Capítulo III: Adiós, pueblo de Dubois
Al día siguiente, Cosette salió más temprano que de costumbre al trabajo. Generalmente
le relajaba oír los cantos matutinos de los pajarillos, pero aquella mañana
ella no se sentía de humor para nada. Cuando la joven se llevó una mano a los
ojos para secarse las lágrimas que nuevamente le habían asomado, la cola de
mono emergió de entre sus cabellos y le reprochó con agrias palabras por su
debilidad.
–Solo soy una carga para mis padres, ¿cómo quieres
que me sienta? ¡Snif!
–¡Ah! Está bien, está bien. Quizá me haya pasado
un poco. Pero no te preocupes, pues como diría el padre Bernard: "El sol
siempre sale después de la tormenta".
–¿He oído bien? Creí que para ti el padre Bernard
no era más que un charlatán.
–Lo es, pero de vez en cuando dice una que otra
cosa interesante.
–Oh... cuanto agradezco tus palabras. Lo digo en
serio –Cosette se sorbió los mocos y se limpió una vez más las lágrimas–. Sin
ti me sentiría tan sola...
El camino se les hizo silencioso. Cosette avanzaba
cabizbaja y meditabunda. La cola de mono se retorció de un lado para el otro,
en tanto observaba a su compañera. Al final ya no pudo soportarlo más y se le
puso delante del rostro.
–¡Esto ya no puede seguir así! Necesitas animarte,
yo necesito que te animes. Te ves tan lamentable que no me dan ni las más
mínimas ganas de fastidiarte.
–Lo siento –Cosette se disculpó con una voz apenas
audible.
–¡Claro! Ya tengo la solución. Iremos a la feria
de Gaspar y los suyos. Allí podrás animarte. Ya lo verás.
–Sabes que no puedo. Ya he tenido suficientes
problemas ayer por haber llegado tarde al trabajo.
–Si no vas ya sabes lo que haré.
–Hazlo, me da igual –Cosette respondió, y nuevas
lágrimas le manaron de sus ya enrojecidos e hinchados ojos.
–Por eso digo que en este estado eres
insoportable. ¡Argh! No me dejas más alternativa. Te contaré la razón por la
que tu madre se deshizo en lágrimas hace cinco años en la iglesia, cuando tú le
expresaste por primera y última vez tu admiración hacia la joven condesa –la
cola de mono le dijo. Cosette recordó aquel momento. Ella había sentido un
pesado dolor en el pecho cuando vio el estado en el que su simple comentario
dejó a su madre. "La condesa Carmina es tan perfecta como un ángel. Mamá,
¿crees que si yo hubiera nacido en el castillo sería tan admirable como
ella?", este fue el comentario que provocó la dramática reacción en su madre.
–Sí, recuerdo ese momento. No sé por qué se puso
así. Solo sé que me sentí muy mal por haber abierto la boca.
–Tu madre no reaccionó así porque estuviese loca.
Si no te dijo sus razones simplemente fue porque se trata de algo tan fuerte y
turbio que prefirió callar antes que hacerte sufrir con tan terrible verdad. Yo
tampoco quisiera habértela contado jamás, pero las actuales circunstancias me
obligan a ello. Esto no puede seguir así, Cosette. Tus padres sufren, tú
sufres. Nadie en su sano juicio querría que tal situación continúe igual.
Lamentablemente, sin una medida drástica nada cambiará, y por el contrario las
cosas se pondrán mucho peor.
–¡Ah! Ya qué más da. He sufrido tanto que ya nada
podría ponerme en peor estado del que ya me encuentro. Así que no tengas ningún
reparo y cuéntame esa terrible verdad de la que hablas. Estoy preparada para
oírla, sea lo que sea.
