Capítulo 1: ¿Cómo que no nos dejan usar la pista de patinaje? ¡El intenso duelo de skaters!
¡Uaaaa! Qué sueño tengo. No hay duda de que la fiesta
de ayer estuvo muy buena… Rayos, si tan solo me hubiera acordado de llamar a
mamá a la hora que me dijo que lo haga. Ahora está hecha una furia y, por lo
que veo, planea desquitar toda su rabia haciéndome cumplir desde ya con la
tonta promesa que le hice ¡Ya voy mamá, déjame tan solo dormir un instante más!
¿O quieres que te haga caer todos los platos del servicio por lavarlos medio
dormida? ¡Diablos! Y lo peor es que si no le hago caso no me dejará en paz ni
un segundo… ¡Que fastidio!
–¡Mandy, no me hagas volver a repetírtelo! –la señora Susan vociferó
desde afuera del cuarto de su hija–. ¡Corre a lavar el servicio de una buena vez!
–Un ratito más, mamá… –con media frazada en el suelo y medio cuerpo
fuera de la cama, Mandy descansaba a pierna suelta–. Por favor…
–¡Ni un segundo más! Tu padre tiene que hacer el desayuno y no tiene
donde porque todo está sucio. ¡Baja de una vez a lavar el servicio o me vas a
conocer!
–¡Por dios, mamá! que nadie se ha muerto por desayunar un poquito
tarde…
No hubo respuesta.
–Parece que se rindió… en fin, a seguir durmiendo… ¡aaaa fiuuuu! –Mandy
soltó suaves ronquidos.
¡CLICK! En eso la puerta se abrió. La señora Susan entró a paso
decidido a la habitación de su hija. –¡Mandy, ¿vas a bajar a lavar los platos,
tal y como lo prometiste, sí o no?!
–Rayos, mamá… por lo que más quieras ya deja de torturarme… –Mandy abrió
uno de sus ojos de forma apenas perceptible.
¡SPLASH! Sin previo aviso, la señora Susan le arrojó a su hija un
baldazo de agua helada. Por poco Mandy logró esquivarlo. Ella terminó agazapada
en la esquina de su cama y con los ojos desorbitados. –¡Santos cielos! ¡¿Qué es
lo que te pasa, mamá?! –Mandy le reclamó.
–Corre a lavar los trastos de una buena vez –la señora Susan señaló
hacia la puerta.
–Está bien, está bien… si me lo pides tan amablemente –Mandy murmuró
mientras bordeaba el área mojada de su cama y luego se ponía las pantuflas.
–¡¿Qué estás murmurando?! ¡No respondas a tu madre, o te irá peor!
–Sí mamá –con voz cansada Mandy asintió–. Vieja loca –ella murmuró
cuando ya salía de su habitación.
¡SPLASH! Desde detrás ella recibió un baldazo de agua helada, ahora
sí de lleno. Resulta que la señora Susan había llevado uno extra que mantuvo
escondido del otro lado de la puerta.
–¡AAAY! –Mandy exclamó mientras se abrazaba a sí misma y tiritaba de
frío–. ¡Mamá, estás loca!!
–Baja de una vez a lavar los platos o te irá peor –su madre ya
estaba llenando uno de los baldes vacíos en el lavabo del baño de la habitación.
–¡Iré, iré! –Mandy corrió gradas abajo hacia la cocina. A los pocos
segundos su madre oyó el caño del lavadero abriéndose y los trastos comenzando
a ser lavados.
–¡A mí con tonterías, abrase visto! –la señora Susan cogió el balde
y lo vacío en el wáter del baño de la habitación de su hija. Pero cuando salió
del baño se encontró con que su hija estaba en su habitación nuevamente.
–¡Espera, espera! ¡Solo he venido a cambiarme! No querrás que tu
hija se pegue un resfriado, ¿verdad? –asustada, Mandy se defendió cuando su
madre hizo el ademán de regresar al baño para llenar el balde.
–Que sea rápido –fue la parca respuesta de su madre.
–Vieja abusiva –Mandy refunfuñó entre dientes, ya en la cocina lavando
los trastos. En eso ella oyó unos pasos acercarse a la cocina–. ¡No he dicho
nada, no he dicho nada! ¡Lavar, lavar, los platos brillando quedarán, la la laaa!
–Mandy comenzó a silbar fingiendo despreocupación y a la vez concentración en
su labor.
–¡Iiiiiaa! –Mandy soltó un aterrado chillido cuando sintió que algo
tocó su hombro. Todo el cuerpo se le escarapeló a la pobre.
