Capítulo 12: El triunfo sobre la ira salvaje
Pasaron cuatro semanas, y por fin el último día de entrenamiento llegó. Al día siguiente ambos partirían rumbo a Keinj para que Rudy se inscriba en el torneo. Ese día, muy de madrugada, Rudy fue despertado por el general Winston antes de lo habitual. El joven centinela se desperezó con notoria molestia y se alistó con lentitud.
–Hoy es nuestro último día para entrenar –dijo el general–. Podría mentirte diciéndote que has mejorado mucho desde que empezamos, pero eso no es cierto. Es obvio que el entrenamiento te ha hecho más fuerte, pero no lo suficiente. Mientras no puedas controlar tu Liberación del Alma, de nada servirá lo demás que hagas.
–Pero viejo, he logrado dominar el halo celestial. Eso no puedes menospreciarlo –replicó Rudy.
–¿Y? ¿De qué te sirve eso si no puedes utilizar bien tu Liberación del Alma? Es como que tengas un arco sin flechas: algo completamente inútil.
–No sabes cuánto me frustra, pero cuando utilizo mi Liberación del Alma no puedo evitar ser consumido por la ira y el instinto de furia. Me es imposible ser consciente de mis actos en ese estado, ¡te lo juro!
–Ya no tenemos más tiempo, así que esto es lo que haremos: iremos al lago y allí pelearé contra ti sin contenerme. Si no quieres morir tendrás que utilizar tu Liberación del Alma, y más te vale mantener la cordura, pues de lo contrario no sobrevivirás.
Un helado escalofrió recorrió todo el cuerpo de Rudy cuando oyó esta advertencia. Sabía que el general hablaba enserio, pero, más que eso, le aterraba volver a entrar en su estado de Liberación del Alma. Recordó la primera semana del entrenamiento. El general le había pedido utilizar su Liberación del Alma, así que él se concentró e incrementó su energía espiritual al máximo. Después de eso no recordó nada de lo que pasó ese día. Al día siguiente despertó en la cabaña, y vio frente a sí al general con profundas heridas de arañazos. Sabía que había sido él quien las provocó en su estado de ira incontrolable. Él odiaba aquello, odiaba utilizar su Liberación del Alma, odiaba convertirse en un monstruo impulsivo y sin inteligencia, pero sabía que si quería sobrevivir tendría que utilizar ese poder, aunque tenga que hacerlo en contra de su propia voluntad.
–¿Estás listo? –le preguntó el general cuando llegaron a la orilla del lago. Rudy asintió con la cabeza, con cierto temor, y acto seguido materializó su poder final.
–No creo que esas uñitas sean
suficiente para defenderte –señaló el general Winston. Tras esta advertencia, él
materializó su poder final, una larga alabarda de color plateado.
–Pico del Fénix –recitó el viejo Winston, e inmediatamente se lanzó al ataque.
Rudy solo vio desaparecer al general de su lugar. Luego percibió un destello plateado cerca de su rostro, y segundos después el lado izquierdo de su cuerpo ya estaba arrastrándose por el suelo y luego estrellándose contra un árbol, el cual quedó completamente hecho pedazos.
Cuando se levantó, Rudy vio a lo lejos al general en posición de guardia. A su alrededor aun llovían astillas del cielo. Con mucho esfuerzo y soportando el dolor de sus heridas y moretones, Rudy se incorporó con pesadez del polvoriento suelo.
“No puede ser. Ni siquiera pude ver cuando me impactó con su arma. En verdad si las cosas siguen a este ritmo, mi vida estará en grave peligro”, pensó el joven centinela. Sus piernas no dejaban de temblarle.
–¿Ahora entiendes a lo que me refería? –preguntó Winston mientras apuntaba con la punta de su arma a Rudy–. Si no utilizas tu Liberación del Alma, morirás…
–¡No lo haré, viejo! –le respondió Rudy–. ¡Jamás podrás entender lo que se siente perder el control! ¡Cuando peleo quiero ser yo mismo, no ser remplazado por una bestia sin más deseo que el de destruirlo todo a su paso!
–Si ese es el caso, pues te tengo buenas noticias, Rudy. Evitar que pierdas el control es justamente lo que pretendo lograr con esta prueba –explicó el general con calma. Apenas terminó de hablar, giró su alabarda sobre su mano a una gran velocidad y a continuación arrancó a toda potencia en dirección hacia su aprendiz.
“Esta vez no lo perderé de vista. Tranquilo, solo debes seguir sus movimientos sin despegarle los ojos. Sé que puedo seguirl…”, en estas reflexiones estaba Rudy, cuando de pronto sintió un ventarrón sobre la frente. Por puro instinto levantó el brazo derecho para cubrirse, pero segundos después ya estaba volando por el cielo producto de una demoledora patada. Rato después cayó sobre el lago y salpicó una gran cantidad de agua.
–Vaya, creo que se me pasó la mano. Y esto que al final me arrepentí de darle con mi alabarda –comentó Winston tras pasar un buen rato desde que Rudy había desaparecido bajo las aguas del lago.
