Capítulo 11: Marianito, el pequeño judoka. ¿Mandy vuelve a la normalidad? (segunda parte)
Todos en la escuela Chìbǎng están hablando de los
ataques del enigmático judoka. Han pasado tres días desde que me enteré de su
existencia, y siete estudiantes más han sido atacados desde entonces. Por lo
visto, las clases de defensa contra las técnicas de judo no han sido tan
efectivas como se esperaba, o también puede ser que los estudiantes atacados no
las hayan aprendido del todo bien. Yo por mi parte no sé qué pensar. Por un lado,
tengo miedo de cruzarme con ese lunático, pero por otro lado mi yo aventurero no
puede esperar más para encontrarse con ese abusivo y darle su merecido, además
de que venciéndolo por fin podré saldar la deuda que tengo con el padre de Xian.
Mmm, pensándolo bien, podría ir a su dojo de judo y retarlo allí mismo. Aunque,
siendo franca, viendo a todos a los que ese tipo ha vencido, no sé si todavía esté
preparada para ganarle. Por ello creo que lo mejor será seguir entrenando con
los demás, a la espera de poder mejorar lo suficiente como para estar a su
altura y así poder retarlo formalmente en su propia escuela. Sí, eso haré.
***
Montada sobre su skate,
Mandy avanzaba por una acera de irregular superficie rumbo al gimnasio Chìbǎng.
Los continuos levantamientos y rajaduras de la acera hacían que constantemente
ella esté dando saltos en medio de su recorrido. Sin embargo, a nuestra chica
púrpura dicha incomodidad no parecía importarle mucho. En su cabeza ella solo tenía
espacio para una cosa: ¿Cómo lucirá ese abusivo judoka? En las clases le
resultó muy extraña la reticencia mostrada por los estudiantes atacados respecto
a aquel punto. ¿Cuál era el problema de describir el aspecto físico de su
agresor? Mandy no lo entendía.
–¡Alto allí! –la sorpresiva aparición de una aguda voz infantil casi
le hace perder el equilibrio. Mandy se tambaleó sobre su patineta hasta que
finalmente logró detenerse. De un pisotón levantó su skate y lo cogió con la mano derecha. Ella volteó para conocer el
aspecto de aquel que le acababa de hablar.
Apoyada la espalda contra la pared de una casa, un niño observaba a
Mandy con mirada confiada y los brazos cruzados. Por su aspecto Mandy le calculó
al pequeño unos siete años de edad como máximo. Aquel niño iba vestido con judogi, y su cabello negro había sido
cortado al ras. Los ojos del pequeño eran grandes y negros. Su aspecto en
general era el de un tierno e inofensivo muchachito.
Él separó su espalda de la pared de un salto. Se paró delante de
Mandy y la midió con la vista.
–Disculpa, niño. ¿Me has hablado a mí? –Mandy se señaló con el
índice–. ¿Deseas que te ayude en algo? ¿Te has perdido, tal vez?
–¡He venido a retarte, extraña chica púrpura! –el niño separó las
piernas y adoptó su postura de guardia.
–Espera, ¡¿qué?! –Mandy creyó que no había oído bien. Ella enarcó
ligeramente su ceja derecha.
–Estudias en la escuela de artes marciales Chìbǎng, ¿verdad? No
puedes negarlo, te he visto entrar y salir de allí en numerosas ocasiones.
–¿Me has estado… espiando?
–He estado vigilando la escuela Chìbǎng. Mi deber es asegurarme de
que los estudiantes de las distintas escuelas de artes marciales de este barrio
abran los ojos y se den cuenta de su debilidad. Mi deber es mostrarles el
camino para que lleguen a ser verdaderamente fuertes –el pequeño contestó, y
del bolsillo de su chaqueta sacó un volante, el cual a continuación lo lanzó
hacia Mandy.
