Capítulo 18: ¿Mandy y Carmen se enfrentan? ¡El aguerrido duelo de cocina!
¡Qué tragedia! ¡Qué desgracia! ¡¿En serio puede
existir alguien más desventurado que yo?! Maldición, en serio que no lo puedo
creer. Era mi momento, mi victoria. ¡No puedo creer que toda mi felicidad se
haya arruinada por culpa de una cosa tan tonta! Mierda, ¡estoy furiosa! Y de
paso pobre, muy pobre. Waaa… ¡me quiero morir! Y es que fue algo tan estúpido…
es más, hasta pienso que el accidente de ayer quizá fue culpa de la maldición
de Daysy. ¿Será posible? ¡Ay no! De solo pensarlo se me pone la piel de
gallina… aunque de todas formas es una posibilidad. ¡Dios mío! Por eso digo que
lo mejor es revertir lo más pronto posible esta odiosa maldición. ¡Ya no puedo
perder más tiempo! ¡Sí, es momento de volver a los entrenamientos de kung fu!
(Y de paso hablaré con Xian para que de una buena vez deje de lado esa actitud
tan cortante que está teniendo conmigo).
***
Sábado por la mañana. Era un día de cielo despejado en la ciudad de
Arequipa. En el gimnasio Chìbǎng, Mandy y Xian se encontraban
en medio de un combate de práctica. El señor Chìbǎng observaba el desarrollo de
la pelea sentado sobre un cojín y bebiendo una humeante taza de té verde.
–¡JAIIIAA! ¡Vamos, Xian, ¿qué rayos te pasa?! ¡Pelea en serio! –Mandy
le increpó a su compañero en tanto lo atacaba con una serie de veloces patadas.
Xian se defendía con los brazos, aunque no mostraba ningún interés por
contratacar.
–¡Oiga, señor Chìbǎng! ¡Dígale algo a su hijo! –Mandy
se quejó.
El
señor Chìbǎng acabó su taza de té y la dejó a un lado del cojín. Se puso de
pie.
–Xian, chica púrpura tener razón. Desde hace
días tú estar ido, en otro lado. ¡Aterrizar de una buena vez! ¡Pelea en serio!
–el señor Chìbǎng le llamó la atención a su hijo.
La
potente voz que usó su padre para reprenderlo, consiguió hacer volver a Xian al
mundo real.
–Oh, pap… maestro, lo sient…
–¡Idiota, no distraerte!
¡PUM!
Xian recibió un rodillazo en pleno rostro por parte de Mandy. Él se tomó la
nariz, que había comenzado a sangrarle.
–¡Y ahora toma esto! –Mandy se agachó y le
propinó una patada giratoria directo al talón. Xian cayó de espaldas.
–¡Ser suficiente por hoy! –el maestro Chìbǎng
se interpuso entre su hijo y Mandy cuando ella ya se disponía a continuar
atacando.
–Pero maestro, ¡estaba a punto de darle mi
golpe definitivo! –se quejó Mandy.
–Xian no estar enfocado en el entrenamiento.
–¡Tonto! Tuviste suerte de que te salve el
maestro, ¡jummm! –Mandy le sacó la lengua.
Xian
se puso de pie adolorido. Se miró la mano con la que había estado tomándose la
nariz. Esta se encontraba manchada con sangre.
–¡Toma! –Mandy regresó rapidamente del
vestidor. En la mano tenía su toalla que solía llevar para secarse el sudor
después de los entrenamientos.
–Gracias, pero mejor no, Mandy. Ensuciaría tu
toalla.
–¡Cógela de una buena vez o te terminaré de
romper la nariz! –Mandy se la alcanzó con brusquedad.
–Bu-bueno, si me lo pones así… –Xian cogió la
toalla y se limpió la sangre, tanto de la mano como de la nariz.
–Xian, tu quedarte echado hasta que regrese con
algodón para que pongas en tu nariz –el señor Chìbǎng se internó por la puerta
que comunicaba con el resto de la casa.
