Capítulo 10: ¿Otra vez en peligro? ¡El club de estudiantes que odian a Mandy ataca de nuevo!
¡Uy, no saben lo contenta que estoy! Creo que esto de
las artes marciales está hecho para mí. ¿Vieron cómo derroté a Xian durante mi
primer entrenamiento? ¡Y de un solo golpe! Ni Bruce Lee te hace ese movimiento,
¡jajaja! Cielos, aunque la verdad es que también tengo algo de remordimiento:
ver al pobre Xian retorciéndose de dolor en el suelo me dio un poco de penita. ¡Ah!
Supongo que en el siguiente entrenamiento tendré que ser más suave con él. Solo
espero que todo esto del entrenamiento sí resulte y pueda por fin volver a la
normalidad. ¡Ya no puedo esperar más para que de una vez por todas me vea libre
de esta odiosa maldición!
***
El timbre que anunciaba el comienzo del segundo recreo se oyó por
todo el colegio. Mandy y sus amigas salieron rumbo a uno de los quioscos para
comprar algo de comer.
–Vamos, chicas. Invítenme algo. Por favor, ¿no ven que me voy a
morir de inanición? – Mandy les insistió a sus amigas.
–Te invitaríamos, amiga, pero la verdad es que nosotras también nos
morimos de hambre.
–Ya pue, chicas. Ya pee –Mandy las jaló de la blusa una por una con
insistencia–. Ya les he contado que mi mamá me tiene castigada y por mucho
tiempo no me dará nada de propina. ¡Estoy en la absoluta miseria! ¿Es tan
difícil de entender?
–Te entendemos perfectamente.
–¡¿En serio?! ¿Eso quiere decir que me invitarán?
–No.
–¡Atorrantes!
–No puedo creer que tengas cara para decirnos eso, Mandy, si siempre
que tú te compras algo nunca nos invitas.
–Así es. Es más, toda tu comida la babeas para que ya ninguna te
pidamos nada.
–Ja ja, por dios chicas, no sean tan rencorosas. Renegar del pasado
solo les hará salir arrugas. ¡Se volverán unas ancianitas renegonas!
–¡Suelta! –una de sus amigas le dio un manotazo cuando con disimulo
Mandy intentó hacerse con una pieza de su plato de salchipapas.
–¡Egoísta! –Mandy le sacó la lengua, y entonces se cruzó de brazos y
volteó el rostro.
–Vamos, Mandy. No te enojes con nosotras –otra de sus amigas trató
de animarla.
–Si no me van a invitar nada, mejor ni me hablen.
–Oigan chicas, ¿a ustedes también les llegó la invitación de Samara
para un evento que hará detrás del coliseo del colegio? –de pronto preguntó una
de las muchachas al resto.
–Sí, yo también recibí la invitación por mis redes sociales. Según
leí, un tío de Samara ha inaugurado una heladería y el evento es para regalarles
a todos los que vayan unos vales de descuento.
–Es cierto, y ahora que lo recuerdo, la invitación era para el día
de hoy.
–Oigan, chicas ¿de qué están hablando? ¿Cómo que vales de descuento?
¿Se puede saber porque yo no recibí ninguna invitación? –Mandy intervino en la
conversación de sus amigas.
–¿Cómo Mandy, dijiste algo? Creí haberte oído decir que no querías
hablar más con nosotras…
–¡Jajaja! Vamos, ya olvídense de eso. Por esta vez he decidido
perdonarlas.
–¡Pues muchas gracias! –las amigas de Mandy le dijeron en tono sarcástico.
–Chicas, ¿nos vamos para el evento? –una de las muchachas les dijo a
las otras dos–. Ya revisé la información en mi celular, y el evento esta
programado para este segundo recreo.
–Jeje, que genial. Vales de descuento para helado. ¡Y con lo que me
encanta el helado! –Mandy se restregó las manos en tanto se relamía los labios.
