Capítulo 3: ¿Labios que no pueden besar? ¡El origen de la maldición de Rina!
Cielos… aún no puedo creer lo que acaban de ver mis
ojos... Ahora mismo Roberta me está llevando hacia no sé qué lugar del parque, mientras
que delante de nosotras Estela y Bianca arrastran a Rigo quien sabe por qué
razón… todo se me hace tan irreal… ¡les juro que no entiendo nada de nada!
***
Cuando llegaron a la zona más alejada del parque en relación con la
entrada principal del colegio, Bianca y Estela sentaron a Rigo sobre una banca,
en tanto de pie y con los brazos cruzados se le quedaron mirando. Roberta sentó
a Mandy al lado de Rigo. Luego se acercó a su amiga y le dio palmaditas en la
mejilla tras inclinarse hacia ella.
–Mandy, hey, ¡hey! Reacciona, amiga, ¿puedes escucharme? –Roberta le
preguntó.
Pero no hubo respuesta. Con los ojos perdidos Mandy observaba al
infinito. La boca la tenía un poco abierta.
–Oh no, demonios… otra vez te están volviendo a sangrar los labios –Roberta
se sacó del bolsillo de su casaca un poco de papel higiénico. Con sumo cuidado y
paciencia le limpió los labios a su amiga–. ¡Canasta de tres puntos! –exclamó
Roberta cuando lanzó el papel ya usado y arrugado a la basura, y este cayó con certera
puntería dentro de la boca del basurero–. Mandy, abre bien tus orejitas, porque
ahora mismo estas a punto de escuchar toda la historia sobre la terrible
maldición de Rina. ¡Hey! ¡¿Me estás oyendo?! –Roberta chasqueó los dedos
delante de la cara de Mandy. Esta última tras unos segundos de permanecer
impasible, finalmente asintió con la cabeza. Hecho esto, Roberta les hizo un
gesto con la mano a sus dos amigas. Estela y Bianca, cada una tomó uno de los
hombros de Rigoberto y le clavaron la mirada.
–Puedes comenzar a hablar –le ordenó Estela.
–No sé nada, chicas. Lo juro –Rigo bajó la mirada.
–Vamos, es inútil que sigas fingiendo. Así que mejor deja de
hacernos perder el tiempo y canta, pajarito –Estela insistió.
–Yo… aun si supiera algo… lo siento, no puedo decirles nada.
–¿Por qué no?
–Lo siento.
–¡Rigo, déjate de tonterías o me vas a conocer…! –Estela tomó a Rigo
de la chalina.
–No me la quites, por favor –a Rigo la castañearon los dientes.
–Si no hablas no solo te quitaré la chalina: ¡te dejaré calato y
tendrás que irte así hasta tu casa!
–Estela, espera –Roberta detuvo a su amiga cogiéndole de la muñeca
con suavidad–. Rigo, es necesario que Mandy escuche esta historia. Ella necesita
conocer la verdad para entender el sufrimiento de Rina. Ambas son chicas
orgullosas y que tienen que cargar con el peso de una terrible maldición. Si el
destino las ha reunido aquí y ahora es por algo, ¿no lo crees? Por eso es que no
podemos permitir que terminen como enemigas teniendo ambas tanto en común. Solo
conociéndose mutuamente es que podrán entenderse…
Rigo por primera vez cambió la expresión de su mirada.
–Sé que le prometiste a Rina guardarle el secreto, y por ello es que
te niegas a contárnoslo. Es admirable. Pero debes entenderme, Rigo. Mandy es mi
mejor amiga, y porque me preocupo por ella es que deseo que se amiste con Rina.
Estoy segura que si ambas confraternizan y se apoyan no solo harán más
llevaderas sus respectivas maldiciones, sino que hasta podrán trabajar juntas
en aras de buscar un remedio para su mal. Por eso es necesario que se conozcan,
para que puedan confiar plenamente la una en la otra… Ah, y, por cierto, no te
pediré que nos cuentes este secreto a cambio de nada. Te pagaré con la misma
moneda. Acércate, que te contaré mi secreto. Es algo sobre Mandy –Roberta se
agachó hasta que su boca estuvo muy cerca de una de las orejas de Rigo. Ella le
susurró algo en el oído. Una vez terminó de hablar, ella retornó a su posición–.
