Capítulo 24: ¿Cómo osan meterse con Xian? ¡Super Purple al rescate!

 


Y de la noche a la mañana ya es fin de semana. ¡Uf! El tiempo sí que se pasa volando. Menos mal, porque ya no podía seguir esperando más: ¡Llegó el momento de irme de fiesta! ¡Wuju! Y es que este sábado es la celebración de sus quince años de mi gran amiga, la única, la inigualable… ¡Tatararaaa! ¡Roberta! ¡Hurra! Y por supuesto yo, Mandy Carpio, su mejor amiga, seré una de sus damitas de honor durante la ceremonia del baile. ¡Oiii, que emoción! ¡Ya no puedo esperar más! Aunque, ¿saben qué es lo malo? Pues que para variar estoy castigada, así que ni se imaginan cuánto, ¡cuánto! me costó convencer a mamá para que me deje ir a la fiesta. Solo para que se hagan una idea, al final me tuve que comprometer a lavar los platos, a limpiar la casa, a lavar la ropa de los bobos de mis hermanitos y a no sé qué lista de incordios más por todo un mes. ¡Qué injusticia! De solo mencionar tanto trabajo ya hasta me comienzo a agitar. ¡Qué agobiante puede llegar a ser mi vida, por todos los cielos!

***

Mandy bajó las escaleras que daban al primer piso de su casa con pasos ceremoniosos y afectados. “Haciendo un derroche de glamour”, como ella misma diría. Para la fiesta de quince años de aquella noche Mandy llevaba puesto un elegante vestido rojo de falda larga y que le dejaba la espalda y los brazos al descubierto. También vestía guantes rojos que hacían juego con el vestido, y una delgada correa de brillantes plateados ceñida a la cintura. Por otro lado, la joven púrpura se había arreglado el pelo en un elaborado y elegante moño en el que destacaba una hermosa rosa roja con sus hojas verdes prendida en el lado derecho.

Abran paso, que la diosa Mandy ya está aquí –ella dijo cuando bajó el último escalón. Sus padres y sus hermanitos se le quedaron observando boquiabiertos–. ¿Y bien? ¿Cómo me veo?

Hija, déjame decirte que estás preciosa. ¡Estás realmente preciosa, mi princesita! –le dijo su padre.

Mandy se ve bien a pesar de ser una ogra morada –comentó Tabata.

Es cierto, es cierto: ¡los milagros existen! –asintió Robin. 

–¡Ja!, no me afectan sus desatinados comentarios, niños tontos. ¡Sé que estoy regia!

Ay, hija –la señora Susan se secó una lágrima que le había asomado por uno de sus ojos–. Te ves tan hermosa, mi niña… parece que hubiera sido ayer cuando te tenía entre mis brazos, tan tierna, tan pequeñita: ¡Como se ha pasado el tiempo!

Gracias, mamá –Mandy respondió con una conmovida sonrisa.

Toma hija, no te olvides de tu rosa para entregarle a Roberta durante la ceremonia –la señora Susan le tendió a su hija una rosa de tallo largo–. Con cuidado, que tiene espinas.

Mandy se acercó y cogió la rosa. La hizo girar con los dedos en tanto la observaba fijamente. –¿Nos vamos? –ella levantó la mirada. Su madre asintió.

Regreso en un rato, cariño –la señora Susan se despidió de su marido–. Les das de cenar a los peques. ¡Adios, niños!

Sí, amor. No te preocupes –el señor Harold se levantó del sofá y se despidió con un fugaz beso en la boca de su esposa, y luego con un beso en la mejilla de su hija.

¡Adiós! –Mandy enrumbó a la cochera agitando la mano derecha.

¡Chau Mandy! –Tabata y Robin se despidieron agitando sus manitas en el aire.

El auto se detuvo delante de una elegante fachada iluminada por tradicionales farolas negras. Buganvillas crecían sobre las paredes rojas del local.

¡Qué bonito! –Mandy comentó con las manos juntas y los ojos muy abiertos.

Hija, ¿y tú cartera?

¿Mi cartera? ¡Ay, no! ¡Me la olvidé!!

Ay, hija, ¡Ay, hija! Menos mal que decidí guardarte yo tu pase. Ten.

¡Eres la mejor, mamá! –Mandy cogió el pase y lo sostuvo como un tesoro con ambas manos.

¿A qué hora vengo a recogerte?

No sé, yo te llamo.

Está bien… ¡oye! ¿Cómo se supone que me vas a llamar si no has traído tu celular?

