Capítulo 2: ¿Otra chica maldita? ¡Rina, la nueva estudiante! (segunda parte)

 


¿Qué será? ¿Qué será?? ¡Ay, ya no puedo más con la incertidumbre!! Toda la noche me la he pasado en vela, tratando de imaginarme qué clase de maldición es la que ha recibido Rina. ¿Será un caparazón de tortuga oculto bajo su casaca? ¿Quizá una cola de cerdo? ¿Tal vez una alfombra de pelos en la espalda? ¿Mal aliento? ¡Rayos! ¿Qué podrá ser? ¡¿Qué?! … ¿Eh, porque me miran así? No, no, amigos, no se equivoquen, no es que sea una chismosa. Eso déjenselo a las faranduleras de mis amigas. Yo solo deseo saber la verdad porque me siento identificada con Rina. Lo único que quiero es entender su maldición para así poder animarla y apoyarla. Mi buen corazón es el que me obliga a indagar sobre su secreto. ¿No me creen? ¡Pero si les digo la verdad! Bah, por último, esto lo hago por mi propia salud mental. Así es, debo averiguar qué clase de maldición es la que ha recibido Rina, ¡o de lo contrario no podré dormir en paz por el resto de mi vida!

***

Martes por la mañana. En el colegio los alumnos comenzaban a salir de sus aulas luego de que el timbre anunció el comienzo del primer receso.  

–A mí no me engañas, Mandy –Roberta observó a su amiga con recelo–. Desde que hemos entrado a clases has estado asechando a Rigo, pero cuando sonó el timbre del recreo y corriste a donde él dispuesta a decirle quien sabe qué, apenas viste que Rina entró a la clase para buscarlo, te diste media vuelta, pusiste primera y arrancaste a toda velocidad. ¡En serio que más obvia no pudiste ser!

–¿De veras se notó tanto? –Mandy preguntó.

–Obvio.

–¡Carajo!

–Ya, Mandy. Dinos que es lo que está pasando –Estela le exigió. En ese momento las amigas ya habían bajado las gradas del pabellón y se dirigían hacia la cafetería.

–No sé si contarles, chicas. Es que son tan chismosas…

–Mira quien habla –Estela miró a su amiga con ojos que decían: “serás conchuda”.

–Por dios, Mandy, ya deja de hacerte la interesante y suéltalo todo de una buena vez –le increpó Bianca.

–Ash, está bien, se los contaré. ¡Pero prométanme que no se lo dirán a nadie!

“¡Prometido!”, las tres chicas juraron con la mano derecha, aunque al mismo tiempo las tres cruzaron los dedos de la otra mano tras sus espaldas.

–Bien. Verán, todo sucedió ayer. Yo estaba con ustedes regresando al salón luego de que acabó el tercer recreo, cuando en eso…

Una vez Mandy terminó de hablar, sus amigas la miraron boquiabiertas.

–Así que era eso –dijo Bianca.

–Increíble, jamás me lo esperé –admitió Roberta.

–¿De que tratará su maldición? ¡Por Dios, Mandy! ¿No nos puedes contar el chisme completo como la gente decente? –le increpó Bianca.

–Precisamente eso es lo que estoy tratando de averiguar. ¡Pero no le puedo sacar nada a Rigo mientras Rina esté cerca!

–Ya veo. En la clase no pudiste acercártele porque no hubo la oportunidad, y cuando tocó el recreo y ya estabas por hacerlo: ¡sas!, que se aparece Rina para arruinarte el plan –recapituló Roberta.

–Sííí, ¡es tan molesto!

–¿Ya ves cómo eres, Mandy? ¿Y así te jactas de no ser chismosa? Acéptalo, amiga, el chisme también corre por tus venas –Estela le increpó.

–¡Claro que no, ya! Para que lo sepan, yo solo hago esto porque me preocupo por Rina, ya que ella es otra víctima más de la malvada de Daysy. Así es, mi espíritu solidario y mi compañerismo desinteresado son los que me obligan a actuar de esta forma…

–Chicas, este sábado Mat me ha dicho que puedo invitar a unas amigas al gimnasio para que vayan gratis, ¿qué les parece? ¿Se animan a venir? –de pronto dijo Roberta.

–¡Genial! –exclamó Estela–. Yo me apunto de todas maneras.

–Igual yo. Más bien me separas un instructor solito para mí, ¿ok? –dijo Bianca.

–¡Oigan, no me ignoren! ¡Les digo la verdad! –les reclamó Mandy.

–Me parece haber oído algo –Roberta se tomó la oreja.

–No es nada. Un mosquito, seguramente –opinó Estela.

–Mejor vamos a comprarnos algo de comer. Ya dejará de fastidiar ese mosquito –señaló Bianca.

–¡Atorrantes! Ya verán, no les contaré nada cuando averigüe la verdad, ¡jum! –Mandy les dio la espalda a sus amigas.

“¡JAJAJA!”, las chicas se rieron del arrebato de su púrpura amiga.

–¡Vamos, Mandy! ¿No puedes soportar una bromita? –Roberta la cogió del brazo y amablemente se la llevó al quiosco.  

–¡No! –Mandy respondió tajante.

–¡Jajaja! Que ofendida que eres, ¡te pasas!

–Te perdono si me invitas algo de comer.

–Ya te he invitado para que vayas gratis al gimnasio este sábado, ¡no seas avariciosa!

–Tacaña… – Mandy se cruzó de brazos, y miró a su amiga de soslayo.

Apenas sonó el timbre de final del recreo, Mandy corrió de regreso a la clase. Una vez entró a su salón, en el acto se dirigió al lugar de Rigo. “Ahora sí no te me escaparás, Rigobertito”, se dijo ella para sus adentros, y esperó de brazos cruzados a su compañero de clases.

