Capítulo 13: El Torneo Dragón de Pelea (2da parte)
–¡Bienvenidos a la última jornada de la primera etapa del torneo!! –el comentarista de la gran quijada se dirigió con emoción al público presente–. ¡Esta batalla promete ser tan buena como las anteriores, o, quien sabe, incluso mejor!! ¡Los ingredientes están en el asador, así que esperemos que estos guerreros nos den un magnífico espectáculo!!
Los participantes fueron apareciendo uno a uno por una de las puertas del coliseo e hicieron su ingreso en fila india a la plataforma. Cuando ya todos se acomodaron con sus poderes finales materializados y el referí ya estaba a punto de dar la orden de inicio, una patada derrumbó la puerta por donde ingresaron los peleadores, que tras la salida del último ya se había cerrado, y un jovenzuelo corrió hacia la plataforma mientras gritaba: “¡Esperen! ¡No empiecen sin mí!”.
–Pero si es Rudy –señaló Bill a sus compañeros.
–Ese idiota, como siempre de vergüenza en vergüenza –suspiró Tony con resignación.
–¡¿Pero que tenemos aquí?!! –expresó el presentador al son del movimiento de sorpresa que hacía con su cabeza, el que hacía saltar sus rulos de un lado al otro–. ¡Un jovencito ha hecho su ingreso al escenario, y al parecer se trata de uno de los participantes de esta pelea!!
–Por favor, “quijadas”, déjame participar. Me demoré porque me perdí, pero aún no has dado por comenzada esta pelea, así que…
–¿Me has llamado “quijadas”?
–Por favor – suplicó Rudy.
–Bueno, ya estas subido en el escenario…
–¡Gracias! –Rudy saltó de la alegría y abrazó al referí. Este se lo apartó con brusquedad, bajó de la plataforma y con uno de sus característicos gritos salvajes dio inicio al combate.
–¡Así que te crees el importante llegando último a la plataforma, ¿eh?! –un tipo musculoso y con cara de pocos amigos le increpó a Rudy.
–Es verdad, ¿Quién se cree que es este bastardo? –agregó otro tipo.
–Vamos a darle su merecido, chicos –sugirió una chica de cabello corto y contextura atlética.
Un gran grupo de peleadores compartieron la opinión de los tres combatientes, por no decir todos, y se les unieron para atacar en conjunto a Rudy. Se dispusieron a su alrededor y lo apuntaron con sus armas. A pesar de la inminente amenaza, el joven centinela no se mostró preocupado en lo más mínimo.
–¡Aaaaayy, no quiero ver como pierdo mi dine… digo, como derrotan a Rudy! –chilló Susan tras taparse los ojos. Todos sus compañeros estaban igual de nerviosos, bueno, todos con excepción del general Winston.
–Como dice el dicho, “los últimos serán los primeros” –un gordo soltó una grotesca carcajada.
–¿Listo para recibir la paliza de tu vida? –se burló un flacucho de pelos parados, quien resultó tratarse del famoso Steven “el decapitador”.
–Esta batalla quería tomármela con calma, pero en vista de las circunstancias tendré que darles una lección –sonrió Rudy repleto de excitación.
–¡A él! –exclamó uno de los peleadores, y todos arremetieron contra Rudy.
–Liberación del Alma –se oyó un murmullo. Al instante, una luz intensa cegó a los guerreros que rodeaban a Rudy. Cuando por fin la luz se despejó, lo que los rivales de Rudy tuvieron frente a sí fue una enorme bestia de dorada melena. El público saltó de la emoción cuando presenció esta escena.
–Creo que la paliza la recibirán ustedes –Rudy mostró los afilados colmillos de su transformada boca.
–¿Qué demonios significa esto? –se preguntó uno de los luchadores con evidente temor.
–Estábamos bromeando, en verdad nosot… –trató de excusarse otro de los luchadores, cuando un violento manotazo lo mandó a volar fuera de la plataforma. Un atronador rugido se oyó en todo el coliseo, y a partir de allí los cuerpos de los participantes del torneo comenzaron a ser lanzados uno tras otro como si se trataran de juguetes votados de la mesa por la rabieta de un niño pequeño.
