al igual que sus dedos. Su rostro ahora se veía como una máscara de madera, con tétricos ojos de vidrio moviéndose en todas direcciones, y con afilados dientes metálicos saliendo de su boca. Asimismo, ahora gran parte de su cuerpo contaba con pequeños agujeros de los que salía constantemente vapor a presión como si se tratarán de pequeños géiseres.

–E-eres un mo-monstruo –lo señaló el capitán Allen.

–Así que esto es una Liberación del Alma –el capitán Natalio tragó saliva–. Ahora sí que estamos en aprietos, ¿verdad, capitana Alanis?

De pronto, los vidriosos ojos de Capricornio dejaron de moverse como locos y se centraron en Natalio. Al mismo tiempo, su maxilar comenzó a vibrar a gran velocidad hasta que finalmente se detuvo.

–Perdónenme, pero siempre me cuesta hablar cuando estoy en esta forma –dijo Capricornio con una voz metálica. Rudy y los capitanes lo miraron fijamente y se pusieron en guardia, pero en un abrir y cerrar de ojos, Capricornio desapareció de su vista.

–¡Arriba de ti, Allen! –gritó Alanis conmocionada. El capitán Allen miró hacia arriba y trató de moverse, pero antes de que pudiera dar un paso una afilada hoja de sable, la que salió de la palma de la mano de Capricornio como si se tratase de una extensión de su cuerpo, cayó de golpe sobre su hombro. El arma hubiera cortado hasta mucho más abajo, pero, para suerte de Allen, Natalio logró cogerle el pie con el hilo de su caña y apartarlo del peligro justo a tiempo.

La sangre del hombro del capitán Allen salió disparada hacia arriba, pero él, una vez fue rescatado por su compañero, se apresuró en hacerse un torniquete con un pedazo de tela de su capa de centinela, la cual velozmente se apresuró a rasgar.

–¡No se detengan! ¡Ataquémoslo con todas nuestras fuerzas! –Alanis lanzó este ensordecedor grito de batalla, y de inmediato se lanzó a la carga. Rudy y los demás capitanes asintieron y también se lanzaron al ataque.

Alanis atacó primero con una lluvia de sus luminosas flechas, las cuales explotaron al entrar en contacto con el cuerpo del enemigo. De inmediato, Allen arremetió con su ráfaga de plumas afiladas. Por su parte, Rudy utilizó su cola como resorte para saltar lo más alto posible y, una vez que alcanzó una gran altura, giro sobre sí mismo y se lanzó sobre Capricornio como si fuera una especie de trompo con cuchillas, que eran sus garras. El impacto fue brutal y remeció el suelo de la caverna. Rudy, sonriente por haber dado en el blanco, de un saltó se alejó a varios metros de Capricornio. Finalmente, Natalio lanzó su anzuelo, del que salió una red de pescar que cubrió el cuerpo de Capricornio y luego se cerró de golpe.

–Estás acabado, Capricornio –dijo el capitán Natalio muy seguro de sí mismo–. Todos esos ataques han sido formidables, y además para rematarte te he lanzado mi Red Estranguladora, la cual está hecha de afilados hilos que irán contrayéndose hasta descuartizarte…

–¡Esto no es nada! –exclamó Capricornio, y en un abrir y cerrar de ojos afiladas hojas de espada salieron por todo su cuerpo. El hombre-marioneta giró sobre sí mismo a gran velocidad, y en un santiamén cortó la red que lo estaba aprisionando–. ¡¿Qué estoy acabado?! ¡Esto recién empieza! –Capricornio rugió y se abalanzó sobre sus contrincantes.

Girando como un violento tornado de sables y espadas, Capricornio fue cortando a sus oponentes, quienes inútilmente trataban de defenderse de tan formidables ataques.

–Quise jugar con ustedes, pero al parecer se me pasó la mano –se burló Capricornio una vez que detuvo su ataque y contempló los resultados de este.

Rudy y los demás tenían múltiples cortes por todo su cuerpo, de los cuales algunos eran de considerable profundidad.

–Xavier, te prometí que te rescataría de la oscuridad. No me rendiré, como tu hermana te juro que no me rendiré –Alanis logró mantenerse de pie a pesar de las múltiples heridas que cubrían su cuerpo. A comparación del dolor de su corazón, el daño físico sufrido no le significaba nada. Sentidas lágrimas brotaron de sus ojos color caramelo.

–No vale la pena que derrames tus lágrimas por este criminal –trató de tranquilizarla el capitán Natalio. Por su parte, el capitán Allen estaba tan magullado que a duras penas podía mantener la materialización de su poder final.

–Desgraciado, ¡¿Cómo te atreves a hacer llorar a la capitana?!! –gruñó Rudy. En ese momento él estaba realmente furioso.