–Pero Mandy, si tú no has sido invitada.
–Así es. Y recuerda que es de mala educación ir a donde a uno no lo
invitan.
–Lo mejor será que te vayas adelantando al salón.
–¡¿Cómo pueden decirme eso, chicas?! ¡¿Y así se hacen llamar mis
amigas?!
–Chicas, ¿dejamos que vaya con nosotras?
Las otras dos se lo pensaron por un rato. –Está bien –finalmente una
habló por las tres–. Aunque la verdad es que no ganarás nada yendo, pues no
creo que Samara quiera darte alguno de sus vales.
–¿Ah no? ¿Y por qué piensas que no querrá darme uno de sus vales?
–En primer lugar, porque no has sido invitada. Y en segundo lugar y
más importante: porque Samara te odia.
–Detalles, detalles. Ya verán como me terminará dando uno de sus
vales, ¡ya hasta estoy saboreando esos helados, ja ja ja!
Las amigas de Mandy la miraron y entornaron los ojos.
La zona de detrás del coliseo era un espacio del patio que se usaba
como almacén para trastos viejos. Muchos llamaban a este espacio el cementerio
de las carpetas, el depósito municipal, o simplemente el cachivachero.
Cuando Mandy y sus amigas llegaron al lugar, se encontraron con que
este estaba repleto de estudiantes. La mayoría eran de su mismo grado, aunque
también había algunos alumnos de otros años que igualmente habían sido
invitados.
–Wow, cuanta gente hay aquí reunida –comentó Mandy mientras avanzaba
junto con sus amigas. En eso, las chicas se fijaron en que más adelante, sobre una
gran colchoneta vieja destinada en el pasado para las pruebas de salto alto,
Samara estaba de pie con un fajo de vales de descuento en la mano derecha. A su
lado la acompañaban sus inseparables amigos, a los que en su conjunto Mandy
conocía como “los fenómenos”.
–¡Pst, Samara, Mandy ya está aquí! –Gabriela le comentó en voz baja
a su amiga.
–¡Ja!, ya sabía que esa conchuda se aparecería por aquí a pesar de que
no la he invitado. Menos mal que siempre podemos contar con las chismosas de
sus amigas para que le pasen la voz…
–Pe-pero, Sama-mara. No-no lo en-enti-tiendo –intervino Omar–. ¿Por
qué si-simplemente n-no la in-invita-taste y y-ya?
–Porque si lo hacía ella habría sospechado. Ya te lo expliqué, Omar.
–Sí-sí. Ya ve-veo.
–¿Comenzarás de una vez? –le preguntó Dani.
–Sí. Por cierto, tengan ya lista la sorpresa.
Los amigos de Samara asintieron y se bajaron por un lado del
colchón. Una vez abajo permanecieron expectantes en sus posiciones.
–¡Bienvenidos, amigos y amigas! –tras aclararse la garganta, Samara
se dirigió a todos los presentes–. Como ya sabrán, he organizado esta reunión
porque deseaba entregarles estos vales de descuento para que vayan a la recién
inaugurada tienda de helados de mi tío. Yo ya he probado varios de sus helados,
y les aseguro que son muy deliciosos. Sin embargo, déjenme decirles que de
todos los sabores que probé, el más delicioso de todos fue el de queso helado. ¡Mmm!
¡De solo recordar su sabor se me hace agua la boca!
Para este momento Mandy se sobó la panza y se relamió los labios con
la lengua
–Lamentablemente, para este sabor solo tengo un único vale. Diablos,
la verdad es que quisiera que todos pudieran probarlo usando el vale de
descuento, pero como ya dije, solo tengo un único vale. Así que lo que haré
será muy simple. Díganme un número y yo contaré al azar. Donde finalmente se
detenga mi dedo, esa persona será la feliz ganadora de mi preciado vale.