–Puedes mirar, Susan. No querrás perderte este espectáculo –le dijo Tony a su amiga.
–¿Ese monstruo que parece un león bípedo es Rudy? –preguntó Susan con una voz que reflejaba su incredulidad ante lo que veían sus ojos. Sus compañeros asintieron aun boquiabiertos por lo que venía sucediendo.
–¡Increíble!! –exclamó el presentador cuando todos los rivales de Rudy quedaron fuera de la plataforma–. ¡La presente ha sido la batalla royal más rápida de todas!! ¡Este chico es una verdadera máquina de pelea! ¡Contemplen, querido público, al ganador de esta jornada: ¡Rudy, “la bestia dorada”!!
El público vitoreó y coreó el nombre de Rudy y su nuevo apodo con todas sus fuerzas. En ese momento el coliseo se tornó en un loquerío total.
–Que chico tan interesante –suspiró Mei, la princesa de Yk. La joven llevaba un elegante vestido y muchos adornos, aunque lo que más resaltaba en ella era su peinado hacia atrás y recogido en rollos–. Y además es tan guapo y de actitud tan caballerosa… ¡ah! –ella volvió a suspirar.
–¿Caballeroso? ¿Guapo? –se burló el emperador, un hombre voluminoso y de ensortijados bigotes–. ¿Qué cosas dices, Mei? Si a simple vista se nota que es un patán de la peor calaña.
–Oh, no –se lamentó la emperatriz, quien vestía igual que su hija y era de rasgos tan finos como ella–. Creo que nuestra hija se ha vuelto a fijar en un plebeyo.
–¿Por qué los gustos de nuestra hija serán tan estrafalarios? –movió la cabeza el emperador en gesto de desaprobación.
–¡Los estoy escuchando! –la princesa hizo notar su enojo por los recientes comentarios de sus progenitores.
Rudy y sus amigos salieron del coliseo muy alegres. De entre todos la más contenta era Susan, quien llevaba bajo el brazo una enorme bolsa repleta de monedas.
–¡Eso fue increíble, Rudy! –exclamó Bill–. Ahora entiendo cómo fue posible que vencieras a Capricornio.
–¿No se supone que con la explicación del viejo ya me habían creído?
–Bueno, nunca esta demás ser cautelosos hasta el final –se defendió Tony.
–Desconfiados, querrán decir –gruñó Rudy.
Los muchachos, junto con Winston y la capitana Xiu, avanzaron rumbo a la salida del palacio, pero tras avanzar un trecho el general Payne se apareció delante de ellos y se les paró al frente, interrumpiéndoles el paso.
–Lo felicito por el entrenamiento que le dio al muchacho –él estrechó la mano del general Winston–. Sin embargo –agregó con desdén–, debió haberle enseñado que la carta de triunfo siempre se guarda para el final.
–Si se lo dije, pero así es mi
alumno, difícilmente se puede contener –sonrió Winston.
–Justo cuando ya me estabas cayendo bien lo arruinas con ese estúpido comentario –bufó Rudy mirando directo a los ojos al general Ryan.
–Si me toca enfrentarme a ti te enseñaré a comportarte, mocoso.
–Y yo te enseñaré a morder el polvo –le replicó Rudy.
–Claro que lo harás –Payne comenzó a alejarse–. Pero lo cierto es que, aunque te vea cientos de veces de bruces contra el suelo, no creo que tus demostraciones puedan enseñarme a morder el polvo…
–¡Miserable, te voy a rajar la cara! –lo amenazó Rudy mientras sus compañeros lo jalaban del brazo para retenerlo. El general Payne formó una tenue sonrisa en su rostro y luego continuó con su camino–. Es tan cómico sacarlo de sus casillas, Winston tenía razón –él se murmuró para sí.
Los cuartos de final se llevaron a cabo durante los siguientes cuatro días. Todos los encuentros tuvieron en común ser peleas rápidas en las que la habilidad del vencedor fue muy superior a la de su contrincante. Esta etapa del torneo fue pan comido tanto para Rudy como para el general Ryan.
