Capítulo 7: ¿Estás en casa, Xian? ¡No te librarás de mí!
¡Grrrr, estoy que hiervo de la rabia!! En serio que
jamás me había sentido tan humillada en toda mi vida. ¡Jamás! ¡Los odio a
todos! Si fueran hormigas les juro que ya habría sacado mi lupa y los habría
quemado a todititos. ¡Que cóleraaa!! … inhala y exhala, debo calmarme; respira
hondo Mandy, ya de nada sirve llorar sobre la leche derramada. Lo que pasó ya
pasó, ya fue: mi vida se ha arruinado por completo y ya no hay vuelta que
darle. Ahora debo pensar en lo que haré a partir de este momento… veamos, huiré
lo más lejos que pueda, me cambiaré de identidad y me meteré a trabajar en un
circo para pasar desapercibida… si de casualidad termino en la jaula de unos
tigres hambrientos y me comen, pues será lo mejor… ¡NO, ¿pero que disparates estoy
diciendo?!! No puedo rendirme tan fácilmente, tengo que hallar la forma de
volver a la normalidad. ¡No le daré el gusto a la odiosa de Daysy! Y lo peor es
que yo tuve la culpa por creerle a Xian sus tonterías, ese idiota me engañó.
Pero juro que me las pagará por haberme tomado el pelo con sus consejos tan estúpidos.
¡Se arrepentirá de haberme visto la cara!!
***
Apenas terminó de almorzar, Mandy se cambió el uniforme del colegio
por una sudadera azul con estampado de flores, un pantalón negro y zapatillas.
Se colocó en la cabeza su querido gorro de lana con el puño estampado al medio,
cogió su patineta, y salió de su casa como alma que lleva el diablo.
Se detuvo en el chifa de la familia de Xian, aunque solo para darse
con la sorpresa de que el restaurante estaba cerrado. –Qué mala suerte –Mandy carraspeó,
aunque ni por asomo pensó en darse por vencida. Se dirigió a la puerta y tocó
el timbre. Esperó con los brazos cruzados y golpeando el suelo constantemente
con el pie derecho. Pasó un minuto y cambió la pierna de apoyo, esta vez se
puso a golpear el suelo con el pie izquierdo.
–¿Qué es lo que pasa? Ya llevo más de cinco minutos esperando y
nadie me abre: ¿se habrá descompuesto el timbre? –Mandy se acercó al botón. Lo
observó y analizó con detenimiento–.
Mmm, mmm –meditó en tanto con la mano derecha se sobaba el mentón–. Bah,
¿a quién quiero engañar? No sé nada de timbres.
Mandy se puso a caminar de un lado para el otro frente a la puerta, con
las manos en los bolsillos de su sudadera y la mirada clavada en el suelo. –No
gano nada quedándome aquí. Tal vez haya otra puerta en la parte de la casa que
da al otro lado de la esquina –Mandy cogió su patineta tras levantarla del
suelo con una hábil pisada, y acto seguido caminó con paso veloz rumbo a la
esquina. Giró hacia su izquierda.
–¡Fiu! Sí que es enorme la casa de Xian –Mandy se dijo cuando vio
hasta donde iba la casa una vez volteó la esquina. Techo de tejas rojas que
recordaba al de las edificaciones tradicionales chinas cubría la parte alta de
la pared que cercaba la casa, la que por cierto estaba pintada de beige claro.
Tras dar unos pocos pasos más hacia adelante, Mandy se topó con un letrero
dispuesto de forma vertical a un lado de la puerta doble que permitía el
ingreso a la casa por esta calle. Dicho letrero era de madera clara, y en su
centro estaba escrito con pinceladas de tinta negra: “學校的翅膀”.
–¿Qué rayos significarán esas letras? –se
preguntó Mandy. Entonces vio la traducción en la parte baja del letrero,
escrita en letras pequeñas. “Escuela Chìbǎng”, decía–. ¿Escuela? ¿Qué será lo que
se supone que enseñan acá? –ella se preguntó. Para variar la puerta de este
lado también estaba cerrada. Mandy tocó varias veces la puerta doble, pero
nadie le abrió.
–Definitivamente este no es mi día. Y lo peor
es que ni tengo el número de Xian o de su casa como para llamar… ¡Ya sé! –Mandy
se dijo de pronto, y sacó su celular–. Lo buscaré en las redes sociales y le
hablaré por el chat. Je je, ¡que lista soy!
“¡Xiaaan,
¿se puede saber dónde miiiércoles andas?! Estoy afuera de tu casa: ¡ábreme la
puerta, maldita sea!!”, Mandy tecleó con agilidad. Se puso a esperar una
respuesta apoyada sobre la pared.
Un
repentino viento helado sopló en la calle. Mandy se ajustó el cuello de la
sudadera para protegerse del frío. –Se está haciendo tarde… ¡rayos! ¿Ahora qué se
supone que haré?