–¡¿Oyeron, amigas?! ¡Dijo sabor queso heladooo!! –Mandy junto las
manos y observó el vale con los ojos muy abiertos. Para ese momento ella tenía
la boca abierta y una gota de baba se le deslizaba por su mentón púrpura.
–Sálvese quien pueda, que cuando se trata de comer queso helado
nuestra amiga es capaz de cualquier cosa –comentó una de las amigas de Mandy
con las otras dos.
–Dios nos libre –otra de sus amigas se persignó.
–Demasiado tarde, amiga –la tercera muchacha señaló hacia adelante.
Resulta que Mandy ya se estaba abriendo paso rumbo al colchón. Las tres amigas
se tomaron la cara con la mano derecha en gesto de resignación.
–¡Aquí! ¡Aquí, Sid el perezo… que diga, Samarita preciosa! –Mandy
exclamó en tanto daba saltitos y agitaba los brazos por encima de su cabeza.
Varias risas discretas se oyeron en respuesta al incompleto apodo.
–Mandy, así que ya estás aquí –Samara no pudo evitar hacer cólera al
oír la voz de su odiada compañera. “Vamos, Samara, no dejes que sus estupideces
te afecten. Solo cíñete al plan”, ella se dijo a sí misma para sus adentros–. Y
ahora, chicos, vamos, díganme un número.
“¡Diez!”, dijeron algunos. “¡Ocho!”, dijeron otros. “¡Uno!”, un
grupo de al fondo también se unió a las sugerencias.
–Bien, bien, por mayoría creo que el número ganador es el uno
–Samara indicó, y contó–. ¡Uno! –dijo, y con el dedo señaló a Mandy.
–¡¿Qué, yo gané?! ¡Sííí, que emoción, gané! ¡Gané! – Mandy comenzó a
dar saltos de alegría.
–¡Mandy, espera! –una de sus amigas le dijo. Las tres para ese
momento ya habían llegado a su lado–. Esto es muy extraño, se le mire por donde
se le mire.
–Sí, es verdad. Ten en cuenta que Samara te odia, y además la forma
en la que has ganado me parece de lo más sospechosa…
–Mmm, ahora que lo pienso bien, creo que tienen razón –Mandy se tomó
el mentón en actitud reflexiva.
“Mierda, esas estúpidas entrometidas siempre metiéndose donde no las
llaman. Vamos, Samara, piensa en algo, y rápido. ¡Ya sé!”. –¡Cielos, que despistada
he sido! ¡Acabo de recordar que justo el vale del queso helado es el único que
tiene un cien por ciento de descuento! –exclamó Samara, y agitó el vale.
–Definitivamente esto es una trampa –sentenció una de las amigas de
Mandy–. Mandy, yo que tú mejor me abstengo de…
–¡Queso helado gratis, yujuu!! –Mandy ya se había subido al colchón
y ubicado al lado de Samara.
– …ir.
–Y bien, señoras y señores: ¡aquí tenemos a nuestra feliz ganadora!
–exclamó Samara–. ¡Hey! un momento. Tú debes ser una alumna nueva –de pronto
Samara se acercó a Mandy y la comenzó a analizar de pies a cabeza con
curiosidad–: es la primera vez que te veo, amiga. Sí, no hay error.
Definitivamente debes de ser una alumna nueva.
–¿Quién, yo? No, Sid… Samara, estas equivocada. Soy yo, Mandy. Tu tan
querida amiga y compañera de clases.
Para este momento varios murmullos se oyeron entre los numerosos
presentes. Todos presentían que algo inesperado estaba por suceder.
–¡Ajá, ya lo recordé! ¡Ya sé quién eres tú! –Samara señaló a Mandy de
forma intempestiva–. ¡Compañeros y compañeras! –ella se dirigió a los presentes–,
para quienes no la conocen, les presento a nuestra nueva compañera del salón: ¡Lady
púrpura, la primera de su nombre! ¡La reina de la estupidez! Por favor todos
seamos amables con ella, porque aparte de ser morada, ella es ¡estúúúpida!
