Capítulo 5: ¿Las buenas acciones habrán dado resultados? ¡De vuelta a clases!
¡Mierdaaa, ya no puedo esperar! Ya es más de
medianoche y no soy capaz de pegar pestaña. Así de ansiosa me encuentro, a la
espera de que mi cuerpo vuelva a la normalidad. Estoy segura de que apenas
amanezca por fin me habré librado de la maldición. Pero ya no aguanto las ganas,
¡quiero verme de una vez en el espejo! Pero mejor no, algo me dice que debo
esperar a que amanezca. No sé porque, pero tengo el presentimiento de que si me
veo antes de que salga el sol mis buenas acciones ya no tendrán ningún efecto.
¡Que estrééés!
***
Lorenzo alias “loro desplumado”
“Tic, tac, tic, tac”, las manecillas del despertador se oían como
una letanía incansable.
Mandy se movió para un lado de su cama, se movió para el otro, se
tapó la cara con la almohada, se destapó, abrazó su almohada, la botó hacia sus
pies, miró hacia el techo, soltó un suspiro. Volvió a coger el reloj
despertador. –Las cuatro y treinta y dos de la mañana. ¿Por qué esta noche el
tiempo se pasa tan lento?
Dejó el reloj en su sitio. Cogió su teléfono. Estuvo revisando sus
redes sociales y sus chats. Tenía numerosas conversaciones sin leer. Se puso a
leerlas todas y a responder las que le apeteciesen, aunque a esas horas evidentemente
nadie le contestó. –Qué amigas para más vagas tengo. ¡Rayos, esta espera ya no
la soportooo!
Tic, tac, tic, tac.
Cuando por fin salió el sol y los pajarillos comenzaron a trinar,
Mandy estaba profundamente dormida.
–¡Los ladrones nos disparan, al suelo Xian!! –Mandy gritó de pronto,
en tanto se levantó intempestivamente de la cama.
¡Toc, toc, toc! Alguien llamó a la puerta.
–¡Fiuu! Solo fue una pesadilla –Mandy exhaló aliviada. Miró la hora.
–¡Mierda, mierda, otra vez llegaré tarde! –a toda carrera, ya con el
uniforme puesto, Mandy bajó a la cocina. Una vez se sentó en su lugar comenzó a
engullir todo su desayuno de forma frenética.
–¡Es el colmo! –su madre negó con la cabeza–. ¿Cuándo será el día en
que estés lista a tiempo para ir al colegio? ¡¿Cuándo?!
–¡Acabé! –Mandy exclamó. Aún tenía la boca llena y mascaba sin
cesar.
–Hermana, hermana –Robin se le acercó y le jaló la manga de la
casaca del uniforme–. ¿Por qué sigues morada, si ayer nos dijiste a todos que
ya habías encontrado la solución para volver a la normalidad?
–¡PFUUU! –Mandy botó todo lo que tenía en la boca a la cara de su
hermanito.
–¡WAAAA! –Robin se puso a llorar a moco tendido.
–¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No puede ser! –Mandy subió corriendo
a su habitación–. ¡IIAAAAAH! –desde la
cocina todos oyeron el desesperado grito que ella lanzó.
La señora Susan se encontraba manejando por una transitada avenida.
En el asiento del copiloto iba Mandy y atrás sus hermanitos. Una canción pop
sonaba en ese momento por la radio.
–¡No te pases de la raya, hija! –la señora Susan le reprochó a Mandy–.
¿En serio piensas ir así al colegio?
Mandy en ese momento vestía un abrigo grande y de cuello alto,
chalina con la que se cubría medio rostro, lentes de sol de luna ancha, y su
infaltable gorro de lana con el puño estampado al medio. También llevaba
guantes de lana en las manos.
–Por mí ni ir al colegio. Eres tú la que me obliga a tener que
vestirme así, mamá.
–Por todos los cielos, hija… ¡Eres incorregible!
Mandy llegó al colegio. A regañadientes bajó del vehículo de su
madre. A último momento quiso subirse de nuevo, pero su madre le dio un empujón
y le cerró la puerta en la cara, tras lo que arrancó a toda velocidad. –¡¿Y así
te haces llamar mi madre?! –Mandy le gritó indignada. Por toda respuesta la
señora Susan le agitó la mano derecha en gesto de despedida, y se alejó calle
arriba.