Permaneció
pensativa por un momento.
–¡Oh, no! ¿Y si Xian me está ignorando por lo
que pasó esta mañana, por eso de que a los dos nos mandaron a la dirección?
Ahora que lo recuerdo, él me dijo que jamás antes había sido castigado y mucho
menos sido llevado a la dirección. Sí, seguro que es eso. Está resentido conmigo.
Vaya con ese Jackie Chan de bajo presupuesto: ¡Soy yo la que debería estar
resentida! Ah, no, pero esto no se quedará así. Te veré el día de hoy y arreglaremos
cuentas, Xian, ¡te guste o no!
Mandy
se alejó de la pared y observó hacia arriba. Ningún cerco eléctrico o de púas
protegía la parte alta de la pared. Solo estaban las tejas.
–Mmm, si solo pudiera subirme hasta llegar a lo
alto de la pared… pero lo malo es que no hay ninguna saliente como para poder
trepar… ¿qué hacer? Vamos, Mandy, piensa –ella adoptó una actitud meditativa.
Entonces se fijó en la puerta doble. Esta era alta y largas láminas remachadas
la reforzaban horizontalmente. Se le ocurrió una idea.
La
puerta al ser doble era muy ancha, de modo que había espacio de sobra para
trepar. Mandy escogió el lado derecho. Ya iba a comenzar a trepar, cuando en
eso cayó en la cuenta de que con su patineta a cuestas le sería imposible
hacerlo. –Que problema, ¿y ahora qué? ¡Ah, ya lo tengo! –Mandy volvió a
alejarse de la pared, y lanzó su patineta por encima de las tejas. Resulta que
tras estas se veían árboles, por lo que ella dedujo que dentro debía de haber
un jardín–. Listo, ahora sí estoy preparada –Mandy trepó la puerta con agilidad,
usando las láminas remachadas como puntos de apoyo.
–Ya casi llego, solo un poco más –Mandy levantó
la mano derecha para aferrarse por encima de las tejas rojas. Se estiró cual un
felino.
¡Clac!
De pronto la cerradura de la puerta sonó. La puerta sobre la que estaba Mandy
se abrió hacia afuera. –¡Oh, noooo! –a Mandy por poco se le sale el alma del
cuerpo.
–¡Arghh! –Mandy soltó un débil quejido de dolor
cuando la puerta estampó su cuerpo contra la cara de la pared que daba a la
calle. Alguien aseguró la puerta para que quede abierta bajando una barra que
se introdujo en un agujero del suelo, de modo que Mandy quedó atrapada entre la
puerta y la pared.
–Ya está. Ahora esperar a estudiantes –Mandy
oyó la voz del padre de Xian. Luego oyó sus pasos internándose en la casa.
–Qué mala suerte la mía, ayayayyy –Mandy se
quejó, en tanto frunciendo el abdomen lo más que pudo se apresuró en salir del
entrampamiento en el que había caído. Cuando por fin lo consiguió ella juró que
se había vuelto más plana.
Asomó
la cabeza con timidez por la puerta abierta. Un camino de piedrecillas de rio
llevaba hasta lo que parecía tratarse de un lugar de entrenamiento para alguna
clase de arte marcial. Por lo que pudo divisar, del señor Chìbǎng no había ni
rastro. Avanzó por el camino. Cerca de un estanque en donde un bambú subía y
bajaba al compás de un chorro de agua que caía sobre el, Mandy divisó su
patineta. Se apresuró a levantarla del pasto y luego regresó al camino. Cerca
de la entrada al lugar de entrenamiento un faro de piedra se elevaba. Más allá,
sobre una maceta de bambúes dos palitos de incienso soltaban un agradable y a
la vez exótico aroma. El silencio solo interrumpido por el chocar del bambú con
la piedra en el estanque, a Mandy le pareció algo fuera de lo común. Comenzó a
sentirse nerviosa.
–Hola, ¡hoola! ¿Hay alguien aquí? –ella se
animó a preguntar con voz tímida, tras asomarse por la entrada del gimnasio.
–Oh, ¡jojojo! Nueva estudiante. Que alegría
darme –en eso Mandy oyó una voz a su costado que le escarapeló todo el cuerpo.
–Bu-buenas tardes –tras voltear Mandy saludó
con voz nerviosa–. Disculpe, señor. Este… estoy buscando a Xian ¿Podría pasarle
la voz de que su amiga Mandy ha venido a verlo?
–Mi hijo Xian no encontrarse en este momento.
El salir con su hermano mayor al taller para reparar auto.
“Carajo”.
–Ehh, disculpe, señor. ¿Tardará mucho en volver
su hijo?
–No puedo saberlo. Auto muy dañado.