–Muy bien. Entonces, aquí va. Hace diecinueve
años, poco después de que tus padres se casaron, ambos fueron llamados al
castillo del conde Dubois. Para nadie es un secreto que en aquel entonces tu
madre era la mujer más bella de toda la aldea, incluso más que la esposa del
mismo conde. Por supuesto, tales encantos no pasaron desapercibidos para el
conde. En el castillo el conde invocó ante tu padre el "pago" de la
primera noche. Tal "pago" hace referencia a que todo vasallo del
condado cuando se casa debe cancelarle a su señor un alto impuesto para cubrir
el derecho nupcial, ya que al ser ambos conyugues "propiedad" del
conde, requieren de su permiso para tomar tan trascendente decisión. Sin
embargo, en caso los vasallos no posean la cantidad requerida, el hombre debe
cederle a su señor por una noche a su esposa para que así se dé por cumplido el
requerimiento. Tu padre no era un hombre hundido en la miseria, de hecho, le
estaba yendo muy bien con su sastrería. Pero, aun así, la cantidad exigida por
el conde fue tan exorbitante que no le quedó más remedio. Si no cedía a su
esposa el conde amenazó con condenarlo a la horca, por lo que al final la joven
Anette optó por sacrificarse. La vida de ambos conyugues nunca fue la misma
desde esa noche. Cuando tu madre volvió a casa, toda mancillada y ultrajada,
ella lloró amargamente sobre el regazo de tu padre. Anette esperaba recibir
consuelo, pero todo cuanto recibió fue una fría mirada de reproche, como si
ella tuviese la culpa de ser tan bella. Pero lo peor estaba aún por llegar.
Poco después en tu madre se evidenció que estaba embarazada, y evidentemente tu
padre no se tomó para nada bien aquello, pues en el fondo Maurice sabía que las
probabilidades de que él fuera el padre eran muy pocas. Tiempo después naciste
tú, y a medida que creciste la verdad se hizo más evidente. Habías sacado la
belleza de tu madre, pero esos grandes ojos celestes y esa larga cabellera
rubia definitivamente no eran rasgos heredados de tu padre. Ahora seguro que
entiendes el porqué de que él siempre haya sido tan frío contigo, y el porqué
de que tu madre haya llorado con tal sentimiento cuando le hiciste aquel
comentario en la iglesia.
Una vez la cola de mono terminó de hablar, por más
de un minuto Cosette no fue capaz de articular palabra. La cruel verdad que
acababa de conocer había sido algo mucho más terrible de lo que ella pudiese
haber imaginado. Su rostro se puso tan pálido que por un momento Cosette más
pareció una estatua de mármol que un ser humano vivo.
–Lo sucedido entre tus padres y el conde fue la
comidilla del pueblo por mucho tiempo. Fue así como "esa persona" se
enteró. Ella quedó tan impresionada con lo ocurrido, que no dudó ni por un
segundo en elegirte a ti como... olvídalo, eso ahora no es relevante –la cola
de mono se interrumpió para toser–. Lo importante ahora es que me hagas caso.
Vamos a la feria de Gaspar. Allí podrán ayudarte. Tengo la completa seguridad
de que así será. Los conozco demasiado bien.
–Yo... –algunos segundos después, Cosette por fin
abrió los labios. En ese momento ella tenía los ojos empañados por las
lágrimas–. ¿Cómo podrían ayudarme? ¿Es posible ayudarme con algo así?
–Confía en mí. No en vano estoy a tu lado desde
que naciste...
–Oh, cola de mono –Cosette se enjugó las lágrimas.
Poco después ella asintió y en silencio se desvió de su camino para tomar la
ruta que iba en dirección al pueblo.
La feria había sido emplazada al sur del pueblo,
detrás del mercado. Cosette se abrió camino por entre los numerosos compradores
y puestos de ambulantes. Tras doblar por un recodo pudo divisar la carpa por
encima de una posada de techo a dos aguas que se erigía ante ella. Siguió por
el camino que salía del pueblo y las casas pronto dejaron paso a una explanada.
Detrás se elevaban los árboles del bosque. Precisamente en dicha explanada fue
en donde se habían instalado Gaspar y sus compañeros.
El lugar estaba repleto. La gente hacía cola para
ver a las deformidades que se exponían en los diversos puestos improvisados
dentro de la carpa. Por recomendación de la cola de mono Cosette se unió a la
fila.
A un costado de la entrada de la carpa, sobre un
taburete el desmesurado Gaspar invitaba a viva voz a la gente a pasar. A
Cosette le pareció un milagro que el taburete no se rompiese bajo el enorme
peso que tenía que soportar. Gaspar le guiñó un ojo cuando la vio. La había
reconocido en el acto.
