Capítulo 6: ¿Problemas? ¡El club de estudiantes que odian a Mandy entra en acción!
La visita a la dirección fue tan aburrida como
siempre. La directora nos vino con su clásico discurso de que hay que saber
comportarnos en la clase, que ya no somos unos bebes y bla, bla, bla. Simple
rutina. En fin, la novedad es que la directora se sorprendió mucho al ver a
Xian, y dijo que por ser la primera vez que recibía una queja de él dejaría
pasar las cosas. La verdad me pareció muy injusto, pues conmigo la directora
jamás ha sido tan condescendiente. Pero bueno, al menos gracias a Xian yo
también me salvé de que citen a mis padres. ¡Menos mal! Luego de ello regresamos
a nuestros respectivos salones. Hasta el momento nadie me ha fastidiado ni ha
sentido curiosidad por mi atuendo: ¡creo que es mi día de suerte! Aunque eso
sí, a Samara y al resto de su grupete de fenómenos los he notado muy
sospechosos. No lo sé, tal vez sean imaginaciones mías. En fin, lo mejor será
ignorarlos y enfocarme en acabar las clases sin que nadie descubra lo que me ha
pasado. ¡Ahora eso es lo más importante!
***
Samara alias “Sid el perezoso”
–Dani, Gabriela, vengan más acá –Samara llamó al chico de baja
estatura y a la chica de ojos saltones. Los dos se acercaron más a la carpeta
de su amiga. Omar ya estaba sentado en la carpeta de adelante, girado hacia
atrás y con una hoja y un lápiz.
–Bu-bueno. Es-este e-es el p-plan –Omar comenzó a trazar flechas y
gráficos en la hoja, en tanto se puso a explicar por medio de sus tartamudeos.
–Y bien, ¿qué les parece la idea? –Samara preguntó una vez Omar
terminó de hablar.
–Es un plan muy bueno, Omar. ¡Estoy segura de que con esto lo
lograremos! –señaló Gabriela con franca excitación.
–¡Pues pongámonos manos a la obra de una vez! Ya no puedo esperar
más para ver la cara que pondrá Mandy cuando revelemos su secreto. Jajaja, esa
tonta por fin nos las pagará todas juntas –Daniel se restregó sus diminutas
manos.
Sonó el timbre del cambio de hora.
–…Y no se olviden de que la tarea es hasta la página 183 del libro.
Nos vemos mañana, chicos –la profesora, una joven de lentes de luna ancha, contextura
delgada y nariz perfilada se despidió de la clase con voz rápida.
–¡Cuanta tareaaa!! –Mandy se quejó con sus amigas –. ¿En serio
quiere que hagamos todo eso para mañana?
–Eso es lo que dijo la profe –le respondió una amiga.
–Se pasa la profe –se quejó otra amiga.
–Oye Mandy –la tercera amiga la miró con curiosidad–. ¿Ya nos vas a
decir porque has venido vestida así al colegio?
–Nop.
–¡Mandyyy!! –las tres chicas le reclamaron al unísono.
–¿No somos tus amigas? –una de las jóvenes le increpó.
–Entiéndame, chicas, se los diría, pero las conozco. En menos de lo
que canta un gallo ya lo sabría todo el salón.
–Qué concepto tan malo tienes de nosotras. Te pasas.
–Que quieren que haga, si son unas reverendas chismosas.
–¡Oye, ya pues! No te hagas la interesante y dinos de una vez, ¡Maandy…!
En eso entró el profesor de la siguiente hora. –Buenos días,
muchachones, buenos días muchachonas. Saquen de una vez sus cuadernos que
revisaremos la tarea del día anterior.
–Ya oyeron al profesor. A sus sitios, ¡shu, shu! –Mandy con la mano
hizo el gesto a sus amigas para que se alejen de su carpeta.
–¿Desde cuándo eres tan respetuosa con lo que dice el profesor…?
–Ya verás Mandy, no te contaremos nada cuando nos pase algo, ¡nada!
–¡Chicas, lo siento! –Mandy juntó las manos.
Por fin el salón se ordenó y todos sacaron sus cuadernos. El
profesor comenzó con la clase.
Dani se las arregló para escabullirse de su sitio sin que nadie lo
note. Cubriéndose con su mochila mientras gateaba, él logró escurrirse entre
las carpetas sin que el profesor lo descubra. Asimismo, cada vez que parecía
que el profesor iba a mirar en la dirección en la que él se encontraba, Samara
o alguno de los otros dos chicos del grupo hacían alguna clase de ruido para
llamar la atención, ya sea dejar caer su cuaderno, toser con fuerza, o cambiar
con brusquedad la página de sus libros como si estuviesen buscando ávidamente
algo. Para ello se turnaban en un perfecto orden y sincronización.
