Capítulo 2: ¿Otra chica maldita? ¡Rina, la nueva estudiante! (primera parte)



Lunes otra vez… de nuevo tener que volver a clases… ¡qué flojera! Y lo peor es que ahora tengo que levantarme todavía más temprano para lavar los trastos para el desayuno. ¡Ya no puedo más! ¡Diablos! Y pensar que prometí hacer esto por todo un mes… ¡Me quiero morir!

***

Rina

–¡Mandy, mi amor! –Lorenzo saltó hacia ella.

¡SMASH! El pobre fue hecho hacia un lado de un mochilazo. –No estoy de humor, idiota.

–Ya-ya me di cu-cuenta, ¡ay! –estampado de cara contra la pared cual una mosca aplastada, Lorenzo habló adolorido y con la voz entrecortada.

–Cielos, Mandy, por lo que veo no estás de buenas en esta mañana –Roberta se acercó a su amiga junto con Estela y Bianca.

–¿Sabes todo lo que tuve que prometerle a mi madre para que me dé permiso de ir a tu fiesta, Roberta? ¡Me trata como a su esclava! No puedo creer que una madre sea capaz de tratar así a la hija de sus entrañas. ¡Es una abusiva!

–Cielos, amiga. No puedo creer que hayas tenido que pasar por tanto para ir a mi fiesta, ¡qué buena amiga eres!

–Por favor, Roberta, no estoy para bromas…

–¡Vamos, Mandy, anímate! –exclamó Estela, y le palmeó la espalda a su amiga–. Además, no me negarás que la fiesta estuvo de lo mejor. Te vi pasándotela bomba con el chinito Xian. ¡Awww, el amor!!

–¡Shh shhh shhh! –Mandy se apresuró en taparle la boca a su amiga con ambas manos–. ¡Deja de decir tonterías! ¡Solo somos amigos y nada más!

–Ya pues, Mandy. ¿A nosotras nos vas a venir con esas? Si se nota que te mueres por el Jackie Chan chifero –señaló Roberta.

–Se llama Xian, por si acaso.

–¡Ya vez como si te gusta!

–¡Mmm-mmm!! –Estela señaló las manos de Mandy. Resulta que la joven púrpura le seguía tapando la boca y hasta la nariz.

–¡Oh, perdona! –Mandy por fin soltó a su amiga.

–¡Por poco me ahogas! Está bien que te dé vergüenza estar templada, pero tampoco es como para que me estés…

–¡¿Quieres que te vuelva a tapar la boca?!

–Paz, amiga –Estela levantó ambas manos en señal de pedir calma. Para ese momento las tres amigas ya habían ingresado al salón.

–Chicas, vengan, por favor –Mandy reunió a sus tres amigas en círculo–. Por favor, se los pido de verdad… acuérdense de lo que pasó cuando estuvieron difundiendo estúpidos rumores sobre mí y Xian en la cafetería. ¿Es que no escarmientan?  

–Nop –Estela respondió con desparpajo. Bianca y Roberta soltaron un par de carcajadas.

–¿Quieren que vuelva a perseguirlas hasta el fin del mundo para darles su merecido?

–¿Quién es Xian? –Roberta fingió estar confundida.

–Así me gusta –Mandy se dirigió a su asiento. Roberta y las demás hicieron lo propio, aunque en el camino se dieron tiempo para comentar ciertas cuestiones sobre el estar enamorada y la valentía que se requiere para admitirlo–. Me rindo –Mandy soltó un resignado suspiro, y a continuación hundió la cara en los antebrazos.

Llegó la hora del recreo. Cuando las chicas salieron de su clase, se toparon con que en el pasadizo los chicos de la otra sección se hallaban reunidos en círculo y hablaban y comentaban de lo más excitados.

–¿Qué estará pasando en la otra clase? –se preguntó Bianca.

–Vamos a averiguarlo –sugirió Estela, y se acercó a la multitud.  

Mandy y sus amigas dieron saltitos para poder ver por encima de las cabezas de sus compañeros, y al notar que no lograban descubrir gran cosa, decidieron abrirse paso entre la gente. Varios compañeros de su salón tuvieron la misma idea, de modo que la multitud pronto se hizo mucho más numerosa.

–¿Descuentos en calzado? ¿Promociones en ropa? ¿Ofertas en cafeterías y restaurantes? ¡Tomen, tomen! ¡Vales de promociones y descuentos para todas mis tiendas! ¡Tomen los que quieran! –una alumna que Mandy nunca antes había visto en su vida se encontraba repartiendo vales a todos cuantos la rodeaban. La voz de aquella muchacha, tuvo que admitirlo, era muy seductora y atrayente. Y su dueña no se quedaba atrás. Ella era una joven de larga cabellera negra, lisa y sedosa que le caía sobre la espalda. Su frente estaba tapada por un coqueto cerquillo, su rostro era delgado y de bellas proporciones, y en este destacaban sus grandes ojos azules y sus pestañas largas y rizadas.

