Capítulo 2: ¿Otra chica maldita? ¡Rina, la nueva estudiante! (tercera parte)

 


Y en lo que canta un gallo ya estamos viernes. ¡Qué locura! Ya ha pasado prácticamente toda una semana y aún no he podido averiguar nada sobre la maldición que aqueja a Rina. ¡Esto es una tortura! ¡Ya no puedo soportarlo más!! Pero ya me harté; el día de hoy averiguaré toda la verdad así sea lo último que haga. ¡No descansaré hasta haberlo conseguido! ¡Palabra de honor!

***

–Y bueno, Mandy, ¿ya se te ha ocurrido algún plan para poder desvelar el secreto de Rina? –Estela le preguntó a su amiga. Ambas se encontraban apoyando las espaldas en la baranda del pasadizo de su pabellón. Bianca y Roberta también estaban allí. Las cuatro conversaban a la espera de que suene el timbre que anunciaba el comienzo de las clases de aquella jornada.

–Definitivamente tratar de sacarle la información a Rigoberto es una pérdida de tiempo –respondió Mandy mirando hacia el techo. Luego bajó la mirada y la dirigió a la nada–. Chicas, ¿saben qué es lo que se me ha ocurrido?  

–¡¿Qué cosa?! –sus tres amigas le preguntaron al mismo tiempo. La observaron expectantes.

–Tendré que extraer la verdad de la fuente misma… esa es mi última esperanza.

–¡¿Ah?! –las tres amigas se mostraron decepcionadas.

–¡¿Ah qué?! ¿Es que no lo entienden? ¡Es la única opción que me queda!

–Estás loca, Mandy –Estela le increpó–. Rina está tan paranoica por ocultar su secreto que prácticamente se ha vuelto la sombra de Rigo. ¡¿Y tú piensas que porque se lo preguntes directamente a ella te lo va a contar todo, así como así?!

–Yo creo que todo esto te ha afectado la cabeza –opinó Bianca.

–Lo mejor será que descanses por ahora. Ya el fin de semana seguro que se te ocurrirá algo inteligente –le sugirió Roberta.

–¡No me refiero a preguntárselo a ella, torpes!

–¿Entonces? –las tres amigas de Mandy se mostraron contrariadas.

–Me refiero a vigilarla, bobas. A analizarla, escrutarla, ¡lo que quieran llamarle! Pero esa es la idea: ¿me entienden? ¿eh?

–Tómate las cosas con calma, Mandy –Roberta le tomó el hombro a su amiga–. Mejor hazme caso y déjalo por ahora, que para el lunes ya se te ocurrirá algo mejor.

–Mujeres de poca fe. Ya verán como descubriré la verdad hoy mismo.

–¿Tan segura estás? –Estela se mostró escéptica.

–¡Por supuesto que sí!

–¿Apostamos?

–¿Apostar? ¿Qué cosa?

–Una salida al cine. Por supuesto, si pierdes tú nos invitas a las tres, con canchita y gaseosa incluidas. ¿Qué dices?

–Yo…

–Por lo visto no estás tan segura como nos lo hiciste creer…

–¡Trato hecho! Pero si gano ustedes tres me pagarán entradas al cine para tres funciones distintas, ¿entendido?

–Oye, oye, a mí no me metas, que eso es lo que has apostado con Estela –se excluyó Roberta.

–Pues yo sí participaré –Bianca levantó la mano.

–Perfecto, entonces así quedamos. Y en cuanto a ti, Roberta, como no participarás, si pierdo no te pagaré nada.

–No me mires así, amiga, que en ningún momento yo he dicho que no participaré en la apuesta. Yo sí apostaré, pero a tu favor –Roberta sonrió.

–¡¿Eh?! ¿Lo dices en serio? ¡Oh, ven aquí, Rob!! –Mandy abrazó a su amiga con fuerza.

Oh my god, que amistosa resultaste, Mandy –justo en ese momento Rina pasó por el costado de las muchachas en el pasillo. 

–Así es nuestra amiga, bien intensa ella –le comentó Bianca.