Xian
asintió y se dirigió al cojín que había dejado su padre. Lo movió un poco más
atrás y se sentó encima, apoyando la espalda contra la pared.
–Oye, Xian –Mandy se sentó al lado de su
compañero de entrenamientos. Con los brazos rodeó sus rodillas. Apoyó el mentón
encima de los antebrazos y volteó el rostro hacia Xian–. Tú siempre que
entrenas sueles dar todo de ti, volcarte en cuerpo y alma en las prácticas,
pero ahora… dime qué es lo que te pasa. ¿Por qué estás así, tan distraído y
distante, como si tuvieses una preocupación muy grande? ¿Acaso te ha ocurrido
algo malo?
Xian
negó con la cabeza. –No es nada, no te preocupes.
–¿O estas así por lo que pasó el lunes en la
cafetería?
Xian
desvió la mirada.
–¡Ajá! Así que sí es por eso, ¡lo sabía! Creí
que ya te había dejado bastante claras las cosas. Todo fue un malentendido
provocado por las idiotas de mis amigas. ¿Es que no lo captas?
–Mandy –Xian miró directo a los ojos de la
joven. Ella tragó saliva. De pronto, no supo porqué, se sintió nerviosa.
–Di-dime.
–Lo que dijeron ese día tus amigas, yo… desde
que ellas mencionaron eso de que tú y yo éramos novios… pues debo confesarte
que desde ese momento una pregunta me ha estado dando vueltas en la cabeza… una
duda que por más que lo he intentado… ¡Bah, olvídalo, es una tontería!
–¡Óyeme, Xian, ni creas que después de haber
hecho todo ese preámbulo ahora me vas a dejar en ascuas! –Mandy tomó a Xian del
cuello de su traje de entrenamiento y lo sacudió con brusquedad–. ¡Así que de
una vez me vas a decir que es esa duda que tienes! ¡¿Entendido?! –ella le
reclamó, cuando de improviso al rostro le cayeron algunas gotitas de sangre.
–Creo que me voy a desmayar… –Xian se mostró
mareado. La toalla de Mandy con la que se había estado tapando la nariz estaba
en el suelo.
–¡Eso sí que no! ¡Oye, Xian, reacciona! –¡PAF,
PAF! Mandy le mandó un par de lapos–. Dime qué es esa duda que tienes. ¡Vamos, desembucha
de una vez antes de que te desmayes!
–¡¿Es que no ves que me estoy desangrando?! –Xian
reaccionó iracundo. Arrebatado, cogió la toalla y se la volvió a colocar en la
nariz.
–¡Es un milagro! ¡Te volvieron las fuerzas,
Xian! –Mandy junto las manos y los ojos le brillaron. Una sonrisa irónica se
formó en sus labios.
–¡Xian, ya estar yo de regreso! –el señor Chìbǎng
entró al gimnasio y le entregó a su hijo una bolsa de algodón.
–Gracias, papá –Xian se puso de pie para coger
la bolsa. Sacó un pedazo de algodón y se lo colocó en la nariz.
–Xian, ¡Xian! –Mandy fue tras el aludido, quien
ya se estaba alejando rumbo a la puerta que conectaba el gimnasio con el resto
de la casa.
–El entrenamiento ya terminó, Mandy. Por favor,
quiero descansar.
–¡Eres un pesado!
Xian
continuó con su camino.
–¡Xian, oye, no me dejes hablando sola! ¡Xian!!
–Chica púrpura tener mucha energía. Espero ayudar
a mi hijo a recuperarse –el maestro Chìbǎng recogió el cojín y la taza de té, y
luego salió al patio.
–Auch, auch, ay… –Xian entró a su habitación y
se tomó la nariz–. Esto no puede seguir así. Debo olvidarme de una vez por
todas del asunto de Mandy y enfocarme en el entrenamiento. No puedo seguir
decepcionando a papá… aunque… debo
admitir que me dio curiosidad el saber cuál habría sido la respuesta de Mandy ante
mi duda…
–¿Qué duda? –una voz suave le preguntó desde su
detrás.