–¡Muy bien!! –exclamó con todas sus fuerzas el animador del torneo. Bajo una soleada mañana el coliseo se encontraba incluso más repleto que en los anteriores encuentros–. ¡Esta es la primera semifinal del torneo!! ¡Se ha realizado el sorteo, y los dos gladiadores que lucharan entre sí por el triunfo el día de hoy son…!!
El público estaba ansioso y lo expresaba mediante ruidosas barras y el sonido de sus instrumentos, tales como tambores y trompetas. Sobre sus cabezas muchos levantaban carteles con los nombres de sus peleadores favoritos, a quienes apoyaban fervientemente.
–¡Vamos Rudy, eres el mejor!! –gritó una emocionada Susan mientras levantaba un cartel con el nombre de su amigo.
–¿Desde cuándo Susan es tan fanática de Rudy? –preguntó Bill en voz baja a Tony.
–Desde que le hizo ganar mucho dinero –contestó este último.
–¡Ozzy y Rudy!! –el presentador leyó a todo pulmón el papel que acababa de sacar de un sobre. El público estalló de algarabía tras oír los nombres de los participantes de la primera semifinal.
Mientras tanto, en una de las graderías del coliseo Korou, dos misteriosas figuras observaban con atención hacia la plataforma.
–Sonja, ¿Crees que Ozzy tenga problemas con el chico? –preguntó una de las figuras, un tipo gordo y de nariz ancha, a su compañera. El sujeto vestía traje negro y camisa blanca con cuello de pañuelo bordado. También llevaba unos lentes de luna redonda y un sombrero de copa más alto de lo normal. Algo típico en él era que siempre mostraba una gran sonrisa, la que para la mayoría de los que se la veían les resultaba escalofriante más que agradable.
–Doctor Fritz, me sorprende que te preocupes tanto –contestó Sonja, una dama que vestía igual que su compañero, aunque con un sombrero de copa de tamaño normal y lentes oscuros, también de luna redonda. La mujer era de piel color canela y tenía unos sensuales labios color rosa pastel. Su lustroso pelo negro lo tenía recogido por un rozón negro en una elegante cola de caballo.
–Lo digo por la correspondencia que me llegó hace poco de parte de Simona –explicó Fritz–. En la carta decía que este chiquillo fue el que venció a Capricornio, a pesar de que en ese entonces él aun no podía controlar bien su poder. Sin embargo, ahora hemos visto que aquello ya quedó en el pasado…
–Pero eso fue conveniente para nosotros, ¿no? –respondió su compañera–. Me refiero a la muerte de Capricornio: el plan original siempre fue que Igor sea el que gobierne Mabsve. Capricornio solo era una herramienta para alcanzar ese propósito, pues cuando ya no nos sirviera te lo mandaríamos a tu laboratorio.
–Fue una pena que muriese bajo esas circunstancias, Sonja –replicó el doctor–. Xavier hubiera sido un excelente espécimen para mis experimentos.
–No seas tan codicioso, doctor. Recuerda que ahora estamos aquí para llevarnos un valiosísimo espécimen, de paso que nos libramos de que siga indagando en nuestros planes.
–No soy codicioso, todo es para poder obtener más de mi elixir, la “panacea universal”. ¿No lo comprendes? Con ella sanaremos al mundo. Será el milagro de nuestro gran maestro Denisov, y el escalón final para que el mundo finalmente lo reconozca como su líder supremo.
– “¡Pelea!!” –exclamó el presentador. Rudy y Ozzy se miraron fijamente, pero ninguno atacó al otro. Ozzy era un tipo delgado y con cara de zorro. Rudy en su anterior combate había tomado la iniciativa, pero ahora sentía que no podía. El tipo que tenía delante suyo le parecía sumamente peligroso. Había algo en él que no le gustaba. No sabía si eran sus ojos apenas abiertos o si era su inexpresiva sonrisa. Por más que Rudy lo intentaba, no podía descifrar lo que iría a hacer este oponente.
