Capítulo 10: La enigmática organización de los Filosofal

 


–¡General Winston! –exclamó Alanis mientras se secaba las lágrimas. El dueño del gesto y las palabras tranquilizadoras se trataba del viejo de la capa blanca que hace un rato había visitado el cuartel de la ciudad.

–Ya me he encargado de hacerles los primeros auxilios a tus dos colegas –dijo el general mientras señalaba a Allen y a Natalio, quienes en ese momento lucían cubiertos de vendas.

–General, ¿desde cuándo ha estado aquí? –preguntó Alanis intrigada. Ella ya se hallaba más calmada.

–Desde poco después de que tu subordinado sufriera esa fantástica transformación –contestó el viejo Winston tras apuntar con la mirada a Rudy–. En verdad que este jovencito tiene un gran potencial, aunque aún se encuentra en bruto.

Tras estas palabras, el general Winston sacó un pequeño maletín que guardaba entre sus ropas y atendió las heridas de Alanis y de Rudy.

–Gracias, general –Alanis efectuó una sutil reverencia.

–Oh, no, no. No hay nada que agradecer –señaló el general sonrojado–. Más bien, ¿Dónde se encuentran tus demás compañeros?

–Ellos fueron tras unos sospechosos. Cada uno siguió una entrada distinta de las seis de allá –señaló Alanis. El general asintió, y sin perder el tiempo se dirigió a una de las entradas–. ¡Espere, general! Sé que no viene al caso, pero… ¿cómo supo de nuestra situación? –preguntó Alanis.

–¡Agradézcaselo al prudente capitán Allen! –contestó el general, y luego se introdujo en uno de los seis pasadizos.

Retrocediendo un poco en el tiempo, Jack se encontraba luchando contra uno de los tipos vestidos con el uniforme de la guardia real. Se trataba de Mat.

–Ya comprendo la habilidad de esos guantes que llevas puestos –jadeó Jack–. Cuando tocas a un oponente le instalas una especie de bomba invisible, de modo que este no se da cuenta de ella, y, pasado un rato, cuando él está de lo más concentrado atacando, chasqueas tus dedos y la bomba explota repentinamente. Esto hace creer a tu rival que tu poder consiste en hacer explotar lo que miras cuando chasqueas tus dedos, pero lamento informarte que he descubierto que tu habilidad no es tan temible.

–Es admirable que hayas podido descubrir la habilidad de mis Guantes Bum tras unos pocos ataques –dijo Mat con tranquilidad–. Sin embargo, eso no te servirá de nada.

–Si evito que me toques, no podrás hacerme ningún daño –sonrió Jack muy seguro de sí mismo–. En cambio, yo puedo atacarte a la distancia con mi látigo de fuego cuantas veces quiera. Acéptalo, estás acabado.

Mat sonrió y comenzó a correr. Al verlo, Jack agitó su látigo e inició un frenético ataque. Mat hizo gala de su gran agilidad para poder esquivar todos los ataques de su oponente. Sin embargo, a pesar de su velocidad, a veces Mat se vio obligado a rodar por el piso o a pararse de manos para evitar los peligrosos latigazos.

Ambos contrincantes siguieron en lo mismo por un buen rato más, aunque, casi de forma imperceptible, poco a poco Jack fue arrinconando a Mat contra una esquina de la rocosa habitación.

–Este es tu fin –sonrió Jack cuando vio que la espalda de Mat chocó contra la pared–. ¡Te acabaré con mi próximo ataque! –él exclamó, y acto seguido agitó su látigo de fuego con todas sus fuerzas y lo dirigió hacia Mat. Sin embargo, este último sonrió y chasqueó los dedos. Una violenta explosión se dio justo debajo de los pies de Jack, la cual lo hizo volar por los aires.

Jack cayó de bruces contra el suelo. Sus piernas estaban muy dañadas.

–Veo que lograste concentrar una buena cantidad de energía espiritual en tus piernas para protegerlas –señaló Mat–. De lo contrario, ahora ya estarías sin ellas.

–¿Qué rayos fue eso? –preguntó Jack–. En ningún momento me tocaste…

–Yo puedo colocar mis bombas en cualquier lado, ¿nunca se te ocurrió que las colocaría en el suelo a medida que iba esquivando tus ataques? –explicó Mat.