Mediante un ensordecedor grito, Rudy desató toda la ira que lo embargaba, en tanto que numerosos relámpagos blancos recorrieron todo su brazo derecho y lo transformaron en un fornido y largo brazo de bestia mitad hombre, mitad león.

–No perdonaré que hayas herido a mis amigos, y por encima de eso… ¡No perdonaré que sigas lastimando a la hermana que tanto te quiere!! – bramó Rudy, y se lanzó al ataque. Su nuevo brazo derecho resultó ser muy poderoso, pues de un violentísimo golpe lanzó a Capricornio contra una de las paredes de la caverna, la cual quedó destrozada por el brutal impacto.

“Gracias, Rudy. Te lo agradezco de todo corazón”, expresó la capitana Alanis tras recuperarse de la sorpresa que le causó el repentino ataque del joven centinela. Sus dos colegas aún no podían creer lo que veían. –¡Vamos, ¿Qué les pasa?! ¡¿Acaso piensan dejar que un chiquillo nos supere a los capitanes?! –Alanis les increpó a sus colegas–. ¡A la carga!!!

Allen y Natalio reaccionaron ante las palabras de su compañera, y con renovados ánimos debido a la valentía de Rudy, ellos arremetieron contra Capricornio con todas sus fuerzas. Entre los cuatro centinelas, poco a poco fueron acorralando a Capricornio, quien solo atinó a esquivar y a bloquear los frenéticos ataques de sus contrincantes. La pelea marchó al mismo ritmo por un buen rato, hasta que los centinelas lograron arrinconar a Capricornio contra una pared.

–¡Esto es inconcebible! –exclamó Capricornio en tono asustado.

–Lo sabía, si todos trabajamos juntos no importa que nuestro rival haya activado la Liberación del Alma, de todos modos, nuestro número al final va a marcar la diferencia –comentó Natalio.

–No se emocionen –de pronto el tono de voz de Capricornio cambió a uno de burla–. Solo estaba jugando con ustedes.

Tras estas palabras, los dedos de Capricornio se echaron hacia atrás y dejaron al descubierto pequeños cañones por los que salieron un sinfín de balas. Allen se colocó delante de sus compañeros y los protegió con sus alas, dándoles tiempo de huir. Sin embargo, el esfuerzo fue demasiado para Allen, de modo que, con casi toda su energía espiritual agotada, él se desplomó sobre el suelo en tanto que sus alas se desvanecieron en el aire.

–¡Capitán! –gritó Rudy muy preocupado, y corrió en ayuda de su compañero, pero Alanis lo detuvo. Una hoja de sable salió de la palma de la mano de Capricornio. El hombre marioneta se acercó a Allen con toda la intención de darle el golpe definitivo, pero justo a tiempo Natalio logró coger a su compañero de la pierna con su hilo de pescar y así alejarlo del inminente peligro.

–¡Maldición, Allen está desmayado! –se lamentó Natalio, más la frustración no le duró demasiado, pues Capricornio con una velocidad sorprendente se colocó frente a él, y con una devastadora patada en el abdomen lo mandó a volar. Natalio se estrelló contra una pared de la caverna y cayó inconsciente. Al igual que como pasó con Allen, el poder final de Natalio también se desintegró en el espacio.

–Esto no puede estar pasando. Esto no…  –Alanis cayó de rodillas al suelo y lanzó un angustiado grito. La determinación que ella había tenido hasta aquel momento se quebró por completo.

Con una rapidez inaudita, Capricornio se paró frente a su hermana, dobló su mano hasta que esta tocó su hombro y, por el agujero que quedó al descubierto a la altura del codo salió un cañón que apuntó al rostro de la capitana.

–Lamento que nuestro encuentro haya terminado así, hermana, pero tengo que cumplir con lo que le prometí a papá: ser útil para la sociedad. Te prometo que cuando gobierne este país lo cambiaré por completo para bien. Cumpliré con mi objetivo cueste lo que me cueste, sin importar los medios ni los sacrificios que tenga que hacer para ello –Capricornio dirigió una última mirada a su hermana–. Adiós –él se despidió, y disparó el cañón que salía de su codo.

Alanis cerró los ojos esperando su final, pero un repentino y ensordecedor rugido la movió a abrirlos de nuevo. Delante de ella se encontraba un fornido hombre bestia como de dos metros de alto. Al principio, Alanis no supo de quién se trataba esta criatura, pero tras verle el brazo derecho pudo darse cuenta de que era Rudy. Él se había transformado por completo en un hombre-león.



–¿De dónde saliste tú? ¿Quién rayos eres? –preguntó Capricornio anonadado–. Y lo que es más importante… ¿Cómo pudiste bloquear mi bala de cañón sin recibir ningún rasguño?

