Capítulo 7: ¿Dónde está mi mascota? ¡Salvemos al señor Tobi!

 


¡Dios! ¡¿En serio se puede tener más mala fortuna que la mía?! ¡¿Por qué miércoles tuvo que aparecerse ese maldito pulgoso cuando ya estaba a punto de derrotar a Rina?! ¡Me quiero morir! Mi vida es una desgracia… Ay, ahora sí pienso seriamente en que tendré que hacer algo para curarme de mi miedo a los perros, pero es que, ¡diablos! De simplemente sentir a uno cerca de mí me entra ese insufrible pavor que no puedo controlar. Rina… esta vez me has ganado, ¡pero conste que fue por pura suerte! A la otra yo seré la que cante victoria, ¡ya lo verás!

***

Era una mañana fría y en la que corría un viento indomable. El sol permanecía oculto tras deprimentes nubes grises. Sin embargo, aquella mañana para Lorenzo era como el día más hermoso de la primavera. Él entró muy contento por la puerta principal del colegio. Mientras avanzaba con la mochila colgada de la espalda, el delgado muchacho silbaba muy animado. 

“¡Qué felicidad! ¡Por fin todas las chicas me harán caso y se morirán por mí! Sí que sí… y todo gracias al sabio consejo que aquel influencer dio en su video que trataba sobre como seducir a las chicas guapas. Estoy seguro de que funcionará, muy seguro. ¡Estoy tan contento! Ji ji ji, ¡todas las nenas caerán rendidas a mis pies!”, con estos pensamientos en la cabeza él se dirigió muy campante a su salón. De modo inconsciente dio un saltito, una manifestación más de su excelente estado de humor durante aquella mañana.

Rina también llegó aquella mañana de excelente humor al colegio. –¡Hasta luego, René! –ella se despidió de su chofer tras bajar del vehículo. René se sorprendió, pues generalmente su ama solía olvidarse de saludarlo o despedirse de él, y resulta que ahora había hecho ambas cosas y, lo que era más inusual aún, ella se había mostrado en todo momento de lo más animada.

“Ah, la felicidad, la felicidad… que contenta se siente una cuando sabe que las cosas le van a salir bien. Porque así será: mi plan es perfecto. Gracias a mi arma secreta Mandy pasará por la peor humillación de su vida, y así por fin me vengaré de la vergüenza que esa boba me hizo pasar cuando por su culpa todos descubrieron la naturaleza de mi terrible maldición”, Rina se dijo, y al poco rato abrió el cierre de su mochila tras descolgársela de la espalda. Del espacio que quedó abierto una cabecita salió mostrando sus dientes y sacando la lengua. “¡Guau, guau!”, un pequeño perrito blanco con manchas negras ladró.

–Oww, mi lindo Hawser, tú me ayudarás el día de hoy, ¿no es así? Ayudarás a tu hermosa e inteligente dueña, ¡claro que sí! ¡Cuchi-cuchi-cuchi! ¡Eres un bello! –Rina le acarició la cabeza a su mascota. Entonces con suavidad le metió la cabeza de vuelta a la mochila y la cerró hasta la mitad. Miró en derredor para verificar que nadie se haya percatado de la presencia del pequeño Hawser. 

Las dos primeras horas de clase tocó matemáticas. En tanto el profesor explicaba en la pizarra la aplicación de unas fórmulas para los ejercicios que se mostraban en los libros, Mandy soltó un largo bostezo. –De todas las clases estas son las que más sueño me dan… no sé porque tengo que aprender esto si cuando crezca no pienso estudiar ninguna carrera que tenga que ver con números. ¡Grrr, como odio los números! –ella se quejó tras hundir la cara sobre los antebrazos.

Lapiceros escribiendo sobre el papel eran el único sonido que acompañaba a la explicación del profesor. Nadie conversaba en aquellos momentos.  

¡Riii! El timbre que anunciaba el final de la clase sonó. –¡Por fin! –Mandy cerró su libro.

–¡Ejem! –en eso ella oyó una toz que quería llamar su atención. Volteó apoyando el codo sobre el respaldo de su silla. Justo al frente Lorenzo la miraba de pie, con una bobalicona sonrisa en el rostro.

–¿Qué quieres, loro desplumado? ¿Se te ha perdido algo?

–No, nada de eso, ji ji ji…

–¿Entonces?

–Pues nada, solo quiero presentarte a alguien.

–¿Presentarme a alguien? Oye bobo, los dos estamos en la misma clase. ¡Me conozco a todo mundo aquí!