–¿Tienes vales para zapatos? –Estela le tendió las manos cual una mendiga. Rina entornó los ojos.

–Ahora mismo verán de que va mi plan –cuando Rina les dio la espalda y ya se metía a su salón, Mandy codeó a Estela–. Primero comprobaré si su maldición es alguna clase de caparazón que oculta bajo su casaca.

–¿Un caparazón? –Estela se mostró desconcertada. Sus amigas se encogieron de hombros.

–Rina, ¡espera! –Mandy llamó a su compañera, cuando en eso fingió tropezarse.

–¡Woa! –Mandy se fue de bruces contra la espalda de Rina. Como pudo se aferró a los hombros de esta. Luego, para incorporarse, ella aprovechó la ocasión y con las manos tanteó la espalda de Rina. Esta última sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo cuando sintió las manos de Mandy palpándole la espalda. Tragó saliva.

–Lo siento, je je… menos mal que pude aferrarme a ti antes de caer al suelo, ¡me salvaste la vida, amiga! –Mandy sonrió.

–Si tú lo dices –Rina dirigió una furtiva mirada de desconfianza a Mandy, y poco después se alejó apresurada.

–Rina, ¡hey, espera!... rayos, iba a pedirle que me diera los vales para helados que me prometió ayer…

–¡Mandy! –sus amigas se acercaron a ella corriendo.

–¡¿Se puede saber que ha sido eso?! –Roberta le preguntó.

–Estaba averiguando si tenía algún caparazón oculto, ya saben, la maldición…

–¡¿Y tenía que ocurrírsete hacerlo de esa forma tan, tan… estúpida?! –le increpó Bianca.

–¿Qué? ¿Fui tan obvia?

–Mandy, te lo digo como tu amiga. Definitivamente tu no sirves para fingir –sentenció Estela.

Sonó el timbre. En el colegio todos los alumnos ingresaron a sus respectivos salones para el comienzo de las clases.

–Ahora averiguaré si Rina posee cola de cerdo –Mandy les dijo a sus amigas. Las chicas salían del salón para el primer recreo.

–¿Eh? ¡¿Y cómo se supone que lo harás?! –Roberta no fue capaz de concebir lo que acababa de oír.

–Por si no te has dado cuenta estamos viernes, día de educación física. Todos hemos venido con buzo. La única forma en la que podrías saber si Rina tiene cola de cerdo es… – Estela trató de imaginarse el plan menos vergonzoso, pero no pudo.

–Demasiado tarde –Bianca señaló resignada.

–¡Hola, Rina! –Mandy saludó a la muchacha con una palmada en el trasero. “¡IIIAAA!!”, Rina saltó hasta las nubes fruto de la sorpresa. Una vez aterrizó se puso colorada, presa de la indignación.

–¡¿Otra vez tú?! –Rina miró furibunda a la chica púrpura. Rigo, que la acompañaba en ese momento, se ruborizó bajo la chalina y el chullo que llevaba puestos.

–Es que te olvidaste de darme los vales para la heladería, Rinita –Mandy se excusó esbozando una sonrisa. Rina tragó saliva.

–¡Toma! –le tiró los vales.

–¡Oye, no te vayas! –Mandy se acercó a su compañera y le cogió la cintura. “Mmm, no hay escamas, piedras o granos… haber más arriba…”.

–¡Tengo que irme! –cuando Mandy estaba por llegar al pecho de su compañera, Rina ya no pudo soportarlo más y huyó despavorida.

–Rayos, no tiene cola de cerdo, ni escamas o protuberancias… ¿Cuál podrá ser su maldición?

Varios metros detrás, Roberta y las demás, con los ojos desorbitados y la mandíbula en el suelo, no podían creer el nivel al que había llegado la desfachatez de su púrpura amiga.

–Si alguien pregunta, no la conocemos, ¿entendido, chicas? –sugirió Estela.  

–Apoyo la moción –aun no recuperada de la impresión y de la vergüenza, Roberta asintió.