¡Verdad que lo guardé en la cartera! Pero no te preocupes, mamá, te llamaré del celular de Roberta o del de alguna otra de mis amigas.

Así lo espero, hija: ¡no te vayas a olvidar, ¿eh?! Que sino a las doce me aparezco aquí y nos vamos sin rechistar.

¡Pero mamá, si a la una recién pensaba llamarte!

¡¿Qué cosa?! ¡Recuerda que todavía eres una niña! No me vengas con que vas a amanecerte como si fueras una universitaria descarriada. A las once y media me llamas, ¿entendido?

Sí, entendido. A la una te llamo.

¡Once y media!

¡Adiós, mamá, te quiero! –Mandy se alejó corriendo hacia la puerta de ingreso. 

Ay con esta niña, como le encanta sacarme de quicio… pero bueno, tratándose del quinceañero de su mejor amiga, por esta vez le pasaré su chiquillada –la señora Susan la vio alejarse cruzada de brazos. A continuación, ella regresó a su auto y se marchó.

Una vez llegó a la entrada, el hombre de seguridad le pidió su nombre y su pase. Cuando Mandy le dio su pase él lo leyó y asintió. –El quinceañero es en el salón de la derecha. Por aquí, señorita –señaló con la mano la bifurcación del camino que iba hacia la derecha. Mandy asintió y avanzó. Una vez ella le dio la espalda al hombre de seguridad, él se la quedó observando perplejo–. Debe ser parte del show para la hora loca –se dijo asombrado.

El camino por el que avanzó Mandy atravesaba un bien cuidado jardín, con setos podados con la forma de corazones, de cupidos y de ángeles. Grandes chombas también adornaban el jardín. Hileras de flores de todos los colores flanqueaban el camino. Mandy cruzó por un pequeño puente y durante un rato se quedó mirando los peces que nadaban en el estanque. Continuó avanzando y llegó a una glorieta hecha de reluciente caoba barnizada. Bajo ella varios de sus compañeros de clase se encontraban conversando. Justo al frente quedaba el salón en donde se llevaría a cabo la fiesta. Por curiosidad Mandy miró hacia el otro salón, que se veía diminuto a lo lejos. –¡Wow, este local sí que es enorme! –ella se dijo impresionada.

¡Mandy, mi amor! ¡Qué hermosa te ves! ¡Mis ojos lloran de felicidad al contemplar tu escultural semblante! –Lorenzo, vestido con terno negro, corrió hacia Mandy con los brazos abiertos y los labios dispuestos a estamparle un beso.

A otra con esas idioteces, pervertido –Mandy se hizo a un lado para esquivarlo.

Oh, Mandy… el rojo de tu vestido es para mí como la capa roja del torero para el toro, de solo verte me vuelvo loco, ¡loquísimo!

¿Cuál toro? Si tú eres un loro desplumado… mira, yo te recomiendo que mejor te vayas a donde Gabriela, que con ese vestido amarillo que trae puesto más parece un choclo. Corre a por tu choclo lorito. ¡Jajaja! –Mandy se rio de su propia broma, y al poco rato se alejó hacia donde Bianca y Estela, a quienes por fin divisó.

¡Qué malvada eres Mandy! –Lorenzo se quedó plantado en su lugar, con los dientes apretados y el puño derecho cerrado y temblándole delante de la cara–. Pero algún día haré que te enamores de mí, ¡ya lo verás!

Pero sus palabras se quedaron en el aire cuando al poco rato por su costado pasó Martina. A Lorenzo los ojos casi se le salen de sus orbitas al contemplar la despampanante belleza de su compañera. –¡Martina, amor mío! –Lorenzo corrió con los brazos abiertos hacía ella.       

¿Y qué tal chicas? ¿Ya va a comenzar la ceremonia? –Mandy les preguntó a sus amigas. Mientras tanto Lorenzo se caía de espaldas por encima de la baranda de la glorieta luego de haber recibido una cachetada de Martina, quien en ese momento se encontraba roja debido a la indignación.

Ay amiga, te cuento: ¡Roberta está con los nervios de punta! –Estela le informó–. Hace un rato le hemos escrito por el chat, y nos ha mandado un audio diciéndonos que en unos minutos más ya nos harán pasar para dar inicio a la ceremonia. Pero su voz sonaba tan… ¡ay, mejor te lo muestro!

