Capítulo 11: Marianito, el pequeño judoka. ¿Mandy vuelve a la normalidad? (tercera parte)

 


Y en lo que canta un gallo se hizo el día de mi pelea. ¡Rayos! No estoy segura de sí habré entrenado lo suficiente como para ganar. ¡Ya no puedo más con los nervios! Como desearía nunca haberme cruzado con ese mocoso. Y es que… ¡Maldita sea! ¿Por qué tuve que aceptarle la apuesta al niñato ese? ¿En serio si pierdo tendré que dejar la escuela Chìbǎng para siempre? Xian, yo… ¡reacciona, Mandy Carpio! No es momento de pensar en tonterías. ¡Mente ganadora, Super Purple! ¡Eso es! Daré todo de mí en la pelea de esta noche. ¡Les juro que ganaré! Es más, ¿qué quieren apostar a que yo gano? Un momento… ¡seré burra! ¿En serio quiero seguir apostando? Olvídenlo. Solo sepan que ese renacuajo jamás olvidará su pelea contra mí: ¡tendrá pesadillas con mi puño!

***

Muy temprano en la mañana, los primeros rayos del alba recién se asomaban tímidamente por el horizonte. Por la acera de una estrecha callejuela aun en penumbra, Mandy trotaba. Ella vestía zapatillas runner, un ceñido pantalón negro de gimnasio, y sudadera gris. Para proteger su cabeza del frío llevaba puesta su gorra de lana gris con el bordado del puño cerrado. Aquella mañana nuestra chica púrpura no llevaba audífonos, pues prefería escuchar el trinar de los pajarillos cantándole al amanecer. Aquella melodía la relajaba más que cualquier melodía humana que pudiese escuchar. Y es que para entonces lo que ella más quería en el mundo era sentirse relajada.

Respiraba por la nariz y exhalaba por la boca. Cada vez que expulsaba el aire, en sus labios aparecía una nubecilla de vapor. Mandy viró a la derecha al finalizar la cuadra. Ella recordaba:

–Mi padre me contó que cuando te apareciste por primera vez en el gimnasio, le dijiste que eras buena esquivando golpes –Xian le había dicho–. Ahora debes pulir al máximo esa habilidad, pues es justamente lo que necesitamos para que tengas oportunidad de vencer.

–Suena bien –Mandy le había respondido adoptando su postura de guardia. En aquella oportunidad eran cerca de las ocho de la noche. Durante esas dos semanas de entrenamiento, el maestro Wu había movido las clases de los demás estudiantes al horario de las seis, para así permitir que Mandy se entrene con Xian durante las noches sin ninguna interrupción.

–Solo hacerlo por reputación de mi escuela –el señor Wu aclaró cuando su hijo le agradeció por dejarle libre el gimnasio a la hora que le había solicitado.

–De todas formas, te lo agradezco, papá –Xian insistió con una venia.

–Prepárate, Mandy –Xian también adoptó su postura de guardia. Mandy lo esperó en su lugar. Tanto ella como Xian tenían como postura de combate la llamada posición atrasada: cuerpo de lado, pierna derecha adelante y flexionada, brazo derecho extendido con la palma abierta, brazo izquierdo replegado en el pecho. Xian la había aprendido de su padre, y Mandy ahora la aprendía de Xian.  

¡RASH! En un instante Xian partió de su posición. Antes de que Mandy pueda reaccionar, la mano abierta de Xian ya estaba a pocos centímetros de coger su cuello. La chica púrpura se puso pálida. Ella jamás había visto a Xian moverse tan rápido. –¡Glup! –Mandy tragó saliva cuando sus ojos se cruzaron con los de Xian. Su compañero y amigo lucía intimidante. “Tsch, que tonta soy. Si no tomo el entrenamiento en serio, me será imposible vencer”. Mandy tomó aire, luego retrocedió un par de pasos y retomó su postura de guardia.