–Definitivamente esos tres están muy raros –tras el exagerado ruido
que produjo Samara al sonarse la nariz, Mandy se dijo–. Por cierto, ¿dónde está
el enano? No lo veo en su sitio. Mmm…
Dani se detuvo justo detrás del sitio de Mandy. Gina, una niña
pecosa y con frenos lo vio, a lo que Dani le suplicó guardar silencio con un
gesto de su dedo índice. Gina se encogió de hombros y continuó con lo suyo. Aprovechando
que el profesor estaba escribiendo en la pizarra, Dani se fue levantando
lentamente. “Ahora sí te sacaré esa gorra, esa chalina y esos lentes de sol, ji
ji ji. Revelaré ante todo el salón lo que sea que estés ocultando. Ya te tengo,
Mandy”, Dani se dijo para sus adentros.
Mandy estaba en esos momentos con el mentón apoyado sobre sus antebrazos.
Soltó un bostezo. Se acomodó para dormir, cuando una mosca se posó sobre su
nariz. –¡Shu, shu, mosca! –gruñó ella. La mosca abandonó su nariz y se paró
esta vez en su oreja izquierda.
Dani vio que Mandy levantaba la mano. Retrocedió unos pasos en tanto
se agachó.
La mosca finalmente se alejó hacia el techo.
Mandy bostezó de nuevo. –Rayos, creo que tendré que sacar mi
cuaderno para copiar lo que está haciendo el profe –ella se dijo cuando vio que
todos se habían puesto a escribir. Tanteó en el suelo en busca de su mochila.
Su enguantada mano se acercó peligrosamente a la mochila que Dani usaba para
cubrirse.
–¡Oh no! –Dani retrocedió. La mano de Mandy seguía acercándosele.
Desesperado, el pobre miró en todas direcciones. Divisó la mochila de Mandy
votada a varios metros de la carpeta–. ¡Urghh, qué pesada! –Dani se quejó en
voz baja, y logró colocar la mochila de Mandy justo delante de la suya. Mandy
cogió su mochila y la levantó. Buscó su cuaderno.
–Fiuu, eso estuvo cerca –Dani exhaló aliviado.
¡PLUM! De pronto Dani fue aplastado por la mochila de Mandy, luego
de que ella la tiró sin ningún reparo.
–Ayayayyy… –Dani soltó un apagado quejido lastimero.
El timbre anunció que la clase había terminado. Todos salieron al
recreo cual una manada de animales salvajes.
– Dani, ¿estás bien? –Samara y los demás se acercaron al pobre
muchacho, quien había resultado aplastado y pateado por la estampida de
estudiantes que ni se fijaron en que él yacía en el suelo bajo la mochila de
Mandy.
–Misión fallida, chicos –un magullado Dani a duras penas fue capaz
de responder.
–E-es ho-hora de pasar al p-plan b –señaló Omar.
Mandy se encontraba conversando de lo más animada con sus amigas en
una de las bancas del patio. A lo lejos Samara y su banda observaban al asecho.
–¿Entendiste lo que tienes que hacer, Gabriela? –Samara le preguntó
a su amiga.
–Voy con el vaso como si estuviera tomando, y cuando esté cerca de
Mandy simulo que me tropiezo y, ¡zas!, la mojo en toda la cara. Luego, mientras
finjo limpiarla, le descubro la cara de golpe.
–Suerte –Samara y los demás se ocultaron detrás de una maceta. En
tanto Gabriela se puso manos a la obra.
–¡Vamos, Mandy, sácate esos lentesss!! –dos de sus amigas
forcejeaban con Mandy para tratar de sacarle los lentes de sol.
–No, ya les dije que nooo. ¡Dejen de fastidiar!! –Mandy se levantó
intempestivamente de su asiento y trató de alejarse de sus amigas. Estas
últimas también se pusieron de pie y se abalanzaron sobre Mandy.
–¡No te nos escaparás!! –le gritaron.
–¡Ole, toro! –Mandy se hizo a un lado justo a tiempo. Las dos
muchachas siguieron de largo y no pudieron frenar a tiempo cuando Gabriela se
les apareció delante. La pobre terminó aplastada por las dos amigas de Mandy.
–Gabriela, ¿estás bien? –Mandy con su otra amiga se le acercaron.
Las otras dos amigas se pusieron de pie y también rodearon a Gabriela.