–¿Qué hay, Mandy? ¿Vamos a la cafetería? –Roberta le preguntó. Ella y sus otras dos amigas se acaban de acercar al sitio de la chica púrpura.

–Espérenme un toque… aquí el loro desplumado dice que me va a presentar a alguien –Mandy señaló con voz aburrida.

–¿A sí? –Estela sintió curiosidad.

–¡A nosotras también preséntanoslo, Lorenzo! –exclamó Roberta.

–¡Sí! –agregó Bianca.

–Por supuesto, por supuesto, faltaba más, ji ji ji –Lorenzo sonrió. Él metió su mano derecha por debajo de su chaqueta.

“¡Iiiiaaa!”, las chicas se taparon los ojos y gritaron presas de la indignación.

–¡Asqueroso! –Mandy, hecha una furia, le estrelló a Lorenzo su libro de matemáticas en la cara.

–¡Aguanta! –Lorenzo le mostró la palma de la mano derecha en gesto de llamar a la calma–. ¡No sé qué es lo que estarás pensando, pero te aseguro que no es eso!!

–Que degenerado resultaste, Loro desplumado –Roberta negó con la cabeza en gesto de desaprobación.

–¡Que no es lo que piensan! –Lorenzo se defendió.

–¡Guarro, depravado, cochino! –Mandy le lanzó a Lorenzo todos los cuadernos, libros y lapiceros que tuvo al alcance.

–¡No! ¡Escúchame! ¡Te digo que no es lo que crees! ¡¿Puedes dejarme hablar?! –Lorenzo esquivaba como podía los proyectiles.  

¡PUM! Sin previo aviso Mandy le lanzó a Lorenzo su silla. Lorenzo jamás se esperó un proyectil de tal calibre. El pobre terminó descalabrado en el suelo.

–Ahora sí, te escucho –cruzada de brazos, Mandy se acercó a Lorenzo.

–Yo… yo… solo quería presentarte al señor Tobi –por fin Lorenzo se sacó la mano de debajo de la casaca del uniforme y la levantó en alto. Sujetado entre sus temblorosos dedos había un tierno hámster dorado.  

–¡Oww que lindo!! –Roberta y las demás expresaron tras rodear al pequeño animalito. 

–¡Lorenzo! ¿Eso-eso era lo que querías enseñarme? –Mandy se agachó y colocó la cabeza del destartalado Lorenzo sobre su regazo. Ella lucía muy preocupada, y sobretodo arrepentida.

–Sí… era esto… vi en internet que a las chicas les gustan los animalitos tiernos, y por eso traje al señor Tobi… quería que lo conozcas –con voz entrecortada y dolorida contestó Lorenzo. “Porque en el video ese influencer explicaba que una de las mejores formas para conquistar chicas era teniendo una mascota, ya que así les puedes transmitir a ellas directo a su inconsciente que tú puedes ser alguien tan tierno y dulce como el animal que posees”, agregó él para sus adentros. 

–¡Oh, cuanto lo siento, Lorenzo! –Mandy lo abrazó.

–No te preocupes… (A pesar de todo creo que la técnica ha dado resultados, y eso es lo que al final importa) … ji ji ji –Lorenzo acarició la cintura de Mandy con su mano libre y rio entre dientes–. Ah, me siento en la gloria…

–¡Brrr! –Mandy sintió escalofríos cuando la mano de Lorenzo descendió más allá de su espalda baja–. ¡Lorenzo!! ¡Eres un…!! –Mandy vociferó, en tanto con ambas manos cogió la silla que le había lanzado previamente a su compañero.

–¡Lo siento, lo siento! Es que estoy tan débil que ya no pude mantener por más tiempo mi brazo en alto… ¡Es la verdad, te lo juro!! –Lorenzo chilló aterrado. Producto del pánico él abrió la mano con la que sostenía a su mascota de forma inconsciente, y el señor Tobi cayó al suelo. 

–¡Oh, no! ¡El señor Tobi se escapa! –Roberta señaló. Por el lugar al que ella apuntó con el dedo, el pequeño hámster pasó raudo, y se escabulló debajo del asiento más próximo.

–¡Señor Tobi! – Mandy soltó la silla y fue tras el tierno animalito.

¡PUM! Lorenzo recibió la silla en el abdomen. Las piernas y los brazos se le levantaron producto del dolor. Al rato cayeron de nuevo, y él se quedó tendido sobre el suelo, cual si estuviese muerto.