¿Y bien, Rigo? ¿Ahora sí nos contarás lo que sabes?
Rigo se quedó pensativo por unos cuantos segundos. Finalmente accedió.
–Roberta, ¡me sorprendes! ¿Cómo lograste convencerlo? –Estela le
preguntó en voz baja a su amiga. Bianca también se mostró interesada en
saberlo.
–Se los diré luego –Roberta respondió. A continuación, ella se
acercó a Mandy y volvió a chasquear los dedos delante de su cara. Mandy aún
seguía con la mirada perdida–. Debes escuchar esto, amiga –le dijo en tanto la
zarandeaba–. No dejes que todos tus esfuerzos por conocer la verdad hayan sido
en vano –esta vez le confío en voz baja al oído. Los ojos de Mandy recuperaron
cierto brillo de vida. Mandy se quedó observando a su amiga por un par de
segundos.
–Gracias –finalmente la joven púrpura dijo. Roberta le respondió con
una leve sonrisa.
–Todo ocurrió una mañana de mediados de marzo. Nos encontrábamos en
la clase de geografía… –Rigo comenzó con su historia. Mandy y sus amigas lo
escuchaban muy atentas.
Los alumnos tenían sus cuadernos abiertos sobre sus respectivas
carpetas. Al frente la profesora exponía su clase ayudándose con un mapamundi que
proyectaba sobre la pizarra un cañón que colgaba del techo de la clase. Rigo
anotaba en su cuaderno la información que iba proporcionando la profesora.
Bostezó. “Qué sueño que tengo… ayer me quedé hasta muy tarde hablando con Daysy
por el celular”, él pensó, y volvió a bostezar. Buscó con la mirada a Daysy. Ella
lucía fresca como una lechuga. Atendía a las clases y hacia anotaciones sin
mostrar ningún signo de cansancio. “Pero qué rayos… le diré que me revele su
secreto”.
Rigo intentó concentrarse en la explicación de la profesora. Con su
lapicero se dio golpecitos en la frente para despertarse.
–¡Señorita Daysy! ¿Le parecen aburridas mis clases? –en eso la
profesora paró su dictado de clases. Rigo volteó de inmediato hacia donde la
mencionada. Ella estaba que se cabeceaba.
–Perdone, profesora –Daysy se disculpó tratando de ocultar su
agotamiento, aunque de todas formas su voz se oyó cansada.
–Seguro se siente agotada por tanto devorar… libros. Digo, es una
cerdita del conocimiento –Rina comentó desde su lugar, ubicado justo detrás del
de Daysy.
“¡JAJAJA!”, en el salón la mayoría le celebró la ocurrencia.
–¡Por favor, guarden la compostura, jóvenes, que estamos en el salón
de clases! –la profesora les llamó la atención. Todos guardaron silencio–. Y
usted, señorita Daysy, vaya a echarse agua a la cara para que se despierte –la
profesora le ordenó a la mencionada. Ella asintió.
Mientras se ponía de pie, Daysy dirigió una fugaz mirada de reproche
a Rina. Esta última se dio cuenta del gesto. –¿Qué? ¿No es verdad que te
desvelaste leyendo? ¿O es que la cena duró demasiado? –Rina expresó, lo
suficientemente alto como para que los estudiantes más cercanos la escuchen.
“¡JAJAJA!”, los chicos sentados en los lugares de alrededor
estallaron en carcajadas.
–¡Silencio! –la profesora exclamó indignada–. Señorita Daysy, por
favor, apresúrese y vaya de una buena vez al baño a echarse agua a la cara –le
reiteró la profesora. Daysy asintió y salió de la clase con el ceño fruncido.
De regreso al presente.