Por su parte, Ozzy mantenía su mirada fija en Rudy y no deshacía en ningún momento su sonrisa. Su vestimenta era simple: un ancho sombrero rojo de tres picos, chaleco rojo sobre una camisa blanca, pantalón café, y botas anchas y negras.
–¿Por qué no intentas atacarme? –él retó a Rudy con voz relajada, como si le estuviese hablando a un conocido de toda la vida. Rudy se sobresaltó por las repentinas palabras, pero permaneció quieto en su lugar.
–Pensé que pelearías con el ímpetu con el que hasta ahora habías afrontado tus anteriores batallas –insistió Ozzy–. Vaya, creo que esta vez las cosas serán diferentes: Sable de la Rosa Sangrienta –él agregó. Apenas pronunció estas últimas palabras, múltiples relámpagos blancos materializaron un sable en su mano derecha.
Cuando Rudy vio este poder final quedó confundido. Resulta que el sable de Ozzy, largo y delgado, tenía una particularidad con su empuñadura: esta estaba labrada como si fuese el tallo de una rosa. Ozzy sostenía su arma con fuerza, y las espinas de la empuñadura hacían sangrar su mano. Las gotitas del rojo líquido vital caían una tras otra a las losas de la plataforma. Así estaban las cosas cuando sin previo aviso Ozzy se colocó en posición de ataque y arremetió a toda máquina contra Rudy.
–¡Liberación del Alma! –exclamó Rudy de forma apresurada y desesperada. Apenas terminó de transformarse, por puro reflejo cubrió su cuello con sus garras, las cuales impactaron violentamente contra la hoja del sable de Ozzy. Varias chispas saltaron del choque. El suelo que estaba bajo el punto de impacto se rajó de golpe, haciendo saltar varios trozos de escombros.
Tras varios cruces de garras contra
sable, ambos luchadores saltaron hacia atrás, a una distancia prudente de su oponente.
Rudy no se lo podía creer: su rival estaba utilizando únicamente su poder
final, una simple espada, mientras que él estaba atacando con su Liberación del Alma, su máximo poder, y aun
así el combate se mantenía igualado.
–Te noto nervioso –Ozzy lanzó una risita escalofriante.
–¡Te destrozaré, maldita comadreja!! –vociferó Rudy, y acto seguido utilizó su cola como un resorte gigante y se impulsó con todas sus fuerzas. Salió disparado en dirección hacia Ozzy. Tenía sus garras listas y apuntándolo. Sin embargo, Ozzy no se movió de su lugar y, por el contrario, se colocó en posición de defensa. Rudy se puso furioso al ver esta actitud, de modo que cuando bajó su brazo lo hizo con todo su poder. El choque de sus garras contra el sable resonó por todo el coloso y generó una pequeña onda expansiva que destrozó las losetas cercanas.
Nunca supo cómo, pero cuando menos se dio cuenta él estaba volando a varios metros por encima de la plataforma. Cuando miró hacia abajo, reconoció la odiosa sonrisa de oreja a oreja de su oponente. Ozzy lo había mandado a volar con un solo movimiento de su sable, y lo más escalofriante es que aquello lo había realizado con una sola mano.
Rudy aterrizó a pocos metros del borde de la plataforma, y se aferró a esta con sus garras para no caer afuera y quedar eliminado.
–¿Quién rayos es este sujeto? –Rudy se preguntó sumamente agitado. Él no quería admitirlo, pero su contrincante era aterradoramente fuerte.
–¡Vamos Rudy, no te dejes vencer por ese flacuchento! –le gritó Susan desde la tribuna.
–Usted que opina, general Winston. ¿Cree que Rudy pueda vencer? –preguntó la capitana Xiu.
–No lo sé, le juro que no lo sé –contestó Winston con voz preocupada. “Rayos, jamás me imaginé que alguien tan fuerte estaría en este torneo. Si mis cálculos no me fallan, ese sujeto es incluso tan fuerte como yo y el general Payne. Rudy no tiene oportunidad alguna”, pensó.
–Tu mano está desangrándose –señaló Rudy.