–Que si Mandy está enamorada de mí…
–¡¿Qué QUÉÉ?! ¡¿Cómo se te puede haber ocurrido
una estupidez semejante?! ¡¿Estás loco o qué te pasa?! –Mandy le increpó a viva
voz.
–¡Mandy!! ¡¿Se puede saber qué haces tú en mi
cuarto?! –Xian volteó aterrado. El pobre sintió que el corazón se le iba a salir
por el pecho.
–Te seguí porque quería saber cuál era tu duda…
–¡Por buda! Pensé que te habías ido a tu casa,
Mandy. ¡Me asustaste, casi me da un infarto! –Xian le reclamó.
–No me vengas ahora con eso, tonto. Tú tienes
la culpa por hacerte el interesante –Mandy se cruzó de brazos e infló las
mejillas.
–Pero ahora ya sabes cuál es mi duda, ¿no? Así
que… ¿vas a responderme o no?
–¡¿Estás loco?! ¡¿En serio piensas que voy a
responderte a una pregunta tan estúpida?! –Mandy con los puños cerrados le
vociferó.
–Vamos, Mandy. Que no es para tanto. Si no
quieres responderme ya está, no insistiré más. No tienes que enojarte tanto por
algo tan insignificante…
–¿Algo… insignificante? ¿He oído bien? ¡¿Estás
diciendo que lo que yo pueda sentir por ti es algo insignificante?!
–¿Qué? Entonces… ¿si estás enamorada de mí?
–Yo, este, yo… –Mandy se purpurizó–. Argh,
¡contigo no se puede! ¡Eres un idiota! –arrebatada, Mandy salió de la
habitación de Xian, tirando la puerta tras de sí.
Xian
se quedó pasmado. El algodón se le cayó de la nariz y la sangre comenzó a
brotar nuevamente. –¡No, no, debo detener el sangrado o se manchará el piso! –el
sentir la sangre fluyéndole por la boca sacó a Xian de su estado de
petrificación. Sin tiempo que perder, él corrió hacia el baño de su habitación.
–Xian estúpido. No puedo creerlo. Ahora sí que
se pasó de la raya… –gruñendo y quejándose, Mandy avanzó por el pasadizo de
afuera de la habitación de Xian. Ella estaba tan ensimismada en sus
pensamientos y problemas, que no se fijó en que había tomado la dirección
contraria a la que llevaba al gimnasio. Cuando menos se dio cuenta, se encontró
de lleno en la cocina del restaurante de la familia Chìbǎng.
–Chica púrpura amiga de Xian, ¿tú también venir
aquí para aprender cocina oriental? –la mamá de Xian le preguntó. Mandy levantó
la mirada y recién se dio cuenta de que estaba en la cocina. La señora Chìbǎng
era una mujer delgada y de baja estatura. Ella llevaba el pelo recogido en un
moño y sujetado por dos palillos negros. En ese momento tenía puesto un mandil
rosa con el dibujo de un pavo real y un texto en caracteres chinos bordado en
el lado derecho.
–Pues,
yo… –Mandy se dispuso a contestar, pero la señora Chìbǎng ya había dado por
hecho que la respuesta era afirmativa, de modo que no se molestó en seguir
oyendo. Ella retomó la labor que estuvo realizando antes de la aparición de la
joven púrpura.
–¡Hola, Mandy! –picando apio en una esquina,
Carmen interrumpió un momento su tarea para saludar a Mandy. Cuando oyó su voz,
Mandy recién se percató de la presencia de la joven characatita.
–¡Carmen! Qué sorpresa –Mandy se acercó a la
aludida–. ¿Se puede saber que hacen aquí tus trenzas y tú?
–La semana pasada Xian me propuso la idea de
intercambiar nuestros conocimientos culinarios. Él y su madre me enseñarán
sobre la cocina oriental, y yo por mi parte les enseñaré sobre nuestra
tradicional comida arequipeña. Por supuesto la idea me encantó, y bueno, por
eso estoy aquí.