Pasó una semana desde que comenzó el entrenamiento intensivo. Aquella noche la práctica en el gimnasio de la escuela Chìbǎng era intensa. La velocidad, coordinación y reflejos de Mandy habían mejorado notablemente. Con un ágil movimiento ella retrocedió para evitar ser jalada del brazo por Xian. Él avanzó y atacó con una serie de patadas bajas. Mandy saltó hacia atrás para evitar la primera. De allí corrió hacia un costado y contratacó con una patada lateral. Xian la bloqueó con el brazo. Pero entonces Mandy corrió hacia adelante, y atacó con una repentina lluvia de puñetazos. Xian los bloqueó como pudo. Retrocedió. Ambos respiraban por la boca. A esas alturas los dos se sentían muy cansados.

–Has mejorado muchísimo, Mandy.

–Quizá se deba a que tengo un buen maestro… Que va, lo más seguro es que he mejorado gracias a mi innato talento. ¡Jajaja!

–Eres incorregible –Xian sonrió.

–¿Crees que ya esté preparada para derrotar al niño?

–Sobre eso, yo creo que… aún no.

–¡¿Qué?! ¡¿Pero por qué?!

–Si bien es cierto que a nivel defensivo has mejorado muchísimo, sobre todo en lo que respecta a evitar agarres, a nivel ofensivo aun continúas en pañales.

–Explícate bien, que ya me estás haciendo enojar.

–¿Cómo decirlo? Tus ataques son… demasiado predecibles. Mmm, yo creo que el problema es que carecen de contundencia.

–¿Carecen de contundencia? –Mandy se purpurizó. No pudo evitar sentirse furiosa–. Ahorita mismo comprobarás si carecen de contundencia –ella agregó, y sin más lanzó un puñetazo al piso. Para sorpresa de Xian, las tablas se partieron y saltaron en todas direcciones.  

–¡Por buda!! –él corrió preocupado a donde su amiga. Le revisó la mano con la que ella había dado el brutal golpe. Los nudillos le sangraban–. ¡Eres una demente! –él la regañó. Corrió hacia un botiquín de primeros auxilios que colgaba en una de las paredes del gimnasio. De allí sacó los implementos necesarios para curar a su amiga. Tras desinfectarle la zona afectada, le cubrió el área de los nudillos con una venda.

–Gracias.

–Debes aprender a controlar tus impulsos, ¡es el colmo!

–Lo siento –Mandy agachó la cabeza.

–Sin embargo… ese golpe fue demoledor. Tienes mucha fuerza cuando te lo propones –Xian tomó con su mano el puño herido de Mandy. Ella no pudo evitar purpurizarse–. Pero ni se te ocurra propinarle uno de esos al pequeño Mariano. ¡Queremos ganar el encuentro, no ir a la cárcel!

–¡Jajaja! Solo lo aturdiré un poquito.

–Te enseñaré el Chi Sao –Xian dijo tras haber permanecido pensativo por un buen rato. Él aún sostenía la mano herida de Mandy con las suyas.

–¿Chi qué? ¿Qué clase de plato de chifa es ese? –Mandy le preguntó.

–¡Jajaja! No es ningún plato de chifa, tonta. Es una técnica de pelea propia del arte marcial llamado Wing Chun. La idea central de este estilo es utilizar la propia fuerza del oponente en su contra. Aquí el, ¿cómo decirlo?, “truco” es permanecer lo más cerca posible del contrincante, usando ataques de manos, ya sean golpes o agarres, y combinándolos con movimientos de piernas para así poder confundirlo y hostigarlo. Atacar para esquivar, esa es la clave. Y siempre manteniéndote cerca de tu oponente, no dejándolo ni respirar. Por eso se llama a esta técnica de pelea Chi Sao, pues literalmente significa “manos pegajosas”.  

–¡Waooo! Que genial, aunque… ¡diablos! Se oye algo difícil. ¿Crees que pueda aprender esa técnica tan complicada en una semana?

–Esperemos que así sea.

–¡Fiu, qué alivio! Menos mal que soy una mujer de fe –Mandy ironizó.

Los entrenamientos restantes fueron aún más intensos que los anteriores. Cada vez que finalizaba una jornada, Mandy llegaba a su casa directo a dormir. Al día siguiente su despertador sonaba muy temprano. Cinco de la mañana ella salía de su casa para correr alrededor de la manzana. Durante estos días su apetito se tornó muy voraz.