Posiblemente llegar ya cuando estar oscuro.
–¡Rayos! –Mandy soltó un suspiro de resignación–.
Entonces mejor será que me marche. Por favor, señor Chìbǎng, cuando venga su
hijo dígale que Mandy vino a verlo. Adiós, señor Chìbǎng. Buenas tardes.
Mandy
se dirigió hacia la salida cabizbaja.
–No, no, hija. No tener que marcharte tan
pronto. ¿Por qué no entrenar conmigo un rato? Mi intuición decirme que tienes
condiciones para las artes marciales, ¿no querer intentar?
–¿Artes marciales? ¿Yo?
–¡IIIIAAAAA! –el señor Chìbǎng se abalanzó
sobre Mandy con una serie de puñetazos.
–¡Oiga, señor: ¿qué diablos le pasa?! –Mandy
como pudo esquivó los continuos golpes del padre de Xian. El señor Chìbǎng iba
vestido con un traje tradicional de combate chino, de satén negro y ribeteado
de dorado. Bigotes largos y delgados le caían sobre los costados de la boca.
Frente amplia y largo cabello negro recogido en una trenza completaban su singular
aspecto.
–Yo tener razón, tú tener potencial –el señor Chìbǎng
dirigió una mirada de interés a Mandy una vez detuvo su ataque–. Tú ser buena
para esquivar golpes.
–¿Ah sí? Jeje, bueno, qué puedo decir. Desde
pequeña he tenido que aprender a esquivar golpes, señor. Verá, lo que pasa es
que hay mucha gente que no soporta mis inocentes bromas, y a veces se
descontrolan un poquito, de modo que, ya sabe, por necesidad tuve que aprender
a esquivar golpes.
–Qué interesante. Muy interesante. Desde que te
vi por primera vez supe que tú ser especial, señorita.
–¿Lo dice en serio, señor? –sin poder ocultar
su satisfacción y orgullo por lo que acababa de oír, Mandy le preguntó.
–Claro, claro. Y es que ser la primera vez que
veo a una chica morada. Seguro que no hay nadie como tú en todo el mundo.
Mandy
casi se va de espaldas al oír estas palabras. –Así que lo decía por eso… –ella dijo,
tratando de contener la ira.
–¡Hola, papá, ya llegamos! –en eso Xian ingresó
al centro de entrenamiento acompañado por un muchacho similar a él, aunque algo
más alto, de pelo largo y con esbozo de barba. Dicho muchacho ya no era un
adolescente. Mandy le calculo unos veintitantos años.
–¡Buenas, Xian, Jet! ¡Hijos míos! ¿Cómo les fue
en el taller?
–Bien, papá. El mecánico nos dijo que… –Jet de
pronto se interrumpió cuando se fijó en Mandy–. ¿Y esta cosa, de donde ha
salido?
–¡Ma-Mandy, ¿qué estás haciendo aquí?! –Xian
había estado revisando su celular cuando ingresó, de modo que hasta que su
hermano habló, él no se hubo percatado de la presencia de la muchacha.
–¡¿A quién le dices cosa, oye tú, espantapajaros?!
–Mandy señaló a Jet furibunda.
–Xian, hermanito: ¿tú conoces a esta chica? –Jet
fingió no haber oído a Mandy.
–¡Ah! Lamentablemente, sí –Xian sonó abatido.
–¡Eso debería decirte yo, Xian infeliz! –Mandy
se abalanzó sobre Xian y lo comenzó a zarandear del cuello de la camisa–: me
engañaste, tu consejo no sirvió para nada: ¡sigo morada, maldita sea! Y lo que
es peor, lo que es peor… –para este momento Mandy desvió la mirada hacia un
costado. Parecía estar a punto de llorar presa de la rabia y la impotencia.
–¿Lo que es peor de qué, Mandy? ¡Vamos,
respóndeme, no me tengas en ascuas!
–¿De verdad quieres saberlo? –Mandy soltó el
cuello de la camisa a Xian. Avanzó unos pasos en dirección al patio. Se quedó
observando el estanque con el bambú que subía y bajaba. Cogió su patineta, la
que había dejado en el suelo del gimnasio cuando el padre de Xian le comenzó a
lanzar sus golpes, y la abrazó con ambos brazos–. Todos en la clase
descubrieron mi secreto, todos fueron testigos de mi aspecto púrpura. De un
momento a otro me he convertido en la burla del mundo. Xian… mi vida ha
terminado…
Mandy
dijo estas últimas palabras con un tono tan triste y abatido, que Xian no pudo
evitar sentir lástima por la pobre.
–Papá. Tenemos que ayudar a Mandy. Alguien la
ha maldecido con este mal. Yo le aconsejé que realice buenas acciones para
limpiar su corazón y así la maldición ya no tenga energía negativa con la que
alimentarse. En serio creí que con esto su maldición terminaría desapareciendo.