–Cola de mono, se bienvenido. ¡Y tú también, bella
jovencita!
Cosette apresuró el paso cuando oyó el potente
saludo. No se sentía con ánimos de tener que soportar las miradas de todos los
que voltearon a verla.
Los puestos habían sido distribuidos en círculo.
El primero al que acudía la gente era al del enorme hombre cíclope. Allí él
realizaba increíbles demostraciones de fuerza. Cuando Cosette pasó por allí vio
con asombro como levantaba con suma facilidad una larga banca reforzada en la
que se habían sentado siete personas del público. El siguiente puesto que vio fue
el del hombre con cara de riñón. Su solo aspecto era más que suficiente para
asombrar a todos los que pasaban por allí. El tercer puesto pertenecía a la
mujer más alta que Cosette hubiese visto jamás. Ella miraba a todos desde su
imponente altura con unos duros ojos negros. La gente disfrutaba poniéndose a
su lado y comparando su propio tamaño con el de la mujer. Nadie hasta el
momento había podido llegarle a más arriba del pecho. El cuarto puesto
pertenecía a la mujer más anciana que Cosette hubiese podido conocer. Fuera de
su vetusto aspecto, algo que llamaba la atención en la señora era su larga y
ganchuda nariz. A propósito, ella permanecía de perfil para que la gente pueda
apreciar mejor el largo de tan prominente apéndice.
–Tenías razón, ya me siento mucho más animada
–ella le comentó en un susurro a la cola de mono.
–¡Mira!, ella debe ser la bebé de la que te hablé.
Wow, se ha vuelto toda una mujer. Y vaya que con ese frondoso y castaño cabello
rizado sabe ocultar muy bien el pequeño rostro de su costado izquierdo.
A Cosette le llamó bastante la atención que la
gente hiciese una cola tan larga en este puesto. "¿Tanto tiempo se toman
en verle el pequeño rostro? ¿O es que les resulta demasiado impactante el que
una joven tan bella tenga que cargar con una deformidad tan terrible?",
ella se preguntó para sus adentros. A medida que la cola iba avanzando, Cosette
pudo ver mejor a la joven. Sobre la cabeza llevaba una pañoleta roja, y de las
orejas le colgaban grandes aros dorados. Lo que más le impresionó a Cosette de
la joven fueron sus penetrantes ojos verdes, pues sentía que estos podían ver a
través de ella.
Finalmente fue su turno en la fila. La joven de la
pañoleta la esperaba detrás de una mesa cubierta con una larga tela azul.
Encima de esta se encontraban desplegadas numerosas cartas de Tarot.
–Te diré tu fortuna –la joven reunió las cartas de
la mesa y las barajó con las que tenía a un costado de la mesa–. Realiza tres
cortes y podrás saber lo que te depara el futuro –ella le tendió el mazo a Cosette.
Algo nerviosa, Cosette asintió, y luego hizo lo solicitado por la adivina. Una
vez terminó, la adivina fue sacando cartas y distribuyéndolas sobre la mesa.
Siete fueron las cartas que finalmente sacó–. Siete arcanas mayores. Comenzaré
por la primera, el sumo sacerdote: debes tener fe, porque se avecina un gran
cambio en tu vida. Has sufrido mucho a lo largo de los años, pero eso pronto
terminará. Solo confía y ten valor, porque recuerda que este mundo está hecho
para los que se atreven. Ahora la segunda carta, la torre: tienes a alguien del
pasado que no puedes sacarte de la mente. Mientras no puedas dejar atrás a esa
persona no serás capaz de encontrar a alguien más a quien puedas amar. Muy
bien, pasemos a la tercera carta que te ha salido, el diablo: le das demasiadas
vueltas a los problemas que te agobian. Solo sé audaz y toma tu decisión sin
tanto temor. Hazlo y te sentirás liberada. Cuarta carta, el emperador: te
reunirás con una persona muy importante en tu vida. Finalmente encontrarás la
paz. Quinta carta, la templanza: debes buscar la armonía contigo misma. No te
maldigas por haber nacido. Acepta las cosas como son y podrás alcanzar tus
objetivos. Sexta carta, la rueda de la fortuna: un gran cambio se avecina en tu
vida, aunque al final que este sea uno positivo o negativo dependerá
exclusivamente de ti. Séptima y última carta, la luna: mientras no veas las
cosas claras no podrás seguir tu destino.