–Que en paz descanse quien en vida fue el loro desplumado –Estela se sacó la vincha del cabello, emulando así el típico gesto de respeto de los antiguos caballeros ante un deceso, cuando se sacaban el sombrero.

–Siempre te recordaremos, amigo… así hayas sido un pervertido sin remedio –añadió Bianca.

–¡Jajaja! Pobre Lorenzo –Roberta no podía parar de reír. Sin embargo, pronto ella sintió lástima por el pobre y fue en su auxilio. Le levantó la silla que le había caído encima y lo ayudó a incorporarse.

–Por favor, recuperen al señor Tobi – Lorenzo les suplicó a las tres–. Una primita me lo prestó, y ella… ella quiere mucho al señor Tobi. Por eso yo tengo que devolvérselo sano y salvo. ¡Ayúdenme chicas, por lo que más quieran!

–Tranquilo, nosotras nos encargaremos de recuperar al señor Tobi –Roberta le prometió–. Chicas, voy a llevar a la enfermería a este bobo. Mientras tanto ustedes intenten atrapar a nuestro peludo amiguito.

–No te preocupes, Roberta, puedes confiar en nosotras –Estela le mostró el dedo pulgar.

–Gracias –Lorenzo se mostró conmovido. Roberta lo llevó a la enfermería, apoyándole el brazo derecho sobre sus hombros para ayudarlo a avanzar. 

–¿Y ahora qué? ¿Crees que Mandy haya podido encontrar al señor Tobi? –Estela le preguntó a su amiga.

–No lo sé. Es más, ¿Dónde está Mandy en estos momentos? –Bianca buscó por toda la clase. Aparte de ellas dos, en el salón no había quedado nadie más.

–¡Rayos! Esas dos están en el salón –Rina se asomó por la puerta de la clase. Sostenido entre sus brazos ella tenía al pequeño Hawser–. Por ahora no podré esconderte en la mochila de esa purpurita de pacotilla… ¡Diablos! ¡Ya no puedo esperar más! ¡Quiero oír los gritos de esa idiota cuando abra su mochila y se encuentre con Hawser allí adentro! ¡Ah! Es una lástima que por ahora no pueda llevar a cabo mi plan… en fin, tendré que esperarme a otra oportunidad –Rina agregó, y acto seguido se retiró sigilosamente.

Tocó el timbre que anunciaba el retorno a las clases. Mandy llegó decepcionada al salón. –Rayos, por más que lo busqué, no pude encontrar por ningún lado al señor Tobi…

 –Pucha, y nosotras que le habíamos prometido al loro desplumado que encontraríamos a la mascota de su primita –se lamentó Bianca.

–¿De su primita?

–Así es. Veras, resulta que Lorenzo le pidió prestado el hámster a una primita suya. Él nos dijo que su primita quiere mucho a ese hámster, y por eso él tiene que recuperarlo a como dé lugar, pues de lo contrario la pequeña se pondrá muy triste.

–Oh, no… y pensar que parte de la culpa de que se perdiera fue mía… –Mandy se mordió el labio inferior.

–¿Parte? Yo diría que toda –Estela la corrigió.

–En el segundo recreo me ayudarán a buscarlo, ¿ok? El último lugar en el que lo vi antes de perderlo de vista fue cerca de las gradas…

–¿Durará el pobre hasta el segundo recreo? –Estela se llevó las uñas de la mano izquierda a la boca.

–¡Oye! No me hagas sentirme peor de lo que ya me siento…

–Tranquilízate, Mandy –Roberta intervino. Ella acababa de regresar de la enfermería. A su lado iba Lorenzo, quien ya se encontraba mejor–. Lorenzo ya encontró al señor Tobi.

–Así es. Aquí lo tengo, lo guardé en el bolsillo de mi camisa… pero si estaba aquí, tú me viste guardarlo, ¿no, Roberta? Qué raro, ¡juraría que lo guardé en mi bolsillo!

–¡Idiota, allá está el señor Tobi! –Mandy señaló hacia la puerta delantera del salón. Ella fue tras el hámster, pero cuando salió al pasillo, se encontró frente a frente con la profesora de lenguaje, a quien le tocaba dar las clases de aquel momento.

–Al salón, señorita Mandy, que la clase ya va a comenzar –le dijo la profesora.

–Pero, pero –impotente, Mandy observó al señor Tobi metiéndose al salón de al lado. Ella regresó cabizbaja a su lugar.