Ella lo cogió en el aire. “Dojo
Jigoro Kano: ven y aprende con nosotros el mejor arte marcial; fortalécete en
cuerpo y mente. Conviértete en un experto combatiente con nosotros”, Mandy
leyó lo que decía el volante. Una vez concluyó, ella guardó el volante en el
bolsillo de su pantalón. –¿Quién eres tú, exactamente? –Mandy le preguntó al
niño.
–Mariano es mi nombre –el niño realizó una leve inclinación de
torso, en tanto se mantenía en posición de firmes. Fue un saludo Tachi Rei perfectamente ejecutado.
–¿Quién te ha enviado? ¿Acaso fue ese judoka que se la pasa atacando
a los estudiantes de la escuela Chìbǎng?
–Es una descortesía no decir tu nombre luego de que la otra persona
te ha dicho el suyo.
–Pues me llamó Mandy Carpio –la chica púrpura juntó el puño derecho
con su palma izquierda y realizó una leve inclinación de torso–. Y bueno, ahora
sí responde a mi pregunta, niño.
–Nadie me envía. Yo por propia voluntad he decidido mostrarle al
mundo el verdadero camino para volverse fuertes. Prepárate, porque ha llegado
tu turno de enfrentarte con la verdad –nuevamente el niño adoptó su postura de
pelea, la conocida en el mundo del judo como sizhentai: piernas separadas, brazos caídos, puños apretados.
–Deja de decir tantas tonterías, niño –Mandy refunfuñó–. Mira, no
tengo tiempo para esto, así que mejor me marcho. No quiero llegar tarde a mis
clases.
–¡Aquí voy! –Mariano se lanzó al ataque.
–¡Pero que terco que es este mocoso! –Mandy no tuvo más remedio que
adoptar su postura de guardia y esperar a que el pequeño llegue hasta ella.
Mandy confiaba en que si le daba una pequeña lección (obviamente midiendo sus
fuerzas para no herirlo) el niño dejaría de molestarla y se marcharía.
De pronto Mandy perdió de vista al pequeño cuando este ya se
encontraba a unos pocos pasos de distancia. No pasó ni un segundo, y todo el
mundo se le puso de cabeza. Antes de poder darse cuenta de los que estaba
pasando, Mandy fue jalada del brazo y al mismo tiempo cogida de su polo en la
zona del abdomen, para a continuación terminar siendo derribada sobre la acera.
Ella terminó tumbada de espaldas y con el pequeño Marianito apuntándola directo
al rostro con su pequeño puño derecho.
Mandy no podía creer la fuerza de aquel pequeño. “¿Cómo ha podido tumbarme
tan fácil un renacuajo como este? ¡Es tan… humillante!”, ella se lamentó para
sus adentros, y entonces recordó los testimonios de sus compañeros vencidos.
Ahora entendía por qué ninguno de ellos quiso revelar el aspecto de su agresor.
–Ya lo sabes, si quieres volverte más fuerte, lo mejor será que
entrenes en nuestro dojo –Marianito se
despidió con un saludo Tachi Rei.
Cuando Mandy se levantó de la acera, el pequeño ya había desaparecido. Ella lo
buscó por todos lados con la mirada.
–¡Rayos! Qué escurridizo resultó ser ese renacuajo –la joven púrpura
se lamentó tras no poder encontrarlo.
Minutos más tarde, en la escuela Chìbǎng:
–Y pensar que incluso a ti te derrotó el misterioso judoka –Xian
practicaba técnicas de ataque y defensa con Mandy. A su alrededor todos los
demás estudiantes también practicaban en parejas.
–Es que es muy fuerte ese niñ… ese sujeto –Mandy frunció el ceño.
–¿Y cómo es él? Ya no puedo más con la curiosidad.
–Tenías razón. Es un tipo peligroso…
–Yo me refiero a su aspecto físico.
–De solo verlo ya sabes a lo que te estás enfrentando.
–¿Por qué nadie de los que han sido atacados quiere describirlo? ¿Es
que ese tipo los ha amenazado o qué?
