Capítulo 11: Marianito, el pequeño judoka. ¿Mandy vuelve a la normalidad? (primera parte)
“Cuando sientes una gran presión en el pecho por culpa
de un error que has cometido y que lamentablemente ha afectado a un inocente,
debes luchar por repararlo”. Recuerdo haber dicho eso antes, amigos, pero… ¡Ahhh!
(suspiro resignado), si esa lucha te trae más problemas que soluciones, lo mejor
es olvidarte del asunto… ¡Claro que no! ¿Pero qué tonterías estoy diciendo? No
puedo echarme atrás, eso es de cobardes. Te libraré del castigo, Xian, no sé cómo,
pero lo haré. Sin embargo, ¡maldita sea! ¡¿Por qué las cosas tuvieron que
terminar así de mal?! No solo trabajé en vano, sino que ahora Carmen y sus
padres no desean verme ni en pintura. ¡Y todo por culpa de ese maldito perro!
¡Por eso detesto tanto a esos pulgosos! Bah, ya de nada sirve llorar sobre la
leche derramada… el hecho es que tengo que encontrar alguna forma de compensar
al padre de Xian por romperle su antena, y así poder librar a Xian de su
castigo. No sé cómo, pero lo conseguiré, les juro que hallaré la forma.
¡Palabra!
***
La tarde lucía gris y corrientes frías de viento soplaban de tanto
en tanto, agitando a su paso las ramas de los árboles. Las hojas al rozarse entre
sí producían un sonido suave, una especie de rústica canción de cuna
interpretada por la naturaleza.
Mandy salió de su casa cuando el cielo ya comenzaba a oscurecer.
Miró la hora en su celular en tanto aceleró con un pie el impulso de su
patineta. Eran la seis de la tarde con cinco minutos.
Cuando llegó al gimnasio Chìbǎng, lo primero que le llamó la
atención fue encontrarlo repleto de estudiantes, todos uniformados con sus
trajes tradicionales chinos de combate. En ese momento entrenaban sus
movimientos de ataque y defensa, algunos eran espejos casi perfectos de los movimientos
que ejecutaba el maestro delante de todos, otros en cambio eran espejos algo
dañados.
Xian interrumpió su entrenamiento y abandonó por un momento su
posición para ir al encuentro de la chica púrpura, quien se había quedado de
pie bajo la entrada y no parecía tener intenciones de entrar.
–¿Por qué hay tanta gente entrenando el día de hoy en este horario?
–le preguntó Mandy sin poder ocultar su desconcierto ante el inusual suceso.
–Pues… ¡ah! Por motivos de fuerza mayor, los chicos de los otros
horarios han tenido que pasarse a este –le respondió Xian.
–¿Motivos de fuerza mayor? ¡Vamos, Xian! ¡Explícame bien lo que está
pasando!
–Vamos a entrenar –Xian tomó a Mandy de la muñeca y la guio a su
fila.
–¿Es que no me puedes decir lo que ocurre? –Mandy empezó a
impacientarse.
–Mi padre lo explicará todo al terminar la clase. Ahora a entrenar,
que el día de hoy papá no está de humor para interrupciones.
–¡Tsch! Pues qué remedio –Mandy tuvo que conformarse.
–¡JAIIIAAA!! No olvidar el grito –el maestro Chìbǎng les recordó a
sus estudiantes luego de lanzar una elevada patada lateral–. Grito sacar
energía que guerrero posee en su interior, ser conexión que fortalecer unión de
espíritu con cuerpo y con el exterior que lo rodea. Gritó por eso sacar todo
potencial del guerrero.
“¡JAIAAA!!”, todos los alumnos gritaron casi al unísono.
–Ahora practicar en parejas. Enseñaré como deben defenderse para
evitar agarres y para evitar ser tumbados –explicó el maestro. Él llamó a uno
de los chicos y lo usó como compañero de prácticas para que sirva de ejemplo
ante los demás. Antes que nada, al muchacho le hizo colocarse una protección en
el abdomen.