“Cielos, chicas, no saben lo emocionada que estoy. No se impacienten, que ya en unos minutos más les harán pasar al salón... Bueno, las dejo, que tengo que terminar de arreglarme, ¡bye!”, era el escueto mensaje de su amiga.

–Vaya, jamás había oído a Roberta hablar tan nerviosa. Yo juraba que ella era la más tranquila y serena de nosotras –comentó Mandy.

Pero, ¿qué esperaban? –les increpó Bianca a sus amigas–. Es su quinceañero, la ceremonia más importante en la vida de toda chica, el momento en el que se conmemora el dejar de ser una niña para pasar a convertirse en mujer. ¡Qué desubicadas que son, por dios!

 Es cierto –Mandy adoptó una actitud meditabunda–. De solo imaginarme cuando yo cumpla mis quince años… ¡ay, me muero de los nervios!

Sí, a mí me pasa igual –confesó Estela–. Por cierto, ¿Quién creen que será el chambelán de nuestra amiga? Que yo sepa Roberta no tiene novio ni nada por el estilo…

Que poco sabes de quinceañeros, mamita –nuevamente Bianca intervino–. Para que te enteres, el chambelán no necesariamente tiene que ser tu novio. Por ejemplo, en el quinceañero de mi prima, su chambelán fue su hermano menor.

¡¿En serio eso se puede?! –Mandy y Estela le preguntaron incrédulas.

Pues claro que sí. 

Pero que yo sepa, Roberta es hija única –señaló Mandy.

Tal vez su chambelán sea algún primo o pariente lejano –opinó Estela.

Sí, tal vez… o puede que se trate de un novio del que no nos ha hablado –especuló Bianca.

¡¿Total?! ¡¿No decías que no necesariamente tenía que ser su novio el chambelán?! –Mandy le replicó.

Quien sabe –Bianca se encogió de hombros, en tanto comenzó a hacer girar su rosa mientras miraba hacia el salón.

Pasaron algunos minutos más. Finalmente, las puertas del salón se abrieron y dos mozos que se situaron a los costados de la entrada invitaron a todos a pasar adentro.

Cuando Mandy y sus amigas ingresaron al salón, se encontraron con un lugar amplio y de techo alto. Las mesas habían sido dispuestas en círculo, con ocho sillas alrededor de cada una. Estaban decoradas con manteles dorados y con un arreglo floral en su centro. Crisantemos blancos, le pareció a Mandy que eran. Al fondo amplias gradas subían a un segundo nivel ubicado en el lado derecho del salón. Las barandas habían sido decoradas con cintas doradas. Una alfombra roja descendía desde lo alto y llegaba hasta la última grada.

¡Bienvenidos, damas y caballeros! –el maestro de ceremonias bajó de las gradas llevando en la mano derecha un micrófono inalámbrico–. ¡Todos los aquí reunidos son especiales para nuestra agasajada, y por eso es que ella se siente muy contenta de tenerlos aquí, en su fiesta de quince años, la ceremonia en la que se conmemora su gran paso de niña a joven mujercita! ¡Acompañemos todos a Roberta en este momento tan hermoso de su vida y tan significativo para ella! ¡Aplausos para la quinceañera! –una vez dijo esto, el maestro de ceremonias terminó de bajar las gradas y se hizo a un lado.

El Danubio Azul de Johann Strauss comenzó a sonar por los parlantes. Acompañada por sus padres, Roberta bajó las gradas. Ella vestía un hermoso vestido azul con brillantes en la falda. Llevaba los brazos descubiertos y en el pecho le colgaba un hermoso collar plateado. Su rojiza cabellera se la había recogido en una elaborada trenza francesa. Reemplazó sus lentes de luna redonda por lentes de contacto. Los aplausos no se hicieron esperar, así como las fotografías y sus flashes.

Tal y como lo practicaron, las damitas de honor se situaron en dos filas paralelas en el centro del salón, dejando un espacio en el medio para el baile de la quinceañera con su chambelán. Una vez bajaron las gradas, los padres de Roberta se hicieron a un lado, el opuesto al del maestro de ceremonias.

¡Y ahora, aplausos para el afortunado que a continuación tendrá el honor de ser la pareja de baile de nuestra quinceañera en tan significativo momento! –anunció el maestro de ceremonias, y con la mano derecha apuntó hacia la entrada del salón. Las luces bajaron su intensidad, y un reflector iluminó la entrada.

¿Quién será? ¿Quién será? ¡Ya no puedo más con la curiosidad! –Mandy juntó ambas manos y observó expectante hacia la entrada. Sus amigas, y de hecho todos los invitados, se encontraban en similar situación.