–¡Hola, hermana! –la saludó Robin. Cuando Mandy volteó lo vio con un
matamoscas levantado hacia lo alto. Precisamente con este instrumento le había
tocado el hombro.
–¡Fiu! Solo eras tú, je je… –Mandy sintió que el alma le volvía al
cuerpo.
–¡Mandy, ¿ya están esos platos limpios?! –de improviso, desde el
segundo piso se oyó la voz de la señora Susan.
–¡Diablos! –Mandy se apresuró en terminar de lavar los platos.
–Wow, la hermana parece una máquina de lavar platos –a la cocina
también llegó Tabata. Ella se estaba frotando los ojos. Bostezó.
–Uaaa, tengo sueño –Robin se estiró.
–¡Mandy mala, tu escándalo nos ha despertado!
–Vamos a seguir durmiendo, Tabata.
–Sí, vamos a dormir… Uaaa… hoy creo que me levantaré muy tarde.
–Yo igual, uaaaa… ¡chau, hermana! Nos vemos al mediodía para
desayunar…
Mandy permaneció en su lugar con los dientes rechinándole. Apretó un
vaso con tanta fuerza que lo rajó. –Engendros del demonio… ¡ya lárguense de
aquí!! –ella viró de forma violenta y hecha una furia les vociferó a sus
hermanitos.
“¡AHHHH!”, sus dos hermanitos huyeron despavoridos.
–¡Ja! Eso les enseñará –Mandy retomó su labor–. Ah, qué bien me
siento, ¡fiu fiu fiuuu! –ella comenzó a silbar.
Eran más de las dos de la tarde. Mandy y Max, montados ambos sobre
sus respectivas patinetas, bajaban una calle rumbo al parque en donde se
encontraban las rampas de patinaje.
–Después de mucho tiempo que vuelves a venir con nosotros, Mandy… en
la pandilla te has hecho extrañar, causita –Max le dijo a su amiga.
–Sorry, amigo. Ya sabes,
mi vida es tan ocupada… ¡ash!
–Botada.
–¡Jaja! ¡Cállate oye! –Mandy le dio un amistoso empujón a su amigo.
O esa fue su intención. Resulta que el empujón no fue tan suave como ella lo
esperó. Max se desvió hacia un cubo de basura y no pudo evitar chocar contra
este. Su cuerpo salió disparado y él terminó de cabeza sobre el cubo de basura.
–¡Jajajaja! ¡Lo siento!! –Mandy se acercó a donde había caído su
amigo. Lo cogió de una pierna y lo ayudó a salir del cubo de basura. Como pudo
le limpió los desperdicios que tenía pegados al cuerpo y al cabello. –Ji ji, te
juro que no fue intencional, bro –Mandy le quitó una cascara de plátano de la
cabeza y la botó al cubo de basura.
–Mandy, estoy enojado…
–¡Sorry! ¡Perdóname por favor,
no lo hice a propósito! –Mandy le suplicó juntando las manos.
–No insistas, estoy enojado –Max cerró los ojos, se cruzó de brazos
y frunció el ceño.
–¡Ya pues! ¡Haré lo que me pidas! ¡Pero perdóname, por favaaar!!
–¿Lo que quiera? –Max abrió un ojo.
–¡Lo que quieras!
“Mandy, si supieras lo que quiero en este momento… yo… te amo tanto.
Lo único que quiero, lo único que te pido es, es… ¡quisiera que tú me
correspondieras de igual manera! ¡Eso es lo único que quiero!”. Max soltó una resignada
exhalación. No se atrevió a decir lo que pensaba.
–¿Y bien? ¿Ya me perdonaste?
–¡Te perdonaré si puedes atraparme antes de llegar al parque! –Max
saltó sobre su patineta y se alejó a toda velocidad.
–¡Oye, espérame! ¡Tramposo! –Mandy aceleró con su patineta y partió
tras su amigo.
Cuando ambos llegaron al parque, se encontraron con sus amigos
sentados sobre la acera que daba a la pista. Todos lucían cabizbajos.
–Chicos, ¿qué hacen aquí? –les preguntó Max–. ¿No dijeron que nos
esperarían en las rampas de patinaje?
–¿Por qué esas caras largas? –hizo lo propio Mandy.
–Unos chicos más grandes se han ocupado las rampas –una chica
delgada, muy blanca y de larga cabellera negra y lacia respondió. Tenía ojeras
y sombra negra en los párpados. Vestía ropa negra y un brazalete de púas en la
muñeca derecha. Su voz era deprimente.