–¡¿Contra quién rayos dices que se te paso la mano?! –la voz de un Rudy con otra actitud se hizo oír de repente. El joven centinela acababa de asomar su cabeza a la superficie. Winston levantó la vista y vio como el brazo de una bestia emergía del agua a toda potencia.
–Ese último ataque me fracturó el brazo. Te sentirás satisfecho de haber logrado herirme a tal punto. Pero tengo malas noticias para ti –dijo Rudy una vez que emergió por completo. Como ya le había sucedido anteriormente, su brazo derecho se había transformado en el fornido brazo de un hombre bestia–: Lamentó desilusionarte, pero al transformar mi brazo, todo el daño que este había recibido ha desaparecido. Debo agradecerte, pues gracias a ti he descubierto que poseo esta magnífica habilidad de regeneración.
–No alardees tanto, muchacho –le advirtió el general–. Ya es un avance, pero si realmente quieres vencerme deberás transformarte por completo, como cuando derrotaste a Capricornio…
–¡¿Qué?! –exclamó Rudy–. Entonces tú… ¿me viste aquella vez?
–Por supuesto. Esa es la razón por la que ahora te exijo usar tu Liberación del Alma, Rudy. Porque te vi esa vez con mis propios ojos es por lo que ahora estoy seguro de que puedes dominar ese grandioso poder.
–Eres terco. Contigo las palabras no servirán de nada –bufó Rudy. Tras esto, él clavó las afiladas garras de su nuevo brazo en la tierra, y a continuación se impulsó con este para salir disparado a toda velocidad contra el general.
Winston no se movió de su lugar. Simplemente levantó su alabarda y con esta bloqueó el fortísimo zarpazo que le lanzó su aprendiz con su bestial brazo derecho. El impacto produjo una lluvia de chispas y un pequeño cráter bajo ambos peleadores, producto de la titánica fuerza del choque.
–¿Eso es todo? –preguntó el general con una fría mirada.
–No alardees tanto, viejo. Recuerda esa vez que me obligaste a transformarme por completo. Cuando desperté estabas al frente de mi cama con unas heridas bastante serias: ¡no te hagas el duro!
–Esa vez traté de detenerte sin causarte daño. Fue algo muy difícil, pero al final lo pude lograr.
–¡¿Eh?! ¡¿Tratas de decirme que esa vez me detuviste sin pelear?! –bramó Rudy–. ¡No me subestimes, maldito viejo!!
Rudy aumentó la fuerza de su brazo para atacar, pero al ver que aun podía ser bloqueado por Winston él balanceó su cola y la enroscó alrededor del cuello de su oponente. Luego se paró sobre el suelo con su mano de bestia y se impulsó con este brazo para aumentar la fuerza de su cola, con la que lanzó al general muy lejos tras desenroscar su cola de golpe del cuello de este.
Winston clavó su alabarda contra la tierra para tratar de frenar. Cuando por fin lo consiguió resultó a varios metros de distancia de donde la cola de Rudy lo había catapultado.
–¡No verás mi Liberación del Alma, anciano! –Rudy no pensaba dar su brazo a torcer.
–Vaya con este chico problema –suspiró el general–. Si no lo presiono un poco más no se transformará.
El general acababa de tomar una radical decisión: debería atacar a Rudy como si verdaderamente fuera a matarlo.
Rudy sintió que el general había bajado la guardia, así que se lanzó al ataque sin dudar. Sin embargo, cuando no había avanzado ni dos metros, un violento puñetazo en el abdomen lo hizo retroceder. Por un instante, Rudy permaneció asfixiado por la falta de aire. Apenas se estaba recuperando, cuando una metralla de estocadas amenazó con atravesarlo.
Con mucha dificultad, Rudy esquivó los veloces ataques por un buen rato, pero el ritmo de ataque del general era demasiado como para aguantarlo indefinidamente. Él sabía que debía o bien alejarse a una distancia prudente o bien parar el ataque de Winston, aunque lo cierto es que también sabía que cualquiera de ambas opciones resultaba algo prácticamente imposible de realizar en su actual estado. Rudy comenzó a sentirse muy agotado.
De pronto, una de las estocadas atravesó su brazo de hombre-león. Rudy gritó de dolor y trató de detener el sangrado con su otra mano, pero el general era incansable y en un instante le realizó múltiples cortes por todo el cuerpo. Si no fuera porque Rudy se movía para evitar un daño aun mayor, hace mucho que ya habría terminado con algún órgano vital atravesado.
–Desgraciado, ¡¿en serio quieres matarme?! –reclamó Rudy, muy agitado tras terminar de cuclillas.