Pero, como ves, mi idea no funcionó…
–Mmm, con que tratarse de una maldición –el
señor Chìbǎng de pronto adoptó una actitud seria. Jet por su parte soltó un
bostezo. Se sentó sobre el reluciente suelo de madera del gimnasio y sacó su
celular.
–¿Qué sucede, señor Chìbǎng? ¿Se le ha ocurrido
algo para ayudarme? –Mandy con las manos juntas y los ojos llenos de esperanza
se acercó al padre de Xian.
–Mmm –fue la escueta respuesta del señor Chìbǎng.
Él se tomó la frente en actitud pensativa.
–Mira, Mandy. Por lo visto papá podrá ayudarte.
–¡Siii, eso sería genial!! –Mandy aplaudió y
saltó de la alegría.
Pasó
un minuto.
–Y bien, papá, ¿ya tienes un plan? –preguntó
Xian.
–Hijo. Estaba pensando que tal vez deberíamos
haber llevado el auto a otro mecánico que nos cobre menos. Recordé un amigo que
aconsejarme uno muy bueno que quedaba por Miraflores…
–¡Óyeme, maestro Miyagi de cuarta! –Mandy estalló,
en tanto se lanzó sobre el padre de Xian y lo tomó del cuello para luego
zarandearlo–. ¡Se supone que tenías que pensar en algo para ayudarme! ¡¿Acaso
te estas burlando de mí?!!
–¡Mandy, por lo que más quieras! –un
escandalizado Xian trató de calmar a su amiga.
–¡Este viejo tiene la culpa! –Mandy trató de
zafarse cuando Xian finalmente la separó de su padre.
–Era broma, niña tonta –el padre de Xian
comenzó a reír.
–¡¿Qué?!! –Mandy y Xian se quedaron boquiabiertos.
Ninguno de los dos se esperó aquello.
–¡JAJAJA! –por todo el gimnasio resonaron las
carcajadas de Jet–. ¡Ay, papá, eres la muerte!
–¡Tú cállate, chascoso! –Mandy le increpó.
–Tengo una solución –el padre de Xian tomó la
palabra una vez Jet paró de reír–. La mejor forma de purificar espíritu es
mediante el entrenamiento. Ya haber oído el refrán: mente sana en cuerpo sano. Además,
las artes marciales permiten enfocar la mente, expulsar las energías negativas
y obtener sabiduría. Sí, entrenar ser la mejor opción para ti –él asintió con la
cabeza en tanto mantenía los brazos cruzados.
–Papá, ¿lo dices en serio? –Xian se le acercó
esperanzado–. Eso quiere decir que… que si Mandy entrena en nuestra escuela,
ella… ¿podrá volver a la normalidad?
–¡Que alegríaaaa! ¡Gracias, gracias, señor! –Mandy
corrió a donde el padre de Xian y le dio un emocionado abrazo.
–¿Entonces vendrás a entrenar? –le preguntó el
señor Chìbǎng.
–¡Por supuesto que sí! Haré lo que sea con tal
de librarme de esta maldición.
–Son ciento veinte soles al mes –el señor Chìbǎng
le tendió un papel–. En este folleto encontrarás horarios y ficha de
inscripción para llenar tú con tus datos.
Mandy
sintió que su alegría se rompía cual un espejo. –¿Ciento veinte soles? ¿Acaso he
oído mal? –ella preguntó espantada.
–Ciento
veinte soles. Sí, tu haber oído muy bien.
–¡Nooooo! –Mandy cayó de rodillas y se jaló de los
cabellos.
–Qué exagerada esta mocosa –Jet se mostró
contrariado.
–¡Papá! –Xian le reclamó a su padre.
–Negocios son negocios, hijo. Tú deber aprender
más bien para cuando te quedes al mando de la escuela.
–¿Yo? ¡Pero si Jet es el mayor!
–Jet ser un vago irresponsable. No servir para
esto.
–¡Papá! –Jet se mostró indignado.
–Está bien, está bien. Veré como, pero
conseguiré el dinero. Le juro que lo conseguiré –tras inhalar y exhalar
repetidas veces para recuperar la compostura, Mandy se puso de pie y dijo.
–Tómatelo con calma, niña. No tener que pagarme
tan pronto. Por ser amiga de mi hijo te dejaré entrenar dos meses sin que me
pagues. Cumplido ese tiempo recién te cobraré por los dos meses, ¿de acuerdo?
–¿Y si en dos meses no funciona el
entrenamiento?
–Negocios son negocios, niña. No quieras pasarte
de lista conmigo.
Por toda respuesta Mandy soltó una resignada exhalación. “Ya qué más da”, ella se lamentó para sus adentros.
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😻¡Infinitas gracias por leerme!😻

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