La imponente transformación de Rudy agitó su dorada melena, retorció su larga cola, y a continuación respondió a las interrogantes de Capricornio con un salvaje rugido que remeció toda la caverna. Numerosos fragmentos de rocas y polvo cayeron del techo.

Capricornio no se amilanó ante tan aterradora respuesta y, por el contrario, se puso en posición de ataque. Afiladas hojas de sables y de espadas le salieron por todas partes, en tanto que por los agujeros de su cuerpo emanó más vapor que nunca. “Con mi técnica Máquina de Vapor soy más veloz que cualquiera. ¡Esa bestia troglodita no tiene oportunidad!”, pensó Capricornio, y se abalanzó sobre Rudy. Al arrancar de su posición, el suelo en donde habían estado sus pies de marioneta quedó hecho añicos. Sin embargo, a pesar de su gran velocidad, Capricornio fue cogido del cuello por la transformada mano de Rudy, quién, tras mostrarle sus colmillos, con una brutalidad inhumana lo estrelló contra el suelo, el cual quedó hecho trizas en el acto.

Del agujero formado en el suelo por el violento ataque de la bestia hombre-león, Capricornio fue levantado a la fuerza y luego lanzado hacia arriba. Capricornio no terminó ni de revotar contra el techo, cuando Rudy lo cogió de una pierna y lo volvió a estrellar contra el suelo.

–Esta forma es, es… ¡la Liberación del Alma de Rudy! –Alanis aún no lograba salir de su asombro, aunque aún así pudo notar que a diferencia de su hermano Rudy no tenía control alguno sobre su Liberación del Alma, sino que actuaba únicamente guiado por su ira y su rencor.

–Esto es inadmisible. Yo no seré derrotado por este monstruo. Tengo planes que cumplir. ¡Tú no me arrebatarás mi futuro!! –exclamó Capricornio, y a continuación abrió su boca para que de esta surgiera un largo cañón. Capricornio apuntó a Rudy, y el agujero del cañón se comenzó a iluminar con una esfera de energía que poco a poco fue recibiendo rayos de luz que la hicieron más y más grande. Una vez que la esfera de luz alcanzó el tamaño de un elefante fue lanzada contra Rudy a gran velocidad, tanta que se deformó en un rayo de poder abrumador.

El rayo de energía se estrelló contra la palma de la mano derecha de Rudy, quien por la fuerza del impacto comenzó a ser arrastrado hacia atrás. Sin embargo, el centinela utilizó la mano que le quedaba libre, y ya con ambas aplastó el rayo y lo desvió hacia arriba. Un gran agujero quedó en el techo de la caverna. No cayeron escombros, pues todos estos fueron pulverizados por el poderoso rayo.

–Im-imposible –tartamudeó Capricornio–. Ese ataque lo hice reuniendo una cantidad masiva de mi energía espiritual. Era mi ataque más poderoso… ¡y esa bestia lo desvió con sus manos desnudas!

Un temblor se sintió de pronto en la caverna. Fue producido por el impulso que tomó Rudy para abalanzarse sobre Capricornio. Una vez delante de él, el joven centinela comenzó a golpearlo sin piedad, infringiéndole profundas heridas con sus temibles garras. Capricornio escupió sangre por la boca tras cada golpe. La golpiza parecía que nunca iba a tener fin, pero de repente la transformación de Rudy se desvaneció como una flama que se apaga tras una ventisca. Ya sin su Liberación del Alma, Rudy cayó inconsciente al frio suelo de la caverna.

–Ya veo, con que eras tú –musitó Capricornio con voz débil. Tras estas palabras, su Liberación del Alma se desmaterializó y él cayó de espaldas sobre la rocosa pared de la caverna.

–Rudy, lo venciste –masculló Alanis, y se acercó a auxiliar a su subordinado. Ella se arrodilló para comprobar cómo se encontraba Rudy, cuando en eso oyó la moribunda voz de su hermano.

–Lo lograste, hermana. Me derrotaste –dijo él con voz apenas audible.

–No, yo no logré nada –contestó Alanis entre sollozos–. No logré que volvieras al camino del bien, y eso es lo único que siempre me importó.

–Ya veo, entonces me despido. Que locura, pero a estas alturas me intriga saber cómo hubiera sido mi vida si me hubiera convertido en centinela –confesó Capricornio–. Adiós… her…ma…na –Capricornio expiró su último aliento y después se quedó inmóvil.

Alanis ya no pudo más con el sufrimiento que la embargaba, y lanzó un angustiado gritó de dolor y desesperación. Ella permaneció sollozando por un buen rato, hasta que de improviso una mano tocó su hombro con delicadeza y a la vez una voz tranquilizadora le dijo: “No sufras más, ya todo ha terminado”.


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