–Les dijimos para compartir las rampas, pues son muchas y ellos no
son más que cinco; ¡hay espacio de sobra para todos allí! Pero los muy egoístas
se negaron y nos amenazaron con golpearnos si no nos íbamos –un chico de baja
estatura, lentes cuadrados de montura roja, rostro rectangular y cabellos
rubios cortos y parados que parecían cerdas de cepillo, explicó.
–“¡Vayan a jugar con sus muñecas, hijitos de mami, que solo los skaters de verdad tienen derecho a usar
esta pista de patinaje!”, nos dijeron los muy odiosos –un chico delgado, de
nariz redonda, pecoso y que portaba un casco verde del que se le desprendían
algunos rizos negros habló.
–¡¿Qué cosa?! –Mandy estalló. Sus amigos la miraron algo asustados–.
¡Vamos a donde esos atorrantes, que ahora mismo me van a conocer! –sin más
preámbulo, Mandy se dirigió hacia las rampas de patinaje.
–Ya extrañaba sus arrebatos –la chica de las sombras en los ojos
comentó con sus compañeros.
–Y que lo digas, Sabrina –el chico del casco verde sonrió.
–¡Sabrina, Dylan! No se queden atrás o se perderán de la diversión –el
chico de los lentes de montura roja llamó a sus compañeros. Él junto con Max ya
se habían adelantado tras de Mandy.
–¡Wuju, esto es la ley, hermanos! –un chico de unos dieciocho años
gritó a sus amigos mientras realizaba un vert
de 180°. Sus amigos aplaudieron y chiflaron.
–¡Oye, tú! –Mandy bramó cuando el chico ya estaba por elevarse
nuevamente por encima de uno de los lados de la rampa con forma de U.
“¡Mierda!!”, producto de la sorpresa que le produjo el repentino
grito de Mandy, el chico perdió el equilibrio y cayó de espaldas. Por suerte
llevaba casco, un casco rojo con llamas dibujadas a los costados, de modo que
no se hizo daño en la cabeza.
–¡Tú, maldita idiota, por poco y haces que me mate! –el chico se
levantó pesadamente del centro de la rampa y subió como pudo. Sus amigos,
sentados sobre una de las barandas que bordeaban la rampa, se levantaron en el
acto de sus lugares y corrieron hacia donde estaban Mandy y sus amigos.
El chico del casco de llamas era un joven de barba y bigote cortados
al ras. Vestía un polo blanco con el estampado de un skater esqueleto en el centro, que por lo ceñido le resaltaba su musculosa
figura, y también vestía short negro y rodilleras negras. Amarrado al cuello le
colgaba una pañoleta roja. En las orejas le pendían aretes plateados con forma
de diminutos cráneos.
–Tú tienes la culpa, abusivo. ¿Cómo es eso de que no podemos compartir
la rampa de patinaje? ¿Eh? –Mandy se cruzó de brazos–. ¿En dónde dice que solo
ustedes tienen derecho a usarla?
–Nosotros somos profesionales, no venimos aquí a jugar, niñit… –en
eso el chico se fijó bien en Mandy. Se le acercó y comenzó a observarla cual si
estuviese ante un indescifrable cuadro abstracto.
–¿Qué-qué me estás mirando, bobo? –Mandy le increpó–. Me pones
nerviosa.
–Eres púrpura –el tipo sentenció como si acabase de descubrir la
pólvora–. ¡Tu piel y tu cabello son morados! ¡Qué locura!
Todos casi se van de espaldas al oír el “descubrimiento”.
–¡Deja de sorprenderte a mi costa! Estamos aquí para resolver lo de
las rampas de patinaje y eso es lo único que importa ahora –Mandy lo señaló
iracunda.
–¡Ja!, por gusto es. Ustedes no tienen lo que se necesita para
utilizar estas rampas.
–Jefry, no lo sé –uno de los amigos del chico del casco con llamas
le dijo–. Tal vez deberíamos dejarles usar alguna de las rampas para que no
sigan molestando…
–¡Eso sería súper! –el amigo de Mandy de los lentes de montura roja
exclamó.
–¡Pietro, no seas conformista! –Mandy le increpó a su amigo–. Esta
situación ha llegado al punto en el que solo el mejor tiene derecho a quedarse
con la pista de patinaje. Los otros por su parte pueden irse a llorar con su
mami…
–¡Mandy! ¡¿Pero qué estás diciendo?! –Max le increpó–. No, amigos,
verán… disculpen a nuestra amiga, ella es así, a veces no sabe lo que dice… je
je –acto seguido él se excusó con Jefry y sus amigos.