–¿Alguien anotó la placa? –Gabriela, con la blusa mojada por el
refresco de su vaso, llegó a decir con la cabeza levantada, y luego se
desvaneció.
–¡Ya ven lo que hicieron!! –Mandy les increpó a sus amigas–. ¡Por su
culpa la sapita ya se murió!
–Llevémosla a la enfermería –aconsejó la otra amiga. Dicho esto,
Gabriela fue levantada por las muchachas y llevada a la enfermería apoyada
sobre los hombros de Mandy y de una de sus amigas.
–Otra vez fallamos, Samara –se lamentó Dani.
–¡Vaya buena suerte que tiene la desgraciada! –Samara rabió.
–Te-tendremos q-que pasar al p-plan c –indicó Omar.
El recreo finalizó. Todos los estudiantes regresaron a sus aulas. Dani
y Gabriela estaban con vendas en la cabeza y el cuerpo. Parecían heridos de
guerra.
–Mi-mi turno ha lle-llegado –Omar se levantó decidido de su asiento
y se dirigió hacia donde Mandy. Esta última recién estaba entrando al salón
acompañada de sus amigas. Omar se hizo a un lado para que las chicas pasen. Una
vez ellas le dieron la espalda, a toda carrera corrió hacia Mandy para sacarle
el gorro y los lentes de sol.
–¡Qué suerte, una moneda! –Mandy de pronto se agachó. Omar agarró el
aire en vez de la gorra y los lentes, y dado el impulso que llevaba se tropezó con
uno de los zapatos de Mandy, perdiendo así el equilibrio y estrellándose
aparatosamente con la carpeta que tenía en su delante.
–¿Eh? ¿Eh? –Mandy se levantó del suelo y miró en todas direcciones.
Sus amigas señalaron a Omar. El pobre se encontraba soltando débiles quejidos de
dolor, tirado en el suelo.
–¡Metralleta Omar! –Mandy se le acercó con rostro preocupado–. ¿Te
encuentras bien?
–T-te od-odio –Omar le respondió con voz quejumbrosa.
–¿Qué está pasando el día de hoy que todos se están accidentando?
–Mandy se llevó las manos a la cintura. Sus amigas negaron con la cabeza y se
encogieron de hombros.
El timbre que anunciaba la salida se oyó por todo el colegio. En la
clase todos comenzaron a guardar sus cosas para ya marcharse.
–¡Grrrr, ya no puedo soportarlo!! –Samara se quejó con sus amigos. A
esas alturas ella era la única del grupo que no parecía un herido de guerra.
Sus amigos intentaron detenerla, pero ella se dirigió decidida hacia donde se
encontraba Mandy.
–¡Alto allí, Mandy! –Samara la señaló con dedo tembloroso.
–¿Si? ¿Qué deseas, Samara? –Mandy la observó extrañada.
–No dejaré que te marches sin antes ver lo que ocultas, ¡ven acá! –Samara
estaba hecha una furia.
–¡Primero tendrás que atraparme, Sid el perezoso! –Mandy se hizo
para atrás con la intención de huir, pero entonces sus propias amigas la
sujetaron entre las tres.
–¡Oigan, ¿qué se supone que me están haciendo?! ¡Son unas traidoras!
¡Traidoras!! –Mandy les reclamó en tanto trataba de zafarse. El escándalo hizo
que los demás estudiantes que ya se estaban retirando permanezcan en el salón
observando la escena. La verdad es que todos tenían curiosidad por saber lo que
Mandy ocultaba bajo su exagerado disfraz.
–Por fin, ¡por fin! –Samara exclamó, ya con la gorra, la larga
chalina y los lentes de sol en su poder.
“¡Oohhh!”, todos
en el salón quedaron boquiabiertos. Por cerca de un minuto nadie comentó nada.
–Es-esta to-toda morada –de improviso la voz de Omar rompió el
silencio imperante.
–¡Noooo!!! –Mandy lanzó un grito desesperado, y sin que nadie
pudiera detenerla salió corriendo del salón.
–¿Vieron, vieron? –Samara comenzó a reírse como una desquiciada. Sus
amigos la imitaron.
–¿Qué rayos fue eso? –una de las amigas de Mandy les preguntó a las
otras dos. Estas últimas negaron con la cabeza. Todos los que presenciaron lo
sucedido se quedaron muy confundidos.
🤩 Si te gustó el capítulo, no te olvides de hacérmelo saber en los comentarios y de recomendarlo con tus amigos. ¡Hasta la próxima! 👋
😻¡Infinitas gracias por leerme!😻


Comentarios
Publicar un comentario