–¿Quién eres tú? –Mandy le preguntó cuándo finalmente consiguió abrirse paso hasta ella.

–Mi nombre es Rina De La Riva. Soy una nueva estudiante en tu colegio… –en eso Rina se interrumpió y contempló a Mandy anonadada–. Wow, no puedo creerlo. Entonces era cierto lo que me comentaron los muchachos del salón…

–¿Comentaron? ¿Qué han dicho esas viejas rajonas sobre mí? –Mandy apoyó los puños en la cintura.

–Pues solo la verdad: que eres una chica púrpura –Rina sonrió. Los chicos que contemplaron tan encantador gesto en el acto quedaron prendados.

–Serán estúpidos –Mandy murmuró entre dientes–. Para eso nomás tienen gracia…

–Dicen que tu actual aspecto es por culpa de… ¿una maldición? ¿Es eso cierto?

–Pues sí. Lamentablemente así es.

–¿Puedes decirme cómo te llamas?

–Mandy, mi nombre es Mandy Carpio.

–Mandy, un gusto conocerte, mi púrpura amiga. Toma, ten todos los vales que quieras. Vamos, coge con confianza – Rina le tendió un abanico de vales.

Mandy los revisó mientras los cogía. –Vaya, estas tiendas son todas conocidas. La mayoría están en los grandes centros comerciales y generalmente son muy concurridas. ¿Cómo obtuviste tantos vales para todas ellas? –Mandy no se lo podía creer. Detrás de ella Estela y las demás no perdían el tiempo y se apoderaban de todos los vales que Mandy iba cogiendo de Rina.

–Mi padre es el accionista mayoritario del grupo empresarial De La Riva. No sé si lo sepas, pero a este grupo pertenecen muchísimas tiendas y negocios, tales como el banco D&D, la cafetería Delicias Riva, la tienda de ropa Riva Design, los supermercados De La Riva y otras muchas tiendas y negocios más.

–¡¿Qué?! ¡¿Me estás diciendo que tu padre es prácticamente el dueño de todos esos negocios tan conocidos?! Cielos… ya se me hacía familiar tu apellido. Entonces, entonces… ¡No me digas que las heladerías Riva Cream también son tuyas!!

–Acertaste –Rina sonrió, y con el dedo índice tocó la nariz de Mandy. Esta última se quedó perpleja y con la boca hasta el suelo.  

“¡Yo también quiero! ¡Danos a nosotros!”, el resto de la multitud se apresuró a reclamar, y se empujaron entre sí para estar entre los primeros.  

–Tranquilos, amigos, que para todos hay – Rina dio la espalda a Mandy y se abanicó con varios vales que tenía en la mano. Con paso elegante, como si estuviese modelando en una pasarela, ella se alejó hacia las gradas. La multitud la siguió cual una muchedumbre de fanáticos que están tras una estrella en busca de obtener su autógrafo.  

Mandy se quedó de pie en su lugar. Los últimos vales que cogió se le cayeron de la mano. Sus amigas en el acto se apresuraron a hacerse con ellos cual aves de rapiña.

–Mandy, ¡hey! Amiga, reacciona –Roberta chasqueó los dedos cerca del oído de su amiga. Estela le pasó la mano por delante de los ojos.

–¡Aquí Tierra a Mandy, ¿me oyes?! ¡Hey! –Bianca zarandeó a su amiga. No hubo ninguna reacción.

–Tal parece que conocer a Rina la ha dejado en estado de shock –Roberta se encogió de hombros.

–Pues no la culpo –señaló Estela–. El grupo empresarial De La Riva es uno de los más poderosos del país. ¡Rina es prácticamente una celebridad!

–Un momento… –Bianca se tomó la nariz–. Aquí hay algo que no cuadra …

–¿Qué? ¿De qué estás hablando, Bianca? – Estela le preguntó.

–¿Es que no se dan cuenta? Miren: Rina es la hija de uno de los hombres más ricos del país. Ósea, se pudre en plata. Entonces, no tiene sentido: ¿qué hace una chica del abolengo de Rina estudiando en un cuchitril como este?

–¡Oye, que es nuestro colegio! No le llames así –Roberta le reclamó.

–¡Pero es la verdad! –Bianca exclamó–. En primer lugar, ¿qué hace Rina en Arequipa? Ella debería estar estudiando en uno de los colegios más caros de Lima, incluso en el extranjero. Repito, ¡¿Qué demonios hace ella aquí?!

–Mmm, ahora que lo pienso, creo que tienes algo de razón –Roberta se tomó el mentón. Estela también se mostró contrariada. Las tres amigas se miraron entre sí en busca de una explicación. Mandy por su parte continuaba en estado de shock.