Una repentina ventisca la devolvió al presente. Mientras trotaba levantó la vista y pudo contemplar en el lejano horizonte el imponente volcán Misti coronado de nieve. Recordó entonces cierto comentario que hizo Xian luego de enseñarle una técnica para que ella pudiese utilizar como arma secreta. “Serás tan letal como una erupción volcánica”, él le había asegurado.

Mandy esbozó una tenue sonrisa al recordar estas palabras. –Perderás, Marianito, eso es un hecho. Porque así entrenes toda una vida, jamás podrás vencer a un volcán en erupción –ella sintió como sus nervios se disipaban y su cuerpo se relajaba. Continuó trotando por la solitaria callejuela. 

Cuando ingresó al dojo Jigoro Kano, vio a todos sus compañeros de la escuela Chìbǎng acomodados en un extremo del tatami, y a los estudiantes de la escuela de judo acomodados en el otro. “Al menos no podré quejarme de la falta de público. Ya hasta me siento una estrella de rock… ¡Rayos! Hubiera sido mejor no pensar en eso, ahora me he puesto nerviosa”, Mandy se mordió el labio inferior. Apretó sus puños y sintió la humedad de sus manos, el sudor helado que las cubría. “Corrección, no me he puesto nerviosa: ¡me estoy muriendo de los nervios!”.

Tratando de calmarse, ella comenzó a ojear en derredor, y entonces se fijó en los dos cojines vacíos ubicados al fondo del dojo. Se preguntó para quienes estarían reservados esos asientos.

–¡Hola! –Xian ingresó al dojo–. ¿Lista para ganar?

–Obvio –Mandy respondió, aunque no sonó demasiado convencida. Ver a Xian le hizo recordar la apuesta que había hecho con Mariano. No pudo evitar el sentir una corriente helada de escalofríos distribuyéndose por todo su cuerpo.

Mandy había acudido al decisivo encuentro uniformada con su traje chino de combate, chaqueta y pantalón de satén azul oscuro y ribeteado de rosa. El dragón chino bordado al lado derecho de la zona del pecho parecía estar contorsionándose con cada paso que Mandy daba. En la entrada ella había dejado sus zapatos. Descalza caminó hasta el centro del tatami. Cuando levantó sus brazos púrpuras para recogerse el cabello con una liga negra, dio la impresión de que el dragón bordado en su pecho acababa de levantar vuelo.

Mandy hacía estiramiento de piernas cuando la puerta situada al fondo del local se abrió, y por ella salieron el maestro Josué acompañado del maestro Wu. Algunos pasos detrás de su maestro, el pequeño Mariano hizo su aparición.  

Mariano se colocó en su esquina del tatami. Inspiró y aspiró lento y suave. Bajó los brazos y los abrió ligeramente hacia los lados. Separó sus pies descalzos levemente.  

Los maestros se sentaron en los cojines que Mandy encontró vacíos cuando ingresó.

–El presente será un enfrentamiento de combate libre. Perderá el que caiga tres veces, el que no se levante a la cuenta de diez, o el que se rinda. Nosotros también podremos detener la pelea si vemos que la integridad física de alguno de los contrincantes está en riesgo –explicó el maestro Josué–. ¿Algo que agregar, maestro Wu?

–Nada que agregar.

–Muy bien. ¡Saludo!

Mariano realizó una breve inclinación de torso hacia el frente. –¡Cierto, el saludo! –Mandy chocó su puño derecho contra la palma izquierda y realizó una ligera reverencia.  

–¡Comiencen!

Todos guardaron silencio. Los ojos estaban fijos en los contrincantes. Ambos se midieron con la vista en tanto se rodearon, recelosos y sin atreverse a atacar primero. Con el rabillo del ojo Mandy alcanzó a divisar a Xian. Al hacerlo debió de haberse mostrado nerviosa, empalidecida o algo similar, pues al poco rato Mariano le recordó la apuesta.

Mandy soltó un gruñido como respuesta. Terminó cediendo ante la provocación. Se impulsó con el pie izquierdo y a toda velocidad atacó a su oponente con veloces golpes de mano abierta. “De saque deberás iniciar con la técnica de las manos pegajosas. ¡No lo dejes ni respirar!”, Mandy recordó el consejo que le dio Xian.  