–Pobre Rina… mira que tener que soportar tanta vulgaridad junta –Bianca negó con la cabeza.

Sonó el timbre que anunciaba el final del tercer recreo. Las mujeres de ambas secciones del cuarto de secundaria, tras recoger sus cosas del salón, se dirigieron hacia la cancha de fútbol para las clases de educación física, formando en dos filas y siguiendo a la profesora.

–Chicas, cámbiense lo más rápido que puedan, que el día de hoy tendremos las pruebas de 100, 200 y 400 metros en la pista de atletismo –indicó la profesora. Las chicas asintieron y se dirigieron a los vestidores, ubicados en el coliseo.

–Esta es mi oportunidad –Mandy les dijo en voz baja a sus amigas.

–¡Mandy, por piedad no! Esto ya ha ido demasiado lejos. Debes parar de una vez –Roberta la tomó del brazo.

–¿Qué “genialidad” piensas hacer esta vez? –Estela le preguntó con voz angustiada.

–¡No es nada malo, desconfiadas! –les increpó Mandy.

–Mandy, por lo que más quieras… –Roberta le dirigió a su amiga una mirada suplicante.

–No pasará nada, tranquila – Mandy tomó la mano de Roberta y con suavidad la separó de su brazo–. ¡Adiós! –acto seguido ella se alejó dando alegres saltitos.

–Esa tonta… –Estela se tomó la cara.

Apenas entró al vestidor, Mandy buscó con la mirada a Rina. Se sentó a su lado en una de las bancas. Ambas comenzaron a cambiarse. Cuando Rina se sacó el buzo y se estaba poniendo la pantaloneta, pilló a Mandy observándola con una concentración tal que le pareció anormal, y por supuesto se sintió muy incómoda. Tan rápido como pudo Rina terminó de cambiarse para a continuación huir del baño a la velocidad del rayo.

–Recuérdenme nunca más volver a incitar a Mandy para que averigüe algo –Roberta les dijo a sus amigas.

–Recordémonoslo entre todas, chicas –asintió Estela.

–Por todos los cielos, esa boba sí que se pasa… no hay que ser adivino para predecir que las osadías de Mandy acabarán muy mal –Bianca suspiró.

“Diablos, tampoco eran aletas, cerdas, pelos o protuberancias en las piernas… no lo entiendo ¡¿Qué otra cosa más puede ser?! Ya no se me ocurren más posibles maldiciones. ¡Que fastidio!”, con estos pensamientos, Mandy salió ya cambiada del baño. Ella se sentía frustrada.

Las chicas del cuarto año se encontraban llevando a cabo la prueba de postas de 400 metros. Los equipos de cuatro integrantes fueron armados por afinidad. Mientras Mandy hizo equipo con sus inseparables amigas, Rina formó equipo con Martina y dos chicas más. A ambos equipos les tocó competir entre ellos y contra dos equipos más.

–Mira, Mandy. Rina será la primera en correr –señaló Roberta–. Eso significa que debe de tener mucha confianza en su velocidad…

–No hay de qué preocuparse, yo le ganaré fácilmente –Mandy se señaló el pecho con el pulgar.

–Amiga, tú estás muy alterada por todo esto del secreto de Rina. No me preguntes porqué, pero sé que si compites contra ella algo malo pasará –le advirtió Estela–. Mejor dejémosle la partida a Bianca. Después de todo, ella es la más veloz de las cuatro.

–¡¿Quién dice que es más veloz que yo?!

–Todas las veces que hemos competido te he ganado, Mandy –Bianca tomó el hombro de su amiga–. Pero olvidémonos de eso por ahora. Lo que queremos evitar es que compitas contra Rina, ¿lo entiendes?

–Como quieran –Mandy les volteó el rostro en gesto ofendido y se cruzó de brazos.

¡FIUURRR! La profesora tocó su silbato. Las cuatro primeras chicas de cada equipo partieron a toda velocidad, cada quien con su testimonio fuertemente asido en su mano derecha.  