–Primer punto: defensa contra patadas bajas seguidas de agarres. Tú,
atácame con patadas bajas mientras tratar de agarrarme para tumbarme –indicó el
padre de Xian al chico. Este asintió y se lanzó al ataque.
Todo pasó tan rápido que nadie llegó a captar del todo bien cómo es
que el chico terminó tumbado en el suelo.
–Fue una patada de media vuelta ejecutada antes de que Richard pueda
intentar cualquier cosa –Xian le explicó a Mandy lo sucedido.
–¡Increíble! –ella comentó impresionada.
Luego de que el maestro ayudó a Richard a ponerse de pie, este
último se tomó el estómago. –Eso me dolió, y esto que me he puesto el protector
–el chico no se lo podía creer.
–Ataques largos y veloces ser lo más efectivo contra agarres. El
punto ser que uno siempre debe buscar anticiparse. Recordar, estudiantes: quien
hace primer movimiento, y ejecutarlo bien, tener gran parte de la victoria
asegurada. Ahora, lo que deben aprender es como responder siempre primero y
eficazmente ante ataques de enemigo. Lo importante en este punto ser aprender a
leer movimientos del oponente, para así poder preverlos y siempre dar primer
golpe.
Pasada media hora, el maestro Chìbǎng dio por terminada la lección
de aquel día. Todos los alumnos se formaron en dos filas, a la espera de lo que
el maestro diría a continuación.
En efecto, el padre de Xian se aclaró la garganta, y se preparó para
soltar su discurso final, el cual ya había anunciado que daría desde antes que
comience la clase.
–Como ya haberles dicho desde un inicio, antes de irse tener que
discutir asunto muy importante. Tratarse de los recientes ataques a algunos de
nuestros estudiantes. Fernando, ¿poder contar a tus compañeros lo que te pasó?
El mencionado dio un paso al frente. Se colocó en posición de
descanso, manos en la espalda y pies separados, y a continuación comenzó con su
relato.
Fernando era un muchacho de dieciséis años. Si bien no era alto para
su edad, su contextura tampoco era la de un debilucho. Él ya llevaba entrenando
en el gimnasio Chìbǎng por cerca de medio año.
El día en que sucedió el ataque a su persona, Fernando se encontraba
de camino al gimnasio Chìbǎng para entrenar. Como de costumbre, él llevaba
puesto el uniforme tradicional, chaqueta ribeteada y pantalón, ambos hechos de
satén. Llegó a una esquina y dobló a la derecha. Sin embargo, a media calle
alguien que estaba apoyado contra la pared de una de las casas de la cuadra,
caminó hasta el centro de la acera y le bloqueó el paso. Ese alguien iba
vestido con un judogi (chaqueta y
pantalón de tela, ambos blancos, y un cinturón de tela negro atado a la
cintura).
–¡Te reto a un combate! –el tipo vestido de judoka exclamó.
–Lo siento, no tengo tiempo en este momento… tal vez otro día –Fernando
se disculpó con cierto apuro y pretendió seguir de largo.
–¿Estás intentando huir? ¿Tan cobarde eres?
–¡No es eso! Ya te dije que estoy contra la hora…
–Demuéstrame que tu arte marcial sirve para algo, ¿o es pura pérdida
de tiempo tanto entrenamiento?
–Tú… ¡no permitiré que insultes a mi escuela de artes marciales! No
me importa quien seas, esta afrenta no te la perdonaré –Fernando replicó, y
acto seguido se puso en guardia. El judoka sonrió.
–…no pude hacer nada –Fernando terminó de narrar su experiencia–. Antes
de poder intentar cualquier cosa ese tipo ya me había tumbado al suelo. Me
avergüenza admitirlo, pero fui derrotado con un solo movimiento. ¡Diablos! Y
para colmo, una vez me venció, ese infeliz me dijo que si quería volverme más
fuerte debía de practicar un arte marcial de verdad, y que no existía mejor
disciplina que el judo. Me dio un volante que promocionaba su escuela, la que,
según decía el volante, había abierto recientemente a unas pocas cuadras de
aquí.