Una vez terminó de interpretar las siete cartas,
la joven le pidió a Cosette que le tienda su mano. Ella la cogió entre las
suyas y cerró los ojos. Permaneció así por algunos segundos. –Suficiente –la
joven adivina abrió los ojos y soltó la mano de Cosette. Luego dirigió su mano
hasta el costado izquierdo de su cara, y se levantó el pelo. Allí, en la zona
donde debería estar su oreja, quedó descubierto el pequeño rostro. Era un
rostro enjuto y arrugado, aunque con los rasgos de un bebé.
–Acércate y oye lo que tiene que decirte –la
adivina le indicó a Cosette. Esta última dudó sobre si acercarse o no, pues
aquel rostro le resultaba de lo más repulsivo. Sin embargo, al final venció a
su inseguridad e hizo caso de lo solicitado. "Un engaño detrás de otro
engaño inevitablemente te lleva a una gran verdad. Sin embargo, no todos los
ojos están entrenados para ver lo que se les muestra con suma claridad.
Enfréntate a tus parpados y oblígate a abrir los ojos", una voz susurrante
y apenas audible le habló al oído. Cosette abrió los ojos a más no poder–. Eso
ha sido todo. Espero que puedas darles a mis palabras el uso adecuado –la
adivina volvió a ocultar el pequeño rostro con sus cabellos y acto seguido le
dedicó a Cosette una delgada sonrisa con sus generosos labios.
Cosette abandonó el puesto con la más pura
perplejidad reflejada en su rostro. Y es que todo cuanto le había dicho la
adivina había sido de lo más acertado. Era tanta la información recibida que la
cabeza le daba vueltas. Pero de todo ello había algo que le había calado más
profundo. "Te reunirás con una persona muy importante en tu vida", ella
recordó con ahínco la interpretación de la cuarta carta.
–¿Será que volveré a ver a mi amado Arnauld?
–Cosette se preguntó con las manos juntas una vez salió de la carpa.
–Tal vez lo hagas –la cola de mono le habló–.
Aunque recuerda que todo dependerá de qué tanto te atrevas a cambiar tu vida.
Ahora mismo, por ejemplo: Muy pronto tendrás que tomar una decisión que marcará
el rumbo de tu vida para siempre, ¿no es increíble?
–¿Una decisión? ¿A qué decisión te refieres?
–Hablemos con Gaspar. Allí encontrarás tu respuesta.
–¡Grrr! ¡¿Por qué siempre te encanta jugar a
hacerte el enigmático?!
–Soy una cola de mono qué habla. ¡Mi existencia
misma es un enigma para este mundo!
–¡Arg! Bien, bien, hablaré con él. Como sea ya es
tardísimo. No creo que a estas alturas me reciba el capataz. ¡Dios, ahora sí
que estoy en graves problemas!
–Eso ya lo veremos, ju ju ju...
Cosette decidió no preguntar al respecto, pues
sabía que la cola de mono le vendría con alguna de sus típicas respuestas que
más que aliviar sus dudas solo contribuirían a multiplicarlas.
Cuando se acercó a Gaspar y le dijo que quería
hablarle, él esbozó una amplia sonrisa, y sin pérdida de tiempo le indicó a
Cosette que lo siga hasta su despacho. Ambos entraron a uno de los carromatos.
Allí la joven se encontró con una acogedora oficina-dormitorio. Gaspar sacó
unos trastos de un banco y le indicó a Cosette que se siente allí. Él se sentó
en otro banco ubicado en el lado contrario de una mesa baja situada en medio de
ambos.
–¿Ha llegado el momento, cola de mono? –Gaspar
inició la charla con esta pregunta.
–Tú ya lo sabes. De lo contrario no te habrías
desviado de tu camino para venir a este pequeño pueblo.
–No te creas tan importante. Cada año variamos
nuestra ruta de peregrinación. Tratamos de no visitar el mismo pueblo dos
veces. Ya sabes, queremos causar en el público el impacto de la primera vez.