–¡Santos cielos! –Roberta no lo podía creer–. ¡Rina es increíblemente rápida! Ya ha dejado a todas las demás a medio camino, ¡incluida a nuestra Bianca!

–No permitiré que nos ganen. ¡Yo saldré segunda! –Mandy hizo a un lado a Roberta y ocupó su lugar.

–¡No! Espera ¡¿Qué estás haciendo?! –le increpó Roberta.

–Tranquila, deja todo en mis manos, je je…

–Tengo un mal presentimiento –Estela le comentó a Roberta mientras se mordía las uñas.

–Cuando se enterca es imposible hacerla entrar en razón –Roberta se llevó la mano al cabello, y observó preocupada el transcurso de la carrera.

Rina ya estaba por llegar a la meta. Su compañera ya la esperaba con la mano extendida y lista para recibir el testimonio.  

–¡Bianca! ¡APRESÚRATE!!! –de improviso, Mandy gritó con todas sus fuerzas. Fue tan repentino, y sobre todo tan fuerte aquel grito, que Rina, quien ya estaba por llegar, sintió como si le hubiesen colocado la turbina de un avión a toda potencia al lado de la oreja. Así, por culpa del grito, Rina trastabilló tras perder el equilibrio, y cayó de costado. Su compañera corrió en su auxilio.

–No te preocupes por mí… toma el testimonio y gana la maldita carrera –Rina le dijo a su compañera con chispas en los ojos. Esta última asintió, impresionada porque Rina en ningún momento dejó caer el testimonio. Entonces lo cogió y partió. Al poco rato Bianca le entregó el testimonio respectivo a Mandy. Nuestra siempre enérgica chica púrpura partió presurosa.

–Vaya, Mandy logró sobrepasar a Lorena –observó Roberta, ya con la mano lista para recibir el testimonio.  

–No lo sé, amiga, pero esta victoria no me sabe muy bien –señaló Estela.

–¡¿Y cómo les va a saber bien, si para ganar la idiota púrpura hizo trampa?! –sentada sobre el pasto de la cancha, muy cerca de las chicas, Rina les increpó. Su pierna y su brazo derecho tenían varios rasmillones producto de la aparatosa caída.  

–¡Rina! ¿Qué haces aquí? –Estela dio un respingo. Resulta que a pesar de que su carril era el más pegado a la cancha, ninguna de las tres se había percatado de la presencia de Rina.  

–¿Pues qué crees? Me lamento por ser víctima de tan descarada trampa –Rina frunció el ceño. Aquellos ojos azules tan serios e indignados incomodaron a Roberta y Estela. Ambas bajaron la mirada. “Qué mirada tan fuerte”, pensaron ambas.

–¡Roberta! ¡¿Qué diablos te pasa?! –Mandy le dio suaves golpes en la palma de la mano con el testimonio –¡coge el maldito testimonio! ¡Roberta! ¡¿Qué te pasa?!

–¡Sí! eh… ¡claro, Mandy! –Roberta salió de su estado de ensimismamiento. Cogió el testimonio, pero se había puesto tan nerviosa por culpa de la fuerte mirada de Rina, que el testimonio se le cayó al suelo.

–¡Recógelo, por lo que más quieras! –le increpó Mandy, y en eso oyó una risita apagada. Dirigió la vista hacia donde estaba sentada Rina. Ella observaba los acontecimientos tapándose la boca para intentar apagar su risa. Cuando vio que Mandy se percató de su presencia, le sacó la lengua.

–¡No te burles! –Mandy rabió–. Ya verás que igual ganaremos…

Roberta corrió por fin, ya con el testimonio en su poder. Pero sus rivales ya le habían sacado una clara ventaja. Las últimas chicas que partieron, terminaron la carrera con Martina a la cabeza. Y varios metros detrás, como última, llegó Estela a la meta.

–¡Mierda! –Mandy pateó el suelo. Ella estaba furiosa.

Llegó la hora de la salida. Mandy alistó sus cosas en silencio. Sus amigas, ya listas para marcharse, se le acercaron.

–Hey, ¿estás bien, Mandy? –Roberta le preguntó.