–Esa clase de bromas se me hacen muy pero que muy familiares –comentó
Estela.
–Mandy, ¡ejem! ¿No sabes a quien nos recuerdan esa clase de bromas?
–preguntó Bianca.
–Continua, Rigo –Mandy no se dio por aludida.
–Bien, iba en que…
De vuelta a la historia.
“Pobre de mi bizcochito… esa Rina es una envidiosa, solo la molesta
porque mi Daysy es la más aplicada del salón… y es que desde que Daysy llegó a
nuestra escuela el año pasado, nunca más Rina ha vuelto a ocupar el primer
puesto durante las premiaciones a los alumnos destacados…”, algo ofuscado, Rigo
se dijo para sus adentros.
Otra vez de vuelta al presente (una nueva interrupción).
–¡Un momento! –Estela agitó las palmas de las manos–. ¿Cómo es eso
que mi bizcochito? ¿Y eso de mi Daysy? No me digas que en aquel entonces Daysy
y tú eran, eran… ¡¿enamorados?!
–Bueno… pues… sí, en efecto. En aquel entonces Daysy y yo ya
llevábamos más de siete meses de relación…
–¡¿Siete meses?! –Estela no se lo podía creer. Bianca y las demás se
encontraban en similar situación.
–¡Vaya estómago! –Mandy hizo gesto de sentir nauseas.
–¡Para eso sí estás bien, ¿no?! –Roberta le increpó a su amiga.
–Je je je –Mandy rio mientras se sobaba la nuca.
–Por cierto, Mandy... ¿A quién te referías con tu comentario de “vaya
estómago”? ¿A Daysy o a Rigo? –Bianca le preguntó en voz baja a su púrpura
amiga.
–¡A los dos, por supuesto!
–¡Jajaja! Eres una desgraciada.
–¡Ejem! Rigo, continúa con la historia, por favor –Roberta
interrumpió las risas de sus compañeras.
–Perdón, perdón. Rigo, por favor, prosigue –Mandy lo invitó a
proseguir.
– Bien, estaba en que…
Nuevamente de regreso al relato de Rigo.
La clase continuó su curso. Daysy regresó del baño, ya más despejada
tras echarse agua a la cara. Desde que ingresó al salón hasta que se sentó en
su lugar, Rigo la siguió con la mirada. Él suspiró.
–¡Chicos! ¡Chicos! –cuando faltaba algo de media hora para que sea
la hora de la salida, la profesora dio un par de aplausos para que sus alumnos
se espabilen–. Por lo que veo todos ya están cansados y seguramente también
hambrientos, de modo que no tiene sentido que yo siga gastando mi voz para que
solo me escuchen las carpetas. Así que en esta media hora que queda de clase
vamos a dar un repaso de lo último que hemos hecho por medio de un ameno juego.
Desde el centro hacia adelante –la profesora avanzó por el pasillo central
formado por las carpetas de las filas centrales de la clase– formarán un grupo,
y del centro hacia atrás –la profesora se paró justo delante del sitio de Rina–
conformarán el otro grupo. La mecánica del juego es muy simple. En primer lugar,
todos tendrán que ponerse de pie. Yo señalaré a cualquiera de un grupo para que
me diga la capital de determinado país, y esta persona tendrá cinco segundos
para responder. Si responde correctamente, permanecerá de pie y yo pasaré a
preguntarle a alguien del otro grupo. Pero si se equivoca, si no responde hasta
pasados los cinco segundos, o si descubro que le están soplando, esa persona tomará
asiento, lo que en pocas palabras significa que quedará eliminado. El grupo que
se quede sin alumnos de pie perderá, y por ende el otro grupo habrá de ser el
vencedor. Simple, ¿verdad?
Los alumnos respondieron afirmativamente. Así, en menos de un minuto
la clase pasó a estar divida en dos conglomerados de carpetas, dejando un
espacio en el centro para que la profesora pueda desenvolverse. Todos los
alumnos se pusieron de pie y dirigieron la mirada hacia donde la profesora.