Todos los estudiantes que llegaban a esas horas al colegio, muchos
acompañados de sus padres, se quedaron observando la escena montada por Mandy.
–¡Diablos! No debo llamar la atención, no debo llamar la atención –Mandy
apresuró el paso en dirección a su clase. Quiso pasar desapercibida, pero su
vestimenta tan estrafalaria provocaba que todas las miradas se depositen en
ella.
Subió las gradas que llevaban a su salón. Se detuvo en el pasillo de
afuera del aula. –¡Pstch, pstch! –llamó a una de sus amigas como quien no
quiere la cosa. Su amiga la miró como a un bicho raro–. ¡Soy yo, Mandy! –Mandy
le susurró con cierta irritación.
–Ah, Mandy, ¡eres tú! ¿Qué es lo que te ha pasado, porque has venido
vestida así? –su amiga se le acercó. Inevitablemente sus otras amigas también
se le acercaron.
–¿Tienes sarampión? –le preguntó una.
–¿Te ha vuelto a salir un grano? –le preguntó otra.
–¡Ya sé! Te has caído de cara y ahora tienes el ojo morado –dijo la otra.
–¡Nada de eso, trío de estúpidas! –les replicó Mandy–. Es algo mucho
peor –ella agregó en un susurro apenas audible.
–¡¿Qué has dicho?! –le preguntó una de las chicas.
–Algo mucho peor.
–¡¿Qué?!
–¡Que me ha sucedido algo mucho peor, sorda de mierda!
–No puedo equivocarme, ¡he oído la voz de mi amada Mandy! –un
muchachito larguirucho y tan blanco como un fantasma hizo su aparición. Su pelo
negro lo tenía trinchudo y tan puntiagudo que parecía un cactus–. ¿Dónde estás
mi amor? ¡¿Dónde?!
–¡No soy tu amor, imbécil! –Mandy le reprochó irritada.
–¡Oh, allí estabas, mi Mandy querida! Debes estar sufriendo bastante,
por lo que veo. Pero no te preocupes, yo siempre estaré aquí para ti, para
consolart…
¡PLAFF! El chico larguirucho recibió un mochilazo en la cabeza,
justo en el momento en el que intentó coger de la cintura a Mandy. –¡Cuantas
veces te he dicho que no me toques, cochino degenerado!
–Pero Mandy, sabes que yo te am…
–¡Oye, loro desplumado! ¡O te vas ahora mismo o me vas a conocer! –Mandy
lo amenazó levantando su mochila.
–¡Te amo! –el larguirucho le gritó en tanto se metió a la clase
corriendo. Antes de desaparecer le mandó un beso volado. Mandy simuló atrapar
el beso en el aire y lanzarlo al piso con fuerza, para luego pisarlo con su pie
derecho como quien apaga un cigarrillo.
–Jajaja, ¡qué mala! –a una de sus amigas le hizo mucha gracia la
pantomima.
–No deberías ser tan dura con el pobre Lorenzo –entre risas otra de
sus amigas le aconsejó.
–Duro le voy a dar una patada si me sigue fastidiando el tarado ese.
“¡JAJAJAJA!”, sus amigas no aguantaron más y estallaron en
carcajadas.
El timbre de inicio de clases sonó. Todos los alumnos entraron a sus
aulas.
–Mandy Carpio –el profesor de la primera hora se encontraba llamando
a la lista.
–¡Presente! –Mandy levantó la mano derecha.
–Señorita Mandy, por si no lo sabe no se puede estar dentro del aula
con lentes de sol. Es una falta de respeto.
–Vaya, no lo sabía –Mandy fingió ignorancia.
–¿Y entonces a qué está esperando?
–¿Esperando de qué?
–¡Quítese de una vez esos lentes! –exclamó el profesor exasperado.
–Lo siento profesor, de veras, pero me temo que no podré hacerlo –Mandy
se disculpó.
–¿Y se puede saber porqué razón no puede?
–Me han detectado un mal en los ojos. En serio, profe. No querrá ser
responsable de que me quede ciega, ¿verdad?
–Mmm… no se pase de lista conmigo, jovencita, ¡se lo advierto!
–Como ordene, profesor –Mandy realizó un saludo militar. Algunas
risas apagadas se oyeron en el aula.
Sonó el timbre que anunciaba el primer recreo. Mandy se encontraba
afuera del salón, castigada. –¡¿Es que ni porque la he castigado piensa
quitarse esos lentes, señorita Carpio?! –el profesor la miró enfadado cuando
salió del aula.