–Ya veo –sonrió Jack–. De todos modos, esta es mi victoria.

–¿Qué diablos estas diciend…? –Mat no pudo completar su interrogante, pues sorpresivamente desde el suelo se desenterró el látigo de fuego de Jack y se amarró en su cuerpo, para a continuación lanzarlo de forma violenta contra una de las paredes de la caverna. Mat se estrelló contra el suelo, y una vez allí, con algunas quemaduras en su cuerpo, permaneció inmóvil.

–Por fin… se acabó –exhaló Jack. Desactivó su halo y trató de incorporarse, pero cayó de bruces debido al grave daño que habían sufrido sus piernas. Jack estaba muy distraído en tratar de caminar, por lo que no vio cuando una de las mariposas púrpuras que estaban rondando por el lugar se metió en la boca de Mat. Otra de estas mariposas trató de meterse dentro de su propia boca, pero Jack con un rápido movimiento de manos se la quitó de encima. Tras el extraño incidente, él se arrastró para intentar llegar a la salida del lugar, pero un fino zapato con taco y calzado sobre un delicado y pálido pie se interpuso en su camino.

Jack alzó la vista y frente a él vio con sorpresa a una bella dama de vestido negro.

–Esa rosa púrpura en tu cabeza… ¡tú eres la periodista de aquella vez! –señaló Jack, asombrado por el inesperado encuentro.

–Así es, soy Simona –la mujer se dirigió a Jack con un tono muy amable–. No hay mucho tiempo, así que te diré porque estoy aquí. Verás, mientras luchabas contra Mat, pude oír que a ratos mencionabas que no sabías que hacías aquí, y que preferirías estar ayudando a tus paisanos…

–¿Qué? Pero si en ningún momento te vi, y aquí no hay ningún lugar como para poder esconderse… entonces, ¡¿Cómo demonios supiste eso?! –Jack se mostró muy intrigado.

 


–Mis amigas son mis ojos y oídos –sonrió Simona, y una de las mariposas púrpura se posó sobre su mano–. Por cierto, al final te hice una prueba para saber si valía la pena el ayudarte – ella agregó.

–Esa mariposa que trato de entrar a mi boca, ¿verdad? –señaló Jack–. Pero no te entiendo, ¿a qué quieres llegar con todo esto? Explícate.

–Me conmovió el cariño que le tienes a tu pueblo –explicó Simona–. Sin embargo, he podido darme cuenta de que tú no eres un centinela, y si estas con ellos es solo porque seguramente te prometieron ayudarte. Es una pena que hasta ahora no hayan cumplido con su palabra, y por el contrario te involucren en peligrosas misiones que no tienen nada que ver contigo.

–Te lo repito, ¿a qué quieres llegar?

–Déjame entrenarte. Tienes un gran potencial. Conviértete en mi aliado y te prometo que con mi ayuda podrás derrotar a Montgomery, el hombre que oculta su culpabilidad usando a los pobres difuntos Bocchia como chivos expiatorios.

–¡¿Qué?! –Jack quedó totalmente impactado. La noticia había sido demasiado inesperada para él.

–Ven conmigo –lo invitó Simona–. En otro lugar ya te explicaré con más calma como es que sé tanto sobre la verdad del mal que tanto afecta a tu país. Además, necesitas atención urgente si es que no quieres perder tus piernas. Yo te sanaré. Entonces, ¿vienes conmigo?

Jack estaba demasiado conmocionado como para pensar bien las cosas. En ese instante solo atinó a asentir con la cabeza. Simona sonrió.

Lo que sucedió a continuación fue muy rápido. De la mano de Simona se materializó una gran mariposa púrpura que se elevó hasta el techo de la caverna y explotó, dejando un gran agujero. Luego, Simona creó otra mariposa idéntica, sólo que esta vez subió a Jack en esta y luego ella misma la montó. El gigantesco animal agitó sus luminosas alas, voló hacia el agujero que su gemela había producido, y finalmente se alejó por el cielo hasta perderse de vista.

El general Winston seguido de Scarlett, Lucrecia, Phillipe y Clark, rompió una pared e ingresó a la caverna en la que Tiki se había encontrado con Kolt.