Dos mozos abrieron las puertas y un joven hizo su ingreso al salón. Él iba vestido de elegante smoking azul brillante, su cuerpo era atlético y fornido, y una barba castaña al ras enmarcaba su agraciado rostro. El pelo lo llevaba corto y engominado hacia el lado izquierdo. El joven sonrió y muchas de las jovencitas presentes se derritieron en el acto.

¡Qué guapo! –se escuchó un chillido apagado.

¡Si parece Thor! –exclamó una emocionada jovencita.

“¡IIAAA!!”, más chillidos excitados se oyeron por lo bajo. A su paso por el salón, el chambelán fue arrancando suspiros enamorados de las jóvenes invitadas.

¡Santos cielos! ¡¿Ya vieron que pedazo de papasito se ha conseguido Roberta para el baile?! –Estela no pudo ocultar su sorpresa.

Bien escondidito se lo tenía nuestra amiga –comentó Mandy.

¡Es tan churro! –Bianca suspiró–. Seguro que no nos lo presentó antes porque no quería compartir la desgraciada.

Los reflectores esta vez se posaron sobre la pista de baile. Por los parlantes del salón sonó Tiempo de Vals, la canción que ya era un clásico en la mayoría de ceremonias de quince años. Con delicadeza el joven del smoking azul tomó la mano derecha de Roberta con la suya, en tanto con la otra mano la tomó de la cintura. Roberta respondió a la cortesía posando su mano libre sobre la espalda del muchacho y regalándole la mejor de sus sonrisas.

¡Aplausos a Roberta y a su chambelán! –exclamó el maestro de ceremonias cuando la canción finalizó. Entonces las luces retornaron a su intensidad normal y los reflectores se apagaron. Todas las damitas de honor formaron una única fila en el centro de la pista de baile. Cada una se fue acercando a Roberta para felicitarla y entregarle la rosa que llevaban consigo. Roberta tras recibir cada rosa, posaba para una foto junto a la damita de honor de turno, luego esta última se retiraba y el proceso se repetía. Una vez la última damita de honor hubo felicitado a su amiga, Roberta terminó con un bello ramo de rosas entre sus manos.

¡Aplausos! –exclamó el maestro de ceremonias.  

El ramo de rosas fue colocado en la mesa de Roberta, en un florero dispuesto para la ocasión. Llegó la hora de la comida. Todos los invitados se acomodaron en sus respectivas mesas. En la mesa de Roberta también se sentaron sus inseparables amigas Mandy, Bianca y Estela, además de algunos amigos más. Terminada la comida las luces fueron bajadas y el dj soltó sus mezclas. Luces de colores provenientes de una esfera discotequera dieron el toque psicodélico al salón. Humo blanco salió de máquinas dispuestas en las esquinas de la pista de baile.

 ¡Que comience la fiesta! –anunció el maestro de ceremonias.

Muchos chicos y chicas acudieron a la pista de baile y allí se animaron a soltar sus pasos.

Oye Roberta, ¿de dónde sacaste a ese galanazo? –Bianca le preguntó a su amiga. Mientras ella bailaba con un compañero, Roberta bailaba con su guapo chambelán. Al otro lado Mandy y Estela bailaban entre sí.

Chicas, él es Mat, mi amigo y entrenador en el gimnasio. Lo conocí hace un mes, cuando me inscribí al gimnasio. Mat, ellas son mis mejores amigas: Mandy, Bianca y Estela –Roberta realizó las presentaciones del caso. Los presentados se saludaron entre sí con un beso en la mejilla.

Y, y… ¿ustedes que son? ¿Cuál es exactamente la relación que hay entre ustedes dos? –Estela ya no se pudo aguantar más de preguntar.

–¡JAJAJA! Ay contigo, Estela. No, nosotros solo somos amigos. Mat ya tiene su novia, ella es una profesora de danza en el gimnasio…

Ya te he dicho que no es mi novia. Solo es una amiga –intervino el muchacho, y esbozó su característica sonrisa seductora. “Pues si ella no te quiere, aquí estoy yo para que te sirvas, papi”, en voz baja, Estela murmuró en el oído de Bianca. Esta última se tapó la boca para ocultar su risa.

Y dime, Mat, ¿en tu gimnasio hay más instructores como tú? Digo, para ver si me inscribo –le preguntó Bianca.