–Maldito Xian. ¿Por qué no me dijiste a mí también
para compartir nuestros conocimientos culinarios? –Mandy refunfuñó.
–¿Dijiste algo, Mandy? –Carmen no llegó a oír
los refunfuños de la chica púrpura.
–¡Nada! Nada –Mandy negó con las manos.
Pasaron
algunos minutos.
–Hola Carmen. Papá me dijo que ya estabas aquí.
Más bien, perdón por la demor… –Xian, ya bañado y cambiado entró a la cocina,
cuando en eso se percató de la presencia de Mandy.
–Mandy, ¿sigues aquí?
–¡Xiansito, mi buen amigo! –Mandy con las manos
juntas y una sonrisa angelical se dirigió a donde él–. ¡Yo también quiero
aprender a cocinar comida china! ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Siii?
–Bueno, sí, claro… ¿Por qué no?
–¡Genial! –Mandy saltó de contenta, y con
disimulo le sacó la lengua a Carmen.
–¿Y a esta qué le pasa? –Carmen se preguntó en
voz baja.
–¡Oh, no! –la madre de Xian revisó la despensa–.
Harina para wantanes ya estar por acabarse. Ir a comprar más. No tardaré mucho.
–¡Que le vaya bien, señora! –Mandy se despidió.
–¿Se puede saber qué pretendes? –Xian le
preguntó a Mandy cuándo su madre ya se hubo marchado.
–Quiero aprender a cocinar comida china. ¿Cuál
es el problema con eso?
–No, bueno, yo… siendo sincero, tenía la
sospecha de que todo esto solo lo hacías para vengarte de mí, ya sabes, por lo
de hace un rato…
–¿Perdón? No te equivoques, papito. A mí me
tiene sin cuidado lo que pasó hace un rato.
–¿En serio? Porque bueno, yo pensé… es que como
te saliste tan enojada de mi cuarto…
–¿Mandy estuvo en tu cuarto, Xian? ¡No puedo
creerlo! Seguro que he oído mal –Carmen no pudo evitar intervenir cuando oyó
aquello.
–¡No, no y no! ¡No pienses algo que no es,
Carmen! –Xian negó desesperadamente con la cabeza. Se había puesto colorado.
–Solo olvídate de eso, Xian. Además, no tienes porque
estar dándole explicaciones a una chica que recién acabas de conocer. Mejor
pongámonos a cocinar –Mandy se remangó las mangas y luego se puso un mandil de
los que colgaban en un perchero. Este era de color rojo y tenía unos caracteres
chinos bordados en hilo dorado.
–Ya no te preocupes, Xian. Mejor pongámonos a
cocinar –Carmen hizo lo propio. Cuando estuvo al lado de Mandy le dirigió una
mirada de odio. Mandy le respondió de igual manera.
–Chicas, vamos. Cálmense, por favor –Xian
sintió la tensión en el aire, por lo que se apresuró en intentar calmar las
aguas.
¡Shrrr!
En la sartén, Xian se puso a freir una combinación de vegetales con una salsa
especial que anteriormente enseñó a las muchachas a preparar.
–Carmen, por favor, ¿podrías ayudarme echando
la sal? –Xian le pidió a la muchacha.
–¡Claro! Carmen cogió el salero y se apresuró a
echar un poco en la sartén. Sin embargo, la sal no salió–. Mmm, que extraño.
Deben estar tapados los agujeros –Carmen comenzó a agitar la sal. Le dio un
golpe en la base mientras la agitaba con vigor, y la tapa del salero salió disparada
hacia la frente de Mandy–. ¡Te juro que fue un accidente! ¡En serio! –se
defendió Carmen al toparse con el iracundo rostro de Mandy.
–Mandy, ¿puedes calentar lo que queda de la
salsa en el microondas? –antes de que su púrpura amiga cometa alguna locura,
Xian se adelantó en pedirle este favor para mantenerla ocupada.