–Qué alegría, pensé que ya todos se habían marchado – dijo Tiki al ver a sus compañeros. El centinela ya había derrotado a su oponente–. Oigan, pero, ¿quién es este viejo?

–¡Es el general Winston, idiota! –le replicó Phillipe.

–Veo que todos ustedes tienen bastantes energías –río el general–. Sin embargo…. –el general se acercó hacía el cuerpo de Kolt, le midió el pulso y luego se dirigió a Tiki y los demás.

–Como me lo suponía, también está muerto –dijo con voz seria.

–Yo no lo maté, se los juro –se defendió Tiki.

–Eso ya lo sabemos –indicó Scarlett–. Los culpables de la muerte de nuestros contrincantes son ellas.

–¿Las mariposas? –preguntó Tiki tras ver a Scarlett señalarlas.

–Seguramente trataron de matarte a ti también metiéndose en tu boca, pero como a diferencia de tu oponente tú no estabas inconsciente, lograste apartarla.

–Alguien en las sombras controla a estas mariposas. Esa persona no dudó en matar a sus propios aliados cuando vio que habían sido derrotados. Y todo para que no podamos interrogarlos. Probablemente, quien sea que controle a las mariposas pueda observar a través de ellas todo lo que estas perciben a su alrededor –explicó el general Winston.

–Que cruel –comentó Clark–. Así que esto es lo que pasa cuando la gente se aleja del camino de la justicia.

–Rápido, apresurémonos en encontrarnos con su otro compañero –indicó el general antes de romper la pared que estaba frente a la que había roto para llegar a donde Tiki.

–Así es más rápido –explicó Lucrecia tras notar el asombro de Tiki.

Cuando llegaron a la caverna en la que había peleado Jack, los muchachos sólo encontraron los restos de una marioneta y el cuerpo inerte de Mat.

–No veo a Jack por ninguna parte –comentó Clark–. ¿A dónde se habrá ido?

–Este sujeto –el general puso la vista en Mat–, ¿estará muerto como el resto de sus compañeros?

Winston se acercó para comprobarlo, pero apenas se agachó para medirle el pulso a Mat, este último abrió levemente los ojos.

–Así que tú no has muerto –le dijo el general en voz baja–. Me pregunto cuál será la razón de que seas la excepción.

–Elimine a esas mariposas y se lo contaré todo –susurró Mat con un movimiento de labios casi imperceptible.

–¡Este también está muerto! –exclamó el general–. ¡Chicos, ya me cansé de ser espiado por estas mariposas! ¡Dispérsense y elimínenlas a todas! Luego diríjanse a la caverna principal. Nos encontraremos allí más tarde.

Los muchachos asintieron y rápidamente eliminaron las mariposas de la habitación en la que se encontraban. Luego atravesaron el agujero de la pared por el que llegaron y se dispersaron para poder cumplir con lo encomendado por su superior.

–Ya está hecho –el general se dirigió a Mat. Al oírlo, este último se incorporó y se limpió las vestiduras.

–Seguramente mis compañeros estaban inconscientes cuando las mariposas entraron por sus bocas –dedujo Mat–. Es por eso que, como verá usted, yo estoy de lo mejor. Fingí estar inconsciente para atacar por sorpresa a mi oponente, pero una visita inesperada me obligó a prolongar mi actuación.

–Asumo que esa visita era el dueño de estas mariposas –dijo el general.

–Así es –asintió Mat–. Pero ahora usted seguro se preguntará: ¿Cómo esa persona no se dio cuenta de que yo estaba fingiendo mi muerte? Muy fácil, simplemente dejé que la mariposa entrara a mi boca, y, una vez adentro, la rodeé con energía espiritual, de modo que cuando explotó no recibí ningún daño.

–¿Qué harás ahora? ¿Pelearás contra mí? –preguntó Winston.

–Por esa capa blanca que lleva encima puedo deducir que usted es un general centinela. ¡Ni loco me atrevería a enfrentarlo! –contestó Mat con tranquilidad–. Por otro lado, asumo que si usted está aquí de lo más tranquilo mi jefe Capricornio ya debe de haber sido capturado.

–Tu jefe está muerto.

–Ya veo –la voz de Mat de pronto se tornó triste.

–Lamento insistir, pero, ¿Qué harás ahora? –preguntó el general Winston.