–¡Por supuesto que no! –Mandy se enfadó, y sin más atacó con una
patada giratoria, pero Xian logró agacharse a tiempo y rápidamente respondió con
una patada de barrido directo al pie de apoyo de Mandy. Ella se fue de espaldas
contra el suelo.
–¡Ay, mi columnita! –ella se quejó al tiempo que se sobaba el área
afectada. Xian le tendió la mano y la ayudó a ponerse de pie.
–Discúlpame, Mandy, creo que me excedí.
–No, claro que no. Fue mi culpa por estar distraída…
–Mandy –Xian de pronto tomó a su compañera de los brazos en tanto la
miró fijamente. Su voz se había tornado profunda. A Mandy hasta le resultó
sexy.
–¿Qué-qué pasa, Xian? –ella le preguntó nerviosa. De pronto se había
purpurizado. No pudo evitar desviar la mirada, en tanto se llevó la mano
derecha a la boca con evidente nerviosismo.
–Descríbeme al sujeto que te atacó, quiero conocer a ese judoka. ¡Por
favor!
Mandy casi se va de bruces al oír la petición. Aquello definitivamente
no fue lo que para sus adentros ella se esperó que le diría Xian luego de tan galante
actitud que él adoptó.
–¡No te lo diré, así que no insistas más! –ella respondió algo
ofuscada. “¡Qué vergüenza! No puedo decirle que fui derrotada por un niño de apenas
siete años, ¡no puedo!”, Mandy se dijo para sus adentros.
–Nadie quiere decirme como es ese judoka misterioso. Eso solo hace
que quiera conocerlo más. Ojalá me lo encuentre para así poder enfrentarlo. ¡Como
deseo que eso pase!
–Xian –esta vez fue Mandy quien tomó a su amigo de los brazos y lo
observó fijamente–. Necesito que me entrenes. Quiero cobrarme mi revancha con
ese niñ… ¡ejem! Con ese malvado. Iré a retarlo a su dojo, pero para vencer necesito hacerme más fuerte. Por favor, Xian:
¡entréname para que pueda derrotarlo!
–¡Pero claro! –Xian dejó caer su puño derecho sobre su palma izquierda–.
Si voy a su dojo por fin podré conocerlo.
¡¿Cómo no se me ocurrió antes?!
–¡¿Qué?! –Mandy se quedó de piedra.
Xian sacó de su bolsillo uno de los volantes que promocionaban el
dojo Jigoro Kano. Buscó la dirección.
Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando por fin la ubicó.
–¡Xian, no ignores mi petición! –Mandy estalló.
–No te estoy ignorando. Claro que te entrenaré, cuenta con ello –Xian
le dijo, pero mirando hacia la salida.
–¿Iras hoy mismo a conocerlo? –Mandy le preguntó.
–Así es –Xian tomó de un hombro a Mandy y luego avanzó hasta darle
la espalda.
–¿Pue-puedo acompañarte? –resignada a la vergüenza que le esperaba,
Mandy preguntó.
–Sí, no hay problema –Xian le dirigió una sonrisa. Mandy sintió un
estremecimiento al verla. “¡Glup!”, ella tragó saliva–. Ahora sí, continuemos
con el entrenamiento –Xian se puso en guardia.
–Claro –Mandy sonrió, y también se puso en guardia.
Acabadas las clases, Mandy y Xian salieron de la escuela Chìbǎng
rumbo al dojo Jigoro Kano.
Llegaron a un edificio blanco. A través de la puerta de vidrio
pudieron ver las prácticas que se desarrollaban en el interior. Levantaron la
vista, y encima de la puerta vieron un letrero negro en el que en letras rojas
estaba escrito “dojo Jigoro Kano”. “道場嘉納 治五郎”,
la traslación al japonés estaba escrita más abajo.