A continuación, cinco estudiantes más fueron invitados por el
maestro Chìbǎng para narrar sus propias experiencias. Los cinco testimonios
fueron idénticos al de Fernando.
–Tal parece, ese tipo recurre a tan rastrera estrategia para ganarse
más clientes. Me ha llegado el rumor de que también ha enfrentado y derrotado a
los estudiantes de una escuela de kickboxing que queda a unas pocas cuadras más
abajo de aquí, y también ha hecho lo mismo con los alumnos de una escuela de
karate ubicada en la avenida –Xian le comentó a Mandy–. Muchos de estos
estudiantes atacados han terminado trasladándose a la escuela de judo.
–Qué tipo para más ruin –Mandy opinó.
–Ese sujeto se averiguó el horario en el que venían nuestros
estudiantes a practicar para así esperarlos y enfrentarlos –prosiguió Xian–. Por
eso es que mi padre decidió trasladar los entrenamientos de todos los
estudiantes a esta hora. Pero presiento que no servirá de mucho, pues si pudo
averiguarse fácilmente los otros horarios, solo será cuestión de tiempo para
que también se averigüe este. Por eso es que mi padre ha comenzado con un
riguroso entrenamiento para que todos seamos capaces de contrarrestar el estilo
de pelea del judo.
–Ya veo. Ahora lo entiendo todo –Mandy asintió–. No te preocupes,
Xian, si me encuentro con ese sujeto le daré una buena lección –ella se remangó
la manga derecha y mostró su punche–. Ya lo verás.
–Solo te pido que tengas cuidado, Mandy. Por lo que veo ese tipo es
peligroso.
–No te preocupes por mí, ya verás cómo lo derrotaré en un instant…
–¿Qué dices? –Xian no llegó a oír lo último que dijo su amiga, pues
ella fue bajando la voz hasta finalmente quedarse callada.
–¡Eso es!! –Mandy exclamó de pronto muy emocionada–. Xian, derrotaré
a ese sujeto y así libraré a los estudiantes de nuestra escuela de él. ¡Ese
será mi pago por lo de la antena! Le diré a tu padre que si logro derrotarlo a
cambio me prometa que te levantará el castigo. ¡Espérame aquí!
–¡Mandy, espera! –Xian intentó decirle a su amiga que ya no estaba
castigado, pero ella no le dio tiempo para ello. Al poco rato regresó, tras
haber conversado con el maestro Chìbǎng. En el rostro ella tenía esbozada una
gran sonrisa.
–¿Qué pasó? ¿Por qué esa sonrisa? –Xian le preguntó.
–Tu padre ha aceptado. Dice que si logro derrotar a ese sujeto en
combate mi deuda por lo de la antena habrá quedado saldada. ¿No es una
excelente noticia? ¡Ya no estarás castigado!!
–Mandy, de hecho… yo ya no estoy castigado. Hace días que ya cumplí
con mi tiempo de castigo…
–¿Cómo? ¡Eso no es justo!! –Mandy se tomó la cabeza–. ¿Sabes qué,
Xian? Me he esforzado mucho para poder librarte del castigo, así que ahora no me
vengas a arruinar el momento. Haré como que no he escuchado lo que acabas de
decirme.
–¡Ah! Ok. Lo que tú digas –acostumbrado a las excentricidades de su
amiga, Xian soltó una exhalación de resignación.
–¡Ejem! ¡Ejem! Recuerden mantenerse siempre alertas, estudiantes.
Espero clases haberles sido de provecho para poder defenderse de judoka
inescrupuloso –el padre de Xian habló tras toser con fuerza para hacerse oír.
Dicho esto, el maestro Chìbǎng dio por concluida la clase. Los estudiantes comenzaron a retirarse.
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