–Pero si no estoy dentro del aula, profe.
–¡¿Qué cosa?! –el profesor le dirigió una mirada severa.
–¿Qué si puedo ir al baño, querido profesor? Es que ya no aguanto –Mandy
le suplicó.
–Ya acabó mi clase, puede hacer lo que quiera.
–¡Muchas gracias, querido profesor! Mañana le traeré una manzana por
ser un profe tan bueno.
Por respuesta el profesor soltó una exhalación de resignación y
comenzó a alejarse. Mandy hizo lo propio, pero para su mala suerte el profesor volvió
sobre sus pasos y la llamó.
–Dígame, profesor.
–Señorita Carpio, ¿se puede saber por qué razón ha venido vestida
así?
–¿Así? ¿Cómo así? Jeje, ¿lo dice por el abrigo, la chalina y los
lentes?
–Exacto –el profesor respondió, y en eso se fijó en algo de la cara
de Mandy que le llamó la atención. Se le acercó para observarla mejor.
–Ehh, profe, ¿qué le pasa? Me hace sentir incómoda…
–Oiga, señorita Carpio. ¿Por qué tiene la nariz morada?
–¡Tengo que ir al baño, ya no aguanto más!! –Mandy se alejó
corriendo.
El profesor negó con la cabeza, en tanto comenzó a alejarse. – Qué
niña, ¡qué niña! – se lamentó.
–Seguro que se me bajó la chalina, ¡qué mala suerte la mía! –Mandy
se acomodó la chalina frente al espejo del baño–. Listo –dijo una vez comprobó
que ya no se veía su nariz. Salió del baño.
Mientras Mandy se alejaba del baño, un grupo de cuatro estudiantes
la observaban.
–Estoy segura de que Mandy ha venido así porque tiene algo que
ocultar en su cara, ¡es tan obvio! –una chica del grupo, delgada y alta, de piel
morena, labios gruesos, grandes dientes, y de pelo zambo y largo sujeto en un
lazo verde, habló.
–O-oye Samara, ¿cre-crees que e-e-eesta por fin sea nuestra opo-po-portunidad
de vengarnos? –un chico de quijada pronunciada, regordete y de ojos hundidos le
preguntó a su compañera.
–Sí, Samara. Omar tiene razón. Es la oportunidad perfecta –intervino
una muchacha de verdes ojos saltones.
–¡Venguémonos, Samara! –exclamó un chico de baja estatura, muy baja
para su edad.
–Por años hemos venido soportando las bromas de esa estúpida, ¡pero
por fin ahora se nos ha presentado la oportunidad de vengarnos! No se
preocupen, chicos. Ya verán como descubriré lo que oculta esa odiosa en frente
de todo el salón. ¡JAJAJA! –una vez Samara terminó de hablar, ella estalló en
sonoras carcajadas que recordaban a las de los villanos de las series antiguas.
Sus compañeros le hicieron eco con sus propias risas.
El timbre que anunciaba el fin del recreo sonó. Todos los
estudiantes volvieron a sus clases.
En la clase de Xian el profesor aún no llegaba. A su alrededor todos
conversaban y armaban jaleo. Xian por su parte estaba echado sobre su carpeta,
observando impasible a la nada.
–¡Pstch, oye! –en eso alguien lo llamó desde la carpeta de al lado.
Algo amodorrado Xian dirigió la vista hacia allí.
–¡Hola, Xian! –Mandy lo saludó.
–Ma-man… ¡Mandy! ¡¿Se puede saber qué estás haciendo en mi clase?! –de
pronto el rostro de Xian cambió de la impasibilidad al que generalmente uno
pone cuando le cuentan una desgracia.
–Tengo que hablar contigo –Mandy le susurro–. Tu consejo no funcionó:
¡mira, sigo morada! –por un breve instante Mandy se bajó la chalina.
–¡¿No podías decírmelo en el recreo?! En cualquier momento llegará
el profesor de inglés, y si nos ve estaremos en serio problemas. Ya sabes lo problemático
que es ese señor.
–Don´t worry, my chinese friend
–Mandy señaló hacia la puerta–. Aún no ha llegado el profe.
–¡Pero en cualquier momento lo hará!!
–Ya sé que lo que quieres es evitarme para así no tener que
responderme por tu mal consejo, ¡pero ni creas que te librarás de mí tan
fácilmente!