–¡Sé muy bien lo que digo, Max! –Mandy le reclamó.
–No, está bien… me gusta la actitud de la moradita –Jefry asintió, y
se acercó a Mandy hasta que quedaron frente a frente–. Tengamos un duelo. ¿Qué
te parece? El que gane de nosotros se quedará con las rampas. ¿Qué dices?
–Trato hecho –Mandy de un pisotón levantó su patineta y la cogió con
la mano derecha.
–Yo comenzaré –Jefry se situó al borde de una de las rampas–. Realizaré
un giro de 180° en el otro lado de la rampa, luego regresaré y ejecutaré en
este lado un airwalk. ¿Está bien para
comenzar?
–Dale.
Jefry se deslizó rampa abajo y fue ganando velocidad. Una vez saltó
en el otro lado, realizó la media vuelta y retornó. Todos los presentes
observaron expectantes, pues era el momento de la verdad. Aparentemente sin
mayor esfuerzo, Jefry ejecutó un airwalk
perfecto en el aire.
–¿Y bien? Tu turno, chica púrpura.
–Me llamo Mandy, para que lo sepas, remedo hormoneado de Tony Hawk.
“¡Jajaja, uuyy!”, los amigos de Jefry exclamaron.
–Si Mandy pierde ya podemos ir regresando a nuestras casas –Sabrina
se lamentó.
–Tendremos que ir a llorar a donde nuestras mamis –bromeó Pietro.
–¡No sean negativos, chicos! Ya hemos llegado hasta aquí, así que lo
único que nos queda ahora es apoyar a Mandy –Max intervino–. ¡Vamos, Mandy, tú
puedes! ¡Confiamos en ti!
–Gracias, chicos –Mandy les mostró el pulgar a sus amigos. Se colocó
en el borde de la rampa. Se aseguró el casco, un casco color rosa, y tomó aire–.
Aquí voy –se lanzó hacia abajo. Realizó una vuelta de 180° al otro lado y un airwalk al retornar. Todos se quedaron
boquiabiertos.
–¡Glup! No eres tan mala, después de todo, Tony Hawk sabor chicha
morada –Jefry admitió. Max y sus amigos no pudieron evitar reírse por la broma
que hizo el oponente de Mandy.
–Ahora me toca a mí proponer lo que haremos –Mandy se señaló el
pecho con el pulgar–. Veamos si puedes con esto, Tony Hawk de la cachina.
–¡Esto está que quema! –uno de los amigos de Jefry armó jaleó con
sus compañeros. Ellos asintieron y observaron lo que sucedería a continuación
cruzados de brazos y con los ojos bien abiertos.
Mandy tomó aire. Bajó por la rampa a toda velocidad. En el otro
extremo realizó un giro de 180°. Al retornar realizó un method. Nuevamente partió y esta vez en el otro extremo realizó un airwalk de gran altura. Los amigos de
Jefry no lo podían creer. Pero la performance de la chica púrpura aún no había
acabado. Al retornar Mandy ejecutó un giro de 540°, es decir, una vuelta y
media en el aire.
A Jefry la mandíbula se le fue hasta el suelo. –¡Es imposible! –se
le escapó.
– ¿Y bien? Te toca, “skater
profesional” –le dijo Mandy.
Jefry tragó saliva. Comenzó a sudar frío. Miró de soslayo a sus
amigos y luego a los amigos de Mandy. Su vista terminó depositada en la chica
púrpura. Ella lo observaba cruzada de brazos y zapateando con la punta del pie
derecho en señal de impaciencia.
–¡Ay, mi espalda! –Jefry de pronto se echó al suelo y se tomó la
espalda en la zona lumbar–. Tal parece que cuando me caí por culpa de tu sorpresivo
y ensordecedor grito, me lesioné –él explicó, y al mismo tiempo señaló con dedo
acusador a Mandy–. ¡Ayayayyy, como duele, como me duele!
–Mentiroso –Mandy le dirigió una mirada desconfiada.
–¡Ayayayyy! ¡Ayúdenme a levantarme, idiotas! –Jefry exclamó hecho
una furia. Sus amigos de inmediato corrieron en pos de ayudarlo–. Este duelo
quedará pendiente, Mandy… ya nos veremos –Jefry comenzó a alejarse, apoyándose en
dos de sus amigos.
Mandy y sus amigos siguieron con la mirada a Jefry y sus compañeros
mientras se alejaban, hasta que finalmente los perdieron de vista.