No quiero malograrte la sorpresa. Tendrás que ir para averiguarlo –respondió Mat acompañándose con una cálida sonrisa.

Pues si tú me invitas a ir, ¡encantadísima! –Estela le acarició la barba con la mano.

¡Oye, no seas tan desvergonzada! –Mandy le dio una palmada a la atrevida mano de su amiga.

Jajaja, estás loca –Roberta rio. Mandy y sus amigas se quedaron sorprendidas. Jamás habían visto a su amiga reír con tal gracia y coquetería. En ese momento sintieron que su amiga era más madura que ellas.

Continuaron bailando al ritmo de la música.

Oye, Mandy, ¿vamos un día a visitar el gimnasio de nuestra amiga? –Estela le preguntó.

No lo sé. Puede ser… ¡jajaja!

El dj soltó esta vez un mix más movido.

¿Me acompañas un rato al baño? –Estela le preguntó a Mandy. Esta última asintió. Ambas abandonaron la pista de baile y se dirigieron a los servicios.

Mandy salió al poco rato del baño y esperó a su amiga cerca de la puerta.

Rayos, como demora Estela –se quejó.

¡Por fin te encuentro, mi amor! –Lorenzo salía del baño de hombres cuando en eso vio a su musa morada–. ¿Qué haces por aquí tan solita, nena? ¿Me estabas esperando? ¡Venga pues, vamos a bailar!

Estoy esperando a Estela, no me molestes, loro desplumado –Mandy se cruzó de brazos.

Vamos, solo será un ratito –Lorenzo le suplicó juntando las manos. 

Justo en ese momento Samara salía del baño. Mandy sonrió. Con gran agilidad corrió hasta situarse a espaldas de Lorenzo y lo empujó hacia Samara.

¡Oye, ¿qué te pasa?! –le increpó Samara a Lorenzo.

Yo, este… ¿Mandy? –Lorenzo balbuceó, pero cuando volteó hacia donde pensaba que estaría la mencionada, ya no la divisó por ningún lado–. Je je, ¿bailamos?

Qué más da, vamos a bailar –Samara lo tomó de la mano y así ambos se enrumbaron hacia la pista de baile.

¿Ya alguien te ha dicho que te ves muy hermosa esta noche?

Saca tus manos de allí, maldito degenerado –Samara le apartó la mano a su pareja de baile cuando este la posó sobre su espalda baja.

Ji ji, se me resbaló –Lorenzo se rascó la nuca. Él soltó a continuación un suspiro resignado. “Qué aburrido se está aquí… me pregunto cómo serán las cosas en el otro salón”.

Mandy tras dar algunas vueltas regresó al baño. Buscó adentro pero no encontró a su amiga. –Seguro ya salió, vaya desconsiderada: ¡y yo que la estuve esperando! –ella se quejó, en tanto se dispuso a retornar hacia la pista de baile.

¡Plop! Tras salir del baño, Mandy chocó su hombro con alguien.

Lo siento, andaba distraída –se disculpó ella.

Lo lamento, no te vi –se disculpó Xian–. ¡Hey! Pero si eres tú, Mandy.

Y tú eres Xian, je je… vaya coincidencia, ¿no?

¿Qué tal, Mandy? ¿Cómo la estás pasando? –algo nervioso, Xian le preguntó.

Bien, bien, je je. ¿Y tú? 

Yo genial… vaya que sí, ¡ja ja!

Un incomodo silencio se hizo entre los dos.

Este… –tras el corto silencio, ambos se dijeron al mismo tiempo.

Dime –dijo Mandy.

No, tú primero, por favor –dijo Xian.

Bueno… yo, este… –Mandy miró al suelo. “Vamos, solo le voy a pedir para bailar un rato, ¡no es como si me le estuviese declarando! ¿Por qué me pongo así? ¡Un baile no significa nada!”. ¡Mejor dime tú primero!

¿Yo? Je je, vaya –Xian se rascó la nuca y esbozó una nerviosa sonrisa.

¡Mandy, por fin te encuentro! –con los brazos abiertos, Lorenzo corrió hacia Mandy.

¡PAF! Mandy lo esquivó y le dio un puntapié en las posaderas. –¡Ya te he dicho que no me molestes, idiota! –le reclamó ella. Lorenzo siguió de largo y fue a parar contra una mesa, la que por poco no se fue para atrás.

Y bien, Xian. ¿Qué me querías decir? –Mandy pestañeó numerosas veces con coquetería, en tanto junto ambas manos y las balanceó hacia los costados.