–Yo… ¡ah! Le ayudaré en lo que necesite. Esa es la única forma en la que podré vengarme de esa Filosofal –contestó Mat. El general se le acercó y le dio la mano. Mat se la estrechó. Tras este símbolo de alianza, ambos abandonaron el lugar.

A la mañana siguiente, aun recuperándose de sus heridas, los centinelas se reunieron en el salón del cuartel de Fili para conocer toda la información que Mat prometió compartirles.

–Antes que nada, quiero estar seguro de que cumplieron con lo que me prometieron –dijo Mat, quién en ese momento estaba vestido con el uniforme de los centinelas.

–No te preocupes, Mat –contestó el general Winston–. Los cadáveres de Capricornio y tus otros cinco compañeros ya han sido recogidos. Esta tarde serán enterrados en el cementerio, y, por supuesto, tu “cadáver” también se encuentra incluido.

–Gracias, general –Mat realizó una pequeña venia–. Desde ahora seré conocido como el centinela enmascarado, y no volveré a ser Mat Lichsteiner hasta que haya concretado mi venganza. Tras este juramento consigo mismo, Mat cogió una máscara, blanca con rayas rojas y con una sonrisa trazada con pintura negra, y se la puso en la cara.

–Empezaré esta confesión diciendo que yo y mis otros cinco compañeros conformábamos el grupo terrorista conocido como Nueva Sangre

–¡Con que ustedes eran los desgraciados! –interrumpió Scarlett. Ella estaba furiosa.

–Cálmate y deja que nuestro nuevo aliado continúe –intervino el general Winston.

–Nosotros desempeñábamos este papel bajo las órdenes del jefe Capricornio, y déjenme decirles que, aunque no lo crean, al jefe no le gustaba el derramamiento de sangre –prosiguió Mat–. Me consta, pues él siempre me ordenó que en los lugares en los que dejara mis bombas primero me asegure de que no haya nadie. En tales ocasiones, para simular los cadáveres él mandaba a algunas de sus marionetas diseñadas especialmente para este fin. La intención del jefe era que con el miedo producido por estos atentados el pueblo tome el impulso que le hacía falta para derrocar al injusto gobierno vigente. Obviamente, él apoyaría la revolución para hacerse notar y asegurar el triunfo de esta. Luego, el fingiría haber eliminado a los terroristas, y como prueba de ello mostraría los cadáveres de cualquier delincuente común. Así se ganaría la confianza del pueblo, sería el héroe, y por lo tanto sería aceptado como el nuevo gobernante de Mabsve. Es una lástima que su sueño no se haya podido cumplir…

–Mi hermano siempre amo a nuestro país natal –recordó Alanis con melancolía–. Me alegra el oír que él siempre evito en lo posible el derramamiento de sangre, aunque eso no quita que haya sido un criminal.

–Como usted lo ha dicho, Xavier era un criminal, y no cualquiera, por cierto. Él era el hombre que dominaba la mayor parte del bajo mundo en el continente –indicó Mat–. Justamente fue por esa razón que los Filosofal lo contactaron…

–Con que los Filosofal, ¿eh? –comentó el general Winston–. ¿Podrías decirnos quiénes son exactamente estos tipos?

–En realidad no conozco mucho de ellos, pero le diré todo lo que sé –explicó Mat–. Los Filosofal son una misteriosa organización que actúa en las sombras y que cuentan con un gran poder e influencias. Conocí a tres de ellos, pues trataron con el jefe y con nosotros, aunque pude oír que en total eran… unos ocho miembros, si mal no recuerdo… ah, y lo más importante, que existía un líder que dirigía a estos ocho. Sin embargo, nunca llegué a saber ni su nombre ni nada más sobre él…

–¿Quiénes son estos tres miembros que conoces? –preguntó el general–. ¿Podrías describírnoslos?

–No será necesario. Estoy seguro de que ustedes, sí estuvieron tanto tiempo tras los pasos de Capricornio, conocen a los tres –contestó Mat.

–Ilústranos, por favor –le solicitó Winston.

–La dueña del grupo de prensa El Pensador, Simona; el hombre que controla la economía de Poldsmik, Montgomery; y, finalmente, el único parlamentario ciego de Mabsve, Igor.