–Pero precisamente este año visitaron el pueblo de
Dubois. En fin, tienes razón. Ha llegado el momento.
–¿De qué momento están hablando? –Cosette se
mostró muy confundida.
–Ya te conté como "esa persona" me dejó
en tu cabeza antes de marcharse para siempre. Ella era una bruja perseguida por
la inquisición, por lo que prefirió ocultarme hasta que se calmen las cosas.
Lamentablemente ella nunca volvió a por mí. Asumo que fue quemada en la
hoguera, ¿Quién sabe? El hecho es que yo perdí mi cuerpo y quedé reducido a una
minúscula protuberancia en tu cabecita de bebé. Allí me mantuve oculto hasta
que tú aprendiste a hablar. Entonces crecí y me manifesté por primera vez ante
ti. No me malinterpretes, no me estoy quejando, todo lo contrario. Agradezco al
destino que me haya permitido alejarme de esa insoportable bruja. En fin, mejor
iré al punto. "Esa persona" acordó con Gaspar que, si ella moría,
cuando llegue el momento él vendría a por mí para llevarme a cierto lugar, en
donde según me contó vive alguien tan sabio que es capaz de conceder cualquier
deseo a quien se lo solicite. El deseo que yo debería de pedirle al gran sabio
es el de concederle a "esa persona" la resurrección y la juventud
eterna. Ya ves que ella vio en mí a su as bajo la manga...
–Por la forma en la que lo dices, intuyo que no te
hace mucha gracia el cumplir con la promesa que le hiciste –Gaspar interrumpió
a la cola de mono.
–Vamos, hombre. Sabes que antes de dejarme ella me
echó un poderoso conjuro que me impide desobedecerla. Ya quisiera poder
incumplir con esa maldita promesa, pero no, soy su maldito esclavo, peor que su
perro. Por algo esa mujer se ha ganado mi eterno odio, al punto que desde el
momento en el que me abandonó me prometí a mí mismo jamás volver a llamarla por
su nombre.
–Marfa, por si ya lo has olvidado. Así se llamaba
tu ama, mono insolente.
–Gaspar, por favor. Mejor olvidemos ese asunto. Mi
deseo de cumplir o no con la promesa que le hice a "esa persona" es
irrelevante, pues sabes que no puedo ir en contra de su voluntad. Además, ahora
estoy hablando con mi nueva "ama". ¿Entiendes?
Por toda respuesta Gaspar se cruzó de brazos y
soltó un bufido.
–Cosette, lo que trato de decirte es que tú
también tendrás la oportunidad de ver al sabio. Precisamente esa es la única
prueba requerida para acceder a su favor. ¿Qué? ¿Piensas que es poca cosa? ¡Ja!
Déjame decirte que encontrar a ese sabio es una tarea prácticamente imposible
si no cuentas con el guía adecuado, ¿no es cierto, Gaspar?
–Exactamente, mono latoso.
–¿Un deseo? ¿Cualquier cosa que desee? –Cosette no
podía dar crédito a lo que oía. Se imaginó lo que podría pedir. "Casarme
con Arnauld, ser feliz a su lado", en su mente hicieron eco estas palabras.
Cosette no pudo evitar sonrojarse. Una cándida sonrisa se dibujó en su rostro.
–Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? –Gaspar sonrió–.
¡La expresión de una mujer enamorada!
–¡Tonterías! –la cola de mono intervino–. Cosette,
deberías pensar mejor tu deseo. Recuerda a tus padres, a tu propio sufrimiento
por culpa de la guerra y de la pobreza.
–Déjala que pida lo que guste, ¿Por qué intentas
meterte en su vida?
–Gaspar, ocúpate de tus propios negocios. ¿No te
es suficiente con saber que pronto volverás a ver a tu amada?
–¡Haz lo que quieras! –Gaspar levantó su enorme y
pesado cuerpo, y a largos pasos que lo hacían parecer un monumental pingüino se
dirigió a la entrada del carromato. Desde allí invitó a Cosette a darle su
respuesta. Su tono volvió a ser cordial y amable.
–Yo, yo... –la joven no sabía que responder.
–Debes aceptar, tonta. De lo contrario aquí y
ahora ese cerdo de tres tetas te matará. Él ha esperado por demasiado tiempo
este día, el momento en el que por fin podrá volver a tener a su querida a su
lado...