–¡Claro, no hay problema! –Mandy cogió el tazón
de la salsa y lo llevó al microondas–. ¿Cuánto le pongo de tiempo? –preguntó
ella.
–Un minuto bastará –contestó Xian.
–Ok… pero hay que ver lo torpes que pueden
resultar algunas gentes para cocinar: ¡ni echar sal saben! Y lo más gracioso es
que encima se jactan de trabajar en una picantería y por lo tanto de saber
mucho de la cocina típica –mientras Mandy apretaba los botones del microondas,
hablaba dirigiendo constantes miradas que apuntaban a Carmen–. Listo –Mandy
regresó a donde Xian cocinaba. Ella y Carmen intercambiaron relampagueantes
miradas de ira.
–Como ven, esto es muy sencillo. Solo deben
agitar de cuando en cuando la sartén para que todo se mezcle –Xian explicó
mientras agitaba el sartén y de rato en rato lanzaba hacia el aire su contenido
con suma habilidad.
–¡Qué genial! –exclamó Mandy–. Quiero
intentarlo.
–Mejor me alejo, que de seguro esta novata lo
hará caer todo –Carmen retrocedió unos pasos.
–Cállate, trenzuda envidiosa. Ahora verás cómo
cocina una experta –Mandy cogió el sartén y lo agitó. Lanzó el contenido hacia
arriba. Los ingredientes cayeron nuevamente en la sartén, sin uno solo que
falte.
–Increíble, Mandy. No sabía que fueras tan
buena en esto –admitió Xian.
–La verdad es que no quería demostrar mis dotes
delante de una inexperta –dijo Mandy, y dirigió la mirada a Carmen–. Ya sabes,
para que no se sienta mal y todo eso…
–¿A sí? –Carmen sonrió–. Pues a mí me parece
que a la dizque experta se le acabó la suerte –ella señaló hacia donde Xian.
Mandy miró en esa dirección, y se dio con la sorpresa de que la cabeza de Xian
estaba cubierta de verduras.
–¡Oh, Xian! ¡Cuánto lo siento! Es que esa tonta
de Carmen me distrajo cuando volví a lanzar la comida y bueno… –Mandy se tapó
la boca para evitar estallar en carcajadas. Cogió una rebanada de zanahoria de
la cabeza de Xian y se la llevó a la boca–. ¡Mmm! ¡Delicioso! –saboreó.
–¡Ah! Mejor pasemos a otra cosa –Xian le
dirigió a Mandy una mirada de reproche. Ella se hizo la que no se dio cuenta.
–Idiota –Carmen le dijo de forma disimulada a
Mandy, como para que solo ella la oiga.
–Tú lo serás.
Los
tres chicos se reunieron alrededor de la mesa. Xian, en el centro, depositó una
tira de carne de cerdo encima de una tabla para picar de madera.
–Ahora les enseñaré a preparar un guiso de
cerdo al estilo oriental. Presten atención, chicas.
–¡Snif, snif! Oigan, ¿sienten ese olor? ¿Qué
es? –de pronto Carmen preguntó, en tanto olfateaba el aire.
–Huele como a quemado –Xian también olfateó.
–¿Qué podrá ser? –Mandy se preguntó.
–¡El microondas! –de pronto Carmen señaló–. ¡Pero
si sigue prendido!
–¡Mierda, la salsa! –Xian corrió a apagarlo.
–Rayos, creo que me equivoqué al colocar el
tiempo –Mandy se lamentó.
Xian
abrió el microondas. La salsa se había rebalsado por todo el interior.
–Ay, Mandy, Mandy… definitivamente la cocina no
es lo tuyo –Carmen negó con la cabeza.
–¡¿Qué dijiste?! –Mandy le increpó airada.
–¡Lo que oíste! –le respondió Carmen.