–Por supuesto que sí, ¿es que no se me nota?

–Uy no, la pobre está que bota humo por las orejas –Bianca negó con la cabeza.

–Perder no es el fin del mundo, amiga. No te sientas mal por una simple carrera –Estela intentó animarla.

–¿Nos vamos? –Mandy se colgó la mochila en la espalda tras ponerse de pie. Las cuatro amigas salieron del vestidor de mujeres.

–¿Creen que esté bien nuestra amiga? –en voz baja, Estela les preguntó a las otras dos muchachas. Las tres fueron detrás de Mandy, quien avanzaba a largas zancadas.

–No lo creo. Mírala nada más. Está tan enojada que del morado va a pasar al negro –señaló Bianca.

–¡Las estoy escuchando! –Mandy les gritó.

–Definitivamente está muy enojada –sentenció Estela con convicción.

Ni bien Estela terminó de decir estas palabras, Mandy se adelantó prácticamente corriendo.

–¡Rina! ¡Espera un momento, tenemos que hablar! –Mandy le gritó cuando la vio varios metros adelante. Rina iba acompañada por Rigoberto. “Le aclararé que yo en ningún momento quise hacer trampa, y que más bien ella fue la que jugó sucio al poner nerviosa a Roberta”, la joven púrpura caviló en tanto avanzaba.

–Rina, creo que Mandy quiere hablar algo contigo –Rigo le comentó a su compañera.

–No tengo nada de qué hablar con esa insoportable –Rina aceleró el paso.

–¿Me está ignorando adrede o me parece…? ¡Ah no, eso sí que no! Ahora me va a escuchar esa tramposa –Mandy se escabulló por entre la multitud de estudiantes que se dirigían hacia la salida del colegio.

–¡Mandy, espera! –Roberta intentó detenerla. Ella y sus amigas fueron corriendo tras la chica púrpura.

–Hay que detenerla, que esa torpe cuando está enojada es capaz de cometer la peor de las locuras –advirtió Estela. Sus amigas asintieron, y las tres se abrieron paso por entre la multitud.

“Te tengo, ahora no podrás fingir que no me escuchas”, Mandy se dijo cuándo tras dar todo un rodeo, se situó por delante de Rina y Rigo sin que ellos lo notasen. –¡A mí nadie me ignora! –Mandy corrió hacia Rina.

–Por fin creo que se largó esa morada insoportable –Rina volteó hacia atrás para cerciorarse de que Mandy no la esté siguiendo–. Pero lo mejor será no arriesgarme. ¡Apúrate, Rigo! –ella dio una palmada a su amigo en la espalda, y acto seguido aceleró el paso. Regresó la mirada nuevamente hacia el frente, cuando en eso…

Mandy vio a Rina con el rostro dirigido hacia atrás. –Je je, la sorpresita que te llevarás cuando me veas justo delante de ti… –ella se regodeó en tanto aceleró su carrera. Pero con lo que no contó fue con que de un momento a otro Rina también se animaría por correr.  

¡MUAAC! Ambas chicas se encontraron de improviso frente a frente. Ninguna fue capaz de frenar a tiempo. Un beso accidental fue algo que ninguna de las dos jamás se imaginó que pasaría.

–¡Lo sabía, eres una maldita depravada, una…! –Rina se quitó a Mandy de encima con un empujón, pero entonces se interrumpió, pues se percató de que todos los estudiantes de su alrededor la observaban totalmente anonadados y boquiabiertos, empezando por la misma Mandy, quien se llevó lentamente la mano derecha a los labios.

–Es sangre –Mandy se observó los dedos tras tocarse los labios–. ¿Por qué? –ella dirigió la vista hacia Rina. Entonces la vio, la maldición que por tanto tiempo había intentado descubrir. Ahora la tenía justo frente a sus ojos. Mandy quedó impactada, más que cualquiera de los demás estudiantes de los alrededores, que por cierto eran muchísimos.