–Supongo que tendremos que esperar a que
terminen sus prácticas –Xian se encogió de hombros.
–¡Fiu! Por lo visto no está ese mocoso –Mandy
exhaló aliviada.
–¿Has dicho algo, Mandy? No me digas que has
reconocido al sujeto que te venció. ¿Es eso? Vamos, dime quien es. ¡Necesito
saberlo! –Xian pegó el rostro contra el vidrio.
–No está en este momento. Lo siento por ti,
Xian –Mandy se apresuró a responder.
–Dime como es. Vamos. No comprendo cual es el
problema con que me lo digas.
De
forma repentina las prácticas se interrumpieron en el dojo. El hombre a cargo de instruir a los estudiantes, un señor de
barba larga, moreno y de ojos grandes salió a recibir a Mandy y a Xian. –Buenas
noches, ¿en qué puedo ayudarlos? –el sensei
preguntó tras invitarlos a pasar.
–Pues verá…
–¡He venido a retar a Mariano!! –Mandy se
adelantó e interrumpió a Xian. Todos los estudiantes en el dojo se quedaron observando a los recién llegados, en especial a
Mandy. Y es que un personaje tan particular como nuestra chica púrpura no es
algo que pueda verse todos los días.
–¿A Mariano? –el maestro se mostró confundido–.
Pero si él no es más que un niñ…
–¡Mariano ha estado atacando a los estudiantes
de otras escuelas de artes marciales, incluyendo la mía! –Mandy no le dejó
terminar al señor–. Por eso he venido a retarlo.
–¡Ajá!! ¡Pero si eres la extraña chica púrpura
que vencí esta tarde! –el pequeño Mariano salió del vestidor y señaló a Mandy
mientras con la otra mano se acomodaba el cinturón de su judogi.
–¡Shhh! ¡Nadie quiere enterarse! –Mandy se
llevó con desesperación el dedo a la boca.
–¿Me están tomando el pelo? –Xian preguntó
incrédulo. Avanzó hasta situarse delante de Mariano. Entonces se puso de
cuclillas para estar a la altura del pequeño–. ¿Tú fuiste quien ha derrotado a
tantos estudiantes de la escuela Chìbǎng? –le preguntó.
–¡Así es! –Mariano se llevó el pulgar al pecho, en ese momento
inflado de orgullo, y contestó.
–¡Mocoso del demonio! –el maestro se acercó al pequeño y le jaló una
oreja–. ¿Se puede saber qué has estado haciendo a mis espaldas?
–¡Ay!! ¡Solo estaba promocionando el dojo, papá! ¡Derrotaba a alumnos de
otras escuelas para que se den cuenta de cuál es la mejor arte marcial! –respondió
el niño en un alarido.
–¡Eres un idiota! Esa no es forma –el maestro
lo reprendió furioso–. ¡Ahora el honor de nuestro dojo ha quedado manchado por tu culpa!
“¡JAJAJA!”, Xian no pudo evitar echarse a reír. –Ahora lo entiendo
todo. Con razón nadie quería describir al misterioso judoka que los había
vencido. ¡Qué gracioso! –Xian se mató de la risa.
–¡Xian!! –Mandy le reclamó a su amigo.
–Haré que te tragues esas risas tuyas. ¡Te reto, idiota! –Mariano le
gritó a Xian, a pesar de que su oreja aún era sostenida por la mano de su
padre.
–¿Eh? No, no. Yo no podría pelear contra un niño –Xian se excusó.
–¡Lo que pasa es que eres un cobarde! –Mariano le increpó.
–¡Yo pelearé contigo, mocoso! –Mandy se señaló el pecho con el
pulgar–. Me debes la revancha.
–¿Tú? No, lo siento. No me gusta pelear contra debiluchos –Mariano
esta vez fue quien se excusó–. ¡Ayayayyy! –sin embargo, el pequeño reanudó sus
quejas cuando su padre arreció el jalón de oreja.