Marianito retrocedió un paso, se inclinó ligeramente a la derecha y logró evitar el primer golpe de Mandy. Para evitar el segundo, el tercero y los que siguieron después alternó el pie con el que retrocedía y el lado hacia el cual se inclinaba. Mandy se ofuscó.

¡Wosh! De pronto Mariano desapareció del campo de visión de Mandy. Desesperada, ella lo buscó por todos lados.

De un momento a otro Mandy sintió una dura patada en el costado interno de su pie. Casi se va de bruces contra el suelo.

–¡No cuenta como caída! –aclaró el maestro Josué ante los “¡ohhh!” del impresionado público. Para su suerte, Mandy pudo colocar las manos a tiempo en su delante y así evitar darse de cara contra el suelo. Lo más rápido que pudo intentó ponerse de pie, pero en eso recibió un terrible jalón en el brazo derecho. A continuación, una mano se posó sobre su abdomen y la catapultó hacia arriba. A Mandy el mundo se le puso de cabeza. Poco después su vista se nubló y al mismo tiempo sintió un terrible dolor en la espalda. Ella acababa de estrellarse contra la dura superficie del tatami.  

Todo lo miraba doble. Distorsionado. La luz de los focos del techo la cegaron por un momento.  

–¡Ocho! ¡Nueve! –cuando el maestro Josué estaba a un número de llegar al diez, Mandy se puso de pie. Aun veía algo borrosas las cosas y tenía la sensación de que todo le daba vueltas, pero al menos ya no se sentía desfallecer.

–¡Peleen! –el maestro Josué dio la orden.

–¡Mandy, no te rindas!! –ella oyó que Xian la animaba, aunque su voz le sonaba demasiado lejana. De todas formas, aquello le permitió reaccionar justo a tiempo para evitar el nuevo agarre de Mariano.  

Mandy retrocedió. Como pudo evitó las patadas bajas que Mariano le propinaba para intentar tumbarla.  

–Chica púrpura estar en apuros –el maestro Wu comentó con su hijo, quien estaba sentado a su lado.

–Mandy no será derrotada. ¡Tú puedes, Mandy!! –Xian exclamó emulando con sus manos a un megáfono.

“Esto recién comienza. ¡Vamos, que es muy pronto para tirar la toalla! ¡Este mocoso aún no ha visto nada!!”, Mandy se dio ánimos a sí misma. Comenzó con su contrataque.

–Tus golpes son un chiste, chica morada –sin mucho esfuerzo Mariano evitó los continuos golpes de mano abierta de su contrincante. Pero entonces Mandy esbozó una sonrisa.

–¿Por qué sonríes? ¿Es que ya enloquecist…? ¡Puagg!! –sin previo aviso, Marianito recibió una certera patada directo en el abdomen. El pobre terminó en posición fetal, retorciéndose del dolor en el suelo. El maestro Josué comenzó con la cuenta.

–¡Ah-ah-ah! ¿Qué te pareció eso, eh bobo? –Mandy habló algo agitada. Ella esperó a que finalice la cuenta con la guardia en alto. “Lanzar una patada después de haber estado propinando puros golpes de manos es una estrategia simple pero muy eficaz. La repetición de un patrón, podría decirse que adormece los reflejos del adversario… este es mi ataque especial del que te hablé, mi arma secreta; cuando lo uses contra marianito serás tan letal como una erupción volcánica”, Mandy recordó con satisfacción la lección de Xian.

Cuando la cuenta iba por siete, Mariano se las arregló para escabullirse sin dejar rastro. Mandy no se percató de en qué momento él desapareció. Se dispuso a buscarlo, pero entonces, antes de poder darse cuenta de lo que estaba pasando, recibió una patada de barrido en los talones. Fue tan fuerte que inevitablemente cayó de espaldas sobre el tatami.

Por suerte Xian le había enseñado a caer durante un combate. En ese momento ella agradeció la lección, pues de no haber puesto sus manos bajo su cabeza, era más que seguro que hubiese perdido la consciencia.