–Oh, ya veo. Con que esta era la causa de que no pelees en serio –comentó Ozzy–. Admiro tu consideración, pero no te preocupes: ya no sangraré más. Vaina de la Rosa – murmuró él a continuación, y unos relámpagos blancos materializaron una funda de sable en su cintura. Ozzy envainó su sable y luego mostró su mano ensangrentada a Rudy.
–¿Eres masoquista o qué demonios pasa contigo? –bufó Rudy.
–Excelente observación –Ozzy soltó una carcajada–. ¿Sabes? Toda la sangre que he ido regando por la plataforma tiene su razón de ser, mi estimado. En realidad, todo en el mundo sucede por algo –él explicó–. Rosa Sangrienta –Ozzy recitó a continuación, y a la vez agitó su mano. Al compás del movimiento de esta, de cada una de las gotas de sangre que estaban rociadas sobre el piso creció un espinoso tallo de rosa, que por sus contorsionados movimientos más parecía un látigo verdoso.
A continuación, Ozzy hizo un nuevo movimiento con su mano, la que por cierto ya estaba completamente curada. Dicho movimiento fue como el que hace un general cuando ordena atacar a sus tropas. En ese preciso instante los látigos de rosa se abalanzaron sobre Rudy a una velocidad sorprendente. Rudy trató de partirlos con sus garras, pero descubrió que estos eran muy duros. Más parecían espadas que tallos de una planta.
–Me atacan de todas direcciones. Si esto sigue así, tarde o temprano uno de esos látigos espinosos me terminará empalando –se dijo Rudy a sí mismo mientras trataba de evitar y bloquear los multitudinarios ataques.
–¿Te gusta mi jardín de rosas? –sonrió Ozzy–. Mi sangre creó las semillas de las cuales salieron estas preciosuras. Por algo son tan resistentes. ¿Verdad que son unas exóticas bellezas?
–¡Cállate, maldito infeliz!! –rugió Rudy, quien para ese momento ya contaba con múltiples cortes a lo largo y ancho de su cuerpo. De tales heridas la sangre fluía y caía tiñendo de rojo el dorado pelaje de su cuerpo de bestia. Rudy a duras penas podía mantenerse en pie.
–Que creído que es ese Ozzy –comentó Fritz a su compañera–. Mira que estar de brazos cruzados mientras sus látigos de rosa acaban con ese pobre muchacho.
–Solo espero que el muchacho se rinda –Sonja suspiró–. Nunca me ha gustado ver sufrir a la gente en vano.
–¡Te acabaré, desgraciado!! –bramó Rudy a pesar de todo el daño que había recibido–. ¡Yo me juré a mí mismo que derrotaría a Ryan!! ¡Y no pienso rendirme por algo tan insignificante como esto!!
Un aura blanca, como si se tratase de flamas de fuego, rodeó de pronto el cuerpo de Rudy. Los látigos de rosa se le abalanzaron encima con todo su poder, pero de un tajo varios fueron cortados. Rudy gruñía y mostraba sus garras aún con restos de los tallos que acababa de rebanar.
–Es inútil –rio Ozzy, y levantó su dedo índice. Entonces, los tallos que habían sido cortados se regeneraron en un instante y todo continuó como si nada hubiera pasado. Rudy atacó a los tallos sin cesar a la vez que trataba de acercarse a Ozzy. Sin embargo, los tallos se regeneraban una y otra vez, y a medida que pasaba el tiempo el centinela sentía que la victoria se le tornaba más inalcanzable.
–Admiro tu coraje y tenacidad –Ozzy miró a su oponente directo a los ojos–. ¿En serio tanto deseas enfrentar a ese general?
–No sabes cuánto –contestó Rudy–. Él me subestimó y solo por eso pienso ganar este torneo derrotándolo en la final.
–Se ve que lo respetas, pues ya has asumido que él estará en la final a pesar de que aún no ha enfrentado a su oponente de semifinales –sonrió Ozzy–. Esto es malo. ¿Por qué siempre seré tan blandengue con este tipo de cosas?
–¿Qué mierda estas diciendo? –bufó Rudy.
–Vamos, golpéame: justo aquí –Ozzy señaló su mentón.
–¡No te creas tanto solo porque me llevas una mínima delantera! –le replicó Rudy muy enojado.