Sí, claro, je je. Te iba a decir, este, yo… me preguntaba si tú…

¡Mandy, maldito fenómeno púrpura! –una encolerizada Samara se le acercó y la jaló de los brazos para tenerla frente a frente–. ¡Ya me enteré que fuiste tú la que me lanzó a ese degenerado de Lorenzo para que baile conmigo! ¡Eres una odiosa! ¡No sabes todo lo que he sufrido para poder zafarme de ese mañoso empedernido!

¡Grrr! –Mandy le clavó a Samara una mirada asesina.

¡¿Qué?! ¡Oh, lo siento, creo que me están llamando! ¡Ya arreglaremos cuentas después, moradita! –Samara se alejó casi corriendo.

¡Hola, Xian! –Martina divisó a su amigo desde la pista de baile y decidió acercarse a saludarlo.

Hola, Martina –Xian respondió.

¿Bailamos? –Martina movió las caderas. 

Yo, bueno, este… –Xian dirigió una mirada disimulada hacia donde estaba Mandy, quien en aquel momento le estaba dando la espalda.

–¡Eso es, vete de aquí y ni se te ocurre volver a fastidiarme, estúpida Sid el perezoso! –la joven púrpura se encontraba distraída gritándole a Samara.

Vamos –Martina lo tomó de la mano y se lo llevó a la pista de baile. Xian no tuvo más remedio que dejarse llevar.

Listo, ya me deshice de ese estorbo –Mandy regresó mientras se limpiaba las manos chocando palmas, pero Xian ya no estaba donde ella lo había dejado. Al poco rato lo descubrió bailando con Martina–. ¡XIAN! ¡Eres un… cretino! –Mandy exclamó indignada. Tenía los puños apretados y los dientes le rechinaban de la rabia. 

Mandy, este… –en eso alguien le tocó tímidamente el hombro con el dedo un par de veces.

¡¿Qué cosa?!!! –hecha un demonio, Mandy encaró a quien le acababa de tocar el hombro.

Eh… ¿yo? No, ¡Nada! –Rodrigo negó aterrado con la cabeza y se dispuso a marcharse.

¿Cómo que nada, hongo gordo? –Mandy se le quedó observando con el ceño fruncido y las manos en la cintura.

Bueno, pues yo, este… me preguntaba si querrías, si tú querrías bailar conmigo… –bajando la mirada y con voz apenas audible, Rodrigo respondió.

¡¿Bailar contigo?! ¡¿Es que te has caído de cabeza o q…! –Mandy en eso se interrumpió–. No, ¿sabes qué? ¡Vamos a bailar! Te concederé el honor…

Sin más palabras de por medio, Mandy jaló de la mano a Rodrigo y lo condujo a la pista de baile, “casualmente” muy cerca de donde Xian y Martina se encontraban bailando.

¡Ah! –Rodrigo soltó un suspiro enamorado.

¡No te hagas ilusiones, hongo gordo! ¡Ven, vamos a bailar más acá! –Mandy le recriminó, y sin más lo condujo con firmeza más cerca de la posición de Martina y compañía.

“¡Ejem, ejem!”, Mandy toció ruidosamente cuando pasó por el lado de Xian. Él no pareció oírla, y para colmo Martina le abrazó el cuello con los brazos.

Atorrante –Mandy refunfuñó colérica.

¿Mandy? ¿Di-dijiste algo? –con voz tímida, Rodrigo le preguntó.

¡Ven para acá, pongámosle más ritmo al sandungueo! –Mandy quiso imitar a Martina, pero el tener tan cerca la cara sudorosa y cachetona de Rodrigo le hizo arrepentirse de lo que estaba a punto de hacer. Como resultado hizo más cólera. Sin previo aviso ella se desquitó castigando a su compañero de baile con un candado a la cabeza. Y así bailó por un buen rato con él, sin darse cuenta de lo que le estaba haciendo. El pobre de Rodrigo a duras penas podía respirar.

Xian ¿qué tal la estás pasando? –Martina le preguntó a su pareja de baile.

Muy buena la fiesta, ¿verdad? 

Sí, ¡buenísima! Por cierto, bailas muy bien.

Se hace lo que se puede, je je… ¡Hey! ¿Ese de allá afuera no es Lorenzo? ¡Oh, no! Unos tipos están que lo golpean, ¡debo ir a ayudarlo! –sin esperar ni un segundo, Xian corrió hacia la salida del salón.