–Bien, creo que ya están listos. Comenzaré entonces. Señorita Rina,
¿capital de Suecia?
–¡Estocolmo, profesora!
–Correcto.
–Christian, ¿capital de Rusia?
–¡San Petersburgo!
–Mal. Asiento.
–¿Capital de Eslovaquia?... ¡Tiempo! No sabe. Asiento.
–¿Capital de India?
–Calcuta.
–¡Mal! ¡Por Dios, chicos! Si van a soplar al menos háganlo bien.
Y así el juego prosiguió. Uno tras otro los chicos fueron siendo
eliminados. Pasaron cerca de veinte minutos, y en pie ya solo quedaban tres
personas: Rina de un equipo, Rigo y Daysy del otro.
–Por cierto, no les dije cuál sería el premio para el equipo ganador
–señaló la profesora–. El grupo que gane quedará exonerado del control del día
de mañana, y a todos sus miembros les pondré como nota de control un veinte.
“¡Vamos Rina!”, “¡Ya pues, Daysy, tú que eres tan chancona hazte
una!”, “¡Rigo, si ganas te invitaremos mañana un pan con pollo!", “¡Rina,
sabemos que tú puedes ganar!”, las barras y los ánimos para cada representante
se desataron en el salón de clase.
–Silencio, chicos, que vamos a continuar. El momento decisivo, ¡uy!
¿Quién ganará?
Todos se mostraron ansiosos y expectantes. Rigo comenzó a sudar.
Estaba sumamente nervioso.
–¡Señor Rigo! –la profesora lo señaló. El casi se fue para atrás del
susto–. ¿Capital de Costa Rica?
–¡La Habana! –Rigo se apresuró en contestar–. ¡No, no! Quería decir
San José…
–¡Eliminado! Asiento.
“¡Rigo!!!”, le reprocharon sus compañeros de equipo.
–Señorita Rina, ¿capital de República Checa?
–¡Praga, profesora!
–Muy bien. Así me gusta Rina, siempre tan segura de ti misma.
Rina no pudo evitar inflar el pecho de orgullo ante este elogio.
Ella esbozó una confiada sonrisa. Sus compañeros de equipo la vitorearon y
aplaudieron.
–Señorita Daysy, ¿capital de Junín?
–¿Qué?
–Cinco, cuatro…
–¡Huancayo!
“¡Diablos! No me he estudiado las capitales de los departamentos…
esto no me lo esperaba. ¡Maldita sea!”, Rina se lamentó para sus adentros. Por
primera vez se mostró algo preocupada.
–Señorita Rina… veamos… ¿Capital de Ancash?
–Eh…
–Cinco, cuatro…
–¡Espere, sí me la sé!
–Tres, dos…
–Es, es… ¡Ancash!
Daysy saltó de la alegría para celebrar su triunfo.
–¡No! Es Huaraz. Lo siento, señorita Rina: respuesta equivocada. El
equipo de Daysy es el ganador.
Rina cayó sobre su asiento sin poder creerse lo que acababa de
pasar. Daysy y Rigo celebraron junto con sus compañeros de equipo. “¡Beso,
beso!”, incluso algunos les gritaron. –Gorda idiota. No te creas tanto solo
porque me has ganado de suerte… –Rina renegó, aunque haciendo un esfuerzo supremo
logró contener su impulso de cometer en ese instante alguna locura producto de
la cólera. Pero entonces lo inesperado pasó, la chispa que prendió el fuego de
la rabia incontrolable de Rina. Daysy la miró en medio de su celebración, y le
dedicó un provocador bailecillo acompañado de una sonrisa burlona. Para rematar
le sacó la lengua. Rina chancó su carpeta con el puño. La fiera había sido
desatada.
–¡Nos vemos la próxima clase, chicos! No se olviden de volver a
colocar todas las carpetas y sillas en su sitio –la profesora se despidió de
sus alumnos cuando sonó el timbre de la salida. Se desató un barullo de
carpetas y sillas arrastrándose, de conversaciones y risas.