–¡Mandy, por favor, entiende que esto lo podemos hablar luego!!
–Está bien, está bien. Ay, por dios, qué chico para más miedoso.
–¡No soy ningún miedos…! Un momento. Oye, Mandy, esa carpeta en
donde estás sentada es el sitio de Guido. ¿Se puede saber qué has hecho con el
pobre?
–Tranquilo, Xian, no tienes de qué preocuparte. Al roba-oxigeno lo
he mandado para el fondo. Mira, allí está –Mandy señaló hacia una de las
carpetas de atrás. Desde la distancia Guido respondió con un saludo de su mano.
–¿Cómo que el roba oxigeno?
–Pues sí, eso, ¿es que acaso no te has fijado en la narizota que se
maneja?
Xian intentó con todas sus fuerzas aguantarse la risa, pero al final
no pudo hacerlo. –Y así es como tanta meditación y entrenamiento de autocontrol
se van al tacho –con voz resignada Xian comentó una vez pudo parar de reír.
–¡Good morning, students!
–el profesor de inglés saludó al ingresar al salón.
–¡Mandy, el profesor ya vino!! ¡Te dije que te fueras antes!! –Xian
le increpó a la muchacha.
–Je je, ¡ups! –Mandy soltó una risita nerviosa, en tanto se sobó la
nuca con la mano derecha.
El profesor les indicó a los alumnos que saquen sus libros para
revisar la tarea que les había dejado el día anterior.
–¡Xian, oye! –Mandy lo llamó en voz baja. Pero Xian no pareció
escucharla.
–¡Oye, oye! ¡Chino fumanchu! ¡Oye!
Xian siguió indiferente.
–¡Hazme caso, oye wantan con patas!
Los chicos de las carpetas de adelante soltaron apagadas risitas al
oír la broma de Mandy.
–¡¿Qué es lo que quieres ahora?! –a sabiendas de que seguir
ignorando a Mandy solo empeoraría las cosas, Xian decidió responderle con voz
susurrante.
–Mi mochila está en mi clase, así que aquí no tengo ningún libro
para hacer la finta. Préstame algún cuaderno o libro que tengas.
–¡¿Es que piensas quedarte aquí toda la clase?!
–Solo hasta encontrar la oportunidad para irme sin que el profe se
dé cuenta.
–¡Silence, please! –en eso
el profesor exclamó con voz fuerte–. Mister Xian –agregó cuándo se acercó al
mencionado–, me sorprende que usted este cuchicheando en plena clase, usted que
siempre ha sido un alumno modelo ¿Quién es la mala influencia que tiene al
lado? –preguntó el profesor, y clavó la vista en Mandy. Aquella forma de vestir
tan estrafalaria no podía pasar desapercibida por más tiempo–. ¿Quién es usted,
se podría saber? – preguntó el profesor.
–¿Can I
go to the bathroom, please? ¿Yes? Thanks, thank you very
much, teacher –Mandy se levantó de su asiento y comenzó a alejarse rumbo a
la puerta.
–¡Alto allí! –el profesor bramó.
–¡Glup! ya me jodí –Mandy tragó saliva.
Mandy y Xian se encontraban en el pasillo de afuera del salón de
clases. El timbre que anunciaba el cambio de hora aún no había sonado.
–No lo entiendo, ¿por qué a mí también me ha botado el profesor? –Xian
no se lo podía creer. En toda su vida estudiantil era la primera vez que un
profesor lo castigaba por mala conducta.
–Ya olvídalo, Xian. No se va a acabar el mundo porque te hayan botado
de una clase.
–¡Eso dilo por ti que siempre te paran castigando! –Xian estalló.
–Autocontrol, Xian, por favor. “¡Ommm!”, vamos, repite conmigo.
–Cuando se entere mi papá me va a matar. Y peor ahora que está tan
contrariado por lo que le sucedió a su carro…
–¿Qué le pasó a su carro…? ¡Ahh, ya me acordé, jajaja! Pero debería
estar feliz tu papá, ya que el sacrificio de su auto contribuyó a una buena
causa.
–… (gruñido)
–¡Anímate, hombre! ¡Vamos! –Mandy comenzó a darle palmadas en la
espalda a Xian.
–No me molestes… Mandy, por favor… para, ya para… ¡deja de estar
dándome de palmadas! ¡Ya bastaaa!