–Pero yo, yo... además, si tanto la quiere de
vuelta, que él mismo se lo pida al gran sabio.
–No es tan simple. Luego te lo explicaré. Ahora
solo acepta.
–¿Qué tanto cuchicheas, mono latoso? –Gaspar
intervino. Cosette sintió un helado escalofrió recorrerle el cuerpo cuando su
mirada se cruzó con la del corpulento hombre. "No hay modo de salir, pues
Gaspar está bloqueando la puerta con su enorme cuerpo. ¡Dios mío! Creo que la
cola de mono tiene razón, si no acepto me matará. Después de todo, al único que
necesita es a él para que pida el deseo. Oh, no tengo más remedio. Aceptaré y
luego ya veré como me las arreglo para huir de esta pesadilla".
Cosette salió al poco rato del carromato. Casi se
tropieza con una saliente del terreno. En su cabeza tenía demasiado en lo que
pensar. "La decisión que cambiará mi vida, ¿acaso la adivina se refería a
esto? ¿Y lo que me dijo el pequeño rostro? Un engaño detrás de otro engaño
inevitablemente te lleva a una gran verdad... ¿Qué quiere decir esto exactamente?
¿Dónde está el engaño? ¿Gaspar miente? ¿La cola de mono miente? ¡Dios! Y
Arnauld... ¿realmente podré volver a verlo?", en ese momento la pobre
Cosette no podía con su vida. Y es que además en su cabeza la carcomía la culpa
por haber faltado al trabajo. Sus padres contaban con que ella les lleve el
dinero de su sueldo, pues últimamente esas pocas monedas se habían pasado a
convertir en el principal sustento de la casa. "Si al menos ellos tuvieran
algo para comer esta noche".
La nueva preocupación que acometió a Cosette
terminó impulsándola a tomar su decisión. Ella fue a donde Gaspar y le solicitó
trabajar para la feria como una atracción más durante los días que esta
estuviese en el pueblo. A cambio, él le tendría que dar el dinero que la joven
debería haber obtenido de su jornada. Su intención era llevarlo a casa y
dárselo a sus padres a modo de despedida. Cuando Gaspar le ofreció el triple de
aquella paga, Cosette se alegró sobremanera.
Una semana después la caravana se preparó para
partir. Antes de marcharse Cosette dejó una nota debajo de la manta de su
jergón junto al dinero extra que había ganado de su trabajo como atracción en
la feria. Sus padres cuando la vieron partir creyeron que ella se dirigía a las
tierras del conde para trabajar. No sospecharon que aquella sería la última vez
que la volverían a ver.
–Tonta, ¿Cómo pudiste atreverte a rebajarme a
trabajar como un fenómeno de feria? –la cola de mono le reclamó. En ese momento
Cosette vio el paisaje por una pequeña ventana del carromato en el que se encontraba.
Cada vez el pueblo se le hizo más lejano. En aquel carromato también viajaban
dos de las mujeres del grupo: Esmeralda, la joven adivina del pequeño rostro, y
Marlene, la anciana de la larga nariz.
–Acostúmbrate, monito –Esmeralda intervino entre risas–.
Aquí quien no trabaja no come, así que...
–¡Soy tan miserable! ¿Qué he hecho para merecer
esto? –la cola de mono chilló. Cosette no pudo evitar el echarse a reír.
–Que niñita para más "mona" –Marlene
bromeó–. Esmeralda ya no pudo más y estalló en cantarinas carcajadas.
"Adiós, pueblo de Dubois. Me marcho en pos de un futuro mejor. ¡Ah! Solo
espero que todo salga bien... y que en el camino me pueda encontrar con mi
amado Arnauld", Cosette se dijo para sus adentros. A estas alturas ella ya
no pensaba en escaparse. Muchas cosas son las que habían influido en su
decisión definitiva, aunque la que al final terminó inclinando la balanza fue
un sentimiento que comenzó a hacerse más fuerte en la joven a medida que
transcurrieron sus días en la feria. "Siento que este es mi lugar, que
aquí puedo ser yo misma", ella meditó en tanto con una mano acariciaba a
la cola de mono.

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