–Llegó la hora de poner a esa alucinada en su sitio –Rina se puso de
pie–. ¡Hey, hey! ¡Todos, dejen lo que sea que estén haciendo y observen con
atención…! Esto se va a poner muy interesante, ¡se los prometo! –Rina llamó la
atención de todos con sonoros aplausos mientras se abría paso hacía su víctima.
Su llamado no pasó desapercibido. No en vano ella era la chica más popular del
salón.
Rina se detuvo delante de Daysy y Rigo. –Daysy, me parece que me
debes una disculpa. No me pareció correcto el que te hayas burlado de mí
después de que perdí el juego.
–¿Es en serio? –Daysy encaró a su compañera–. ¡Tú eres la que
debería de pedirme disculpas por todo lo que me paras fastidiando! Pero, ¿sabes
qué? Me da igual. Haberte ganado me sabe mejor que cualquier disculpa, ¡chúpate
esa!
“¡Uuuyyy!”, todos en el salón echaron más leña al fuego.
–Quise darte una última oportunidad, Daysisita. Pero no me dejas
opción.
–¿Qué me vas a hacer? ¿Crees que te tengo miedo? ¡Estás loca!
Vámonos, Rigo –Daysy se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta de salida.
“¡Ohhhhh!”, las exclamaciones de sorpresa de sus compañeros
detuvieron a Daysy a medio camino. La curiosidad sobre lo que podría estar
pasando a sus espaldas la obligó a virar hacia atrás. Aquello de lo que fue
testigo la dejó petrificada, helada, en completo estado de shock. Rina había
cogido a Rigo de una de las muñecas con una mano, en tanto con la otra lo
atrajo hacia sí suavemente tras posarla sobre su nuca. Rina lo besó
apasionadamente. Rigo permaneció en su lugar, incapaz de reaccionar.
–Daysisita, ¿qué tal? ¿Cómo va tu día? ¿Aún feliz por la victoria
del juego? ¿No tienes ganas de seguir celebrando? –Rina separó sus labios de
los de Rigo y acto seguido se lo apartó de su lado con un empujón al pecho–. Te
lo devuelvo, no me gustó –Rina se limpió los labios con la manga de su blusa.
Todos en el salón quedaron más que impactados con lo que acababa de
suceder. Los murmullos y las conversaciones por lo bajo no tardaron en hacerse
presentes.
Daysy permaneció en silencio en un primer momento, pues no se sentía
capaz de articular palabra o de realizar movimiento alguno. Sin embargo, con el
transcurrir de los segundos, ella se fue poniendo colorada, y sobre la frente
se le formaron venitas, ira concentrada a punto de estallar.
Todos saltaron del susto cuando de un momento a otro Daysy comenzó a
entonar una serie de palabras en un idioma que no entendían, pero que les
sonaba a quechua o a alguna otra lengua nativa del Perú profundo, en tanto que con
las palmas de las manos ella apuntaba a Rigo y a Rina. Cada palabra era dicha
con más energía y desprecio que la anterior. Todos tuvieron un mal
presentimiento de lo que estaba sucediendo. Un repentino miedo irracional los
invadió. Daysy estaba hecha un demonio. Pasado cerca de un minuto Daysy por fin
concluyó con sus gritos. A continuación, ella se dio media vuelta y se marchó del
salón a toda carrera. Al poco rato Rigo fue tras Daysy y también se perdió de
vista.
–Uy no, creo que enloqueció la pobre –Rina se encogió de hombros. Se
colgó la mochila de la espalda y se marchó sin inmutarse en lo más mínimo. Sus
amigas fueron tras ella, admiradas por la osadía de su espectacular venganza.
De vuelta al presente.