–Si no te transformas eso será inevitable –lo amenazó el general. Rudy se quedó helado con esta respuesta. La anterior vez que se transformó y que hirió al general nada había ocurrido como ahora. Esa vez el general provocó a Rudy para que se transformase insultando a su querido Azor; había apelado a su ira. Eso es lo que recordaba Rudy. Pero ahora era distinto. Si él no se transformaba, si no utilizaba su Liberación del Alma, el general definitivamente lo mataría. Además, aun si decidiese transformarse por completo, él no estaba seguro de poder ganar. El general era muy poderoso, y si él simplemente se transformaba en una bestia sin raciocinio no sería capaz de pensar en una estrategia para ganar. Las cosas no pintaban nada bien, pero lo único que le quedaba era intentarlo, intentarlo y a la vez enfocar toda su fuerza de voluntad en tratar de mantener la cordura tras activar su Liberación del Alma.
–Está bien viejo –dijo Rudy tras incorporarse–. Haré lo que tanto deseas.
–Estoy esperándote –sonrió el general mientras lentamente se iba acercando hacia el joven centinela con su alabarda siempre apuntándole–. Aunque no creas que mi paciencia será eterna…
–No te preocupes, viejo: ya lo decidí –Rudy tomó aire y se concentró para incrementar su energía espiritual al máximo. Durante ese proceso lo único que él se repetía en su mente una y otra vez era: “aférrate a tu humanidad, Rudy. Por nada del mundo pierdas tu conciencia. Yo puedo hacerlo… si quiero sobrevivir, ¡debo hacerlo!”.
Una potente columna de luz blanca emanó del cuerpo de Rudy. El general se detuvo en seco. Los árboles empezaron a moverse al compás del fuerte viento que generaba la masiva energía que emitía Rudy. Por su parte los animales silvestres, presintiendo el peligro, huyeron del lugar como si fuera a avecinarse un desastre natural.
Cuando la luz por fin desapareció una onda expansiva fue liberada del cuerpo de Rudy. Dicha onda alejó todo el polvo que hasta el momento lo cubría todo, de modo que permitió ver con toda claridad la Liberación del Alma del joven centinela. Una dorada melena se agitó al son del viento, un par de monstruosos brazos se abrieron hacia los costados, y una intimidante boca dirigida al cielo dejó escapar un atronador rugido que remeció todo el bosque.
–Tan escandaloso como la última vez –sonrió el general–. Ahora es cuando empieza la verdadera batalla. ¡Pico de Fénix, activación! –exclamó Winston, y entonces la punta de su alabarda se cubrió de un intenso fuego–. ¡Vamos!
Ambos peleadores dejaron sus posiciones y a toda velocidad se dirigieron hacia su rival. El choque de las garras de Rudy contra la ardiente punta de la alabarda de Winston produjo una violenta onda de choque que remeció tanto el bosque cercano como las aguas del lago.
Varios golpes siguieron al primero. Cada choque parecía ser más intenso que el anterior. Al ver que la confrontación directa no los llevaría a nada, Winston decidió hacer uso de su velocidad para dirigir sus ataques hacia los puntos ciegos de Rudy. Sin embargo, cuando se situó detrás de su aprendiz y ya estaba listo para atacar, este desapareció. El general quedó boquiabierto.
Un violento coletazo lanzó al general contra el suelo. Ni bien acabó de estrellarse, su pie fue sujetado por una poderosa mano que lo elevó hacia arriba y luego lo lanzó hacia lo lejos. La fuerza del lanzamiento fue tal que el general no pudo frenarse: él era en ese momento como una flecha que nunca caía. Sin embargo, mientras él permanecía aun en el aire se le aparecieron un par de puños que se juntaron y lo golpearon con una fuerza tal que el suelo sobre el que finalmente cayó se agrietó, como si allí acabará de haber un cataclismo.
“La vez pasada tuve suerte de que la transformación de Rudy no durase mucho tiempo. Pero, ahora no solo es el tiempo de la transformación, sino que él está peleando a su cien por ciento”, pensó el general con preocupación.
–Si esto sigue así tendré que usar mi Liberación del Alma, o de lo contrario moriré –se dijo a sí mismo el viejo Winston–. Vamos Rudy, recupera tu personalidad. No me obligues a utilizar mi Liberación del Alma. Si lo hago, dudo que pueda detenerte sin lastimarte de gravedad…
Rudy se apareció de pronto frente al general. Fue tan sorpresivo que Winston retrocedió por puro instinto y casi se cae de espaldas.
Rudy ya iba a lanzar un zarpazo, pero de la nada se detuvo en seco. El general se quedó observándolo con curiosidad. Entonces, el joven centinela se tomó la cabeza y comenzó a emitir violentos rugidos que más parecían lamentos desesperados.
–Eso es Rudy, lucha por prevalecer sobre tus instintos y emociones.
–¡Debo mantener mi cordura o no sobreviviré así me transforme!! –gritó Rudy a todo pulmón.
–Vaya, parece que por fin la lucha interna de mi aprendiz ha terminado –minutos después exhaló el general Winston. La bestia por fin se había calmado.
–Lo-lo lo logré, viejo –jadeó Rudy
con una sonrisa en su cara de hombre-león. Tras estas palabras, sendos
relámpagos blancos salieron de su cuerpo y lo regresaron a la normalidad.
Entonces, completamente agotado, Rudy cayó desmayado sobre el suelo.
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