–No te preocupes. Solo estaría en peligro si hubiese un perro o un gato cerca, pero en el colegio no tienen ninguno de esos animales que yo sepa –Roberta tomó el hombro de su amiga cuando pasó por su lugar–. En el segundo recreo lo buscaremos –agregó, y acto seguido se dirigió a su carpeta. Mandy apoyó las mejillas sobre las palmas de sus manos y soltó una lastimera exhalación.

En la clase de al lado, en donde estudiaban Xian y Rina, en ese momento se estaban dictando las clases de matemáticas. Todos los estudiantes apuntaban en sus libros el desarrollo de los ejercicios que el profesor iba resolviendo en la pizarra. Rina estaba concentrada en la explicación de la clase, por lo que ni se percató de cuando el cierre de su mochila, que estaba abierto ligeramente para que Hawser no se ahogue dentro, se fue abriendo más y más, empujado este por el hocico del travieso can. Justo en ese momento por su delante pasó el señor Tobias. Hawser salió de un salto de la mochila y fue en persecución del pequeño hámster. Ambos abandonaron el salón sin que nadie se percate de nada.

–Qué raro –el profesor volteó hacia donde sus alumnos–. Me pareció oír un ladrido –él dijo.

Todos negaron haber oído ladrido alguno. El profesor se encogió de hombros y continuó con la lección. Sin embargo, lo dicho por el profesor preocupó a Rina. Ella levantó su mochila para verificar que sus temores no se hayan hecho realidad. Lamentablemente, no hizo sino confirmarlos: la mochila estaba abierta de par en par y el travieso Hawser había desaparecido.

–Profesor, por favor puedo ir a los servicios –Rina levantó la mano. Una vez el profesor le dio su consentimiento, la joven salió presurosa del salón. 

–Gracias, profesor –mientras tanto en el salón de al lado, Mandy tuvo la misma idea que Rina, aunque en su caso para buscar al señor Tobi. “No sé cómo, pero tengo que meterme como sea al otro salón… ya no puedo más con la preocupación”, fue su pensamiento.

–¡Ay, lo siento! –cuando salió del salón, Mandy se chocó con alguien.

–¡Tú! ¿Por qué no te fijas por dónde vas? –Rina le increpó.

–Ah, eras tú – Mandy se relajó.

–¿Se puede saber qué haces fuera de tu clase? –Rina le preguntó–. No me digas que te han castigado… como siempre.

–¡Pues no! –Mandy respondió fastidiada–. Y tú que me dices, ¿a ti te han castigado?

–¡Claro que no, ni que fuera una revoltosa como tú! Yo simplemente me dirijo al baño.

–Pues que coincidencia, yo igual.

Las dos chicas enrumbaron hacia los servicios higiénicos, dirigiéndose en todo momento sendas miradas de desconfianza y recelo.  

“¡Guau, guau!”, cuando ya se encontraban cerca del baño, a pocos metros de ellas hicieron eco los ladridos de Hawser. Cegada por el miedo e inconsciente de lo que hacía, Mandy saltó sobre Rina y se aferró a ella aterrada.  

–¿Se puede saber qué estás haciendo? –Rina se quitó a Mandy de encima, cayendo esta última sobre el suelo como un costal.

–Auch, eso me dolió –Mandy se puso de pie mientras se sobaba las posaderas–. ¡Eres una tosca!

–¡Y tú una confianzuda! –Rina le increpó, cuando en eso vio a su mascota corriendo tras un pequeño hámster–. ¡Hawser, ven aquí! –ella fue tras el perro.

–¡Señor Tobi! –Mandy no tardó en darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Intentó ir tras el pequeño hámster, pero su pavor a los perros le impidió moverse de su lugar.

–¡Te tengo! –Rina exclamó, y alargó las manos para atrapar a su mascota, pero esta se metió a un salón antes de que ella pudiese cogerlo–. ¡Mierda! –se lamentó Rina. No le quedó más remedio que esperar allí afuera hasta que salga su perrito.

–Tienes que coger a tu perro lo más pronto posible –Mandy se acercó a Rina, aunque con cierto recelo, ya que estaba temerosa de que en cualquier momento salga Hawser del salón–. Un hámster, el pequeño señor Tobi, está siendo perseguido por tu mascota… hay que rescatar al señor Tobi, no podemos permitir que le pase algo…

–Si lo vi, ¿es tu mascota? –Rina le preguntó de mala gana.              