Roberta y las demás llegaron al lugar de los hechos. Se situaron al lado de Rigo, quien se había quedado atrás luego de que su compañera le diese la palmada en la espalda y emprendiese la carrera.

–Pobre Rina –Rigo dijo con pena.

–¡Oh, por Dios! ¿Qué rayos es eso? –Estela no se lo podía creer.

–Rina, tú… a-así que se trataba de eso… tu maldición… ¡era e-esto! –Mandy habló con la voz entrecortada.

Rina se llevó las manos a los labios. Su peor temor se acababa de hacer realidad. Su maldición, su terrible y odiada maldición de pronto había sido descubierta, y lo que es peor, delante de muchísimos testigos. Apenas sus labios habían rozado los labios de Mandy, afiladas espinas largas y grises le crecieron de forma automática, y permanecieron en sus labios por varios segundos antes de retraerse y desaparecer. Durante aquellos segundos la boca de Rina pasó a verse como un erizado cactus.


–¡Tú!! –Rina señaló a Mandy con dedo tembloroso. Entonces recordó todas las situaciones de la semana en las que Mandy se había comportado de manera tan inusual con ella. En su momento ella creyó que aquel comportamiento se debía a que Mandy era una depravada, una pervertida que gustaba de tocar a otras mujeres. Pero ahora los ojos se le habían abierto ante la verdad. Todo se le hizo claro–. Siempre se trató de esto… de algún modo lo averiguaste, te enteraste de que yo estaba maldita, así como tú… todo este tiempo lo que querías era saber cuál era mi maldición… Mandy Carpio… ¡te odio! ¡Te odio!! ¡Nunca te perdonaré por la tremenda humillación que me has hecho pasar! ¡Desde este instante te declaro mi peor enemiga!!

Para ese momento muchos ya habían sacado sus celulares y filmado todo lo acontecido.

–¡Te odio! –Rina repitió con rabia, y con lágrimas de impotencia deslizándose por sus mejillas, ella huyó del lugar. Rigo en un primer momento intentó ir tras ella, pero al ver lo rápido que corría su amiga, desistió de su propósito. 

–Les dije que esto acabaría mal –se lamentó Bianca.

–Las espinas fruto del dolor y el desengaño, las culpables de que no pueda volver a besar nunca más… Pobre Rina, ¡que maldición tan terrible la que le ha tocado sufrir! –a Rigo se le escapó. 

Roberta y las demás lentamente voltearon sus rostros hacia Rigo. A las tres los ojos les brillaron con las llamas de la más apremiante curiosidad.

–¿Qué? ¿Por qué me miran así? ¡Cof, cof! Chicas, lo lamento, en serio que quisiera quedarme, pero ya se me ha hecho tarde. Me marcho, ¡adiós! –Rigo hizo el ademán de avanzar, pero las muchachas le cerraron el paso.

–No tan rápido, papito –Estela le clavó el índice en el pecho–. Tú no te vas de aquí hasta contarnos todo lo que sabes.  

–¿Eh? ¿De qué me están hablando?

Las chicas miraron a su alrededor. –Aquí hay demasiada gente –observó Roberta–. Vámonos al parque, a la banca más alejada. Allí podrás hablar tranquilo.

–Chicas, yo… creo que se han confundido…  

–En el parque nos lo contarás todo, amiguito –Estela lo cogió de un brazo. Antes de que Rigo se dé cuenta de lo que estaba pasando, Bianca lo cogió del otro brazo. 

    –¡Esperen, no! Hablo en serio. Yo no sé nada, ¡alto! ¡Deténganse! ¡Déjenme ir!! –Rigoberto quiso resistirse, pero entre Estela y Bianca lo sacaron a rastras del colegio. Él intentó pedir auxilio, reclamar, amenazar, todo cuanto se le ocurrió, pero la verdad es que con su vocecilla suave y apenas audible no logró llamar la atención de nadie. Roberta por su parte fue hacia donde Mandy y la jaló del brazo para llevársela consigo. Mandy se dejó conducir sin ninguna resistencia. Ella aún se encontraba en estado de shock. Los labios le sangraban en abundancia. 


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