–¡Así que esa mujer periodista nos engañó! Y pensar que hasta le dimos nuestros nombres –murmuró Allen indignado.

–¡Pero, ¿cómo es posible que un Filosofal sea parlamentario sin ser notado?! –exclamó Alanis.

–Aquí está la explicación –señaló Natalio, y mostró el periódico del día. Alanis lo cogió y lo leyó con detenimiento; a medida que iba avanzando en la lectura, su sorpresa se fue haciendo más evidente.

–No puede ser –ella expresó–. Aquí dice que todos los parlamentarios con excepción de Igor eran marionetas. Al parecer, los verdaderos parlamentarios fueron asesinados hace ya un buen tiempo…

–Xavier quería evitar el derramamiento de sangre, pero cuando la situación lo ameritaba no dudaba en mancharse las manos. Lo siento –se disculpó Mat–. Yo y mis demás compañeros colaboramos en esos asesinatos…

–Lo hacían por el sueño de mi hermano… supongo que al final nadie sabe para quién trabaja en realidad –suspiró Alanis.

–¿A qué te refieres? –preguntó el capitán Allen intrigado.

–El rey Felipe y toda su familia han sido asesinados –contestó Alanis–. Según el periódico, los culpables son los terroristas Nueva Sangre, quienes, por cierto, según la nota ya fueron escarmentados. La gloriosa hazaña, por supuesto, estuvo a cargo del parlamentario Igor, quién además descubrió la farsa de los parlamentarios-marioneta y logró acabar con quien estaba detrás de todo el complot: el mafioso Capricornio…

–¡Que periódico para más mentiroso! –rabió Rudy.

–La dueña de ese diario es una Filosofal, así que no hay de qué sorprenderse –comentó el general Winston.

–Simona –enfatizó Mat–. La perseguiré hasta el fin del mundo si es necesario.

–Nosotros te acompañaremos –se ofreció Alanis tras intercambiar miradas con Lucrecia, Phillipe y Rudy–. Es nuestra culpa que esa mujer se haya llevado a Jack. Simona se aprovechó de su angustia para engatusarlo, pero juro que no se saldrá con la suya: nosotros rescataremos a Jack cueste lo que cueste.

–Ojalá logren encontrarlo antes de que esa mujer le lave el cerebro –les advirtió Mat–. Pero no se preocupen, que con mi ayuda estoy seguro de que lo conseguirán.

–Yo regresaré a Poldsmik y averiguaré todo acerca de ese desgraciado de Montgomery –señaló Allen–. Alanis… tú, Mat y los muchachos deberían venir conmigo. Estoy seguro de que mientras más nos acerquemos a Montgomery, más nos acercaremos a Jack y a Simona.

–Entonces está decidido: ¡nos vamos a Poldsmik a rescatar al idiota de Jack! –exclamó Rudy.

–No te precipites, Rudy. Tú vendrás conmigo a Yk –intervino el general Winston. Rudy no fue el único que quedó extrañado con estas palabras–. Tienes un gran potencial, pero lamentablemente tu poder aún se halla en una etapa inmadura. No te sientas desilusionado, Rudy: ya verás que mi entrenamiento será la mejor experiencia de tu vida.

–Yk es el país natal de mi amigo Bill –de pronto recordó Rudy–. Deseo conocerlo, así que solo por eso te acompañaré… aunque si me aburro te juro que me iré.

–No te preocupes, te aseguro que no te decepcionarás –le prometió el general–. Lo que si no puedo asegurarte es que vayas a regresar entero –esta vez él murmuró para sí.

–Así que todos ya tienen planteadas sus metas. Entonces mi equipo y yo no podemos quedarnos atrás –Natalio tomó la palabra–. Nosotros nos quedaremos aquí para tratar de desenmascarar a Igor y así poder sacarle toda la información posible sobre los demás Filosofal.

–Nuestros caminos se separan por ahora –dijo el general–, pero estoy seguro de que pronto volveremos a vernos.

–¡Delo por hecho! –exclamó Scarlett con el pulgar levantado. Todos los presentes juntaron sus manos en el centro y se juraron que cumplirían con sus objetivos y que juntos detendrían las oscuras ambiciones de los enigmáticos Filosofal.


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