–Ya tuve suficiente de tus estupideces, ¡esto
lo decidiremos con un duelo de cocina! Ambas prepararemos un platillo y la que
lo haga mejor ganará. Xian será el juez, ¿estás de acuerdo?
–Primera vez que te oigo decir algo sensato.
¡Por supuesto que estoy de acuerdo! ¡Prepárate para perder!
–Chicas, oigan… –Xian trató de calmar las
aguas, pero las chicas estaban tan decididas a zanjar de una buena vez su
disputa que nada pudo hacer él.
–Y bien, Mandy. ¿Qué sugieres que preparemos?
–Carmen le preguntó–. Para que veas que soy buena, dejaré que tú decidas el
plato a preparar. Por supuesto, puedes escoger lo que mejor se te dé.
–¿Lo que mejor sepa preparar? Mmm, veamos…
Carmen
y Xian permanecieron a la expectativa de lo que Mandy diría. Xian no pudo negar
que sentía curiosidad por saber qué platillo era el que Mandy mejor sabía
cocinar.
Pasó
cerca de un minuto.
–¡¿Ya?! –Carmen comenzó a impacientarse.
–Mmm… ¡Ya lo tengo! –Mandy chasqueó los dedos–.
Prepararemos…
Carmen
y Xian se acercaron de forma inconsciente hacia Mandy para oír mejor lo que ella
diría.
–¡Agua hervida! –Mandy sentenció.
Xian
y Carmen casi se fueron de espaldas al oír estas palabras.
–¡Déjate de bromas, tonta! –Carmen le reclamó.
–Mejor que Carmen decida lo que cocinarán,
¿estás de acuerdo, Mandy? –sugirió Xian.
–Lo que sugerí no era broma… –algo avergonzada,
Mandy replicó con voz tímida y juntando las yemas de sus índices.
El
platillo que escogió Carmen para preparar fue pastel de papa. Mandy estuvo de
acuerdo. Así, ambas muchachas comenzaron con la competencia.
–Rayos, esto es… ¡tan complicado! –Mandy estaba
teniendo problemas para pelar las papas. Con cada corte que daba del cuchillo
sacaba cascara y de paso medio trozo de papa. De reojo ella observó a su
contendiente. Carmen pelaba sus papas con suma destreza–. ¡Grrr! –Mandy se
enfureció al observar esto. Frustrada por su falta de pericia, retrocedió el
cuchillo para tomar vuelo y arremeter con todo, pero a medio trayecto este se
le escapó de las manos.
¡FUM!
El cuchillo se clavó en la puerta, muy cerca de la cabeza de Xian. El pobre
observó la reluciente hoja aun tambaleante con los ojos a punto de salírsele de
sus orbitas.
–Xian, ¿me pasas el cuchillo? –Mandy le pidió
de lo más fresca.
–¡Casi me matas!! –Xian no lo podía creer.
–Ash, que poco caballeroso eres. Mejor lo
recojo yo –Mandy sacó el cuchillo de la puerta y regresó a su labor.
Cuando
Carmen ya había metido al microondas su platillo, Mandy recién estaba
acomodando sus papas en el envase de vidrio. –Lo que importa al final es el
sabor, así que las pocas cascaras que se me han escapado ni se sentirán –Mandy
se dijo mientras acomodaba los ingredientes como podía.
–¡Listo! –Carmen sacó su plato del microondas.
Olía muy bien y tenía muy buena pinta.
–Ya me falta poco… –Mandy metió su plato al
microondas. Esperó de pie a un lado del electrodoméstico.
–¡Listo! –Mandy sacó su plato, y acto seguido
lo llevó a la mesa y lo colocó al lado del de Carmen.
–¡Ahora sí, Xian, dinos cuál es el mejor! –lo
instó Carmen.
Xian
se sentó frente a ambos platillos. Cogió un tenedor y primero probó el de
Carmen.
–¡Esta muy rico, Carmen! ¡Buen trabajo!
–¡Gracias!
–Ahora prueba el mío, ¡el mío!