–…intenté explicarle a Daysy que yo no tuve nada que ver con el
beso, que todo fue culpa de Rina, pero ella no quiso escucharme. Al final,
antes de meterse a su movilidad y cerrarme la puerta en la cara, ella me lanzó
una advertencia que en ese momento me resultó de lo más extraña: “así que
calentón resultaste, ¿eh? ¡De ahora en adelante nunca más volverás a serlo!...
ah, y a esa infeliz de Rina, a ella dile, dile que sus labios quedarán privados
de poder besar para siempre por culpa de las espinas del dolor y del
desengaño”. Esto fue lo que me dijo. Al día siguiente recién comprendí sus
palabras, cuando al despertar me congelaba del frío.
Por cerca de un minuto Mandy y sus amigas permanecieron en silencio.
Todas se habían quedado boquiabiertas. Les costaba asimilar tan descabellada
historia.
–Y bueno, eso fue lo que pasó… lo único que me queda por agregar es
que luego me enteré de que lo que hizo Rina conmigo para vengarse de Daysy no
era para nada nuevo, pues ya antes ella había llevado a cabo similares
“venganzas” contra otras chicas que la habían hecho enojar…
–¡¿Qué cosa?! –de pronto Roberta reaccionó, y cogió con ambas manos
el cuello del abrigo de Rigo–. ¡¿Y ahora recién me lo dices?! Óyeme tú… ni se
te ocurra ir a donde Rina con el chisme de lo que te conté antes de que
comiences con tu historia, ¡te lo advierto!
–He roto la promesa que le hice… de algún modo tengo que
compensárselo…
–¡Eres un infeliz! ¡Un boca suelta! ¡¿Cómo puedes ser capaz de hacer
algo así?! ¡No te lo permitiré! –Roberta estalló, y zarandeó a Rigo del abrigo.
–Ya les conté todo lo que sé. Por favor, déjenme marcharme.
–Claro, vete si es lo que quieres, saco de papas –Mandy le hizo el
gesto de que se aleje con la mano derecha.
–¡Mandy, no! ¡No podemos dejar que se marche, y menos tú, que eres
la principal afectada en este embrollo! –Roberta cogió a su amiga de los brazos
y la miró con los ojos desorbitados.
–¡Cálmate, mujer! –Mandy apartó a su amiga con brusquedad–. Ya nos
contó todo lo que sabe. ¿Qué más quieres del pobre? Dejémosle que se vaya nomás.
–¿Estás segura de lo que dices? –Roberta le preguntó.
–Por supuesto que sí, porque después de todo, ¿qué tan malo podría ser
el chisme que Rigo le cuente a Rina sobre mí? Total, yo no tengo nada que
ocultar.
–¿A sí? Pues yo no estaría tan segura de eso…
–¡Rigo! ¿Sigues aquí? ¡Vete de una vez! ¿O es que ya no quieres
irte?
Rigo asintió repetidas veces y a los pocos segundos se marchó hecho
una bala. –¡Adiós! –Mandy se despidió de él agitando en el aire la mano
derecha.
–Ya me dejaste con la intriga, Roberta. ¿Qué es lo que le susurraste
al oído a Rigo para convencerlo de que nos cuente su historia? –Estela se
acercó a su amiga.
–Sí, eso mismo quiero saber yo. ¡Desembucha, Roberta! –la instó
Bianca.
–Es algo sobre mí, por lo que he podido entender, ¿no? –Mandy le
preguntó a su amiga–. Vamos, dilo con confianza. Te prometo que no me enojaré.
–¿De veras? –Roberta miró a su amiga esperanzada.
–Sí, te lo prometo. Ahora habla.
–Pues, la verdad es que… les juro que fue lo único que se me ocurrió
en ese momento, ya saben, tenía que decirle algo comprometedor para que él sienta
que estaba recibiendo algo de igual valor a cambio, porque de lo contrario estoy
segura de que no se hubiera animado a contarnos su historia…
–¡Ya estuvo bueno, oye! ¡No la hagas larga y habla de una maldita
vez!! –Mandy y sus amigas le increparon impacientes.
–Ok –Roberta tragó saliva–. Le dije que a Mandy le gustaba Xian, el
chinito de la clase de Rina, aunque hasta ahora nuestra amiga no se atrevía a
confesarle su amor –ella reveló en apenas un susurro.