–Solo hazlo, estúpido. ¿O no quieres enfrentar a Payne en la final?
Esta provocación fue la gota que derramó el vaso. Rudy se sentía muy frustrado por no haber podido hacer nada hasta el momento contra su oponente, así que no se lo pensó dos veces y se lanzó con todas sus fuerzas a golpear a Ozzy. Rudy quedó sorprendido, pues jamás esperó que su golpe fuera a impactar de lleno a su rival, y menos que este lo fuera a sacar de la plataforma.
–¡Esto es increíble!! –gritó el anunciador y a la vez referí del combate–. ¡Rudy “la bestia dorada” ha derrotado a Ozzy de un solo golpe!!
–Te subestimé, chico –Ozzy se encogió de hombros tras levantarse del suelo. Con su manga se limpió el hilillo de sangre que salía de su boca, y luego se alejó con toda tranquilidad del escenario.
–¡Oye, espera! –le gritó Rudy tras desmaterializar su Liberación del Alma y volver a su forma humana. A pesar de sus heridas y el cansancio, el joven centinela sacó fuerzas de flaqueza para correr tras Ozzy.
–Me ganaste justamente –sonrió Ozzy antes de que Rudy pudiera decirle algo.
–Tú… tú me dejaste ganar –le contestó Rudy, aun agitado por la carrera–. Yo no quiero una victoria así.
–Entonces utiliza todas tus fuerzas para derrotar a Payne –señaló Ozzy, y luego continuó con su camino. Rudy trató de seguirlo, pero todo se le hizo borroso y ya no pudo seguir sosteniéndose en pie.
La tarde de aquel día, bajo el anaranjado cielo del crepúsculo Ozzy observaba el paisaje por la ventana de una habitación en el palacio imperial. Él se encontraba sumido en sus pensamientos, así que no se dio cuenta cuando Sonja y el doctor Fritz entraron al cuarto.
–¿Me puedes explicar porque te dejaste vencer por ese chiquillo? –Fritz interrogó a su compañero sin miramientos.
–No seas tan duro –intervino Sonja–. Ozzy seguro que tiene sus razones.
–Lo siento, “señor embajador” –se disculpó Ozzy–, pero tengo una muy buena razón para hacer lo que hice.
–Ozzy siente un incontrolable deseo de ayudar a la gente que anhela una meta “imposible” –explicó Sonja.
–Me alegra que alguien aparte del jefe comprenda mis sentimientos –sonrió Ozzy–. Sin embargo, la explicación de mi amiga está incompleta: yo solo me conmuevo cuando esa persona dueña de un sueño casi imposible de realizar tiene altas probabilidades de lograrlo en el futuro.
–¿Tratas de decirme que ese chiquillo aún no ha madurado su poder?
–Exacto, mi estimado doctor.
–Señor embajador de Gotia –un sirviente del palacio hizo su aparición–. Lamento interrumpir su charla con sus subordinados, pero el emperador desea hablar con usted.
–Ya escucharon –sonrió Fritz mientras se acomodaba su singular sombrero de copa–. El deber me llama.
–Es muy conveniente el tener como miembro de los Filosofal a la reina de Gotia, ¿no lo crees, Ozzy? –comentó Sonja luego de que el doctor se fue y cerró la puerta tras su salida de la habitación.
–Lo es, aunque me resulta un chiste de muy mal gusto el que nos mande a nosotros como “subordinados” del “Doc” –bromeó Ozzy. Sonja soltó una fina risita ante este comentario, y luego también abandonó la habitación. Por su parte, Ozzy se acercó hacia la ventana y se quedó de pie observando el atardecer en tanto se perdía en las profundidades de sus pensamientos.
Dos días después, en un claro del Bosque Sombrío Rudy se encontraba entrenando con todas sus ganas bajo la tutela de Winston. Lo único que él tenía en su mente en ese momento eran las palabras que su maestro le dijo cuando despertó tras la batalla contra Ozzy. “La final es dentro de una semana, y tu poder aún no está al cien por ciento”, fueron estas palabras.