–¡Mandy, eres lo máximo! –exclamó Max. Los demás estaban igual de
emocionados y contentos–. Pero, en serio… ¿Cuándo te volviste tan buena? Danos
tu secreto.
–¡Jajaja, ¿verdad que soy la ley?! –Mandy soltó orgullosas carcajadas
en tanto depositó las manos en la cintura.
–Y pensar que la última vez sufrías para realizar un simple 50-50 grind –recordó Dylan.
–Je je je… ¡Bah, pero si eso es pan comido! –Mandy le restó
importancia al asunto.
–¡Es cierto! Yo también lo recuerdo, la última vez que vinimos jamás
fuiste capaz de realizar un 50-50 grind
–Max se llevó un dedo al mentón.
–Idiotas, ya verán como les haré tragarse sus palabras –Mandy avanzó
hasta detenerse delante de una baranda baja. Retrocedió varios pasos para tomar
vuelo.
–Recuérdalo bien, Mandy: un 50-50 grind solo cuenta como bien ejecutado cuando te deslizas sobre un
borde con los dos ejes de tu patineta al mismo tiempo –le advirtió Pietro.
– Ya lo sé, tonto. No me trates como a una novata –bufó Mandy. Ella
tomó aire y bajó su patineta–. Aquí voy –ella se dijo, y acto seguido partió de
su posición a toda velocidad. Logró saltar encima del tubo de la baranda baja
que tenía al frente, pero a medio camino perdió el equilibrio y cayó como un
costal al suelo. Sus amigos fueron corriendo en su ayuda.
–¡De veras que eres todo un caso! ¡No puede ser que seas capaz de
ejecutar como si nada giros de hasta 540°, y no puedas realizar un simple 50-50
grind! –le increpó Dylan.
–Cierto, cierto –Sabrina asintió un par de veces con la cabeza.
–¡Cállense! –Mandy se puso rápidamente de pie–. El 50-50 grind simplemente no es lo mío. ¡No
puedo ser buena en todo!
–¡Te reto a un duelo de 50-50 grind!
–Jefry y su pandilla reaparecieron de la nada.
–¡¿De dónde salieron ustedes ahora?! –Mandy no se lo podía creer.
–¡Hey, ¿y tú espalda, amigo?! –Max le increpó a Jefry.
–¡Ja!, pues ya me recuperé. Como verán, Jefry Gómez es un hueso duro
de roer.
–¡Entonces retomemos nuestro duelo pendiente! ¡Te reto a que
realices el giro de 540° en la rampa de patinaje! –Mandy le reclamó.
–¡Esta bien, pero primero tendrás que vencerme en el duelo de 50-50 grind! –le respondió Jefry.
“¡Grrr!”, ambos se fulminaron con la mirada.
–Chicos, creo que lo mejor será que compartamos las rampas de
patinaje –Sabrina sugirió. Tanto sus amigos como los amigos de Jefry estuvieron
de acuerdo. Poco después todos ellos ya se habían marchado a patinar en las
rampas.
–¡Vamos, que es hora del duelo del giro de 540°! –insistió Mandy.
–¡Primero tengamos el duelo de 50-50 grind! –le replicó Jefry.
Tanto Mandy como Jefry se habían quedado discutiendo en sus lugares.
Ambos se fulminaban con la mirada.
–¡Primero mi reto! –Mandy no dio su brazo a torcer.
–¡No, primero el mío! –Jefry se mostró igual de terco.
–¡No, el mío primero!
–¡Ni hablar! ¡Primero mi reto!
Y así, ambos skaters continuaron
con la interminable discusión. Pasaron las horas. Tanto los amigos de Mandy
como los de Jefry se fueron despidiendo. El crepúsculo ya estaba por dar paso a
la noche.
–Mandy, ¿ya nos vamos? –Max fue el último en quedarse.
–¡Mi reto primero!
–¡No, mi reto primero!
–Vaya par de tercos vinieron a juntarse –Max soltó una resignada
exhalación. Se sentó sobre una baranda a esperar a Mandy. La discusión entre
ella y Jefry continuaba tan intensa como al comienzo. Al final Max terminó
durmiéndose en el pasto.
–¡Eres un gallina!
–¡Tú eres la cobarde!
La discusión seguramente acabaría en algún momento. ¿Cuándo? Quién sabe. Max continuó durmiendo.
🤩 Si te gustó el capítulo, no te olvides de hacérmelo saber en los comentarios y de recomendarlo con tus amigos. ¡Hasta la próxima! 👋
😻¡Infinitas gracias por leerme!😻


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