–¡¿Qué?! No te he oído bien –Mandy se tomó el oído y lo acercó al
rostro de su amiga.
–¡Sí, habla más fuerte! Nosotras tampoco hemos oído nada –Estela
reclamó, y se señaló a ella y a Bianca.
–Mandy, recuerda que prometiste no enojarte…
–¿Puedes hablar?
–¡Le dije que a ti te gusta Xian!! –Roberta explotó, y luego respiró
con agitación para recuperarse del esfuerzo por haber gritado.
Mandy se fue para atrás. Estela y Bianca tuvieron que cogerla a
medio trayecto para que no se diera contra el piso.
–¡Adiós, chicas, nos vemos mañana! –Roberta se alejó sin darles a
sus amigas tiempo para nada.
–Mandy, ¡hey! Reacciona, amiga –Estela le comenzó a dar a su amiga
palmaditas en la mejilla. Para ese entonces las tres se habían sentado en la
banca. Poco a poco Mandy fue recuperando el conocimiento.
–Chicas, ¿qué me pasó? –Mandy preguntó con voz extenuada.
–Pues que Roberta nos reveló lo que le había dicho a Rigo para
convencerlo de que nos cuente el origen de su maldición y la de Rina, y al
oírlo tú te desmayaste –le contestó Bianca.
–¿A sí? Y que fue eso que le contó… recuerdo la historia de Rigo,
pero después todo se me hace confuso…
–¿Cómo? Es decir, ¿no recuerdas nada de lo que nos confesó Roberta?
–Estela cogió a su amiga de las manos.
–Te juro que no. Nada de nada.
–¡Jajaja! Pues que raro, porque siéndote franca, no fue nada
importante… lo único que le dijo a Rigo para convencerlo fue que tú te volviste
morada por hacerle bulling a Daysy. Eso fue todo.
–¿Nada más? Ja ja, vaya, y yo que pensé que esa boba se había
inventado algún disparate sobre mí –Mandy exhaló aliviada–. En fin, ahora que ya
conozco lo que ocurrió con Rina y de lo que va su maldición… pues bueno chicas,
gané la apuesta: ¡me deben una salida al cine cada una, muajajaja!
–¡Rayos! Me había olvidado de la apuesta –se lamentó Bianca.
–¡Uf, que tarde es! Bianca, mejor vámonos a tomar nuestras combis –Estela
jaló del brazo a su amiga y se alejó casi corriendo con ella.
–¡No se olviden de la apuesta! ¡Ni se les ocurra hacerse las locas
después! – Mandy les gritó a sus amigas a la distancia.
–¡No lo haremos! –Estela respondió sin voltearse, y aceleró el paso.
–¡Adiós, chicas! –Mandy se despidió, y a continuación enrumbó hacia
su casa.
–Mandy no recuerda nada de lo que dijo Roberta, ¿puedes creerlo? –Estela
le dijo a su amiga. Para ese momento ambas ya se encontraban en el paradero
esperando sus respectivas combis.
–¡Uf, de la que se salvó Roberta! –exclamó Bianca.
–Y que lo digas –Estela exhaló–. Sin embargo… me preocupa lo que
pasará a partir de ahora… porque por lo que nos ha contado Rigo, esa Rina
resultó ser una chica sumamente vengativa. ¡Y encima le gritó a Mandy que la declaraba
su peor enemiga! ¡Tremendo aprieto en el que se ha metido nuestra amiga!
–Cielos, ojalá Rina se olvide pronto de lo ocurrido –Bianca rogó.
–Eso lo veo bien difícil, amiga. Pero por el bien de nuestra Mandy: ¡ojalá que así sea!
🤩 Si te gustó el capítulo, no te olvides de hacérmelo saber en los comentarios y de recomendarlo con tus amigos. ¡Hasta la próxima! 👋
😻¡Infinitas gracias por leerme!😻

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