El día continuó su curso.

Mandy, ya recuperada de la impresión, regresaba a su clase en compañía de sus amigas tras haber tocado el timbre que anunciaba el final del tercer recreo.  

–Esa Rina es todo un misterio… de veras que sí –Mandy comentó.

–¿Piensas averiguar por qué razón está en nuestro colegio? –le preguntó Bianca.

–Bah, ¿Qué me creen? No soy una chismosa incorregible como ustedes…

–¡Chicas, ¿a que no saben lo que me acaban de contar sobre Rina?! –Roberta mostró su celular.

–¡¿Qué cosa?! ¡¿Qué?! ¡Vamos habla, no te hagas la interesante! –Mandy zarandeó a su amiga.

–¿No que no eras una chismosa? ¿Eh? –Roberta le dirigió una mirada de soslayo–. Caíste redondita en mi carta trampa, ¡ju ju ju!

–¡Pff! Cállate, boba…

Las amigas ya estaban por subir las gradas que las llevaban hacia su salón, cuando en eso Mandy vio con el rabillo del ojo que a lo lejos Rina se alejaba a paso veloz rumbo al coliseo, y que detrás suyo iba Rigoberto siendo jalado de una mano por ella. A Mandy le pareció que, debido al permanente estado de alerta en el que parecía hallarse, Rina no quería ser vista por nadie.

–Chicas, creo que me he olvidado el celular en la mesa de la cafetería. Iré a por él –dicho esto, Mandy se separó de sus amigas corriendo a toda velocidad.

–¿No nos había dicho que el celular se lo olvidó en su casa? –Estela les preguntó a sus amigas. Ellas se encogieron de hombros.

Rina y Rigoberto ingresaron presurosos al coliseo. Mandy esperó un momento en la entrada. Con cautela se asomó por la puerta. Sus dos compañeros se habían alejado hacia el corredor que llevaba a los vestidores. –Definitivamente estos dos se traen algo entre manos –Mandy se dijo–. Averiguaré que es lo que ocultan, así sea lo último que haga –ella agregó, y de inmediato corrió hacia los vestidores.

Se asomó por el pasadizo que daba acceso a los vestidores. Aunque sonaba algo apagada, ella consiguió oír la voz de Rina. Provenía del vestidor de hombres. Al acecho Mandy se acercó hacia la entrada del mencionado vestidor. Cuando ya estuvo bastante cerca, la voz de Rina por fin la pudo oír con claridad. Para su sorpresa, esta no tenía aquella seguridad que tanto le había impresionado cuando recién la conoció. De hecho, ahora se oía alterada y hasta algo nerviosa.

–…así que ya lo sabes, Rigoberto. Ni se te ocurra abrir la boca y contar lo que ocurrió en nuestro anterior colegio, ¿entendido?

–No te preocupes, ni por asomo se me ocurriría decirle a nadie sobre eso –Rigo contestó con su característica vocecilla apenas audible.

–Muy bien, muy bien –Rina pareció calmarse un poco–. Nadie del colegio debe enterarse de que a mí también me maldijo Daysy, y mucho menos de cuál es la naturaleza de mi maldición. ¡Eso sí que ni pensarlo! 

–No diré nada, ya te lo prometí –Rigoberto la tranquilizó–. Por cierto, seguro que ya te enteraste de que Daysy no se encuentra aquí. ¿Tienes alguna idea de a dónde puede haberse ido esta vez?

Mandy quiso seguir escuchando más, pero en eso oyó los pasos de sus compañeros que salían del vestidor. Sin tiempo que perder ella huyó hecha una bala. Pero ya había oído más que suficiente. Ahora sabía la razón por la que Rina se había matriculado en el colegio Yaraví. “Ella también ha sido maldecida por Daysy, ahora lo entiendo todo. Tal y como Rigo, ella también vino a nuestra escuela con la idea de encontrar a Daysy aquí… sin embargo, lo que mencionó, eso sobre la naturaleza de su maldición… ¿qué tan mala puede ser como para que no quiera que nadie se entere? ¡Cielos, ya me hizo dar curiosidad! ¡Debo averiguar qué clase de maldición es la que tiene Rina a como dé lugar! Lo siento, Rigo, pero voy a tener que hacerte hablar…”.

Llegó la hora de la salida. De inmediato Mandy buscó a Rigo por todos lados, pero cuando finalmente lo encontró se llevó una gran decepción. Resulta que Rina había entrado al salón y cuchicheaba con él. Tras un rato ambos salieron juntos del salón.

–Rayos, tendré que esperarme a mañana nomás –Mandy bufó, y se colocó su mochila. Sus amigas ya la esperaban afuera del salón. 


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