Xian, ¡espérame! –Martina fue tras su amigo.

Man...Mandy, ¡me… estás aho-ahogando! –haciendo un esfuerzo supremo, un morado Rodrigo por fin consiguió hablar. Mandy no lo oyó, pues ella tenía la mirada clavada en Xian.

¡Xian, ¿A dónde vas?! –Mandy corrió tras su amigo apenas lo vio alejarse. Rodrigo cayó al suelo cual un saco de papas una vez fue soltado por el agarre de Mandy.

–¡Pensé que iba a morir! Ah-ah… Ahora entiendo a qué se refiere la gente cuando hablan de un amor asfixiante… –Rodrigo se dijo en tanto se tomaba del cuello con ambas manos y respiraba agitado por la boca.

Afuera del salón, dos jóvenes de más de veinte años, ambos notoriamente borrachos, se pasaban de un lado al otro al pobre de Lorenzo a punta de empujones.

Vamos, chicos, aclaremos esto como la gente civilizada –un asustado Lorenzo les suplicaba con voz temblorosa.

¡Te colaste en nuestra fiesta y encima te atreviste a manosear a mi flaca en mi cara, imbécil! ¿Y ahora quieres hablar como la gente civilizada? ¡No me hagas reir! –le increpó uno de los jóvenes.

Te equivocas, todo fue un error. ¡Lo juro! –insistió Lorenzo.

Ahora pues, tanto que querías dártelas de machito, te haremos un hombre de verdad. ¡Toma! –el otro joven lo apretó de las mejillas con una mano, y tras obligarle a abrir la boca le hizo beber de su botella personal de cerveza.

¡Eso, bebe, bebe y hazte hombre, mocoso estúpido! –el otro joven animó a su compañero.  

¡Oigan ustedes dos, ¿qué le están haciendo a mi amigo?! –Xian les reclamó a los jóvenes cuando salió del salón y se percató de lo que estaba sucediendo.

¡Tú no te metas, chino! Esto es entre el idiota y nosotros.

¡Xian, ten cuidado! –Martina le suplicó desde detrás.

¡Jajaja! –los jóvenes ebrios se rieron del sufrimiento de Lorenzo y continuaron haciéndole beber de la botella. Una vez la cerveza se acabó retornaron a lanzárselo el uno al otro a empujones cual si Lorenzo fuese una pelota de voley.

¡Ya déjenlo en paz! ¿No les da vergüenza abusar de alguien menor que ustedes? –les increpó Xian.

Xian, están borrachos, no es buena idea que intentes razonar con ellos –Martina se mostró preocupada.

Idiota, si no te largas tú serás el siguiente –uno de los jóvenes amenazó a Xian.

¡Auxilio, Xian! yo solo fui a visitar el otro salón por curiosidad, y de la nada estos tipos comenzaron a fastidiarme… ¡hip! –habló Lorenzo. 

¡¿De la nada?! ¡Serás cínico! –los jóvenes le replicaron furiosos.

¡Te tengo! –en un parpadear, con suma agilidad Xian cogió a Lorenzo de un brazo y lo jaló hasta colocarlo detrás suyo.

–Gracias –Lorenzo estaba rojo como un tomate.

–Vete de aquí –Xian volteó por un instante para dirigirse a Lorenzo–. Martina, llévatel… –¡CRASH! Antes de que pueda terminar la frase, Xian recibió un botellazo en la cabeza. Acto seguido él cayó inconsciente sobre el pasto.

¡Xian, no!!! –Martina se llevó las manos a la boca.

¡XIAN!!! –en ese momento Mandy acababa de salir del salón, justo para presenciar el duro golpe que acababa de recibir su amigo y compañero de entrenamientos. Mandy corrió hacia donde Xian y lo apoyó en su regazo–. ¡Xian, Xian! Oh, no, está incosnciente… ¡ustedes dos!! –con la mirada ella fulminó a los borrachos–. ¡Esto no se los perdonaré!!

Oye Juancho, ¿me parece o esta chica está toda morada? –señaló uno de los jóvenes.

Es verdad, Checho. Es todo un fenómeno.

Martina –Mandy se dirigió a su rubia compañera de promoción–, corre adentro y busca ayuda y algún botiquín de primeros auxilios: ¡rápido que no hay tiempo que perder! Yo mientras tanto me haré cargo de estos idiotas…

¿Estás segura? Estos dos están borrachos, puede ser peligros…

¡Vete de una vez!