–No –Mandy negó con la cabeza–. Es de una primita de Lorenzo. Lo conoces, ¿no?  Es el tipo pervertido de mi clase. Por lo que él nos ha contado, su primita le tiene mucho cariño al señor Tobi, de modo que si le pasa algo ella se pondrá muy triste. Por eso, por eso es que tengo que atraparlo sano y salvo…

Rina se quedó observando a Mandy perpleja. Sintió que las palabras de su enemiga habían sido sinceras. Aunque le costó admitirlo, quedó conmovida. –Dejemos por un momento nuestras diferencias, ¿de acuerdo? Yo tampoco quiero que esa niña se ponga triste, y menos si es por mi culpa. ¿Aliadas por ahora, entonces? –Rina le tendió la mano derecha. Mandy asintió y ambas muchachas se dieron un amistoso apretón de manos.

Ambas acordaron ir a hablar con el profesor del salón para que les permita ingresar y así poder ir en busca tanto de Hawser como del señor Tobi. Sin embargo, cuando estaban dispuestas a dirigirse a la puerta, los dos animales salieron embalados del salón. Rina fue de inmediato tras ellos. Algo relegada, Mandy la siguió.

Llegó la hora del segundo recreo. Mandy y Rina en ese momento correteaban a las mascotas en el área de detrás del coliseo.  

–¡Atrápalo, allí esta! –Rina señaló. Mandy asintió y corrió al encuentro del señor Tobi, pero entonces por detrás se le apareció Hawser ladrando y corriendo como un desquiciado. Mandy pegó un salto del susto, y al aterrizar perdió el equilibrio, desbaratándose sobre una montaña de carpetas viejas, con lo que se produjo un atronador escándalo al desplomarse.  

–¡Eres una inútil! –Rina fue tras su perro y el hámster.

–Ayayayyy –rato después, Mandy salió de debajo del amasijo de carpetas. En medio de su delirio por culpa del golpe, tuvo la ilusión de que hámsteres alados le revoloteaban alrededor de la cabeza. Todo le daba vueltas y sintió que le dolía todo el cuerpo.

Rina persiguió a las mascotas hasta llegar al laboratorio. Roberta y las demás la vieron entrar allí persiguiendo a los animales. Presurosas fueron tras ella.  

–Alo, Mandy. ¡Ya encontramos al señor Tobi! –Roberta llamó por teléfono a su amiga para avisarle.

En el laboratorio no había nadie aparte de las chicas y las mascotas. Rina estaba agotada y harta. –Esto ya no puede seguir así –dijo, y tomó su celular–. Arturo, vente a mi colegio con tres de tus mejores hombres… el hámster… mi perro Hawser… es de vida o muerte. ¡Apresúrense, que está en un grave peligro! –tras recalcar esta advertencia, Rina colgó la llamada. Ella respiraba agitada producto de la prolongada persecución.

Casa de Rina. Arturo miró su celular confundido, pero había recibido una llamada de auxilio de su jefa y por lo tanto tenía que acudir en su ayuda sin rechistar. Después de todo ese era su trabajo. “No he entendido muy bien, pero por lo visto la señorita está en aprietos, y a tal punto que incluso ha dicho que la situación es de vida o muerte… no, esto no puede esperar más. ¡Partiré de inmediato en su ayuda!”.  

–¿Qué fue eso? ¿A quién acabas de llamar? –con la curiosidad a flor de piel, Estela se le acercó a Rina.

–Al líder de mis guardaespaldas –Rina respondió como si fuese lo más natural del mundo.

–¡Increíble! –Estela, Bianca y Roberta quedaron impresionadas. 

–¡Ya estoy aquí! –Mandy ingresó al salón. Ella lucía sucia y con rasmillones, como si acabase de regresar de la guerra.  

–¡La puerta! –Bianca corrió hacia la entrada del laboratorio y la cerró, justo a tiempo para evitar que el hámster se escabulla por allí.  

–Ahora sí no tendrá a donde escapar el pequeño bribón –Mandy sonrió–. Bien hecho, Bianca.

Acto seguido, la chica púrpura se abalanzó sobre el hámster. “¡Guau, guau!”, pero los ladridos de Hawser no tardaron en hacerse notar. Mandy pegó un tremendo salto hacia atrás producto del susto. Con la espalda ella terminó derribando una mesa en la que había varias probetas y tubos de ensayo. ¡CRASH! Sonaron los instrumentos al estrellarse sobre el suelo y partirse en cientos de pedazos.