Aun así, su cuerpo se resintió. A la cuenta de cinco Mandy intentó ponerse de pie, pero a medio camino trastabilló y volvió a caer. Ella se sintió muy débil, el cuerpo no le respondía. Las arengas y el bullicio del público los oía como una marea lejana.

–¡Mandy! –Xian se puso de pie. Él hubiera ido hasta donde la misma chica púrpura sino fuese porque su padre le tomó la muñeca y negó con la cabeza. Xian volvió a sentarse sobre el cojín, pero se sentía tan preocupado que no podía estarse quieto.

–¡No he perdido!! –para sorpresa de todos, Mandy se puso de pie de un salto. Mariano no se esperó aquella recuperación cuasi milagrosa. La sorpresa le costó el no poder esquivar un par de golpes de mano abierta en el abdomen, justo en la zona más vulnerable. Mandy continuó con una lluvia de más golpes de palma abierta. Mariano la tenía tan cerca que esquivar sus ataques le era imposible, de modo que no le quedó más remedio que intentar bloquearlos.   

–¡Perfecto! Ha caído en la trampa de las manos pegajosas –Xian expresó su alegría.

–Aun no cantar victoria –su padre no se mostró tan entusiasmado.

Cada vez que Mariano bloqueaba un ataque, sentía un tirón. Era como si con cada impacto su cuerpo estuviese siendo atraído con más fuerza hacia Mandy.  

–¿Qué es esta sensación? –él se preguntó desconcertado.

–Es tu fin, niñito –Mandy esbozó una malévola sonrisa, y de forma inesperada agarró las muñecas de Mariano y las jaló hacía sí. Sin tiempo para poder reaccionar, Mariano recibió en el abdomen un fortísimo rodillazo. Se tomó el estómago y retrocedió unos cuantos pasos, hasta que ya no pudo sostenerse más en pie y cayó de rodillas. Con los ojos desorbitados contempló perplejo a Mandy. Por alguna razón que no conseguía explicarse, ahora ella le parecía más grande e imponente.

El conteo comenzó. Mariano quiso incorporarse, pero tal como antes le pasó a Mandy, las fuerzas le vencieron.  

–¡Soy la mejor! ¡Wujuuu! –Mandy levantó las manos y saludó a la gente. El público se dividió entre los que la abucheaban y los que la animaban.  

–Que bien me siento. ¡Victory! –Mandy disfrutó su momento.

–¡Mandy, detrás de ti!! –de pronto le advirtió Xian. Mandy viró aterrada. Mientras estuvo distraída cantando victoria, Mariano había conseguido ponerse de pie y acto seguido se había abalanzado sobre ella. Él alcanzó a golpearla con un gancho a la quijada. Mandy retrocedió tambaleándose. Ella sintió que en cualquier momento la gravedad la vencería e inevitablemente caería al suelo. Esta iba a ser su tercera caída. Ser consciente de que estaba a punto de perder aumentó su miedo. ¿Miedo? ¿A qué? Mandy comenzó a recordar todos sus buenos momentos en el gimnasio Chìbǎng. “Xian, Xian, Xian…”, el nombre de su amigo hacía eco en su mente una y otra vez. Se imaginó entrenando una vez más con él, Xian corrigiéndola y riendo de sus ocurrencias, ella bromeando y jactándose de ser la mejor cada vez que se le presentaba la oportunidad. “No tengo porque cumplir esa estúpida apuesta”, ella intentó convencerse, pero cuando vio que Mariano no se conformó con aquel puñetazo y ahora iba a por más, todo su razonamiento fue consumido por el miedo. Mandy tuvo en ese momento la impresión de que Marianito era un ogro dispuesto a engullirla sin ningún miramiento ni compasión.  

–¡Aléjate de mí!! –ella gritó aterrada, aunque este no fue el principal motivo por el que todos la contemplaron estupefactos. Aquello que provocó el desconcierto general fue lo que salió de la palma de su mano derecha, justo cuando ella la interpuso ante Marianito para intentar protegerse de su ataque. Una bola de fuego púrpura (brillante, enigmático, silencioso y danzante), salió disparada de su palma y cayó sobre Mariano. El niño ardió en el acto cubierto por una pira púrpura, aunque para extrañeza de todos, no sufrió quemadura alguna. Nadie podía entender lo que ocurría. Era algo demasiado fantástico, demasiado irreal.