La firmeza con la que habló Mandy convenció a Martina de hacer caso a sus palabras. Ella asintió y partió presurosa.

Lorenzo, cuida de Xian –Mandy depósito con delicadeza a su amigo en el pasto y se puso de pie.

No te metas en esto, chica púrpura –uno de los jóvenes le advirtió a Mandy–. Tenemos cuentas que saldar con ese idiota –a continuación, él señaló a Lorenzo.

Me importa un bledo lo que tengas que saldar –Mandy apretó los puños–. Pagarán lo que le han hecho a Xian, ¡lo pagarán muy caro!

“¡JAJAJA!”, los dos jóvenes estallaron en carcajadas. –¿Y se puede saber qué nos vas a hacer tú, niñita morada?

Eso, mejor vete de aquí, princesita del vino, si no quieres salir lastimada.

¡Grrr! –Mandy avanzó un paso. Nuevamente sintió en su interior aquel repentino bullir de energía misteriosa que hubo sentido también cuando enfrentó al Tapir allá en Lima. Entonces un aura invisible manó de su cuerpo, un aura negativa que a los jóvenes por un instante les puso los pelos de punta cuando la percibieron a su alrededor. Sin embargo, al poco rato ellos consiguieron dominar su temor y encararon a Mandy.  

¡Hemos dicho que te apartes, mocosa insol…! –¡FUOSH! Antes de que el joven pueda terminar de hablar, Mandy lo levantó en peso y lo mandó a volar muy lejos.  

¡SPLASH! El joven cayó sobre el estanque que había bajo el pequeño puente. Su amigo, presa del pánico tras ser testigo del inesperado suceso, huyó despavorido.

Es… impresionante –Lorenzo se había quedado boquiabierto.

¡Jajaja! Para que aprendan su lección, par de zoquetes. Esta soy yo, Mandy Carpio la superheroina: ¡super purple al rescate! Tiemblen, malvados del mundo. ¡Jajaja!

¡Mandy, mi superheroina púrpura! –Lorenzo corrió hacia ella y la abrazó. Las manos las bajó con disimulo hacia su derrier–. ¡Gracias por salvarme, te amo!!

Tú… saca tus asquerosas manos de allí… ¡maldito degenerado!! –con ambas manos, Mandy levantó en peso a Lorenzo y también lo lanzó por los aires.

¡Te amaré por siempre!!! –desde las alturas le gritó Lorenzo.

¡SPLASH! Lorenzo finalmente aterrizó sobre las heladas aguas del estanque que había bajo el puente.

–¡Wow! ¿Así fue como derrotaste a esos borrachos? –Xian preguntó notablemente impresionado. Él acababa de recuperar el conocimiento. Se había sentado sobre el pasto. Con una mano se tomó la adolorida cabeza.

¡Xian! Por fin recuperaste el conocimiento, ¿estas bien? –Mandy corrió hacia su amigo.

Sí, no te preocupes… esto comparado con los golpes que me sueles dar en los entrenamientos no es nada, je je… ¡auch!   

¡Jajaja! Lo sé, lo sé, ¡es que soy muy fuerte! –Mandy mostró sus punches–. Oye, no, espera. ¿De veras estás bien? ¿No es muy pronto para que intentes levantarte? Espera, en todo caso déjame ayudarte.  

Dicho esto, Mandy se colocó al lado de su amigo para ayudarlo a incorporarse.

Gracias.

No fue nada. Por cierto, ¿Dónde estará la jirafa oxigenada de Martina? ¿Tan difícil es conseguir un botiquín de primeros auxilios? ¡Como tarda!

¿Cómo le has llamado a Martina? –Xian rio.

Mejor vamos adentro. Allí la esperaremos sentados de modo que puedas descansar.

Xian asintió. Ambos comenzaron a avanzar, Xian apoyándose sobre los hombros de su amiga para ayudarse a caminar.

¡Matador, matador! –cuando entraron al salón, Mandy empezó a tararear la canción que retumbaba en el recinto–. ¡Qué emoción, ya comenzó la hora loca! Vamos a mover el esqueleto, Xian. ¡Wuju! –Mandy improvisó unos pasos de baile. Con la cadera le dio un leve empujoncito a Xian.

Estás loca.

¡¿Perdón?!

La hora loca, digo que ya comenzó, je je…

Bobo –Mandy sonrió. Xian le devolvió la sonrisa. Así, los dos amigos se perdieron de vista entre el gentío y bajo las luces de colores que se fundían con la penumbra del salón.





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