–¡Ven aquí, perro malo! –Rina saltó sobre Hawser, pero este consiguió esquivarla. Rina terminó impactando contra un estante, el que se tambaleó y finalmente le cayó encima. Todo su contenido, piezas de vidrio y material de laboratorio diverso, se regó por el piso.

¡PUM! ¡CRASH! ¡TRASH! Con el pasar de los minutos, los destrozos provocados en el laboratorio fueron en aumento. Roberta y sus amigas no se lo podían creer. –Este par están locas, ¡locas de remate! –Estela exclamó fuera de sí.  

–¡Lo tengo! –Mandy tras lanzarse al suelo por fin logró coger al señor Tobi. Por su parte, Rina ya tenía entre sus brazos a Hawser.

–¡Misión cumplida! –Rina exclamó. Tanto ella como Mandy se encontraban muy agitadas tras el gran esfuerzo.

–¡SANTA MADRE DE DIOS!! ¡¿QUÉ ALGUIEN ME EXPLIQUE LO QUE HA SUCEDIDO AQUÍ?! –la profesora Inés, quien acababa de ingresar al laboratorio con sus alumnos de turno, se topó de lleno con el desastroso escenario de postguerra en el que se había convertido el lugar.

A Rina, Mandy y sus amigas se les erizaron los pelos de la nuca cuando oyeron el tremendo grito. Sus rostros perdieron color. Comenzaron a temblar.

–Pro-pro-profesora Inés –a duras penas Rina pudo hablar. Recién se percató del deplorable estado en el que habían dejado el laboratorio.

–¡No! Esto ya no lo puedo aguantar más, ¡a mí me va a dar algo! –tambaleándose, la profesora se desparramó sobre la silla del escritorio en tanto se tomó la cabeza con ambas manos. Dos de sus alumnos se le acercaron para comprobar si se encontraba bien. Mientras tanto, afuera se oían los murmullos y chismorreos de los demás estudiantes, quienes estaban tan impactados como la profesora.

–Ay el laboratorio, ay de mi querido laboratorio… ¡y tanto que me costó que lo implementen y pongan a punto! –la profesora se lamentaba.  

¡PUM! Sin previo aviso, los ventanales del laboratorio que daban a la piscina fueron destrozados por tres hombres uniformados como marines y armados hasta los dientes. Apenas ingresaron al laboratorio se colocaron en formación de combate.  

“¡WAAA!”, todos en el laboratorio gritaron, aterrados por el explosivo ingreso.

–¡Señorita Rina, menos mal que está a salvo! –Arturo, quien iba a la cabeza del grupo de hombres armados, corrió al encuentro de su protegida.

–¡Arturo!! ¡Por lo que más quieras! ¡¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer?! –Rina le reprochó fuera de sí.

–Esto es una pesadilla, ¡una horrible pesadilla! –la profesora Inés se desmayó. Los alumnos que se encontraban cerca la socorrieron en el acto haciéndole aire uno y tratando de reanimarla el otro. Un tercer alumno corrió hacia la enfermería en busca de ayuda.

Mandy y sus amigas se habían quedado de piedra. Lo que acababa de suceder ya era demasiado.

–Pe-pero solo cumplimos con nuestro deber, señorita Rina –se excusó el guardaespaldas con voz nerviosa–. Cu-cuando usted me llamó parecía encontrarse en un grave peligro, así que por eso vinimos con todas las de la ley. Además, luego de que rastreamos su celular y entramos al colegio, oímos un alarido de padre y señor mío, además de que al llegar al laboratorio nos encontramos con todo este alboroto de alumnos en la puerta; por supuesto que temimos lo peor…

–¡Torpe!! ¡Me has hecho pasar la vergüenza de mi vida! –Rina lo reprendió desconsolada, y a continuación se dejó caer sobre una silla. Lucía tan extenuada que parecía que no hubiese dormido en días.  

–Y así, amigas mías, es como culmina el feliz rescate del señor Tobi –Roberta apoyó su codo en el hombro de Mandy–. Por cierto, esto te va a salir más caro que cuando rompiste el microscopio, amiga. Aunque en tu defensa puedo decir que tus destrozos de esta vez han sido en favor de una buena causa, así que no te sientas tan mal…

La joven púrpura ya no oyó nada más, pues acababa de desvanecerse.  

–¡Mierda!! –Estela y Bianca corrieron a su encuentro. Entre las dos lograron coger al señor Tobi antes de que vuelva a escabullirse. En tanto, Mandy yacía desmayada sobre el suelo.


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