Pasaron unos pocos segundos, cuando Rigoberto, siempre con su andar pausado y su cuerpo abrigado hasta la exasperación, se asomó por la puerta trasera del salón.  

–¡Rigo-Rigo! ¡Ven amigo mío, hay algo que tengo que decirte! –Mandy corrió a su encuentro.

–Mandy –Rigoberto levantó la mirada.

–Hola, Mandy –tras Rigo, Rina también ingresó al salón.

“¡WOA!”, Mandy perdió el equilibrio debido a la inesperada aparición de Rina, y terminó yéndose de bruces contra el suelo tras enredarse sus pies con una silla.

–No se preocupen, amigos –Mandy se levantó como pudo del suelo. Se aferró con ambas manos a la carpeta más cercana–. Estoy bien, ¡Dios! –en eso los brazos le flaquearon debido a los nervios, y ella se fue para adelante carpeta y todo. Sin embargo, antes de que caiga al suelo, con un veloz movimiento Rina detuvo la carpeta sosteniéndola con la planta de su zapato derecho.

–Gra-gracias –Mandy por fin se pudo levantar con éxito, y con prisa acomodó la carpeta en su lugar–. ¡Wow, qué reflejos! Lo que hiciste fue increíble, Rina.  

–No fue nada –Rina respondió con modestia.

–Mandy, por cierto, ¿qué es lo que querías hablar conmigo? –le preguntó Rigo.

–¿Yo? Eh… ¡ah! Te iba a preguntar sobre por qué no fuiste al quinceañero de Roberta, sí, eso era.

–Pero yo sí fui.

–¡¿Fuiste?! –Mandy se mostró sorprendida–. Qué raro, no te vi…

–Lo que pasa es que todo el rato estuve refundido en la esquina más alejada de la puerta, ya sabes, por mi problema con el frío…

–Eso lo explica todo, je je… bueno, ¡nos vemos luego! –Mandy se alejó presurosa hacia su lugar. Rina por su parte se marchó hacia su clase, pues el profesor de turno ya había llegado al salón.

“¿Cuál será la maldición de Rina? ¡¿Cuál?! ¡Argh! Como me carcome la curiosidad…”, Mandy le dio vueltas y más vueltas al asunto. Y así se pasó toda la clase, incapaz de poder concentrarse en nada más.

–¡Señorita Mandy! –de pronto el profesor le reclamó ofuscado.

–¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién? –Mandy en su confusión sacó inconscientemente su brazo derecho hacia un lado de la carpeta, y debido a que sobre la mano derecha tenía en ese momento apoyado el mentón, la pobre terminó estrellándose de cara contra la carpeta.

“¡JAJAJA!”, todos en el salón se echaron a reír.

–Dígame, profesor –aguantándose el dolor y la humillación, Mandy levantó el rostro y junto las manos sobre su carpeta en tanto se puso derecha, simulando así ser una estudiante modelo.  

–Olvídelo, señorita. Mejor vaya a la enfermería, que le ha comenzado a sangrar la nariz.

Mandy se tomó las fosas nasales con los dedos. Luego se los vio. En efecto, estos se habían teñido del vital líquido escarlata. –Sí, como usted diga profesor –Mandy se apresuró en ponerse de pie y dirigirse hacia la salida.  

Una vez la vio salir de la clase, el profesor negó con la cabeza en gesto de reprobación. Continuó con la lección.

Llegó la hora de la salida. Mandy rápidamente alistó sus cosas y luego corrió a la velocidad del rayo hasta la carpeta de Rigo. Él, lentamente y sin ningún apuro, aun se encontraba guardando sus cosas en la mochila.

–¡Rig…! –Mandy abrió la boca, pero por la puerta trasera divisó a Rina que se asomaba, ya con su mochila cargada en la espalda–. ¡Regálame un vale para tu heladería, Rina! ¡Porfis! – Mandy siguió de largo hasta llegar frente a la mencionada.

–Lo siento, Mandy. Ya no me queda ningún vale. ¡Pero no te preocupes! Mañana sin falta te traeré todos los que quieras.

–¡Muchas gracias, Rina! ¡Eres lo máximo! –Mandy abrazó de forma intempestiva a Rina. Esta última hizo hacia un lado el rostro de forma automática.

–No hay de qué –algo nerviosa, Rina dijo. Debido a que más preocupada estaba por marcharse de una buena vez y así evitar el levantar sospechas, Mandy no le prestó mayor importancia a este detalle.

–Déjame adivinar: no averiguaste nada –Roberta le dijo a Mandy. Ellas junto a Estela y Bianca se encontraban caminando por la acera de la fachada del colegio.

–Sacarle algo a Rigo será muy difícil, por no decir imposible… ¡Esa Rina no lo deja solo ni un segundo!

–¿Crees que Rina sospeche de ti? –Bianca preguntó–. Porque eso de estar tan pegada a Rigo todo el tiempo, y de vigilarlo incluso cuando él ya ha entrado a la clase, la verdad que me parece demasiado exagerado.

–No lo sé, no creo que sospeche de mí… más bien pienso que ella está demasiado paranoica con el asunto, lo que no hace más que confirmar mi sospecha de que su maldición es algo demasiado terrible y vergonzoso como para que quiera que alguien se entere de ello.

–Eso solo hace que tengamos más ganas de saber cuál es su maldición. ¡La intriga me devora por dentro!! –se quejó Roberta.

–¡Mandy, debes averiguar la naturaleza de su maldición a como dé lugar! ¡Ya es demasiado tarde para echarse atrás! –Estela junto las manos contra el pecho y dirigió los ojos hacia el cielo.

–Tranquilas, chicas. No me rendiré. Les juro que no descansaré hasta haber averiguado de qué trata esa maldición –Mandy les prometió a sus amigas. 


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