“Debo hacerme más fuerte. Juro que jamás me volverán a humillar de la manera que lo hizo ese sujeto con cara de zorro”, era el monólogo que Rudy hacia resonar en su cabeza cada vez que realizaba un ataque en la lucha de práctica que estaba teniendo en ese instante contra Winston.
–Esto no nos está llevando a ningún lado –se quejó Rudy cuando ya solo faltaban tres días para la gran final–. No siento que me esté haciendo más fuerte.
–Tienes razón –asintió Winston–. La única forma en la que mejores es si yo peleo contra ti utilizando todo mi poder.
–¿Qué? ¿No te referirás a…?
–¡Liberación del Alma! –exclamó el viejo Winston. Rudy se puso en guardia y dispuesto a luchar hasta el límite.
Finalmente, el día esperado por todos había llegado. El coliseo Korou estaba a tope de público. Bajo el sol de una calurosa mañana el ambiente en el coloso era de fiesta.
–Me dijeron que Payne no tuvo mayores inconvenientes para ganar la semifinal –comentó Susan. Ella junto con Winston y los demás se encontraban en las tribunas para animar a Rudy.
–¿A quién le has apostado esta vez, Susan? –preguntó Bill con curiosidad.
–A Rudy por supuesto.
–Yo también creo que él ganará –Yong afirmó en tono serio, como si tratase de convencerse a sí misma con estas palabras.
–Has mejorado mucho en nuestros últimos días de entrenamiento, mi querido discípulo –Winston pensó en voz alta–. Pero no lo digo porque haya aumentado tu energía espiritual o el volumen de tus músculos, sino porque por fin has comprendido el verdadero significado de pelear al cien por ciento… lo único que lamento es que solo lo hayas podido aprender estando tu vida al límite.
–¡Pelea!! –vociferó el anunciador con todas sus energías.
“Cuando peleé contra la Liberación del Alma del viejo, entendí por primera vez de donde surge realmente el poder de un guerrero. Este no es producto únicamente de la fuerza física ni de la pura energía. El poder es el resultado de una combinación de diversos factores, por lo que para pelear al máximo de mi capacidad debo lograr que cada parte de mi ser actué como un todo. Por lo tanto, la clave para ser más poderoso es… ¡la concentración!”, reflexionó Rudy tras oír la orden de inicio del combate. En ese momento su mirada era totalmente distinta a la de su anterior pelea.
–Has madurado –le dijo Ryan con su característico tono frío e indiferente.
Rudy no utilizó su Liberación del Alma. Simplemente materializó su poder final, es decir, sus garras, colmillos y larga cola. No hizo ninguna mueca, ni un gruñido, nada. Flexionó sus rodillas y miró atentamente a su oponente. Lo midió en un parpadeo, y segundos después se lanzó al ataque.
Por su parte, Ryan también materializó su poder final, una espada cuyo mango era plateado y tenía dos piedras preciosas verdes a modo de ojos de serpiente. No movió ni un musculo y se mantuvo concentrado. Cuando Rudy estuvo al alcance de su espada, abrió sus ojos como cuando un halcón descubre a su presa y acto seguido arremetió con su arma.
En esos momentos el público común y corriente no fue capaz de distinguir por completo a los peleadores. Únicamente podían ver sombras moviéndose por toda la plataforma, y de cuando en cuando chispas que llovían cada vez que las sombras se juntaban. Incluso para los usuarios del halo que estaban entre el público asistente, el seguir los movimientos de ambos guerreros no les resultaba para nada sencillo.
–Este chico… es totalmente distinto al que peleó contra ti, Ozzy –comentó el doctor Fritz a su compañero mientras contemplaba la pelea desde una de las graderías del coliseo.
–Vaya que lo has motivado al muchacho –agregó Sonja–. Tanto así que ahora es el doble de fuerte que cuando te enfrentó, y mira que hasta ahora aún no se ha valido de su Liberación del Alma.
–Rudy siempre ha sido así de fuerte
–sonrió Ozzy–. Lo supe desde que lo vi por primera vez cuando comenzó el
torneo. Lo que ocurre es que hasta hace poco él no lo sabía…
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