–¡¿Qué está pasando allí afuera?! –el profesor de inglés salió
airado del salón. Xian no lo podía creer. Jamás en su vida un profesor le había
llamado la atención de esa forma.
–Nada, nada, profe. Puede continuar con sus clases –Mandy le contestó
de lo más fresca. Xian se quedó boquiabierto ante el desparpajo con el que la
muchacha acababa de hablar.
–Una interrupción más, uuuna interrupción más, ¡y los dos se me van
a la dirección! –el profesor los amenazó, y luego cerró la puerta del aula de
un portazo.
–Que geniecito –Mandy comentó.
Xian no le hizo caso. Se puso en posición de descanso (manos en la
espalda, piernas separadas, espalda derecha), y así permaneció. Mandy por su
parte se acercó a la baranda del pasadizo. Miró hacia el patio.
–Oye, Xian, ¿por qué crees que no funcionó tu consejo para revertir
mi maldición? ¿Será que no fueron suficientes buenas acciones las que realicé?
No hubo respuesta.
–He estado pensando… no lo sé, quizás no haya funcionado porque
cuando estaba dándole plata a los mendigos usé unas cuantas monedas de mis
ahorros para comprarme una bebida. ¿Crees que sea por eso? ¿Crees que también debí
darle esas monedas a algún mendigo y aguantarme la sed?
Silencio.
–Vamos, Xian. No te enojes conmigo. Xian, oye Xian –Mandy comenzó a
tocar con su índice el abdomen de Xian–. Cuchi, cuchi, cuchi –ella le hizo
cosquillas a su compañero.
–¡Mandy, por favor quieres guardar silencio!! –Xian le replicó en un
irritado susurro.
–¡Bah, te vas a volver más chino de lo amargado que eres! Tus ojos van
a terminar desapareciendo, ya lo verás.
–Eso no tiene ningún sentido, tonta.
–¡Ajá! Así que para decirme tonta si me respondes, ¿eh?
Silencio.
–¡Cuchi, cuchi, cuchi!
Esta vez Xian no pudo evitar sonreír. –Eres una tonta.
–Ya puee, Xian. Respóndeme, please.
¿Por qué crees que no funcionaron todas las buenas acciones que hice? Dime,
dimeee – Mandy lo zarandeó.
–La verdad es que no lo sé –Xian se cruzó de brazos–. Tal vez se
deba a que tu corazón está tan ennegrecido que unas cuantas buenas acciones no
bastan…
–¡Oye!
–Nada que oye. Tú fuiste la que me insistió para que te conteste.
Así que ahora no te quejes.
–Malo, ¡jum! –Mandy le sacó la lengua a su compañero.
–Que bonito, quee bonito –el profesor estaba como un duende asomado
tras la puerta.
–¡Ay diosito! –Mandy se persignó. Xian se puso blanco como el papel.
–Así que se zurran en mis palabras, ¿no? Les advertí que una
interrupción más a mi clase y los mandaría derechito a la dirección, ¿y que han
hecho al respecto? Desde que cerré la puerta no han parado de cuchichear.
Bueno, no hace falta que diga más. Ya saben a donde tienen que ir ahora.
–¡A la dirección! –Mandy respondió, y tomando a Xian del brazo se lo
llevó.
–Profesor, en serio, discúlpeme. Usted sabe que yo no soy así. Por
favor…
–Lo sé, y por eso me sorprende tanto tu comportamiento de hoy, Xian.
En fin, espero que las palabras de la directora y la cita que tenga con tus
padres te hagan reflexionar y retomar el buen camino.
–¿Cita con mis padres? – Xian tragó saliva.
–Pues claro, hombre. Siempre que a un alumno lo mandan a la
dirección la directora cita a sus padres, ¿es que acaso no lo sabes? –Mandy le
explicó.
–Nunca antes he ido a la dirección.
–No se diga más. Yo te muestro el camino, compañero –gentilmente
Mandy se ofreció.
Xian se sintió desfallecer. Estaba tan abatido que se dejó llevar
sin ninguna clase de resistencia.
–Esa Mandy es una terrible. Mala junta se ha venido a conseguir el
pobre de Xian –el profesor negó con la cabeza y luego regresó al aula.
🤩 Si te gustó el capítulo, no te olvides de hacérmelo saber en los comentarios y de recomendarlo con tus amigos. ¡Hasta la próxima! 👋
😻¡Infinitas gracias por leerme!😻


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