–¿Qué es… lo que me sucede? –Marianito se preguntó con voz agonizante–. Es como… como si toda mi energía me la arrebatarán…

Ya no pudo continuar, pues acababa de desmayarse. Apenas perdió el conocimiento, todas las llamas púrpuras que cubrían su cuerpo desaparecieron.  

–¡Mandy! –Xian fue el primero que notó el cambio que la mencionada había sufrido tras lanzar su bola de fuego púrpura.  

“¡Ohhh!”, todos exclamaron al unísono.

Mandy se vio las manos. En un primer momento no se había percatado, pero entonces el “¡ohhh!” de los presentes, y sobretodo el llamado de Xian, le hicieron caer en la cuenta del cambio que acababa de sufrir su cuerpo. Sus manos ya no eran púrpuras, estas habían retornado a su color natural que tenían de antes de la maldición. Mandy corrió hacia el espejo pegado en la pared izquierda del dojo. Ella contempló anonadada su reflejo. Se tomó el cabello, ahora castaño, y lo palpó. Pegó las palmas de sus manos al espejo. Se vio las manos, los pies, su rostro reflejado. Ahora sus ojos eran cafés, su piel era blanca, su cabellera era castaña.  

–Es-es esto es un sueño –Mandy se pellizco la mejilla. Esta se le enrojeció. ¡Enrojeció! Nada de purpurizó–. No, claro que no: ¡esto no es un maldito sueño!! ¡Si!! ¡SÍÍÍ!! ¿Me ven? –ella se dirigió a todos muy contenta. Parecía haber enloquecido de tanta felicidad–. ¡He vuelto a ser una chica normal! ¿Oyeron? ¡NORMAL!!  

–¿Chica normal, dices? –el señor Wu señaló hacia el cuerpo desmayado de Marianito. A esas alturas el maestro Josué ya había corrido en auxilio de su hijo. Pronto se le unieron muchos de sus estudiantes.

–Hijo, ¿estás bien? ¡Dime algo! –el maestro Josué apoyó la cabeza de Mariano en su regazo y le dio suaves palmaditas en la mejilla.

–¿Eh? ¿Qué me pasó? –tras algunos minutos, Marianito por fin reaccionó–. ¿Papá? ¿Eres tú?

–¡Hijo!! ¿Estás bien? ¿Dime como te encuentras? ¿Te duele algo?

–Yo… recuerdo que estaba peleando contra la irritante chica morada, cuando de pronto… todo es tan confuso… solo sé que de un momento a otro perdí todas mis fuerzas… me sentí muy cansado, tan agotado como nunca…

–¡Gracias, Marianito! ¡Muchísimas gracias! –tras acercársele, Mandy le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, y una vez lo tuvo de pie se la agitó de arriba a abajo mientras le sonreía eufórica.

–¿Gracias? –Marianito la contempló perplejo.

–¡Pues sí! Gracias a ti he vuelto a ser una chica normal. ¿Es que no me ves? ¡Ya no soy púrpura! ¡Adiós a mi estúpida maldición!! ¡Te amo! –Mandy le plantó al pequeño un sonoro beso en la mejilla.

–¡Puaj, que asco! –Marianito se limpió la mejilla.

–¡Óyeme tú! ¿Sabes cuantos matarían porque yo les dé un beso?

–Y a mí que más me da eso –el niño Mariano continuó limpiándose con frenesí.

–Mira, solo por esta vez, porque me has ayudado a volver a la normalidad, te perdonaré tu insolenci… –Mandy tuvo que interrumpirse porque de improviso todo comenzó a darle vueltas y a hacérsele borroso. Las voces y ruidos se le tornaron lejanos y distorsionados. Segundos después ella perdió el conocimiento. Gracias a sus grandes reflejos, el pequeño Mariano logró atraparla antes de que ella se estrelle de cara contra el suelo. Por su parte, Xian y algunos estudiantes de la escuela Chìbǎng corrieron muy preocupados hacia donde su compañera caída.





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