¡JAJAJA! Las carcajadas de los estudiantes hicieron eco en todo el
patio-almacén. Mandy se puso más morada de lo normal debido a la rabia que la
embargaba.
–Toma, Lady púrpura. Tu premio –Samara le tendió a Mandy el vale de
descuento. Esta última de un manotazo se lo arranchó y se lo guardó presurosa
en el bolsillo.
–Samara, te has pasado de la raya –con los puños apretados y los
dientes rechinándole de la cólera, Mandy le clavó a Samara una mirada para nada
amistosa.
–¡Glup! –Samara tragó saliva.
–¡JAIIIAAA! –de forma repentina, Mandy lanzó una patada giratoria al
ras del suelo, con la que hizo caer de espaldas a Samara sobre el colchón.
Entonces se le abalanzó y tras voltearla y cogerle las piernas, una con cada
brazo, se sentó sobre su espalda y comenzó a jalar hacia atrás sus piernas
haciendo una especie de palanca. Se trataba de la llave de lucha libre conocida
como la llave del cangrejo.
–¡Atangana!! –Lorenzo avanzó hasta colocarse en primera fila. Cerca
a su boca él sostenía un lapicero a modo de micrófono–. ¡Mandy le está
aplicando una llave de lucha libre a Samara!! ¡Esto es impresionante!!!
“¡Yeahhh!!” Todos los estudiantes estallaron en algarabía,
emocionados por el espectáculo.
–Ay, no –una de las amigas de Mandy se lamentó con las otras–. Ya
sabía que esta boba terminaría haciendo una tontería.
–Si ya la conoces para que te lamentas. Mejor en vez de quejarte
disfruta del espectáculo.
–Usted es diabólica, señorita.
–¡Oh, por dios!! –Lorenzo estalló de emoción–. ¡Parece que Samara se
va a rendir…! ¡Aunque, oh por dios, esto es increíble…!! –por un momento
Lorenzo guardó silencio. Todos lo oyeron expectantes–. ¡A las dos puedo verles
debajo de la falda! ¡La vista es estupenda, amigos!!! –finalmente él exclamó.
Todos casi se van de espaldas al oír el último comentario de
Lorenzo.
¡PAFF! Lorenzo recibió un zapatazo directo a la cara. –¡Te lo mereces,
maldito degenerado!! –Mandy soltó a Samara y señaló a Lorenzo con dedo
amenazador.
–Estúpida Mandy, ¿por qué tuvo que usar mi zapato para lanzárselo al
pervertido? En fin, ya no importa, lo mejor ahora será aprovechar que está distraída
y huir –Samara se arrastró hasta el lado del colchón en donde estaban ubicados sus
amigos. Entonces se bajó y se escondió detrás de ellos–. Hora de mostrarle la
sorpresa a esa odiosa: soldados, ¡al ataque! –Samara bajó el brazo como un
comandante dando la orden de fuego a sus fusileros. Entonces Gabriela y los
demás metieron la mano derecha en la bolsa negra que cada uno tenía colgada en
el brazo izquierdo.
“¡Ah! ¡Oh! ¡Uf!”, Mandy tuvo que hacer gala de sus sorprendentes
reflejos para esquivar la lluvia de huevos que le lanzaron Dani y compañía. –¡Lero,
lero! ¡Jamás podrán conmigo, jajaja! –Mandy les sacó la lengua a sus atacantes.
–¡Mandy! ¿Qué es lo que está sucediendo aquí? –Xian, quien acababa
de llegar al lugar, sorprendido por lo que veía, le preguntó a la muchacha.
–¡Xian!!! –Mandy no se esperó la aparición de su compañero de
entrenamiento en aquel lugar, y menos bajo aquellas circunstancias. De pronto
se sintió avergonzada–. ¿Qué-qué estás haciendo tú aquí? –ella se rascó la
nuca, y soltó una risita nerviosa.