–Tú debes asumir las consecuencias de tu tontería –el maestro y
padre de Mariano le dijo–. Es tu deber aceptarle la revancha a cualquier
oponente al que hayas vencido.
–Pero papá…
–¡Pero nada!
–¡Qué aburrido! –Mariano se cruzó de brazos e infló las mejillas. Su
padre entonces le soltó la oreja–. Está decidido, entonces –sentenció el señor.
–¿Aburrido dices? –Mandy se llevó las manos a la cintura–. Pues entonces
hagámoslo más interesante. Apostemos, niño. Si yo gano, nunca más volverás a
molestar a nadie de ninguna otra escuela de pelea, ¿queda claro?
–¿Y qué pasará si yo gano?
–Pues me inscribiré en tu dojo.
–Primero tendrás que abandonar la escuela Chìbǎng –dijo el niño–. Ese
será tu castigo.
–¿Qué? Oye eso no….
–Eso o no aceptaré tu reto.
–¡Mariano! –el maestro le replicó.
–Acepto –Mandy respondió–. Aunque la verdad es que tu condición me
tiene sin cuidado, porque yo te venceré.
–Ni en tus sueños, chica púrpura.
–Pues bien, está decidido, entonces –el maestro suspiró–. Ahora solo
queda fijar una fecha y una hora.
–Disculpe, y un lugar, también –acotó Xian.
–Oh, eso no es problema. La pelea puede ser aquí mismo, en mi dojo.
–¿Qué te parece, Mandy? –preguntó Xian–. ¿Estás de acuerdo con eso?
–Me da igual –Mandy contestó–. Por cierto, me gustaría que la pelea sea
de aquí a dos semanas. A esta misma hora.
–Perderás –Mariano le sacó el dedo medio a Mandy.
–¡Te haré tragarte tus palabras! –Mandy le respondió con idéntico
gesto.
–Por cierto, señor. ¿Cómo se llama usted? Mi nombre es Xian, y soy
hijo del maestro Wu Chìbǎng, el hombre a cargo de la escuela de artes marciales
Chìbǎng.
–Yo soy Josué Mercado, maestro a cargo de este dojo de Judo –el señor le tendió la mano a Xian.
–Mucho gusto –Xian dijo, y le estrechó la mano.
–Y tú, jovencita púrpura, ¿cuál es tu nombre?
–Mandy, me llamo Mandy Carpio. Recuerden mi nombre, porque soy la
que vencerá en el duelo de aquí a dos semanas.
–Sigue soñando –Mariano se burló.
–¡Vete al diablo, mocoso! –Mandy le volvió a sacar el dedo medio.
Mariano cerró los puños y rechinó los dientes como respuesta.
Luego de despedirse, Mandy y Xian abandonaron el dojo Jigoro
Kano.
–Mandy, no tenías por qué retarlo. ¡Y mucho menos apostar! –Xian la
reprendió mientras caminaban bajo el frío de la noche. En el cielo la luna
llena iluminaba el barrio con su pálida luz plateada.
–No te preocupes, Xian. Ganaré la pelea a como dé lugar, pues de lo
contrario me sentiré muy mal por ti.
–¿Por mí?
–Sé que me extrañarás si tengo que abandonar la escuela Chìbǎng.
Xian soltó una risa corta como respuesta. Entonces dirigió la vista
hacia la oscura bóveda estrellada del cielo nocturno. –Pues entonces prepárate,
Mandy, porque en estas dos semanas que siguen entrenaremos más duro que nunca –él
le dijo tras un prolongado silencio.
–¡Ja! Espero que así sea –Mandy levantó el brazo derecho y se tomó el punche con la mano izquierda. Después ambos reanudaron su andar por aquella solitaria calle conformada por casas de sillar y veredas estrechas, en donde como una omnipresente melodía de fondo hacían acto de presencia los cantos de los invisibles grillos.
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😻¡Infinitas gracias por leerme!😻

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