–Haber, vamos a probar… ¡pfrr! –Xian se llevó
la mano a la boca–. Mandy, ¡pero si esta papa está cruda!
–¿Qué? ¡No puede ser! Si la metí al microondas con
el mismo tiempo que le puso Carmen…
–Antes tenías que sancocharlas pues, ¡burra! –Carmen
se burló de Mandy.
– ¡Grrr! Habrás ganado esta vez, pero… ¡pero a
la próxima, juro que te derrotaré!
–¡Sí, como no! Vamos, admítelo ¡Eres un
desastre cocinando! ¡Jamás podrás conmigo! ¡Lero lero! –Carmen le sacó la
lengua. Mandy se sintió tan frustrada y encolerizada en ese momento que los
ojos se le pusieron llorosos.
–Vamos, Mandy. Anímate… –Xian intentó hacer
sentir mejor a su amiga.
–No, Xian. No trates de animarme. Sé que soy un
desastre cocinando… pero yo, yo solo quería… ¡Waaa! ¡Carmen tiene razón, soy un
desastre! –abatida, Mandy corrió hacia la salida de la cocina.
–¡Mandy, espera! –Xian fue tras ella–. ¡No
tienes por qué ponerte así! Tu pastel de papa no estaba tan mal, ¡palabra!
–¡¿Lo dices en serio, Xian?! –Mandy viró muy
emocionada, y se secó las lágrimas–. Entonces, eso quiere decir que… ¿te lo
comerás toditito hasta dejar reluciente el pocillo?
–¡¿QUÉÉ?! –Xian no se esperó aquel giro de los
acontecimientos.
–Pues claro, Xian. Si dices que el pastel de
papa de Mandy está tan bueno, pues lo más lógico es que te lo comas todo sin
rechistar, ¿no lo crees? –intervino Carmen.
–Carmen, tú… ¡¿Qué te he hecho para que estés
tan molesta conmigo?! – Xian le murmuró entre dientes, intentando que Mandy no
se dé cuenta de sus palabras.
–A comer, Xian –Carmen le acercó el plato
preparado por Mandy. Esta última lo observó muy emocionada. Los ojos le
relucían de la ilusión.
Xian
probó un bocado. “Demasiada sal, la papa está cruda, este queso sabe muy raro…
¡todo sabe horrible!”, Xian se lamentó para sus adentros, pero la situación tan
comprometedora en la que se encontraba no le dejó más opción que acabarse todo
el pastel de papa.
–¡Te lo acabaste todo, Xian! ¡Eso quiere decir
que mi pastel te encantó! ¡SIII! Lo sabía, ¡lo sabía! Mi sazón definitivamente
es incomparable…
–Ésta sí que se pasa de alucinada –Carmen le
dirigió a Mandy una mirada de soslayo.
Xian
de pronto se tomó el estómago. Había comenzado a dolerle, y aparte en la boca
le había quedado un muy mal sabor que le daba nauseas.
–Vaya, Xian. Parece que te has quedado con
hambre –Mandy le dijo–. ¡Ya sé, te prepararé otro platillo!
–¡NOOO, ya no! ¡Por lo que más quieras!! –Xian
ya no pudo aguantar más, y salió disparado de la cocina.
–¡Xian! –Mandy intentó ir tras él, cuando en
eso oyó las risas de Carmen.
–¡JAJAJA! La verdad es que no lo culpo al pobre.
De hecho, fue muy valiente al haberse atrevido a comer semejante bazofia.
–Carmen, no estoy de humor para tus bromas…
¡PUAGG!
De pronto ambas oyeron a Xian vomitando en el baño.
–¿Decías?
–Rayos, por lo visto no todos los estómagos
pueden soportar mi sazón de los dioses, je je je… –Mandy se rascó la nuca para
disimular su contrariedad.
🤩 Si te gustó el capítulo, no te olvides de hacérmelo saber en los comentarios y de recomendarlo con tus amigos. ¡Hasta la próxima! 👋
😻¡Infinitas gracias por leerme!😻

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