–¡Está distraída! ¡Denle con todo! –Samara exclamó.
¡PLOF! ¡PLOF! ¡PLOF! Mandy terminó cubierta de yemas y claras de
huevo de pies a cabeza. La pobre no se lo podía creer.
–Oigan, ¿qué le pasa a Mandy? –Xian le pregunto a las amigas de la
mencionada, a quienes notó que observaban con rostro preocupado a su amiga.
–Oh, no, esto ha sido demasiado para ella –una de las amigas de
Mandy se lamentó.
–Prepárense, chicas, que lo bueno está por comenzar.
–Mejor nos vamos, chicas. Hagamos como que no la conocemos.
Las tres muchachas se alejaron del lugar a paso veloz.
–¿Qué diantres han querido decir con eso? ¡Oigan chicas, esperen! –
Xian intentó detener a las jóvenes, pero ellas fingieron no haberlo oído en
tanto continuaron alejándose–. No entiendo nada de nada –Xian se mostró
confundido. Dirigió la mirada a Mandy. Ella estaba quieta como una estatua.
Parecía encontrarse en estado de shock.
–¡Jajaja, ¿Qué te pareció nuestra sorpresa, eh ogra fea?! ¡¿Eh?!! –Samara
señaló a Mandy mientras se carcajeaba de lo lindo. Sus amigos también la señalaron
y se unieron a las burlas.
–Desgraciados. Se van a arrepentir… –Mandy habló entre dientes.
Estaba tan furiosa que a su alrededor se podía sentir una enorme presión de
energía negativa.
–Oye, Mandy, ¿qué es lo que te pasa? ¿Estás bien? –escondida detrás
de sus compañeros, Samara le preguntó con nerviosismo. De pronto, los cuatro se
habían puesto a temblar.
–¡Glup! Presiento que un peligro mortal se cierne sobre nosotros –Dani
tragó saliva.
–Me-mejor nos va-a-mos –sugirió Omar.
–Buena idea –asintió Gabriela.
Los cuatro muchachos empezaron a alejarse de puntillas.
–¡ALTO ALLÍ!! –Mandy les gritó con voz amenazante. En ese momento
ella tenía una carpeta cogida con ambas manos, la cual blandía por encima de su
cabeza de un lado para el otro.
–¡Sálvese quien pueda!! –Samara les gritó a sus amigos. Acto seguido
los cuatro huyeron despavoridos.
–¡Vuelvan aquí! ¡No los dejaré escapar! ¡Canallas, juro que me las
van a pagarrr!! –empapada por los huevazos recibidos, una enardecida Mandy se
lanzó a perseguir a Samara y compañía.
–¡Auxilio! –gritó Gabriela.
–¡Mandy, no fue más que una insignificante bromita, ten piedad!! –le
suplicó Dani.
–¡Nada que piedad! ¡Los voy a hacer puré!!
¡CRASH! ¡PLUM! El ruido producido por las carpetas que eran lanzadas
por Mandy se pudo oír por todo el colegio. Todos los estudiantes que habían ido
al evento comenzaron a alejarse para no verse envueltos en el pandemonio.
–Ahora entiendo lo que querían decir sus amigas: ¡Mandy se ha vuelto
loca! –Xian se dijo boquiabierto–. Mejor yo también me voy de aquí –él agregó,
y con las manos en los bolsillos y silbando, como quien no quiere la cosa se
alejó a paso veloz.
Xian ya se encontraba bastante lejos del lugar, pero aun así podía oír
los estruendos provocados por los ataques de Mandy, así como también podía oír
sus iracundos gritos y amenazas. No se lo podía creer. Aquello le pareció algo
demasiado extravagante, algo demasiado surrealista.
🤩 Si te gustó el capítulo, no te olvides de hacérmelo saber en los comentarios y de recomendarlo con tus amigos. ¡Hasta la próxima! 👋
😻¡Infinitas gracias por leerme!😻

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